122. SEVILLA, capital. Retablo mayor de la igl. de Sta. Ana. |
123. SEVILLA, capital. Xto. del Socorro, en una de las cap. de la igl. de Sta. Ana. |
124. SEVILLA, capital. Retablo de la cap. sctal. de la igl. de Sta. Ana. |
125. SEVILLA, capital. Custodia procesional de la igl. de Sta. Ana. |
126. SEVILLA, capital. Ntra. Sra. de la Divina Pastora, en la igl. de Sta. Ana. |
127. SEVILLA, capital. Virgen de la Rosa, en el trascoro de la igl. de Sta. Ana. |
128. SEVILLA, capital. Inmaculada Concepción en el retablo de la cap. sctal. de la igl. de Sta. Ana. |
129. SEVILLA, capital. Madre de Dios del Rosario en su retablo de la igl. de Sta. Ana. |
130. SEVILLA, capital. Niño Jesús en la cap. sctal. de la igl. de Sta. Ana. |
131. SEVILLA, capital. Ntra. Sra. del Carmen, en su retablo de la igl. de Sta. Ana. |
132. SEVILLA, capital. Organista del coro de la igl. de Sta. Ana. |
133. SEVILLA, capital. La Sexta Angustia, grupo de la Piedad de la igl. de Sta. Ana. |
134. SEVILLA, capital. San Joaquín, de la igl. de Sta. Ana. |
135. SEVILLA, capital. San Juan Evangelista, de la igl. de Sta. Ana. |
136. SEVILLA, capital. Grupo de Sta. Ana, la Virgen y el Niño Jesús, en el retablo mayor de la igl. de Sta. Ana. |
137. SEVILLA, capital. Dolorosa de la igl. de Sta. Ana. |
138. SEVILLA, capital. Virgen de la Victoria, en su retablo de la igl. de Sta. Ana. |
SEVILLA** (XIX), capital de la provincia y de la comunidad: 27 de febrero de 2006.
Iglesia de Santa Ana.
calle Vázquez de Leca.
"Este sobredicho rey Don Alfonso, estando doliente de sus ojos de muy grave mal saltósele el ojo derecho del casco e prometió a Nuestra Señora la Virgen María el hacer aquí una iglesia que le dijesen Santa Ana Madre de Nuestra Señora e luego en una hora se le tornó el ojo sano y en su lugar". Realmente explícita es la antigua inscripción que señala en el arrabal de Triana el origen de su iglesia mayor, conocida por muchos como la "Catedral de Triana". Una enfermedad ocular sanada de forma milagrosa motivó la dedicación, por parte de Alfonso X, de una gran iglesia a Santa Ana, edificación que se realizaría en la segunda mitad del siglo XIII (según Zúñiga no comenzaron las obras hasta 1280), dilatándose las obras hasta comienzos del siglo XIV, lo que motivó la necesaria ayuda parroquial de otros templos como el de Nuestra Señora de la Candelaria. Esta dilación explica sus formas góticas cistercienses, sus recuerdos románicos e, incluso, el influjo musulmán en el empleo del ladrillo como elemento constructivo. Probablemente, el templo estuvo fortificado originalmente, al ser la primera iglesia construida tras la reconquista de Sevilla, estar apartada del castillo de San Jorge y de las murallas de la ciudad. A este amurallamiento pertenecerían el remate almenado de las cubiertas de la terraza y las galerías a modo de triforio que recorren lateralmente las naves. El templo fue reedificado en la segunda mitad del siglo XIV, en tiempos del rey Pedro I, intervención motivada por el terremoto de 1356. A principios del siglo XV se amplió la capilla mayor. En la segunda mitad del siglo XVI se edificaron las dos capillas de los pies de las naves laterales. A comienzos del siglo XVII pertenece la nueva capilla bautismal y en la segunda mitad de este siglo se realizarían reformas en la capilla sacramental. En el siglo XVII se edificó la torre por el maestro Martín Izquierdo, que siguió los diseños de Diego López Bueno. Importantes serían las reformas tras el terremoto de 1755, que dañó notablemente el edificio. Fueron llevadas a cabo por el arquitecto Pedro de Silva, entre 1756 y 1758, que cambió notablemente la antigua fábrica medieval para darle un aspecto barroco. También intervino en la torre, añadiéndole el chapitel y barroquizando el antiguo campanario. Del mismo momento son las ventanas molduradas de las galerías superiores y diez ventanas exteriores que se abrieron para dar más luz al interior. Ya en el siglo XX, la restauración dirigida por Rafael Manzano le devolvió al templo su aspecto medieval al eliminar los enlucidos barrocos, dejando el ladrillo y los paramentos desnudos, actuación que no fue ajena a la polémica por los criterios empleados.
El templo de Santa Ana es de planta rectangular sin crucero, con tres naves, la mayor más alta y ancha que las demás, terminadas en capillas poligonales. Presenta coro a los pies de la mayor, siguiendo las peculiares formas del gótico hispánico, con capillas adosadas a los muros del Evangelio y de la Epístola, y torre en los pies de la nave del Evangelio. Las naves se dividen en cinco tramos y se separan por pilares rectangulares retallados de ladrillo, muy reformados en sucesivas intervenciones, y hoy sin la ornamentación barroca que llegaron a tener.
Exteriormente presenta cubiertas en ladrillo con forma de azotea, con antepechos abalaustrados a su alrededor, rematados por pináculos y jarrones de barro vidriado que han sido rehechos en las últimas intervenciones. En su fachada se abren tres portadas, una a los pies y dos laterales. La del Evangelio es la única que conserva formas de la transición entre el románico y el gótico, ya que las otras dos fueron completamente renovadas en el siglo XVIII. La portada del Evangelio, habitual acceso al templo, es abocinada, con arquivoltas apuntadas y muy rebajadas. Las arquivoltas apean sobre jambas con capiteles, decorados con motivos vegetales. Entre el gablete superior y la cornisa aparecen elementos barrocos. En la parte superior perviven dieciséis cabezas de leones de piedra de estilo románico. La puerta del muro contrario es de líneas mucho más sencillas, con arquivoltas apuntadas y abocinadas, y tres arcos que descansan en toscos pilares. La portada principal es adintelada, dividiéndose en dos cuerpos, el primero de líneas clásicas, flanqueado por dos columnas y rematado por un frontón triangular, y el segundo de líneas más barrocas, con un óculo alrededor del cual se centra la decoración, y encuadrada por pilastras con capiteles decorados con motivos vegetales. Su falta de proporción y su policromía, en tonos almagra, no la sitúan a la altura del grandioso templo al que da acceso.
El interior se cubre por bóvedas de crucería gótica, separadas por arcos con un gran nervio de espinazo que las atraviesa a todas uniéndolas. Están ejecutadas en ladrillo, con los nervios y arcos en piedra, presentando decoración de puntas de diamante, y estrellas de influencia mudéjar en sus claves. Castillos y leones heráldicos, hojas de higuera, hojas de vid y cabezas humanas también se distribuyen por las cubiertas como elementos decorativos.
El presbiterio está presidido por uno de los retablos mayores de mayor interés artístico de la ciudad. Se ordena en torno a un banco, tres cuerpos de siete calles y ático, combinándose el empleo de esculturas, relieves y un excelente programa pictórico sobre tabla. La arquitectura y las tallas del conjunto fueron realizadas por Nufro Ortega y Nicolás Jurate, correspondiendo las quince pinturas sobre tabla al pintor de origen flamenco Pedro de Campaña. Su contrato de realización se firmó en 1542, realizándose desde esa fecha, de forma conjunta, la talla y las pinturas. En 1557 se contrató la policromía, que se concluyó en 1565. Preside el camarín central, fruto de una remodelación del siglo XVII, el grupo de Santa Ana y la Virgen con el Niño, talla de candelero de la segunda mitad del siglo XIII que fueron retocadas por Francisco de Ocampo en el siglo XVII y en otra intervención llevada a cabo en el siglo XVIII. La iconografía del retablo se basa en curiosas historias apócrifas alusivas a la vida de Santa Ana. En el banco aparecen relieves con los Evangelistas y ángeles pasionarios. En el primer cuerpo junto a tallas de San Pedro y San Pablo y un relieve de la Santa Faz, se disponen las escenas pictóricas de San Joaquín abandonando su casa por estéril y el Anuncio milagroso al santo. En el segundo cuerpo hay tallas de Santiago y de Judas Tadeo que enmarcan las escenas del Abrazo ante la Puerta Dorada, el Nacimiento y Presentación de la Virgen y la Educación de la Virgen por los ángeles. En el tercer cuerpo se representa el Nacimiento de Cristo, la Visitación, San Jorge, el Nacimiento de San Juan y los Desposorios de María y José. La complicación llega en el ático donde se representa a María Salomé y a María Cleofás con sus hijos, serían las otras hijas de Santa Ana, que, según los Apócrifos, casó con Joaquín, con Cleofás y con Salomé. La Asunción de la Virgen es la escena que corona este último registro.
A ambos lados de la capilla mayor se sitúan dos retablos realizados por Miguel Cano y Juan del Castillo en el siglo XVII. El del muro izquierdo lo preside una pintura de la Piedad de Castillo que está inspirada en un lienzo de Juan de Roelas, completándose con otras pinturas que representan a San Juan Bautista, San Francisco de Asís, San Pedro, San Diego de Alcalá, Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Paula. El retablo del muro contrario está presidido por la Virgen del Rosario, que se completa con pinturas que representan a San Antonio de Padua, San Fernando, la Adoración de los Reyes, Santa Inés, San Diego de Alcalá y San Gonzalo de Amarante. Fue originalmente la capilla de Gaspar de Ramallo, familiar de la Inquisición.
La cabecera de la nave derecha presenta una capilla decorada por pinturas murales de Domingo Martínez en 1740. En la parte superior se sitúa el Crucificado del Socorro, atribuido a Andrés de Ocampo (h. 1620). Hoy conservado en deficiente estado, fue titular de a extinguida hermandad de Nuestra Señora del Buen Viaje, Tentación de Cristo en el desierto y Nuestra Señora de los Peligros. Ya en el muro de la nave cuelgan dos notables pinturas sobre tabla de comienzos del siglo XV, generalmente atribuidas al Maestro de Moguer. De especial interés es la que representa a las Santas Justa y Rufina, por la visión de la ciudad de Sevilla que se sitúan entre las dos santas mártires de Triana. La otra tabla representa la escena de la Adoración de los Reyes Magos. Contigua se sitúa una dinámica representación de San José con el Niño, fechable en la segunda mitad del siglo XVIII. Le sigue el retablo de San Joaquín, realizado a fines del siglo XVII y atribuido a Bernardo Simón de Pineda, siendo el titular obra de Blas Muñoz de Moncada (1664). A continuación se sitúa un retablo recompuesto en el que destaca la tabla central dedicada a Santa Catalina, pintada por Hernando de Sturmio (1554) para un retablo que fue posteriormente desmembrado, conservándose algunas de sus piezas en la sacristía de la parroquia. La capilla contigua se cierra con una reja de principios del siglo XVII y se decora con un interesante zócalo de azulejos de la misma época. Está presidida por la talla de la Virgen de la Victoria, del siglo XVI, procedente del desaparecido convento trianero de la Victoria, de frailes mínimos, que estuvo situado en la actual calle Pagés del Corro. El retablo presenta también las formas propias del taller de Simón de Pineda y debió realizarse en los últimos años del siglo XVII. Retablo recompuesto es el dedicado a la Inmaculada, con gran tabla central de la Virgen y otras laterales de hacia 1569, pudiendo corresponder las tablas que representan a San Jerónimo y San Agustín al retablo que Sturmio dedicó a Santa Catalina. A sus pies se sitúa la lauda sepulcral de Íñigo López, interesante sepulcro cerámico del renacimiento que es conocido popularmente como el Negro de Triana y que cargó durante años con una peculiar leyenda por la que aquellas muchas casaderas que patearan su cara acabarían contrayendo matrimonio. La última capilla del muro, en un sencillo retablo neoclásico, acoge una talla de la Divina Pastora, obra de Gabriel de Astorga de la primera mitad del siglo XIX, patrona del deporte sevillano y con hermandad propia desde 1865. Ya a los pies de la nave se sitúa la antigua capilla de las ánimas, con reja fechada en 1591 y yeserías barrocas de Martín de Toledo. Preside su interior la Virgen del Carmen, talla del siglo XVIII y con hermandad fundada en 1957, destacando en la estancia el zócalo de azulejos realizado por Alonso García en 1576. Frente a la portada de los pies, en la nave central, se levanta la estructura correspondiente al coro de la iglesia. Está cerrado por una reja de la segunda mitad del siglo XVIII aunque la doble fila de sillas que los componen y el fascistol central parecen anteriores. El órgano del lado derecho fue realizado en 1814 por Valentín Verdalonga. De notable interés es la zona del trascoro, presidido por la pintura sobre tabla de la Virgen de la Rosa, obra del pintor de origen alemán Alejo Fernández, realizada en el primer tercio del siglo XVI. En los muros del coro se sitúan otras tallas de interés como el popular grupo de las Santas Justa y Rufina, tallas de candelero del siglo XVIII, o las tallas de San Francisco de Paula y Santa Teresa, provenientes del desaparecido convento de Nuestra Señora de los Remedios, actual Museo de Carruajes.
A los pies del muro del Evangelio se sitúa la capilla de San Francisco de Asís, con yeserías de Martín de Toledo del siglo XVIII. Acoge un retablo de la segunda mitad del siglo XVI reformado en época barroca. Está conformado por tablas de Pedro Villegas Marmolejo (h. 1570) con representación del santo titular, San Juan y San Pablo. Se cierra el conjunto con una reja también fechada en 1570. La capilla bautismal se edificó en 1614 bajo el diseño del polifacético Diego López Bueno y tiene decoración de azulejos de la misma época. De sus muros cuelgan dos copias de Rubens, de comienzos del siglo XVIII, y el Bautismo de Cristo firmado por Tomás Martínez. Ya junto a la puerta de acceso lateral a la iglesia se sitúa otra capilla en la que aparecen los posibles titulares de la extinguida cofradía de la Sexta Angustia de Triana, un interesante grupo de la Piedad, de dispar cronología y de autoría anónima. La estancia se decora con un zócalo de azulejos con temas de clavos y friso de grutescos propios de la decoración del siglo XVI. Una vez superado el cancel de acceso, en el mismo muro izquierdo se abre la Capilla Sacramental, construida a mediados del siglo XVI con planta cuadrada. Está presidida por un retablo barroco realizado por Miguel Franco en 1713. Presidido por una talla de la Inmaculada del siglo XVII, relacionada con estilo del taller de Luisa Roldán. En la decoración pictórica de la capilla destaca un lienzo copia de Tiziano que representa el Martirio de San Lorenzo y una Resurrección sobre tabla, firmada por Alonso Vázquez en 1590. Ya en el muro de la nave, hacia la cabecera, se sitúa la custodia sacramental, que procesiona en el llamado "Corpus Chico" que se celebra por las calles de Triana. Es obra del platero Andrés Ossorio (1726).
La cabecera de la nave está ocupada por otro retablo de Miguel Franco de comienzos del siglo XVIII. Lo preside la imagen de candelero de Madre de Dios del Rosario, imagen de 1816 que tiene el patronazgo de los capataces y costaleros de la ciudad. Se sitúa en un interesante retablo de columnas salomónicas de hacia 1690, siendo el recinto originalmente una capilla sacramental patrocinado por los marqueses de Malagón. Se decora el muro con interesante zócalo de azulejos de Mensaque e Hijos (1920).
La Real Parroquia de Santa Ana siempre fue considerada como el eje central de la vida religiosa de Triana y allí hacían estación de penitencia las cofradías del arrabal hasta que la hermandad de la O se atrevió a cruzar el puente de barcas sobre el río. En los días finales de julio se convierte en gran centro devocional y festivo, por la tradicional Velá de Santiago y Seña Santa Ana. El gran patrimonio artístico e histórico del conjunto le hizo merecedor, ya en el año 1818, de un libro de Justino Matute fundamental en la hisoriografía de la ciudad: Aparato para escribir la historia de Triana y de su iglesia parroquial.
calle Vázquez de Leca.
"Este sobredicho rey Don Alfonso, estando doliente de sus ojos de muy grave mal saltósele el ojo derecho del casco e prometió a Nuestra Señora la Virgen María el hacer aquí una iglesia que le dijesen Santa Ana Madre de Nuestra Señora e luego en una hora se le tornó el ojo sano y en su lugar". Realmente explícita es la antigua inscripción que señala en el arrabal de Triana el origen de su iglesia mayor, conocida por muchos como la "Catedral de Triana". Una enfermedad ocular sanada de forma milagrosa motivó la dedicación, por parte de Alfonso X, de una gran iglesia a Santa Ana, edificación que se realizaría en la segunda mitad del siglo XIII (según Zúñiga no comenzaron las obras hasta 1280), dilatándose las obras hasta comienzos del siglo XIV, lo que motivó la necesaria ayuda parroquial de otros templos como el de Nuestra Señora de la Candelaria. Esta dilación explica sus formas góticas cistercienses, sus recuerdos románicos e, incluso, el influjo musulmán en el empleo del ladrillo como elemento constructivo. Probablemente, el templo estuvo fortificado originalmente, al ser la primera iglesia construida tras la reconquista de Sevilla, estar apartada del castillo de San Jorge y de las murallas de la ciudad. A este amurallamiento pertenecerían el remate almenado de las cubiertas de la terraza y las galerías a modo de triforio que recorren lateralmente las naves. El templo fue reedificado en la segunda mitad del siglo XIV, en tiempos del rey Pedro I, intervención motivada por el terremoto de 1356. A principios del siglo XV se amplió la capilla mayor. En la segunda mitad del siglo XVI se edificaron las dos capillas de los pies de las naves laterales. A comienzos del siglo XVII pertenece la nueva capilla bautismal y en la segunda mitad de este siglo se realizarían reformas en la capilla sacramental. En el siglo XVII se edificó la torre por el maestro Martín Izquierdo, que siguió los diseños de Diego López Bueno. Importantes serían las reformas tras el terremoto de 1755, que dañó notablemente el edificio. Fueron llevadas a cabo por el arquitecto Pedro de Silva, entre 1756 y 1758, que cambió notablemente la antigua fábrica medieval para darle un aspecto barroco. También intervino en la torre, añadiéndole el chapitel y barroquizando el antiguo campanario. Del mismo momento son las ventanas molduradas de las galerías superiores y diez ventanas exteriores que se abrieron para dar más luz al interior. Ya en el siglo XX, la restauración dirigida por Rafael Manzano le devolvió al templo su aspecto medieval al eliminar los enlucidos barrocos, dejando el ladrillo y los paramentos desnudos, actuación que no fue ajena a la polémica por los criterios empleados.
El templo de Santa Ana es de planta rectangular sin crucero, con tres naves, la mayor más alta y ancha que las demás, terminadas en capillas poligonales. Presenta coro a los pies de la mayor, siguiendo las peculiares formas del gótico hispánico, con capillas adosadas a los muros del Evangelio y de la Epístola, y torre en los pies de la nave del Evangelio. Las naves se dividen en cinco tramos y se separan por pilares rectangulares retallados de ladrillo, muy reformados en sucesivas intervenciones, y hoy sin la ornamentación barroca que llegaron a tener.
Exteriormente presenta cubiertas en ladrillo con forma de azotea, con antepechos abalaustrados a su alrededor, rematados por pináculos y jarrones de barro vidriado que han sido rehechos en las últimas intervenciones. En su fachada se abren tres portadas, una a los pies y dos laterales. La del Evangelio es la única que conserva formas de la transición entre el románico y el gótico, ya que las otras dos fueron completamente renovadas en el siglo XVIII. La portada del Evangelio, habitual acceso al templo, es abocinada, con arquivoltas apuntadas y muy rebajadas. Las arquivoltas apean sobre jambas con capiteles, decorados con motivos vegetales. Entre el gablete superior y la cornisa aparecen elementos barrocos. En la parte superior perviven dieciséis cabezas de leones de piedra de estilo románico. La puerta del muro contrario es de líneas mucho más sencillas, con arquivoltas apuntadas y abocinadas, y tres arcos que descansan en toscos pilares. La portada principal es adintelada, dividiéndose en dos cuerpos, el primero de líneas clásicas, flanqueado por dos columnas y rematado por un frontón triangular, y el segundo de líneas más barrocas, con un óculo alrededor del cual se centra la decoración, y encuadrada por pilastras con capiteles decorados con motivos vegetales. Su falta de proporción y su policromía, en tonos almagra, no la sitúan a la altura del grandioso templo al que da acceso.
El interior se cubre por bóvedas de crucería gótica, separadas por arcos con un gran nervio de espinazo que las atraviesa a todas uniéndolas. Están ejecutadas en ladrillo, con los nervios y arcos en piedra, presentando decoración de puntas de diamante, y estrellas de influencia mudéjar en sus claves. Castillos y leones heráldicos, hojas de higuera, hojas de vid y cabezas humanas también se distribuyen por las cubiertas como elementos decorativos.
El presbiterio está presidido por uno de los retablos mayores de mayor interés artístico de la ciudad. Se ordena en torno a un banco, tres cuerpos de siete calles y ático, combinándose el empleo de esculturas, relieves y un excelente programa pictórico sobre tabla. La arquitectura y las tallas del conjunto fueron realizadas por Nufro Ortega y Nicolás Jurate, correspondiendo las quince pinturas sobre tabla al pintor de origen flamenco Pedro de Campaña. Su contrato de realización se firmó en 1542, realizándose desde esa fecha, de forma conjunta, la talla y las pinturas. En 1557 se contrató la policromía, que se concluyó en 1565. Preside el camarín central, fruto de una remodelación del siglo XVII, el grupo de Santa Ana y la Virgen con el Niño, talla de candelero de la segunda mitad del siglo XIII que fueron retocadas por Francisco de Ocampo en el siglo XVII y en otra intervención llevada a cabo en el siglo XVIII. La iconografía del retablo se basa en curiosas historias apócrifas alusivas a la vida de Santa Ana. En el banco aparecen relieves con los Evangelistas y ángeles pasionarios. En el primer cuerpo junto a tallas de San Pedro y San Pablo y un relieve de la Santa Faz, se disponen las escenas pictóricas de San Joaquín abandonando su casa por estéril y el Anuncio milagroso al santo. En el segundo cuerpo hay tallas de Santiago y de Judas Tadeo que enmarcan las escenas del Abrazo ante la Puerta Dorada, el Nacimiento y Presentación de la Virgen y la Educación de la Virgen por los ángeles. En el tercer cuerpo se representa el Nacimiento de Cristo, la Visitación, San Jorge, el Nacimiento de San Juan y los Desposorios de María y José. La complicación llega en el ático donde se representa a María Salomé y a María Cleofás con sus hijos, serían las otras hijas de Santa Ana, que, según los Apócrifos, casó con Joaquín, con Cleofás y con Salomé. La Asunción de la Virgen es la escena que corona este último registro.
A ambos lados de la capilla mayor se sitúan dos retablos realizados por Miguel Cano y Juan del Castillo en el siglo XVII. El del muro izquierdo lo preside una pintura de la Piedad de Castillo que está inspirada en un lienzo de Juan de Roelas, completándose con otras pinturas que representan a San Juan Bautista, San Francisco de Asís, San Pedro, San Diego de Alcalá, Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Paula. El retablo del muro contrario está presidido por la Virgen del Rosario, que se completa con pinturas que representan a San Antonio de Padua, San Fernando, la Adoración de los Reyes, Santa Inés, San Diego de Alcalá y San Gonzalo de Amarante. Fue originalmente la capilla de Gaspar de Ramallo, familiar de la Inquisición.
La cabecera de la nave derecha presenta una capilla decorada por pinturas murales de Domingo Martínez en 1740. En la parte superior se sitúa el Crucificado del Socorro, atribuido a Andrés de Ocampo (h. 1620). Hoy conservado en deficiente estado, fue titular de a extinguida hermandad de Nuestra Señora del Buen Viaje, Tentación de Cristo en el desierto y Nuestra Señora de los Peligros. Ya en el muro de la nave cuelgan dos notables pinturas sobre tabla de comienzos del siglo XV, generalmente atribuidas al Maestro de Moguer. De especial interés es la que representa a las Santas Justa y Rufina, por la visión de la ciudad de Sevilla que se sitúan entre las dos santas mártires de Triana. La otra tabla representa la escena de la Adoración de los Reyes Magos. Contigua se sitúa una dinámica representación de San José con el Niño, fechable en la segunda mitad del siglo XVIII. Le sigue el retablo de San Joaquín, realizado a fines del siglo XVII y atribuido a Bernardo Simón de Pineda, siendo el titular obra de Blas Muñoz de Moncada (1664). A continuación se sitúa un retablo recompuesto en el que destaca la tabla central dedicada a Santa Catalina, pintada por Hernando de Sturmio (1554) para un retablo que fue posteriormente desmembrado, conservándose algunas de sus piezas en la sacristía de la parroquia. La capilla contigua se cierra con una reja de principios del siglo XVII y se decora con un interesante zócalo de azulejos de la misma época. Está presidida por la talla de la Virgen de la Victoria, del siglo XVI, procedente del desaparecido convento trianero de la Victoria, de frailes mínimos, que estuvo situado en la actual calle Pagés del Corro. El retablo presenta también las formas propias del taller de Simón de Pineda y debió realizarse en los últimos años del siglo XVII. Retablo recompuesto es el dedicado a la Inmaculada, con gran tabla central de la Virgen y otras laterales de hacia 1569, pudiendo corresponder las tablas que representan a San Jerónimo y San Agustín al retablo que Sturmio dedicó a Santa Catalina. A sus pies se sitúa la lauda sepulcral de Íñigo López, interesante sepulcro cerámico del renacimiento que es conocido popularmente como el Negro de Triana y que cargó durante años con una peculiar leyenda por la que aquellas muchas casaderas que patearan su cara acabarían contrayendo matrimonio. La última capilla del muro, en un sencillo retablo neoclásico, acoge una talla de la Divina Pastora, obra de Gabriel de Astorga de la primera mitad del siglo XIX, patrona del deporte sevillano y con hermandad propia desde 1865. Ya a los pies de la nave se sitúa la antigua capilla de las ánimas, con reja fechada en 1591 y yeserías barrocas de Martín de Toledo. Preside su interior la Virgen del Carmen, talla del siglo XVIII y con hermandad fundada en 1957, destacando en la estancia el zócalo de azulejos realizado por Alonso García en 1576. Frente a la portada de los pies, en la nave central, se levanta la estructura correspondiente al coro de la iglesia. Está cerrado por una reja de la segunda mitad del siglo XVIII aunque la doble fila de sillas que los componen y el fascistol central parecen anteriores. El órgano del lado derecho fue realizado en 1814 por Valentín Verdalonga. De notable interés es la zona del trascoro, presidido por la pintura sobre tabla de la Virgen de la Rosa, obra del pintor de origen alemán Alejo Fernández, realizada en el primer tercio del siglo XVI. En los muros del coro se sitúan otras tallas de interés como el popular grupo de las Santas Justa y Rufina, tallas de candelero del siglo XVIII, o las tallas de San Francisco de Paula y Santa Teresa, provenientes del desaparecido convento de Nuestra Señora de los Remedios, actual Museo de Carruajes.
A los pies del muro del Evangelio se sitúa la capilla de San Francisco de Asís, con yeserías de Martín de Toledo del siglo XVIII. Acoge un retablo de la segunda mitad del siglo XVI reformado en época barroca. Está conformado por tablas de Pedro Villegas Marmolejo (h. 1570) con representación del santo titular, San Juan y San Pablo. Se cierra el conjunto con una reja también fechada en 1570. La capilla bautismal se edificó en 1614 bajo el diseño del polifacético Diego López Bueno y tiene decoración de azulejos de la misma época. De sus muros cuelgan dos copias de Rubens, de comienzos del siglo XVIII, y el Bautismo de Cristo firmado por Tomás Martínez. Ya junto a la puerta de acceso lateral a la iglesia se sitúa otra capilla en la que aparecen los posibles titulares de la extinguida cofradía de la Sexta Angustia de Triana, un interesante grupo de la Piedad, de dispar cronología y de autoría anónima. La estancia se decora con un zócalo de azulejos con temas de clavos y friso de grutescos propios de la decoración del siglo XVI. Una vez superado el cancel de acceso, en el mismo muro izquierdo se abre la Capilla Sacramental, construida a mediados del siglo XVI con planta cuadrada. Está presidida por un retablo barroco realizado por Miguel Franco en 1713. Presidido por una talla de la Inmaculada del siglo XVII, relacionada con estilo del taller de Luisa Roldán. En la decoración pictórica de la capilla destaca un lienzo copia de Tiziano que representa el Martirio de San Lorenzo y una Resurrección sobre tabla, firmada por Alonso Vázquez en 1590. Ya en el muro de la nave, hacia la cabecera, se sitúa la custodia sacramental, que procesiona en el llamado "Corpus Chico" que se celebra por las calles de Triana. Es obra del platero Andrés Ossorio (1726).
La cabecera de la nave está ocupada por otro retablo de Miguel Franco de comienzos del siglo XVIII. Lo preside la imagen de candelero de Madre de Dios del Rosario, imagen de 1816 que tiene el patronazgo de los capataces y costaleros de la ciudad. Se sitúa en un interesante retablo de columnas salomónicas de hacia 1690, siendo el recinto originalmente una capilla sacramental patrocinado por los marqueses de Malagón. Se decora el muro con interesante zócalo de azulejos de Mensaque e Hijos (1920).
La Real Parroquia de Santa Ana siempre fue considerada como el eje central de la vida religiosa de Triana y allí hacían estación de penitencia las cofradías del arrabal hasta que la hermandad de la O se atrevió a cruzar el puente de barcas sobre el río. En los días finales de julio se convierte en gran centro devocional y festivo, por la tradicional Velá de Santiago y Seña Santa Ana. El gran patrimonio artístico e histórico del conjunto le hizo merecedor, ya en el año 1818, de un libro de Justino Matute fundamental en la hisoriografía de la ciudad: Aparato para escribir la historia de Triana y de su iglesia parroquial.
Textos de:
ARJONA, Rafael. Guía Total: Andalucía. Ed. Anaya. Madrid, 2005.
ARJONA, Rafael y WALLS, Lola. Guía Total: Sevilla. Ed. Anaya. Madrid. 2007.
MORALES, Alfredo J.; SANZ, María Jesús; SERRERA, Juan Miguel y VALDIVIESO, Enrique. Guía artística de Sevilla y su provincia I. Fundación José Manuel Lara y Diputación Provincial de Sevilla. Sevilla, 2004.
ROLDÁN, Manuel Jesús. Iglesias de Sevilla. Ed. Almuzara. Sevilla, 2010.
ARJONA, Rafael y WALLS, Lola. Guía Total: Sevilla. Ed. Anaya. Madrid. 2007.
MORALES, Alfredo J.; SANZ, María Jesús; SERRERA, Juan Miguel y VALDIVIESO, Enrique. Guía artística de Sevilla y su provincia I. Fundación José Manuel Lara y Diputación Provincial de Sevilla. Sevilla, 2004.
ROLDÁN, Manuel Jesús. Iglesias de Sevilla. Ed. Almuzara. Sevilla, 2010.
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