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domingo, 30 de junio de 2019

2660. SEVILLA** (MLXIII), capital: 10 de mayo de 2018.

7665. SEVILLA, capital. Vista general de la sala XX del Museo Arqueológico.
7666. SEVILLA, capital. El emperador Trajano divinizado, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7667. SEVILLA, capital. Otra visión de la escultura del emperador Trajano divinizado, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7668. SEVILLA, capital. Detalle del busto del emperador Adriano en la sala XX del Museo Arqueológico.
7669. SEVILLA, capital. Otra visión del busto del emperador Adriano, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7670. SEVILLA, capital. Otra escultura del emperador Adriano, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7671. SEVILLA, capital. Escultura de thoracato, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7672. SEVILLA, capital. Cabeza colosal del emperador Augusto, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7673. SEVILLA, capital. Otra cabeza del emperador Augusto, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7674. SEVILLA, capital. Cabeza de Octavia, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7675. SEVILLA, capital. Cabeza de Agripina la menor, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7676. SEVILLA, capital. Mosaico de Baco, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7677. SEVILLA, capital. Posible representación del emperador Marco Aurelio, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7678. SEVILLA, capital. Cabeza de otro emperador romano, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7679. SEVILLA, capital. Togado en la sala XX del Museo Arqueológico.
7680. SEVILLA, capital. Cabeza de un emperador romano, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7681. SEVILLA, capital. Brazo colosal, probablemente de una escultura del emperador Trajano, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7682. SEVILLA, capital. Escultura femenina en la sala XX del Museo Arqueológico.
7683. SEVILLA, capital. Togado, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7684. SEVILLA, capital. Otro retrato de la familia imperial, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7685. SEVILLA, capital. Cabeza colosal del emperador Galba, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7686. SEVILLA, capital. Otra cabeza de la familia imperial, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7687. SEVILLA, capital. Una última cabeza de la familia imperial, en la sala XX del Museo Arqueológico.
7688. SEVILLA, capital. Capitel corintio en la sala XX del Museo Arqueológico.


7689. SEVILLA, capital. Otro capitel corintio en la sala XX del Museo Arqueológico.
SEVILLA** (MLXIII), capital de la provincia y de la comunidad: 10 de mayo de 2018.
Museo arqueológico* - sala XX
TRAJANO   
   La sala XX, en el eje arquitectónico del Museo, es conocida como "Sala Imperial". Y podemos decir que lo es tanto por su grandiosidad en el conjunto del edificio, al que abarca en toda su anchura, como por su contenido, pues en él se ha procurado reunir a la mayor parte de los miembros identificados de las distintas familias imperiales.
   Presiden, en los focos teóricos de la gran elipse que da forma a la sala, iluminada con luz cenital, los dos grandes emperadores italicenses. A la derecha Trajano, imponente, dominando la sala. Desnudo, divinizado, con el manto echado sobre el hombro y cayéndole por detrás de la espalda, refleja en su rostro sólo en parte conservado, y en el perfecto estudio de su anatomía, toda la fuerza y el vigor físico y moral que lo caracterizaron. El brazo derecho pudo estar apoyado en una lanza; en el izquierdo, portar un atributo. Y se ha pensado en el fulmen de la sala XIV. Frente a él Adriano, barbado, en vestidura militar, la Gorgona sobre el pecho, que salva la correa del tahalí. El manto sujeto sobre el hombro por una gran fíbula. Un auténtico retrato.
   Trajano será el primer provincial que se haga cargo de la dirección del Imperio, al que llevará a su máximo esplendor y extensión, con la conquista de la Dacia, al Norte del Danubio, y la expansión hacia el Este, hasta el Eufrates, siguiendo los caminos de Alejandro, con la fundación de las provincias de Armenia, Mesopotamia y Siria, para hacer frente a los partos, enemigos seculares, con más facilidad. Como Optimus Princeps pasará a la Historia.
   Adriano será un digno continuador suyo. Aunque más que un emperador-soldado como él, será un emperador viajero, que gustó de visitar todas las tierras de su vasto Imperio.
   Las dos esculturas están realizadas en mármol griego, una de Paros, otra del Pentélico, y son dos auténticas obras de arte. A la de Trajano le falta la pierna derecha, que suple una mole informe de granito, y la parte superior del rostro, lo que le hace aún más sugerente, con el rictus de firmeza militar en su boca.
   Adriano es distinto. Con barba cuidada, se decía que para disimular sus abultadas mejillas, es emperador que sabe menos de campañas militares. Su mirada, sin embargo, refleja su espíritu profundo. Desnudo, divinizado, en escultura similar a la de Trajano, que algunos investigadores han considerado el mejor estudio anatómico del Museo, podemos contemplarlo también en el nicho inmediato. Descansa sobre la pierna izquierda, al contrario que Trajano, y el manto, echado, como el de éste, por encima del hombro,no cae a lo largo de la espalda, sino que lo recoge sobre su brazo izquierdo.
   A Trajano o Adriano podría corresponder también el thoracato que se halla a la entrada a la sala. La coraza, que debemos imaginar de bronce, como el fragmento que se conserva en la sala XXII, parece adornarse con dos Victorias, simétricamente dispuestas a los lados de un trofeo, portando en sus manos sendas coronas de laurel. Por la parte inferior asoman una doble hilera de lambrequines en forma de lengüeta decorados con diversos motivos difíciles de distinguir por el deficiente estado de conservación de la pieza, pero que podemos imaginar similares a los del thoracato de la sala XXII.
   Distribuidos por la periferia de la sala se disponen toda una serie de personajes imperiales, a los cuales se ha tratado de identificar, aunque en ocasiones con muchas dudas.
   Parece claro que la cabeza colosal, con los característicos mechones sobre su frente, a la izquierda de Trajano, en una de las hornacinas de la sala, corresponde a Augusto, el fundador del Imperio, al cual asentó sobre bases tan sólidas que habrá de perdurar políticamente a lo largo de varios siglos. Y en sus efectos culturales incluso hasta nuestros días, pues todavía hoy nos nutrimos en algunos aspectos de la cultura romana.
   Suya es también la cabeza del joven que se halla a la izquierda de Adriano, aunque con rasgos típicos de Tiberio, sobre todo con la típica estructura triangular de su cabeza y la nariz ligeramente aguileña.
   Junto a Augusto niño, una dama a la que durante mucho tiempo se identificó con su hermana Octavia, la esposa repudiada de Marco Antonio, el triunviro por él vencido en Actium (31 a.C.), victoria que puso el definitivo punto final a la República Romana y abrió las puertas del Imperio.
   Y a continuación un posible retrato de Agripina la Menor, la hija de Germánico, sobrino carnal e hijo adoptivo de Tiberio. Rival suyo en las aspiraciones al trono, no pudo reinar, como hemos visto, al morir prematuramente (año 19 d.C.). El mismo, o algún otro príncipe de la familia Julio-Claudia, un miembro de la domus augusta, podría ser el joven representado, en cabeza algo mayor que el natural, sin trabajar por la parte posterior, a la derecha de Adriano.
   Si Germánico no pudo llegar a reinar, sí reinaron tres de sus descendientes directos. Dos hijos, Agripina, a quien acabamos de ver, y Calígula, y un nieto, Nerón, hijo de aquélla, alcanzaron el honor de ser emperadores o emperatrices. Y todos ellos tuvieron un fin trágico.
   Agripina llevaba el mismo nombre que su madre, la fiel esposa de Germánico, hija de Agripa, que tomó parte en la guerra contra cántabros y astures los últimos años de la conquista. Calígula, que había mantenido al parecer relaciones con ella y con otras hermanas, la mandó desterrar por conspirar contra él. Poco después habría de ser asesinado, a causa de sus excesos, por su propia cohorte pretoriana.
   A su muerte, volvió de nuevo Agripina a la corte, liberada por su tío Claudio, nuevo emperador (41-54), con el que acabó casándose, después de provocar el asesinato de Mesalina, su esposa, y al que acabaría envenenando. Divinizado, hemos podido verlo en la sala XII, en una escultura del templo que se le consagró en Mérida.
   Proclamado emperador Nerón, en contra de los derechos de Británico, ordenaría asesinar a su propia madre, Agripina, a la que debía el trono, después de haberse casado con Octavia y haber asesinado a Británico, ambos hijos de Claudio y de Mesalina. El mismo acabaría suicidándose (68 d.C.) al sublevársele las legiones. Con él acaba la dinastía Julio-Claudia y se abre una grave crisis política.
   Para resolverla a su manera, las legiones nombran emperador a Galba, legado imperial en la provincia Tarraconense. Pero cae muy pronto en la impopularidad y es bárbaramente degollado en el foro romano (año 69). Galba precisamente podría ser el personaje coronado de laurel representado en el nicho a la derecha de Trajano, en cabeza casi tan colosal como la de Augusto que se halla frente a él, pero a mucha distancia de ella. Parece estar sin terminar. Quizá como reflejo de la fugacidad con que tuvo oportunidad de gobernar el Imperio.
   La crisis desatada por el levantamiento de las legiones vino a cerrarla un personaje de la familia Flavia de excepcionales cualidades, Vespasiano, general ocupado en la conquista de Jerusalén cuando es aclamado por el ejército para regir el Imperio  que él mismo se esforzaba en pacificar y engrandecer. Suyo es el retrato que se halla a la izquierda de Trajano, con sus ojos ligeramente guiñados y la típica mueca de su boca, como a quien azota el viento de frente. Parece estar labrado sobre otro anterior de Nerón, como denuncian los restos de peinado de la nuca. Con él (69-79), que concedió a muchas ciudades indígenas de Hispania, oppida, el "derecho latino", la posibilidad de convertirse en municipios romanos, y con su hijo Tito (79-81), "delicia del género humano", conocería el Imperio un período de paz y resurgimiento, que se truncaría lamentablemente bajo el reinado del hijo menor, Domiciano (81-96), que pretendió declararse Dominus et Deus, pero el cual, por la política de terror y despotismo de sus últimos años, acabaría asesinado. La vida municipal gozó, sin embargo, en su época, continuando la política de su padre, de un considerable desarrollo, como ponen de manifiesto las leyes municipales que hemos visto en la sala XIXB. Suya es la carta, fechada el 9 de Abril del año 91, que acaba el texto de la lex irnitana. Coronado de laurel, la llamada corona civica, lo tenemos frente a su padre, al otro lado de Trajano. De Tito es, por su lado, la carta a los munigüenses de la misma sala XIX, respondiendo su apelación.
   Nerva, aclamado emperador por el Senado (96-98), adopta para sucederle a Trajano (98-117), y éste a su vez a Adriano (117-138), de quienes ya hablábamos al principio, como figuras principales de la sala. Su vida llena casi toda la primera mitad del siglo II d.C., en la cual el Imperio podemos decir que alcanza su cenit.
   A Marco Aurelio (161-180) corresponde el retrato que vemos junto al de un desconocido que durante mucho tiempo fue identificado con Nerón, identificación de la que ahora se duda, a pesar del parecido fisiognómico.
   Marco Aurelio, aunque de familia afincada en Italia, era oriundo también de la Bética, de Ucubi (Espejo, Córdoba). Fue ante todo un emperador filósofo que encontró en el estoicismo el sentido de su vida, lo que le llevó a preocuparse de la suerte de esclavos y pobres y de la recta administración de la justicia. Poco amigo, por el contrario, de los espectáculos en el anfiteatro, a él se debe la llamada tabula gladiatoria, o "Gran Bronce de Itálica", cuya reproducción hemos visto en la sala anterior.
   Representación suya podría ser también el togado velado, como quien va a sacrificar, de tamaño natural que se halla junto a él, con una cruz toscamente grabada sobre el pecho, lo que ha sido interpretado por algunos como una pretensión de cristianizar la escultura, de convertirla en imagen sagrada tras el establecimiento del cristianismo como religión de Estado. Lo que parece estar claro es que la escultura fue reelaborada en época tetrárquica, por lo que ha sido considerada en ocasiones como efigie de Septimio Severo.
   Durante su reinado tuvieron lugar las primeras invasiones de moros, mauri, que asolaron la Península, por lo que muchas ciudades se vieron obligadas a fortificarse, entre ellas Itálica, en la que vinieron a acantonarse durante algún tiempo algunos destacamentos de la Legio VII Gémina.
   Para mejor defenderse, la Bética se transforma en aquellos días de provincia dependiente del Senado, que la gobernaba por medio de un procónsul, en provincia dependiente del emperador, con un ejército a las órdenes de un "legado" suyo.
   A Marco Aurelio le sucede su hijo, Cómodo, más parecido por su crueldad y sus vicios a Nerón que a su padre, lo que le valdrá ser estrangulado. Con él acaba la llamada dinastía de los Antoninos (año 193), y se abre una nueva crisis, que se resuelve con el nombramiento por las legiones del Danubio de Septimio Severo (193-211), general nacido en el Norte de África y emperador esencialmente militar que se esforzó por imponer la disciplina en todo el Imperio, aunque para ello tuviera que prescindir del Senado, que reunía desde siempre a los representantes del poder civil.
   Su hijo, el brutal Caracalla, que asesina a su propio hermano, Geta, y a sus partidarios, será quien conceda a todos los habitantes del Imperio el derecho romano (año 212), con lo que logra la unidad de todo el Imperio, en unos momentos delicados en que éste ha comenzado ya su imparable declive. Con la muerte de Alejandro Severo (235), asesinado junto a su madre, Julia Mamea, por los soldados, se cierra la dinastía de los Severos y se abren los tristes años de la anarquía militar (235-284) que solo acabarán, transitoriamente, después de medio siglo, con el advenimiento de Diocleciano (año285). De los fugaces emperadores de estos años no conservamos en nuestro Museo ningún retrato, aunque se haya identificado en alguna ocasión con Balbino (año 238) el de un desconocido que se se expone en la sala XXIII, como muestra de la evolución del retrato a lo largo del Imperio.
   A los emperadores del s. III podemos considerarlos en su conjunto, por tanto, como de transición y circunstancias, pues el Imperio sigue a lo largo de estos años su imparable declive.
   Acabamos nuestra visita a la sala fijando nuestra atención en el bello mosaico y el colosal antebrazo que ocupan el centro de la sala, los dos procedentes de Itálica.
   El mosaico está dedicado de nuevo a Baco, cuya figura, adornada con hojas de hiedra, aparece en el medallón central. A su alrededor, representaciones simbólicas de las estaciones, panteras con el tirso báquico, ancianos barbados y, en la esquina, leones que se arrojan sobre el ojo maléfico. Ondas, entorchados y grecas encierran el conjunto.
   El gigantesco antebrazo corresponde a la estatua colosal de un emperador, seguramente Trajano. Por sus dimensiones, varias veces mayor que el natural, debió hallarse en Itálica coronando algún monumento público de gran altura. Sus proporciones, no exentas de calidad artística, pues el tratamiento anatómico es perfecto, causan verdadero asombro el pensar el tamaño que pudo tener la escultura completa.
   Salimos de la sala entre dos esculturas de notable calidad: un togado procedente de Écija y una dama de Itálica, ambos con un excepcional tratamiento de los ropajes, muy voluminosos en el togado, y delicada y convencionalmente ceñidos bajo el pecho, tanto la túnica como el manto que la envuelve, en la dama.
Textos de:
FERNÁNDEZ GÓMEZ, Fernando y MARTÍN GÓMEZ, Carmen. Museo arqueológico de Sevilla. Guía oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2005.

Enlace a la Entrada anterior de Sevilla**:

sábado, 29 de junio de 2019

2659. SEVILLA** (MLXII), capital: 10 de mayo de 2018.

7657. SEVILLA, capital. El senadoconsulto de Cneo Pisone Patre de la sala XIXb del Museo Arqueológico.
7658. SEVILLA, capital. Primera parte de la Lex Irnitana en la sala XIXb del Museo Arqueológico.
7659. SEVILLA, capital. Segunda parte de la Lex Irnitana en la sala XIXb del Museo Arqueológico.
7660. SEVILLA, capital. Tercera parte de la Lex Irnitana en la sala XIXb del Museo Arqueológico.
7661. SEVILLA, capital. Cuarta y última parte de la Lex Irnitana en la sala XIXb del Museo Arqueológico.
7662. SEVILLA, capital. Otro de los bronces epigráficos en la sala XIXb del Museo Arqueológico.
7663. SEVILLA, capital. Más bronces epigráficos en la sala XIXb del Museo Arqueológico.
7664. SEVILLA, capital. El último de los bronces epigráficos exhibidos en la sala XIXb del Museo Arqueológico.
SEVILLA** (MLXII), capital de la provincia y de la comunidad: 10 de mayo de 2018.
Museo Arqueológico* - Sala XIXb
BRONCES JURÍDICOS ROMANOS
   En la sala XIXb, abierta al público hace pocos años, presentamos la rica colección de bronces epigráficos que posee el Museo, como reflejo de la gran cantidad de documentos de este tipo que sin duda hubo en la Bética en época romana. En ellos es difícil señalar cuál es la pieza de mayor interés desde el punto de vista histórico y jurídico.
   Desde el punto de vista histórico, la pieza de mayor interés, de un interés excepcional, no solo para la historia de Hispania, sino de todo el Imperio Romano, es sin duda el senadoconsulto de Cneo Pisone Patre.
   Germánico, restaurador del honor romano en el Bajo Rhin, era un serio aspirante al trono a la muerte de Augusto. Pero es elegido Tiberio, que envía a Germánico al extremo oriental del Imperio, donde muere envenenado. Todos los ojos miran al emperador, y éste, para alejar cualquier sombra de sospecha hacia su conducta, ordena por un lado que le sean rendidos a Germánico una serie de honores, y abre por otro un juicio a Cneo Pisón, procurador de Siria y ayudante de Germánico, que será declarado culpable y condenado a diversas penas, que se especifican en el senadoconsulto. Es documento del que se hicieron muchas copias, por deseo expreso de los 301 senadores que asisten a la sesión, los cuales decretan "que este senadoconsulto sea fijado en la más célebre ciudad de cada provincia, y el lugar más célebre de cada ciudad, y en los cuarteles de invierno de cada legión, junto a las insignias". Orden que ciertamente se cumplió, al menos en nuestra provincia, pues del documento se han hallado en ella dos ejemplares prácticamente completos, y pequeños fragmentos de otras copias. Y no es raro que se hicieran tantas, pues se trataba de un documento político con el que se intentaba dejar clara en todas partes la inocencia del emperador que, al final del documento, expresa su conformidad con su contenido y ordena: "Yo, Tiberio César Augusto... escribí con mi propia mano: Quiero que este senadoconsulto sea trasladado a las tablas públicas".
   Son cosas que sabíamos en su mayor parte a través de los relatos de Tácito, pero que ahora tenemos oportunidad de conocer en sus documentos originales, los mismos que se mostraron a los ciudadanos para aplacar su ira y vencer su desconfianza hacia el emperador, del que, a pesar de todo siguió dudando, y "el pueblo hablaba, aunque secretamente, con más libertad que nunca, contra el príncipe, de quien hasta con el silencio publicaba ruines sospechas".
   A los mismo hechos se refieren los dos fragmentos de la llamada tabula Siarensis, por haberse hallado en el solar de la antigua Searo, cerca de Utrera. Corresponderían a un senadoconsulto de diciembre del año 19 y en él se recogen especialmente los honores que deberán tributarse a Germánico con motivo de su fallecimiento en Antioquía el anterior día 10 de octubre. Entre ellos se hallan la construcción de arcos en diversas partes, la erección de estatuas en el templo de Apolo en Roma, la inclusión de su nombre en determinados himnos sagrados, la reserva de algunas sillas en su honor en el teatro, dar su nombre a algunas centurias, el cierre de los templos en el aniversario de su muerte y los sacrificios que han de realizarse en su honor ese mismo día.
   Desde el punto de vista jurídico, el mayor interés lo tendría la Lex Irnitana, la más completa ley municipal romana que ha llegado hasta nosotros y cuyo lugar de aparición ha podido ser perfectamente documentado. Son 6 tablas completas y fragmentos de una séptima de las 10 de que constaría el documento. En ellas se regula el funcionamiento de la vida municipal hasta en sus más mínimos detalles: funciones de los distintos cargos, derechos y obligaciones de los ciudadanos, multas, gastos que pueden hacerse con cargo a los fondos públicos, etc., todo lo que tuviese relación con el funcionamiento del municipio. Es algo que ya conocíamos en parte por fragmentos de otras dos leyes de la Bética, las de Málaga y Salpensa, pero que ahora, con la de Irni, hemos podido conocer con mucha mayor amplitud, y constatar que todas las leyes municipales eran iguales, se regían por un único modelo, emanado de Roma en tiempos de César o de Augusto, y aplicado a los municipios hispanos en tiempos de Domiciano, cuando se les concede a todos el "derecho latino". Y poder mostrar públicamente en el foro la ley propia grabada en tablas de bronce, y sancionada por el propio emperador, como las ciudades más importantes, pasó a convertirse en un indudable motivo de orgullo.
   En la vitrina de la derecha se exponen algunos fragmentos de la lex de otro municipio, el Villonensis, y de lo que parece ser una "lex modelo", para uso de los escribas, pues carece de datos concretos, cuantía de las multas, número de decuriones, que estaban relacionados con la importancia de la ciudad, pero cuyo texto coincide con el de las leyes promulgadas.
   Anterior a esta lex municipal fue la lex colonial redactada para regular la vida de las colonias, fundaciones romanas para establecer en ellas a ciudadanos con plenos derechos, en su mayor parte veteranos del ejército. La tabla que presentamos, incompleta, pertenece a la lex de la Colonia Genetiva Iulia, nombre romano de la antigua Urso, la actual Osuna, de la que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid diversas tablas completas, halladas a finales del s. XIX, copia de una de las cuales se muestra también en la vitrina, así como un fragmento original de la posible lex colonial de Itálica.
   Importancia más local que el senadoconsulto y las leyes municipales tiene la carta del emperador Tito a los munigüenses y la tessera de hospitalidad encontrada en Munigua (Villanueva del Río y Minas). Las dos se hallaban juntas, una sobre otra, cubiertas con algunos ladrillos, para protegerlas, en el posible tabularium de la ciudad.
   La tessera contiene un contrato de hospitalidad entre el quaestor Sextus Curvius Silvinus, delegado de Roma, y la comunidad de Munigua, representada por Lucius Lucceius y Lucius Octavius, en el que aquél se compromete a recibir a los munigüenses entre las gentes de su clientela. Está escrita en una tabula de bronce en forma de casa con tejado a doble vertiente.
   La carta del emperador Tito está fechada el 7 de septiembre del año 79, dos semanas después de la erupción del Vesubio que sepultó a Pompeya y Herculano, y en ella se contiene la respuestas del emperador a una apelación que los vecinos de Munigua habían enviado al tribunal de Roma contra una sentencia del procónsul Sempronius Fuscus en la que se les condenaba a pagar cierta suma de dinero a Servilius Pollio, arrendatario de impuestos. El emperador no atiende la apelación, pero perdona al municipio la multa que debía imponerles por pedir lo que no era justo, los costes del juicio y los intereses de la deuda.
   Sujetas a la pared, exentas, podemos ver una reproducción de la tabula de bronce que recoge el juramento hecho por la ciudad de Conobaria (cerca de Lebrija), comprometiéndose a defender al emperador Augusto y su familia, tener sus mismos amigos y enemigos, y otra del llamado "Gran Bronce de Itálica", de tiempos de Marco Aurelio y su hijo Cómodo (año 177), senado-consulto que fijaba el precio máximo que podía pagarse a los gladiadores y eximía del pago de impuestos a sus vendedores, para evitar el alza desmesurada del precio de los juegos, a cuyos gastos tenían que hacer frente los diversos municipios.
   En la parte inferior de una de las vitrinas se muestra, por fin, una numerosa serie de fragmentos de bronces epigráficos de diverso tipo, al lado de los materiales de mayor interés recuperados en las excavaciones de El Saucejo, lugar donde fue hallada la Lex Irnitana.
   Salimos de la sala, pasando de nuevo ante Diana, Cibeles e Isis y, como harían tantas veces los romanos, ante los dos monumentales miliarios de época de Adriano (117-138), que nos indican ser XXIV ó XXVI las millas, los miles de pasos, algo menos de 1,5 Km., que, en las cercanías de Sevilla, llevaban recorridos los viajeros que hacían el camino hacia Mérida, penetramos en la sala XX.
Textos de:
FERNÁNDEZ GÓMEZ, Fernando y MARTÍN GÓMEZ, Carmen. Museo arqueológico de Sevilla. Guía oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2005.

Enlace a la Entrada anterior de Sevilla**:

viernes, 28 de junio de 2019

2658. SEVILLA** (MLXI), capital: 10 de mayo de 2018..

7637. SEVILLA, capital. Aspecto general de la sala XIX del Museo Arqueológico.
7638. SEVILLA, capital. Diana Cazadora en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7639. SEVILLA, capital. Detalle de la Diana cazadora en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7640. SEVILLA, capital. Otra perspectiva de la Diana Cazadora en el sala XIX del Museo Arqueológico.
7641. SEVILLA, capital. Fortuna o Cibeles, en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7642. SEVILLA, capital. Otra perspectiva de Fortuna o Cibeles, en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7643. SEVILLA, capital. Isis bajo conjunto arquitectónico en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7644. SEVILLA, capital. Isis en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7645. SEVILLA, capital. Isis, procedente de Alcalá del Río, en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7646. SEVILLA, capital. Una de las aras procedentes del teatro de Itálica, en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7647. SEVILLA, capital. La segunda de las aras procedentes del teatro de Itálica, en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7648. SEVILLA, capital. La tercera de las aras procedentes del teatro de Itálica, en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7649. SEVILLA, capital. Ara prismática de la sala XIX del Museo Arqueológico.
7650. SEVILLA, capital. Una de las estatuas-fuente en forma de ninfa dormida de la sala XIX del Museo Arqueológico.
7651. SEVILLA, capital. La segunda de las estatuas-fuente en forma de ninfa dormida de la sala XIX del Museo Arqueológico.
7652. SEVILLA, capital. Epígrafes de la sala XIX del Museo Arqueológico.
7653. SEVILLA, capital. Otra de las fuentes presentes en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7654. SEVILLA, capital. Capiteles sobre columnas en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7655. SEVILLA, capital. Miliario en la sala XIX del Museo Arqueológico.
7656. SEVILLA, capital. Sátiro, en la sala XIX del Museo Arqueológico.
SEVILLA** (MLXI), capital de la provincia y de la comunidad: 10 de mayo de 2018.
Museo arqueológico* - sala XIX
DIANA
   Esta sala y su anexo, la XIX b, guardan algunas de las piezas más importantes del Museo.
   La gran sala XIX está presidida por la imponente figura de Diana cazadora, enmarcada en un conjunto arquitectónico original, hallado, como ella, en Itálica, y constituido por columnas monolíticas de mármol sobre las que se apoyan los correspondientes capiteles y arquitrabe.
   La figura de la diosa se halla prácticamente completa, y resulta en verdad impresionante, tanto por la majestad que desprende como por la finura y la delicadeza del tratamiento de que ha  sido objeto por parte del escultor, que ha cuidado su obra hasta el último detalle, lo que podemos observar si reparamos en los pliegues del ropaje que la cubre, en la piel del antílope que cuelga del tronco del árbol, en el broche del cinturón con que se ciñe, con una pequeña cabeza de carnero, o en las altas botas que calza.
   Podemos decir, sin miedo a exagerar, que es una obra perfecta, pues en ella no sabemos que admirar más. Y si en la anterior figura de Venus nos deleitábamos contemplando la finura de la piel de la diosa y la morbidad de sus formas, Diana nos cautiva por la tranquila belleza de su rostro, enmarcado por su cabello ondulado, perdida la mirada en la lejanía. En ella no hay belleza de formas corporales, pues apenas podemos verlas, envuelta la diosa como se halla en tan abundantes ropajes. Pero hay firmeza, serenidad, decisión. La Venus nos subyuga mostrándose, ofreciéndose. Diana nos somete con su fuerza. Y le basta su actitud y mirada. La misma con que domina la Naturaleza, a los bosques y a los montes, a los animales salvajes y a los seres que la pueblan, el mundo de Pan y los pastorcillos, de ninfas, sátiros y faunos, como los que veíamos en la sala XIV y como el que podemos contemplar aquí, frente a la diosa, junto a la pared, con su maliciosa mirada y sus orejas de chivo disimuladamente escondidas entre el desordenado cabello.
   Diana es así como el contrapunto de Venus. Y no sólo en la forma y manera de presentarse, sino también en su esencia, en la forma y manera de comportarse. Pues si a Venus la hemos visto lucirse desnuda ante Paris y unirse con diversos dioses y hombres, hasta ser ridiculizada pro su propio marido ante la asamblea de los dioses. Diana, siendo todavía muy niña, había perdido a su padre, Zeus, que le concediera el don de la eterna virginidad. Y cuando un joven cazador, Acteón, la descubre bañándose desnuda con las ninfas en un río, la diosa, molesta, lo transformará en ciervo que, al no ser reconocido por sus propios perros, lo devorarán. A la doncella cazadora Britomartis, por el contrario, la divinizará por ser capaz de resistir el incesante acoso del rey Minos.
   Diana era hermana de Apolo, los únicos hijos de Zeus y Leto. Su madre, envidiosa de Niobe, por los numerosos hijos que había tenido, la ordenará que acabe con la vida de todos, lo cual cumplirá siviéndose del arco que a petición suya le regalara Hefesto. A uno de ellos veíamos, caído, en la sala XII. Sólo se salvará Melibea.
   En la Hispania romana, Diana no fue una diosa más, sino la gran diosa por excelencia, muy por encima de Venus, Juno, o cualquier otra. Ella resumía en sí las tres características principales de las diosas del Mediterráneo: la virginidad, la fecundidad y su relación con los animales, que tan importante papel habían desempeñado en la religión de muchos pueblos indígenas.
   Frente a Diana, y hallada en Itálica como ella, se alza otra de las grandes diosas del Mediterráneo. Puede ser Fortuna, la diosa protectora de la ciudad. O quizá Cibeles, la Dea turrita, la Magna Mater traída de Oriente, del Asia Menor, la madre de los dioses y de los hombres. Solo tenemos de ella su cabeza, coronada por la torre almenada, como protectora que es también de la ciudad. Pero diríamos que es suficiente.
   A la derecha de Cibeles, o Fortuna, bajo un conjunto arquitectónico más sencillo que el que protege a Diana, pero más completo, pues sirvió a aquél de modelo para su reconstrucción en la sala, otra gran diosa, otra Gran Madre, muy parecida a la anterior aunque venida ésta no del Asia Menor sino de Egipto. Es Isis, hermana y esposa de Osiris, muerto a traición por su hermano Set, pero a quien ella devolvió a la vida con sus conocimientos mágicos, convirtiéndolo en protector de los muertos y garante de la inmortalidad. Isis por su parte representa la fidelidad conyugal y el amor materno, atiende a esposas y madres, cuida a los niños y protege a la familia. Como "Isis Pelagia" se convierte en protectora de las aguas y del comercio marítimo. Y en la sala XVI hemos visto cómo le dedicaban estelas en su santuario del anfiteatro de Itálica. Su culto perdurará durante mucho tiempo, quizá durante más de 500 años. Todavía a fines del siglo IV las procesiones isíacas recorrían las calles de las ciudades del Imperio.
   Hubo de ser ésta de Isis una escultura impresionante. De tamaño mayor que el natural, aparece coronada por sus atributos propios, la diadema y el disco oval enmarcado por dos espigas de trigo, y a los lados dos serpientes. El peinado es muy similar al de Cibeles, con los rizos simétricamente dispuestos sobre la frente, y el esquemático moño, como para no ser visto, con que ambas recogen su cabello por detrás. No procede de Itálica, sino de Alcalá del Río, y ha de fecharse en la segunda mitad del siglo II, en una época en que, protegidas por los propios emperadores, las religiones orientales tuvieron una gran aceptación en todo el mundo romano, sin que por ello se olvidaran a los antiguos dioses.
   Junto a las anteriores grandes diosas-madre del Mediterráneo se muestran en la sala otras piezas escultóricas de notable interés.
   Llaman en primer lugar nuestra atención las tres monumentales aras cilíndricas que se disponen en la sala por delante de la Diana, al modo como estuvieron decorando la orchestra del teatro de Itálica, y podemos ver reconstruido gráficamente en uno de los paneles. Son tres obras muy similares, de una misma época, decoradas con bajorrelieves que imitan prototipos de los siglos V y VI a.C.; las tres son de una gran belleza, aunque de distinta calidad artística, denotando la mano de más de un escultor.
   Contiene la primera un friso de ménades danzantes, sumidas todas en una especie de éxtasis ritual, una tocando el pandero y otra los címbalos, mientras una tercera, intermedia, porta el tirso en la mano derecha y sujeta por las patas a un cabrito con la izquierda. La cuarta, más tranquila, se limita a levantarse el vestido con la punta de sus dedos. Visten todas largas túnicas que en ocasiones se adivinan transparentes, o no dejan claramente al descubierto las formas de los cuerpos, cuya impresión de movimiento acentúan con sus vuelos, mientras ellas se contorsionan descuidadamente al ritmo de la música, ritmo al que giran también sus cabezas, echadas hacia atrás, dejando caer sus largas cabelleras, que sujetan con una diadema, intensificando la sensación de frenesí y locura de la danza.
   En las otras dos aras los sátiros acompañan a las ménades en su danza, que ya no ejecutan por separado sino por parejas. Las ménades son similares a las del ara anterior. Los sátiros que las acompañan, se presentan, por su parte, prácticamente desnudos y haciendo ostentación de una grotesca mueca en su rostro, de poblada barba y bigote y erizados cabellos, dejando asomar entre ellos sus orejas caprinas; también ellos se mueve al ritmo de la música, de manera pausada uno, más frenéticamente el otro, con una copa en la mano.
   Un cuarto ara podemos añadir a las anteriores. Se halla a un lado de la Diana y no es cilíndrica como ellas, sino prismática. Y su contenido no es báquico, sino religioso. Está decorada con figuras en relieve bajo frontones o arcos en cinco de sus caras. En la sexta, una inscripción latina en la que se constancia de la donación que hacen "A la república italicense Marco Cocceio Iuliano, con su hijo Quirino y su esposa Iunia Africana, de dos columnas caristias y un arquitrabe con reja de bronce y un ara, después de celebrados unos juegos, en cumplimiento de un voto". De las figuras representadas, tres corresponden a los oferentes, con sus iniciales en el pedestal, y las otras dos, a un lado y otro de la inscripción, a las divinidades Bonus Eventus y Fortuna, portando ambos sendos cuernos de la abundancia. Guirnaldas, bucráneos, erotes, crecientes, leones, palmetas, victorias aladas y otros motivos menores completan el rico repertorio decorativo de esta interesante pieza que debió decorar en su día, junto a las aras cilíndricas, la orchestra del teatro de Itálica, pero en una época más tardía, ya en el siglo III.
   Sobre dos togados cuya memoria ya se habría perdido en la ciudad están labradas las dos estatuas-fuente en forma de ninfas dormidas, que se hallan detrás de Diana. Reposan de lado sobre el suelo, echadas sobre uno u otro hombro, con el torso desnudo y el mano cubriéndolos las piernas, igual que veíamos la divinidad fluvial de la sala XIII. Apoyan la mejilla sobre una mano, mientras la otra sujeta el caño de la fuente. Fueron halladas también en las excavaciones del teatro de Itálica.
   Se completa la exposición con diversos epígrafes distribuidos a lo largo de los muros, a un lado y otro de la puerta de entrada.
   Los dos primeros, sobre un mismo pedestal, están íntimamente unidos por su lugar de procedencia, el Traianeum, el templo consagrado al emperador Trajano, en Itálica.  Uno de ellos está dedicado a Apolo por un edil, duunviro y augur perpetuo de Itálica, Marcus Sentius Maurianus; el otro, al Genio, el espíritu protector de la ciudad, por un sacerdote perpetuo del Divi Traiani, Marcus Cassius Caecilianus, de la tribu Sergia.
   Sigue un pedestal en honor de Aelia Licinia, a quien el Senado Italicense decreta costear los funerales, dar lugar para la sepultura y erigir una estatua, lo que hacen su padre y su marido.
   Y a continuación un par de epígrafes gemelos, uno de los cuales ha sido reaprovechado en época posterior, según indica la ancha oquedad circular que presenta en el centro. Están dedicados a Lucrecio Juliano, "administrador de la república de Itálica", agradecida por sus méritos, ob merita eius.
   Los dos siguientes están consagrados a otras dos divinidades. Uno, a Baco, Libero Patri, por un liberto, L(ucius) Caelius Saturninus, que agradece haber obtenido el honor del sevirato, por lo que costea algunos juegos escénicos, y el otro a la Victoria Augusta, por Vibia Modesta, una sacerdotisa que ofrece, entre otras cosas, "como presente una estatua de plata de CXXXII libras de peso". Y "aceptada la donación por el respetable senado, depositó también en su templo su corona de oro sacerdotal", al cesar seguramente en el ejercicio de su cargo, dedicado sobre todo al culto de Roma y de las emperatrices divinizadas.
   Por detrás de ellos, adosado a las paredes, un panel con nuevos epígrafes de contenido muy diverso que se explican en el cartel inferior. Los de mayor interés son los de "...F IMP /...NSI", que fue interpretado por Hübner, que lo conoció más completo, como prueba de la pretendida presencia en Itálica del General L. Mummio, el conquistador de Corinto, en 146 a.C. Otro que hace referencia al colle (gium), asociación, de serrariorum, trabajadores que cortaban las piedras en las canteras. Un tercero que menciona a un soldado de una cohorte de arqueros de Itálica. Y el de Lucio Herio, duunviro que ofreció a sus expensas los arcos y pórticos del teatro que había prometido. Los demás son funerarios, de los que tendremos ocasión de ver numerosos ejemplos en las salas XXI y XXV.
   A Baco de nuevo, el tercer gran dios adorado en Hispania, tras Júpiter y Diana, está dedicada también una de las tres inscripciones que vemos adosadas a la pared, junto a Isis. Por debajo tenemos al dios, joven, sujetando un racimo de uvas, mientras una pantera parece beber las gotas de vino que el dios, semidesnudo, deja caer de la copa que sostiene vacía con su mano derecha.
Textos de:
FERNÁNDEZ GÓMEZ, Fernando y MARTÍN GÓMEZ, Carmen. Museo arqueológico de Sevilla. Guía oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2005.

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