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miércoles, 31 de julio de 2019

2691. TOLEDO** (VII), capital: 15 de junio de 2018.

62. TOLEDO, capital. Vista del Alcázar.
63. TOLEDO, capital. Otra visión del Alcázar.
64. TOLEDO, capital. La iglesia de la Magdalena.
65. TOLEDO, capital. Portada de la igl. de la Magdalena.
66. TOLEDO, capital. Casino.
67. TOLEDO, capital. Corral de don Diego.
68. TOLEDO, capital. Plaza Mayor con el Mercado central a la izquierda, y el Hospital del Rey a la derecha.
69. TOLEDO, capital. Teatro de Rojas, en la plaza Mayor.
70. TOLEDO, capital. Fachada de la Posada de la Hermandad.
TOLEDO** (VII), capital de la provincia y de la comunidad: 15 de junio de 2018.
Alcázar*
   Sobre el punto más alto de la urbe, como uno de los elementos característicos de su personalidad, definiendo en la distancia la línea de cúpulas y torres, modulando el perfil de las tejas y el aire, se levanta, legendario y heroico, el Alcázar de Toledo.
   Es asombrosa la capacidad mostrada por este edificio para estar en todo momento renovándose y, al mismo tiempo, permanecer fiel a sí mismo. Hasta ahora, siempre ha sido capaz de surgir de sus cenizas para reconstruirse de nuevo. Un breve repaso de sus avatares históricos nos permitirá verificar lo expuesto.
   Pretorio romano, alcazaba islámica, castillo hasta que Carlos V inició su reforma para convertirlo en palacio. Fue incendiado en 1710 por las tropas del archiduque Carlos en un episodio de la Guerra de Sucesión, restaurado por el cardenal Lorenzana en 1774 para convertirlo en centro de caridad, destruido de nuevo en 1810 por las fuerzas napoleónicas y restaurado en 1867 para alojar dentro de sus muros la Academia de Infantería. Incendiado en 1887, fue rehabilitado de nuevo, derruido en la Guerra Civil, reconstruido a partir de 1940 y rehabilitado por último en 1998 para alojar la Biblioteca de Castilla-La Mancha. En estos días aún no se ha detenido este continuo  tejer y destejer, pues se encuentra sometido a obras diversas para acoger el Museo del Ejército. Debe subrayarse que en todas las reconstrucciones y rehabilitaciones siempre se ha tratado de mantener la traza original.
   El proceso constructivo del Alcázar se dilató en el tiempo (desde mediados del siglo XVI) hasta mediados de XVII), propiciando la intervención de varios arquitectos. Inició el proceso Alonso de Covarrubias, quien en 1537 fue nombrado maestro mayor del Alcázar, aunque no fue hasta 1545 cuando comenzó su construcción. Covarrubias trazó el primer proyecto, que consistía en un edificio de planta rectangular con torres en los ángulos y un patio central con doble galería. Le siguió Juan de Herrera, que realizó la fachada sur, terminó de construir la galería alta del patio e intervino en la escalera. Francisco de Villalpando trabajó en el patio y también en la escalera. Ventura Rodríguez participó en la restauración de 1774.
   Puede observarse a simple vista que todas las fachadas tienen distinta configuración. La norte, trazada por Covarrubias, muestra los elementos renacentistas de la construcción original y conserva el escudo imperial sobre el arco almohadillado de la puerta. La sur presenta la habitual sobriedad herreriana que organiza una orquestación de balcones y ventanas con sillares de granito y ladrillo visto. En la oriental se aprecian restos del castillo anterior al Alcázar (almenas y torreones), que le otorgan cierta apariencia medieval.
   El gran patio renacentista y la escalera imperial constituyen piezas sobresalientes del interior. El patio trazado por Covarrubias y construido por Francisco de Villalpando, sin duda uno de los más hermosos que ha deparado el renacimiento toledano, es una sucesión de columnas y arcos de medio punto ordenados alrededor de la estatua de Carlos V, que modula sinfonías de ritmos y piedras desde el centro. Doble galería. Escudos imperiales en las enjutas de los arcos.
   La escalera, imperial y grandiosa, se organiza en cinco tramos y se cubre con bóveda de cañón. Intervinieron en su construcción Covarrubias, Villalpando y Herrera.
   En la actualidad, el Alcázar alberga en la primera planta la Biblioteca de Castilla-La Mancha, que presenta unas instalaciones modélicas. Entre sus fondos destaca la famosa biblioteca Borbón-Lorenzana. Finalmente el Museo del Alcázar se ha convertido en sede del Museo del Ejército.

Plaza de la Magdalena
   Por la calle del Horno de los Bizcochos se llega a la plaza de la Magdalena, espacio que en el Medievo constituía el centro del barrio conocido como Arrabal de Francos. Debe saberse que los francos, grupo de extranjeros formado principalmente por franceses, acompañaron al rey Alfonso VI en la conquista de Toledo recibiendo como recompensa casas en la zona, zona que, según los acuerdos de capitulación alcanzados con Al-Mamún, había pasado a ser propiedad del monarca castellano.
   En esta plaza y en sus proximidades (plaza y travesía del Rey) se desarrolló en el siglo XII un comercio muy activo, acogiendo en el XIII el zoco de cambistas. En el siglo XIV y según documenta Sebastián de Horozco, se conoce la existencia de tabernas, bodegones, hornos y tahonas.
   La iglesia de la Magdalena es uno de los elementos arquitectónicos principales de la plaza. Fundada en el siglo XI por los francos como parroquia de su propio arrabal, sufrió grandes reformas en los siglos XV y XVII. Destrozada en la Guerra Civil, fue reconstruida en 1946. Conserva una torre mudéjar y una mínima portada plateresca. En la torre se aloja una campana solitaria. Y en el muro de entrada, bajo ambicioso tejaroz, sobresale una reja llena de olvido, herrumbre y palomina.
   También en un lado se levanta, junto a la iglesia, un edificio airoso y grandilocuente que mezcla elementos arquitectónicos de los siglos pasados. Se trata del casino, inmueble construido en 1923 según la corriente historicista entonces imperante.
   En esta plaza abarrotada de coches se yergue melancólico, casi olvidado, el portalón de acceso al Corral de don Diego. Aquí hubo un palacio mandado edificar en el siglo XV por don Diego García de Toledo, señor de Miranda, que sufrió serios daños en 1467 y fue reconstruido en el XVI por la familia de los Toledo. En el lujoso edificio mudéjar se alojó el conde de Trastamara, que más tarde se habría de convertir en el rey Enrique II.
   El portalón guarda, muy deteriorados, los vestigios que se conservan del antiguo palacio. Dos columnas de mármol escoltan un dintel gótico con adorno de círculos vegetales enlazados. Encima, una ventana custodiada por reja. Al fondo del patio está siendo restaurado el único resto que se conserva del primitivo inmueble mudéjar: un salón con yeserías en el arco de entrada y un artesonado de madera decorado con mocárabes.
   Hoy el Corral de don Diego no acoge caballeros principales sino a los vecinos que tienen su vivienda al fondo del patio que se abre tras el portalón y a los comensales que, a la sombra de los árboles, degustan platos de la gastronomía toledana.
   Ya que de gastronomía hablamos, nada mejor que hacer un alto para restaurar las fuerzas. Se sugiere acudir a Casa Ludeña con la idea de probar las típicas carcamusas, nombre que en Toledo se le da al magro de cerdo picante con guisantes y tomate.

Plaza Mayor
   Siguiendo la Bajada del Corral de don Diego se desemboca en la calle de las Tornerías, que nos obliga a desembocar en la Plaza Mayor, que todavía hoy, al igual que en el pasado, sigue siendo el centro de abastecimiento de la ciudad intramuros.
   Si actualmente existe un mercado central, hasta la remodelación del recinto acometida a finales del siglo XVI había tres tipos de mercado, cada uno confinado en su propio edificio. En el lugar que hoy ocupa el teatro de Rojas se levantó en 1576 el Mesón de la Fruta; en el lado occidental se ubica la Red del Pescado, inmueble que se apoyaba en la fachada posterior del hospital del Rey; y en la zona sur, donde actualmente se asienta desde 1915 el mercado de abastos, se localizaban desde época medieval las Carnicerías Mayores. Era, pues, la Plaza Mayor el principal centro de víveres y alimentos de toda la ciudad.
   Este espacio urbano fue remodelado en 1593 por orden del corregidor Luis Fernández de Córdoba, y se amplió la superficie del mismo con el derribo de casas. En 1604 fue demolido el Mesón de la Fruta para levantar en su lugar un corral de comedias inspirado en el recinto de Almagro, siendo Jorge Manuel Theotocópuli el encargado del diseño. En el siglo XIX el corral de comedia fue sustituido por el edificio que alberga el actual teatro de Rojas, así llamado en homenaje al escritor dramático toledano del siglo XVII Francisco de Rojas Zorrilla, autor de obras tan conocidas como Del rey abajo ninguno y Entre bobos anda el juego.
   Puede subirse el visitante a la escalinata del teatro para gozar de la animación y el bullicio de la plaza, admirar la cúpula y la torre de la catedral, contemplar los vítores y, si dispone de tiempo para ello, examinar la programación que se expone en la fachada del centro teatral.
   Desde la Plaza Mayor la calle del maestro Pedro Pérez conduce a la calle Chapinería, en cuyo número 2 abre sus puertas el hospital del Rey. Levantado en 1603 por Nicolás de Vergara el Mozo en sustitución de un palacio anterior que se derribó para remodelar la plaza, era uno de los muchos centros dedicados a prestar servicios asistenciales, y estaba especializado en acoger enfermos incurables. Funciona en la actualidad como residencia de ancianos.
   Alrededor de un patio con columnas se sientan las personas que tienen muchos años y albergan pocas esperanzas. Unas puertas de madera, de apariencia gótica y dibujos geométricos, custodian el acceso. También las puertas encierran muchos años de vida y una belleza ya gastada.

Posada de la Hermandad
   La posada de la Hermandad, edificio gótico que acogió a los cuadrilleros de la Santa Hermandad, se sitúa en la calle Sixto Ramón Parro, tras el ábside de la catedral. Estos servidores del orden, que nacieron como institución en el siglo XIII con el fin de procurar la seguridad de los caminos y perseguir a los ladrones que pululaban por los Montes de Toledo, continuaron prestando sus servicios hasta finales del siglo XVIII. Fue en tiempos de los Reyes Católicos cuando se potenció la Hermandad con nuevas ordenanzas y cuando se construyó este edificio que servía de sede, tribunal y cárcel. Profundamente reformado en el siglo XVII, a comienzos del XIX se convirtió en posada para los comerciantes del mercado.
   Fachada gótica de finales del siglo XV. Sobre el dintel de la puerta y cobijados por un arco apuntado, hay una ventana y varios signos heráldicos. Bajo la reja, dos cuadrilleros armados con ballesta escoltan el escudo en madera de los Austrias. En el vértice del arco preside la portada el blasón de los Reyes Católicos.
   Un amplio zaguán de vigas barnizadas da paso a un interior de tres crujías, las mazmorras y un salón donde impartía justicia el tribunal. Desde su rehabilitación en 1986, la posada acoge actividades culturales y grupos de teatro y música relacionados con el municipio.
Textos de:
GILES, Fernando de, y RAMOS, Alfredo. Guía Total: Castilla-La Mancha. Anaya Touring. Madrid, 2002.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Toledo. Anaya Touring. Madrid, 2008.

Enlace a la Entrada anterior de Toledo**:

martes, 30 de julio de 2019

2690. TOLEDO** (VI), capital: 15 de junio de 2018.


52. TOLEDO, capital. El monumento a Bahamontes en la c/ Venancio González.
53. TOLEDO, capital. Una de las portadas del Cvto. de la Fe.
54. TOLEDO, capital. Portada secundaria del Convento de Santa Fe.
55. TOLEDO, capital. Muros exteriores del Hospital de la Santa Cruz.
56. TOLEDO, capital. Ante el Arco de la Sangre y junto al monumento a Cervantes.
57. TOLEDO, capital. Portada del Museo de Sta. Cruz.
58. TOLEDO, capital. Detalle de la portada del Museo de Sta. Cruz.
59. TOLEDO, capital. Otro detalle de la portada del Museo de Sta. Cruz.
60. TOLEDO, capital. El Convento de la Concepción Francisca
TOLEDO** (VI), capital de la provincia y de la comunidad: 15 de junio de 2018.
   Convento de Santa Fe*
   Tras dejar a la derecha las fachadas altivas y los torreones de la puerta del Sol, subiremos por la calle Carretas hasta el Mirador. En el paseo del Mirador se ha construido el gran centro de equipamiento cultural que alberga el Palacio de Congresos. Al final de la calle de las Armas, antes de llegar a Zocodover, se alza el convento de la Santa Fe.
   Al final de la calle de las Armas, antes de llegar a Zocodover, se alza el convento de Santa Fe.
   Dentro del perímetro del Alficén, concretamente en una parte de los antiguos palacios construidos por el rey taifa Al-Mamún en el siglo XI, el rey Alfonso VI ordenó erigir una capilla dedicada a Santa Fe, mártir francesa a la que se profesa mucha devoción en el país vecino. Cedía así el monarca a los ruegos de la reina doña Constanza y a los deseos de don Bernardo, monje de Cluny y arzobispo de Toledo, ambos también galos, quienes anhelaban tener en Toledo un lugar de culto dedicado a la joven que murió abrasada bajo el gobierno de Daciano.
   Los frailes de la Orden de Calatrava, que en el siglo XIII ocupaban el recinto, reemplazaron la capilla primitiva por una iglesia de mayores dimensiones, de la que sólo se conserva el ábside. Es uno de los primeros que, en estilo mudéjar, se levantaron en toda la ciudad.
   La presencia de las monjas comendadoras a partir de 1503 supuso la introducción de grandes reformas, plasmadas en un claustro de dos plantas y una iglesia diseñada por Antón Egas, con un acceso por la actual calle de Santa Fe. Es en esta calle donde, en una portada clasicista, se puede contemplar un relieve de Santiago a caballo luchando contra un infiel que se protege con escudo. Este relieve perteneció al desaparecido hospital de Santiago, que hasta 1882 se levantó junto al Alcázar. Las comendadoras de Santiago habitaron el convento hasta 1935, año en el que se lo vendieron a las ursulinas, quienes, a su vez, en 1973 lo enajenaron al Estado. Actualmente, el conjunto se halla sometido a una amplia remodelación con el objeto de ser incorporado al Museo de Santa Cruz.
   De todo este largo proceso de cambio de moradores, reformas y ventas quedan en pie algunas joyas artísticas, salvadas de la incuria y la rapiña. En primer lugar, el ábside citado. En segundo lugar, la famosa capilla de Belén, que no es otra cosa sino una sala cuadrada en su forma exterior, de 6,60 metros de lado, que al pasar al interior se convierte en un octógono cubierto por bóveda califal. Esta capilla, uno de los pabellones palatinos descritos por los cronistas islámicos según afirma Clara Delgado en el libro Regreso a Tulaytula, fue utilizada como recinto sepulcral por Fernán Pérez, vástago de Fernando III el Santo, que falleció en 1242. Su sepulcro tiene la peculiaridad de estar adornado con yeserías de mocárabes, primera manifestación de este estilo artístico conservada en la ciudad. Deben también mencionarse las pinturas del tiempo de los Reyes Católicos y un alfarje morisco de finales del siglo XVI.

Arco de la Sangre
   Al final de la calle de Santa Fe se levanta el arco de la Sangre. Era una de las puertas de la cerca amurallada que protegía el Alficén. Según la tradición, esta puerta califal fue reconstruida por Alfonso VI tras la conquista. En el verano de 1936 y durante el asedio del Alcázar, resultó completamente destruida. Se rehízo más tarde, tratando de recuperar su forma original.
   Con la idea de que pudieran oír misa los días de mercado los comerciantes que tenían sus puestos en la plaza de Zocodover, fue abierta en el siglo XV la capilla del Cristo de la Sangre, que se ubicó sobre el arco. El incendio que en 1589 arrasó la plaza también acabó con la capilla, rehecha en el siglo XVII según los planos de Herrera.
   Veneraba la imagen del Cristo de la Sangre y cuidaba la capilla una cofradía que, además, consolaba a los reos que habrían de morir en Zocodover. Una lamparilla iluminaba la faz de los presos que iban a ser ejecutados al amanecer.
   Ya no existe la célebre posada de la Sangre, establecimiento que hasta la Guerra Civil estuvo abierto en el actual número 4 de la calle Santa Fe y que sirvió como lugar de alojamiento para muchos miembros de la generación del 27. En una lámina de 1926 se puede ver su patio adintelado, amplio y recorrido por balaustradas. Como dice Alberti en La arboleda perdida, la posada “conservaba entonces toda la atmósfera española de esas ventas o mesones para alto de arrieros y trajinantes”.
   El no menos famoso mesón del Sevillano, típica hostería toledana del siglo XVI, se encontraba al final de la calle Cervantes, en la casa donde una placa recuerda su memoria. Como es sabido, el autor del Quijote sitúa gran parte de la acción de la novela ejemplar La ilustre fregona en el mesón del Sevillano, el cual, según las palabras del escritor, era “una de las mejores y más frecuentadas que hay en Toledo”. Para honrar el recuerdo de Cervantes, autor que frecuentó la ciudad y conoció estos lugares, se levantó en diciembre de 2005 una estatua realizada por el escultor Óscar Alvariño. Se sitúa frente al arco de la Sangre y mira con mucha apostura y desafío los misterios del aire.

Plaza de Zocodover*
   Este corazón urbano que ha palpitado con fuerza a lo largo de la historia nació como explanada de acceso al Alficén. Era entonces una especie de lugar de encuentro entre los vecinos de la alcazaba islámica y el resto de los habitantes de la ciudad, de atrio despejado donde acaso ya se celebraba un zoco de caballerías. El nombre musulmán Suq-al-dawad significa precisamente mercado de las bestias. La inclinación de la plaza hacia las transacciones comerciales se acentuó en tiempos del rey Enrique IV cuando, en 1465, este monarca concedió a Toledo el privilegio de celebrar en Zocodover un mercado semanal todos los martes, mercado que se mantuvo hasta los años 60 del pasado siglo.
   Tras el incendio de 1589, Juan de Herrera proyectó construir un espacio porticado de formas regulares, pero no pudo llevarse a cabo por la oposición del cabildo catedralicio, que poseía varias casas generadoras de rentas.
   Lugar de cita, reunión y paseo desde los tiempos islámicos, esta plaza toledana ha sido siempre uno de los principales escenarios urbanos a lo largo de la historia. Aquí se celebraban corridas de toros, autos de fe, ejecuciones. Aquí tenían lugar actos religiosos, mítines políticos y fiestas populares. Aquí se proclamaban reyes, se acogía con júbilo a las personalidades y se festejaba el ascenso al cardenalato de algún miembro del clero.
   Los balcones asomados a la plaza estaban muy solicitados para contemplar los espectáculos públicos que en ella se representaban. En el cadalso levantado al efecto se ejecutaba a los reos condenados a muerte, que pasaban sus últimas horas en la capilla de la Sangre en compañía de los beneméritos cofrades que procuraban proporcionales algo de consuelo en tan amargo trance.

Museo de Santa Cruz*
   Saldremos de Zocodover por el arco de la Sangre para acercarnos al palacio de Santa Cruz. Antiguo hospital de huérfanos y niños expósitos, museo provincial a partir de 1930 y en la actualidad centro cultural y museístico de primer orden, acoge tanto exposiciones temporales como otras de notable relevancia.
   El hospital de Santa Cruz fue fundado por el cardenal Mendoza con el amparo de la bula papal obtenida en 1494. La temprana muerte del prelado no fue obstáculo para que se cumplieran sus deseos, pues en las disposiciones testamentarias se nombraba albacea a la reina Isabel la Católica y quien fuera su sucesor en la sede metropolitana, cargo que correspondió al cardenal Cisneros. Así pues, sobre el solar que había ocupado el convento de San Pedro de Dueñas, se inició la construcción del centro asistencial bajo la dirección de Enrique Egas, maestro mayor de la catedral, y de su hermano Antón, quienes se ocuparon del interior y de uno de sus patios, y prosiguió con la intervención de Alonso de Covarrubias a partir de 1515. Este último arquitecto se ocupó de introducir los elementos renacentistas visibles en el inmueble: el patio principal, la fachada, el zaguán y la escalera.
   El edificio, que exhibe en Toledo las primeras manifestaciones platerescas sobre una arquitectura gótica, tiene planta de cruz griega inscrita en un cuadrado. Teóricamente, las dos naves perpendiculares que se cruzan al centro generan cuatro ámbitos distintos (uno para cada brazo de la nave) y deberían haber proporcionado cuatro patios. Pero el palacio solo tiene dos, uno de ellos no visitable. Esta distribución cruciforme del espacio pretendía crear un punto central en la intersección de los brazos, para desde allí atender mejor las funciones asistenciales y facilitar el seguimiento de los oficios litúrgicos.
   La portada principal, concebida a modo de retablo, combina elementos góticos  renacentistas. Presenta una puerta adintelada sobre la que se asienta un primer cuerpo que cobija entre sus arcos el grupo escultórico de la Invención de la Cruz. El cardenal Mendoza se arrodilla ante Santa Elena y el símbolo sagrado. Con escolta de ventanas simétricas, el segundo cuerpo escenifica el abrazo de San Joaquín y Santa Ana. Sobre un último cuerpo de huecos adintelados entre columnas aparece un frontón triangular con el escudo del fundador. Gran despliegue de ornamentación.

Convento de la Concepción Francisca
   Adosados a los muros del palacio de Santa Cruz se hallan los pertenecientes al convento de la Concepción, al que se llega siguiendo la calle del mismo nombre.
   Las monjas concepcionistas, congregación fundada por doña Beatriz de Silva a finales del siglo XV, se instalaron en el convento de la Concepción después de que éste fuera desalojado en 1501 por una comunidad de monjes franciscanos que había permanecido en él desde mediados del siglo XIII y que en el año citado aceptó trasladarse a San Juan de los Reyes.
   Doña Beatriz de Silva fue una dama portuguesa que llegó a España entre los miembros de la corte de Juan II y trocó las galas y requiebros de los ambientes cortesanos por el cilicio y el hábito de estameña. Tras hacer voto de castidad, fundó una congregación de religiosas en honor de la Concepción de Nuestra Señora que se instaló en los primeros años en el convento de Santa Fe para pasar más tarde al que dejaron libre los monjes franciscanos.
   El convento de la Concepción, que llega con sus muros desde el palacio de Santa Cruz hasta el borde de la plataforma rocosa sobre la que se asienta la ciudad, ocupa una considerable extensión de terreno y esconde obras de arte de indudable interés, tanto las relacionadas con el primer cenobio franciscano como las que fueron fruto de las reformas introducidas en el siglo XVI por las monjas.
   Del primer recinto monacal, que se extendió desde el siglo XIII al XV, se conservan un ábside, la torre, el claustro bajo y dos capillas a las que se accede desde un patio: la de Santa Catalina y la de San Jerónimo. La primera (siglo XIV) se cubre con una hermosa bóveda de crucería y se engalana con pinturas del siglo XV. La segunda, reconocible desde el exterior por su casquete esférico, es la estancia funeraria que un acaudalado mercader de paños fundó en 1422. Presenta una bóveda original y sorprendente, pues se compone de piezas de barro cocido y azulejos de Manises. En esta capilla se guarda el arco mudéjar (siglo XIV), decorado con pámpanos y pavos reales, que se trasladó desde el palacio del rey don Pedro.
   Claustro bajo de ladrillo, con bóveda de crucería y sepulcros mudéjares, adornado con pinturas del siglo XV. La torre, del XIV, no sobresale en demasía por encima de las tejas. Construida en ladrillo y mampostería, muestra una lámina sobria y sencilla, aunque no carente de arcos de herradura ni del habitual friso de arquillos ciegos y polilobulados.
   Entre las obras realizadas en el siglo XVI deben citarse el claustro alto (con yeserías y pinturas murales), el refectorio, el coro bajo, el patio de los Aljibes (también enriquecido con yeserías platerescas y moriscas) y la iglesia. Templo conventual de una sola nave, con capillas laterales y coro sustentado sobre un bosque de columnas. A la derecha se abre la capilla de los Francos, rehabilitada en el año 2002, que exhibe un conjunto de sepulcros y una bóveda nervada. En el templo se pueden admirar diversas obras de arte.
Textos de:
GILES, Fernando de, y RAMOS, Alfredo. Guía Total: Castilla-La Mancha. Anaya Touring. Madrid, 2002.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Toledo. Anaya Touring. Madrid, 2008.

Enlace a la Entrada anterior de Toledo**:

lunes, 29 de julio de 2019

2689. TOLEDO** (V), capital: 15 de junio de 2018.

35. TOLEDO, capital. Puerta de Bisagra.
36. TOLEDO, capital. Puerta exterior de Bisagra.
37. TOLEDO, capital. En el interior de la plaza de armas de la Puerta de Bisagra.
38. TOLEDO, capital. La iglesia de Santiago del Arrabal.
39. TOLEDO, capital. Fachada principal de la iglesia de Santiago del Arrabal.
40. TOLEDO, capital. Interior de la iglesia de Santiago del Arrabal.
41. TOLEDO, capital. Parte del retablo mayor de la iglesia de Santiago del Arrabal.
42. TOLEDO, capital. Otro de los retablos renacentistas de la iglesia de Santiago del Arrabal.
43. TOLEDO, capital. Capilla bautismal de la iglesia de Santiago del Arrabal.
44. TOLEDO, capital. Cristo atado a la columna, en la igl. de Santiago del Arrabal.
45. TOLEDO, capital. Puerta lateral de la igl. de Santiago del Arrabal.
46. TOLEDO, capital. La igl. de Santiago del Arrabal y la Puerta de Bisagra al fondo.
47. TOLEDO, capital. Ermita de la Estrella.
48. TOLEDO, capital. Portada de la Ermita de la Estrella.
49. TOLEDO, capital. La Virgen de la Estrella desde el exterior de la Ermita.
50. TOLEDO, capital. Puerta del Sol.
51. TOLEDO, capital. Detalle de la Puerta del Sol.
TOLEDO** (V), capital de la provincia y de la comunidad: 15 de junio de 2018.
Puerta de Bisagra*
   Es uno de los elementos arquitectónicos más conocidos de la ciudad y uno de los primeros monumentos que encuentra la mayoría de viajeros al llegar a Toledo.
   Aunque el nombre de Bisagra se presta a diversas explicaciones etimológicas, se acepta generalmente que tiene origen árabe y que se relaciona con la comarca toledana de la Sagra. Más ornamental que defensiva, concebida como un símbolo de poder expresado en la arquitectura, su actual configuración surge como consecuencia de la modificación que en el siglo XVI se efectuó en la antigua puerta musulmana. Consistió la reforma en añadir un patio de armas y cerrarlo con una puerta representativa del poderío alcanzado por la ciudad imperial.
   A partir de 1545 comenzaron las obras de remodelación de la puerta primitiva, pero  no fue sino en 1550, con el impulso dado al proyecto por el corregidor Pedro de Córdoba, cuando cobraron fuerza. En 1559 Alonso de Covarrubias diseñó la puerta exterior, que plasmaba en lenguaje arquitectónico la idea del arco triunfal dedicado al emperador Carlos V y, al mismo tiempo, configuraba un marco más adecuado para recibir a los personajes ilustres que visitaban la capital.
   Como ya hemos dicho, una plaza de armas separa las dos puertas. En la exterior, dos grandes cubos cilíndricos (que simbolizan las columnas de Hércules) exhiben en lo alto el escudo de armas de la urbe y flanquean un arco de medio punto que se abre entre sillares almohadillados. Sobre el arco se despliega un vasto escudo imperial esculpido en granito, con el toisón de oro y el águila bicéfala. Corona la composición un frontón con la imagen del Ángel Custodio empuñando una espada.
   El patio de armas es un lugar solitario y recóndito, un archipiélago de paz entre el tránsito rodado. Allí se alza una estatua del emperador y se muestran dos azulejos. En uno se recuerda la proclamación de Toledo como Patrimonio de la Humanidad. En otro se resalta la frase que Cervantes le dedica a la capital del Tajo: “Peñascosa pesadumbre, gloria de España y luz de sus ciudades”.
   La puerta interior esconde los restos musulmanes del siglo X: muros y arcos. Sobre ellos se añadieron en 1575 las dos torres cuadradas, que fueron encargadas a Nicolás de Vergara el Mozo por el activo corregidor Gutiérrez Tello. Se hallan recubiertas de una llamativa cerámica vidriada de tejas blancas y verdes, añadidas en una restauración efectuada a principios del siglo XX. El escudo imperial, esculpido esta vez en piedra, campea en la fachada orientada a la iglesia de Santiago.
   Aquí se ubican las que fueron habitaciones del alcaide que gobernaba la puerta, el cual ejercía también la función de recaudar el portazgo, impuesto que gravaba todas las mercancías que entraban. Como se recuerda en una inscripción del patio, estaban libres del impuesto los vecinos de Toledo y de los lugares que alcanzaba su jurisdicción.

Iglesia de Santiago del Arrabal*
   Aunque ya existía como parroquia en 1125, se desconoce la fecha de construcción de esta iglesia mudéjar, la más grande y bella de todas las que pueden encontrarse en Toledo de este estilo. La presencia de la torre exenta, que evoca un alminar, sugiera la existencia previa de una mezquita musulmana construida para dar servicio al barrio. Por otra parte, las trazas arquitectónicas y los detalles estilísticos permiten conjeturar que el templo pudo ser edificado en el siglo XIII.
   Sea como fuere, el visitante puede admirar hoy, tras el derribo efectuado a mediados del pasado siglo de unas casas adosadas al muro septentrional y del pórtico levantado junto al brazo sur del crucero, los tres ábsides del exterior, hermosos en su sencillez, y las tres puertas de entrada. Los ábsides, recorridos por dobles arquerías ciegas, exhiben la habitual armonía geométrica del mudéjar toledano. Situada a los pies de la iglesia, la portada principal se compone de un gran arco de herradura enmarcado en un alfiz y de un doble friso de arcos ciegos y entrelazados.
   Ya en el interior, queda favorablemente impresionado el ánimo del visitante al contemplar el equilibrio de volúmenes, la esbeltez de los pilares, la desnudez estricta del ladrillo. Libres los muros de los adornos neoclásicos que en el siglo XVIII fueron añadidos, eliminado en la última restauración el yeso que recubría las paredes y los arcos, todo invita al recogimiento: el silencio del ambiente, la penumbra de las naves, la altura inhabitual del edificio. Arcos apuntados dividen el espacio interior en tres naves y sostienen una techumbre cubierta con artesonado de madera, de par y nudillo. En la nave central este artesonado se adorna con inscripciones cúficas, cruces, rosetas y dibujos geométricos. Arcos ciegos en la capilla mayor y en los hastiales del crucero.
   Un retablo plateresco con tallas de Juan de Tovar oculta parcialmente los arcos decorativos de la capilla mayor. Predela, tres cuerpos y ático. Tres calles y solapas laterales. En este abigarrado mundo de imágenes se narran escenas de la vida de Jesús, de la Virgen y el martirio del apóstol Santiago. Figuras de otros santos completan el conjunto, junto a medallones y grutescos.
   En uno de los brazos del crucero, entre los arcos de ladrillo, se encuentra una pila bautismal del siglo XV, un crucifijo misionero del XVI que perteneció a San Vicente Ferrer y una talla de Cristo Resucitado, pintada y dorada en el XVI.
   Conviene detenerse frente al púlpito mudéjar de finales del siglo XIV ubicado en la nave central, en el que se advierten restos de policromía. Además de su valor artístico, encierra interés histórico ya que se tiene por aceptado que desde aquí, en el verano de 1411, clamaba San Vicente Ferrer contra los judíos, exigiendo que se cristianizaran las sinagogas. Enfervorizada por el poder de su oratoria, salió desde este templo la muchedumbre que, con el predicador a la cabeza, se dirigió a la sinagoga Mayor y la desalojó de fieles y rabinos.

Plaza y Ermita de la Estrella
   La portada sur de la iglesia se asoma a la plaza de la Estrella, mínimo espacio urbano que en el siglo XVI acogió un mercado y que hoy abre sus brazos a algunos establecimientos comerciales y a la ermita de la Virgen de la Estrella. Junto a los arcos de herradura de la puerta, un pilar de piedra, rematada con una cruz de hierro, recuerda desde 1752 que aquí estuvo emplazado el cementerio parroquial.
   La ermita de la Estrella alza sus hechuras barrocas al lado de la calle Real del Arrabal. Iniciada en 1611 según las trazas de Juan Bautista Monegro, presenta una portada más tardía. Ya que casi siempre está cerrada, si se quiere examinar el interior es preciso asomarse desde la puerta situada en la plaza. Interior que sigue los modelos del barroco toledano. Cúpula sobre pechinas. Dos altares laterales y, al fondo, en el camarín, entre dos columnas salomónicas, con manto esplendoroso y corona de oro, la Virgen de la Estrella.
   Precisamente la altura de la calle –levantada por encima del nivel de la plaza y de la ermita- minimiza las proporciones del edificio religioso, al que ni la estrechez de la acera ni el tráfico incesante invitan a contemplar con delectación.

Puerta del Sol*
   Tomaremos la calle de Azacanes hasta llegar a la puerta del Sol, así llamada por el dibujo de un sol y una luna que, desde mediados del siglo XVIII, se introdujo en el medallón colocado en el arco de herradura interior. Hasta entonces, desde el final de la Edad Media, su nombre había sido el de Herrerías, debido a los talleres de forja asentados en sus alrededores.
   Torre albarrana y puerta que cerraba el paso a la ciudad, la puerta del Sol, de inequívoco origen musulmán (siglos X-XI), fue reconstruida en el siglo XIV por el arzobispo Tenorio, que configuró en estilo mudéjar una excelente muestra de la arquitectura militar. Dos cuerpos laterales acogen a uno central, que se organiza mediante un gran arco exterior, de herradura y apuntado, sobre el que se aposentan dos frisos de arquerías ciegas de ladrillo. El arco apuntado cobija a su vez un arco interior de herradura. Perviven como elementos defensivos los matacanes, las buhardas o troneras y la crestería de almenas.
   El infatigable corregidor Gutiérrez Tello introdujo en el siglo XVI varias reformas. En el arco túmido interior añadió un medallón de mármol con un triángulo, en el que se representa el conocido motivo de la Imposición de la casulla a San Ildefonso. En la arquería ciega de ladrillo incrustó un fragmento de sarcófago romano, del siglo IV a.C., también de mármol, además de una cabeza.
Textos de:
GILES, Fernando de, y RAMOS, Alfredo. Guía Total: Castilla-La Mancha. Anaya Touring. Madrid, 2002.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Toledo. Anaya Touring. Madrid, 2008.

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domingo, 28 de julio de 2019

2688. BURGUILLOS (CCXCVIII), Sevilla: 9 de junio de 2018.

2112. BURGUILLOS, Sevilla. Marta y Lolo ...
2113. BURGUILLOS, Sevilla. ...y los dos tan contentos.
BURGUILLOS (CCXCVIII), provincia de Sevilla: 9 de junio de 2018.
   Mostramos imágenes de Marta y "Lolo", el inseparable de Ángela. Con el miedo que le tenía y mira que contenta ...

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2682. BURGUILLOS (CCXCVII), Sevilla: 3 de junio de 2018.

sábado, 27 de julio de 2019

2687. SEVILLA** (MLXXIX), capital: 6 de junio de 2018.

7846. SEVILLA, capital. Mausoleo de fraile dominico en la galería de salida del Museo Arqueológico.
7847. SEVILLA, capital. Gárgola en forma de león en la galería de salida del Museo Arqueológico.
7848. SEVILLA, capital. Mausoleo de d. Nicolás Griego Ariascho en la galería de salida del Museo Arqueológico.
7849. SEVILLA, capital. Otro mausoleo de fraile dominico en la galería de salida del Museo Arqueológico.
7850. SEVILLA, capital. Gárgola en forma de águila en la galería de salida del Museo Arqueológico.
SEVILLA** (MLXXIX), capital de la provincia y de la comunidad: 6 de junio de 2018.
Museo arqueológico* - Galería de Salida
EDAD MEDIA Y MODERNA
      En la galería de salida se han instalado dos relieves de alabastro de estilo gótico inglés, correspondientes a los siglos XIV-XV, y que representan la Piedad y la Resurrección de Jesucristo. Su origen es el condado de Nottingham, desde donde se exportaron en gran cantidad. Entre ellos, una lauda de bronce que cubría el sepulcro de una dama, "esposa de don Francisco Fernández", de estilo flamenco, del siglo XIV. Procede de Sevilla, del antiguo convento de San Francisco.
    También se muestran dos gárgolas góticas, con la representación de un león y un águila, procedentes de un edificio que estuvo en el lugar donde se alza hoy el Ayuntamiento sevillano, el antiguo convento de San Francisco, y los mausoleos de estilo renacentista de Fray Alberto de las Casas y Fray Serafín Cavalli, ambos maestros dominicos del Convento de San Pablo. Entre ellos se encuentra la figura yacente de D. Nicolás Griego Ariascho, quizá el fundador en Sevilla de la orden de San Basilio, procedente de la iglesia de Omnium Sanctorum, todos de Sevilla.
Textos de:
FERNÁNDEZ GÓMEZ, Fernando y MARTÍN GÓMEZ, Carmen. Museo arqueológico de Sevilla. Guía oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2005.

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viernes, 26 de julio de 2019

2686. SEVILLA** (MLXXVIII), capital: 6 de junio de 2018.

7835. SEVILLA, capital. Diversos objetos de procedencia musulmana en la sala XXVII del Museo Arqueológico.
7836. SEVILLA, capital. Zócalo de estuco almohade en la sala XXVII del Museo Arqueológico.
7837. SEVILLA, capital. Tinaja musulmana en la sala XXVII del Museo Arqueológico.
7838. SEVILLA, capital. Brocal de pozo poligonal musulmán en la sala XXVII del Museo Arqueológico.
7839. SEVILLA, capital. Brocal de pozo cilíndrico musulmán en la sala XXVII del Museo Arqueológico.
7840. SEVILLA, capital. Arco musulmán en la sala XXVII del Museo Arqueológico.
7841. SEVILLA, capital. Pila de origen musulmán en la sala XXVII del Museo Arqueológico.
7842. SEVILLA, capital. Epígrafe granítico musulmán de la sala XXVII del Museo Arqueológico.
7843. SEVILLA, capital. Piezas cerámicas de la sala XXVII del Museo Arqueológico.
7844. SEVILLA, capital. Epitafio musulmán en mármol, de la sala XXVII del Museo Arqueológico.
7845. SEVILLA, capital. Vasija musulmana de la sala XXVII del Museo Arqueológico.
SEVILLA** (MLXXVIII), capital de la provincia y de la comunidad: 6 de junio de 2018.
Museo arqueológico* - sala XXVII
EDAD MEDIA Y MODERNA
   A principios del siglo VIII, el enfrentamiento entre los nobles partidarios de Agila, hijo de Witiza, y Rodrigo, elegido nuevo rey de los godos, tuvo como última consecuencia la islamización de Hispania, al llamar aquéllos en su ayuda a los musulmanes del otro lado del Estrecho.
   El año 711 Tarik ben Ziyad desembarcó en Gibraltar dispuesto a ayudar a los witizanos y, en la batalla, que tiene lugar cerca del río Guadalete, es derrotado y muerto D. Rodrigo. No por ello, sin embargo, abandonan los musulmanes la Península, antes al contrario, aprovechando el vacío de poder provocado por la guerra civil y la muerte del rey, penetran hacia el interior. Al año siguiente Muza ben Nusayr pone sitio a Sevilla, que es conquistada con ayuda de las comunidades judías, duramente maltratadas por los visigodos.
   A partir de este momento los musulmanes desplazan políticamente a los visigodos; y se organizan militarmente en torno a un emir, que es nombrado el califa omeya de Damasco. El primero de ellos, Abd-el-Aziz, hijo de Muza, establece la capital en Sevilla. Pero desde el año 719 el emir reside en Córdoba. A mediados del siglo VIII, con motivo de las luchas entre omeyas y abbasíes, en Damasco, un omeya logra huir y llega a España en el 755. Es Abderramán I (756-788); se proclama emir independiente del de la capital oriental y hace hereditario el emirato, hasta que Abderramán III, en el año 942, se hace llamar califa, príncipe de los creyentes y soberano absoluto. Y convierte a Córdoba en el centro político y cultural de Occidente.
   Al califato suceden diversos periodos: el taifa, escisión del reinado anterior en pequeños estados (1035-1087); la invasión almorávide (1087-1122); el período almohade, la época de mayor esplendor para Sevilla (1122-1232), y el reino nazarí (1232-1492), reducido ya al de Granada.
   El Islam proporciona una enorme cantidad de elementos al patrimonio cultural de la Humanidad. Tiene su fundamento en un libro, el Corán, que es la palabra de Dios revelada a Muhammad, según la creencia general del musulmán que orienta su vida guiado por sus mandatos. Su entrada en la Península interrumpe una tradición cultural que en la Bética había comenzado hacía casi mil años. Aportará, sin embargo, nuevas ideas y un espíritu nuevo que darán lugar a una de las más brillantes manifestaciones artísticas y culturales de Andalucía.
   La arquitectura musulmana está dedicada al monarca como representante de Dios en la tierra. Su principal creación es la mezquita, núcleo de la vida pública de la ciudad; no es casa de Dios sino casa de oración, centro de enseñanza y foro.
   En los primeros tiempos de la dominación musulmana, la arquitectura religiosa no hace sino adaptar a las necesidades de la comunidad las construcciones anteriores. El verdadero arte hispanomusulmán no comienza hasta la época omeya, con Abderramán I, y en sus edificios se reaprovechan materiales de edificios romanos y visigodos.
   Múltiples influencias conforman este arte, que toma del romano basas, fustes, capiteles y sillares; del visigodo, el arco de herradura y el capitel de pencas; del bizantino, las representaciones figuradas y de los abbasíes, los arcos lobulados. Lo propiamente andalusí son las cúpulas nervadas, el ataurique y los capiteles de avispero.
   Sevilla debió tener desde los primeros tiempos de la dominación varias mezquitas, pero apenas queda constancia de alguna de ellas. En tiempos de Abderramán II se construyó la primera, la de Ibn Adabbas. En el fuste de columna de mármol colocado horizontal en la sala, se conserva su inscripción fundacional en caracteres cúficos: "Dios tenga misericordia de Abd al-Rahman b. al -Hakam, el emir justo, el bien guiado por Dios, que ordenó la construcción de esta mezquita bajo la dirección de Umar b. Adabbas, cadí de Sevilla, en el año 214 (del 11 de marzo del 829 al 28 de febrero del 830). Y ha escrito  esto Abd al-Barr b. Harum". La insrcipción tiene una importancia excepcional, ya que es la única fuente de información de la arquitectura religiosa emiral en Andalucía. Esta mezquita estaba donde hoy se alza la iglesia de El Salvador, de ella se conservan en el patio de los naranjos, una arquería con capiteles romanos y visigodos, la parte inferior del alminar y una inscripción de Al-Mutamid que se refiere a una restauración del mismo.
   La corte de Córdoba, que había iniciado su relevancia cultural con Abderramán I, alcanza su cenit en el reinado de Abderramán III, el primer califa (912-961). La ciudad es el centro cultural de todo el occidente de Europa, brillando en las ciencias, las artes, las letras y el pensamiento. Reflejo del poder de Abderramán y de la riqueza de su reino, fue la ciudad palacio que mandó construir en las cercanías de Córdoba: Madinat al-Zahra, que conocemos por las fuentes árabes.
   En su tiempo y con un estilo inconfundiblemente califal, se construyó la mezquita mayor de Baena. De ella procede el panel de mármol blanco que se exhibe junto a la puerta de entrada. Está decorado con labor de ataurique, con una composición vegetal simétrica consistente en un tallo central del que salen ramos ondulados, en una bella versión del antiguo árbol de la vida.
   A comienzos del siglo XI, Al-Andalus se fragmenta en pequeños reinos o taifas. La de Sevilla sobresale en el aspecto cultural, que hereda de Córdoba. La nueva monarquía tiene su origen en la familia de los Banu Abbad, destacando entre sus miembros el rey poeta Al-Mutamid (1068-1091), que conquista Córdoba y convierte a Sevilla en un emporio cultural, cuyo florecimiento repercutió también en la arquitectura.. Testimonio de una de sus realizaciones es la inscripción en una lápida de mármol blanco, en caracteres cúficos, que se refiere a la erección del alminar de una mezquita, mandado construir en 1085 por la esposa favorita del rey, I'Timad al-Rumaykiyya. Esta inscripción estuvo hasta el año 1868 en un muro de la torre de la actual iglesia de San Juan de la Palma, donde se dice que pudo estar la mezquita mayor abbadí.
   El pueblo almohade, de moral severa e intransigente en el aspecto religioso, dotó a la ciudad de importantes monumentos civiles, militares y religiosos, entre ellos, los dos simbólicos edificios por los que se la conoce actualmente en el mundo entero: la Giralda, alminar de la mezquita mayor, construida por orden del califa Abu Yacub Yusuf entre 1184 y 1195, y la Torre del Oro, una de las torres albarranas del Alcázar para defensa del puerto fluvial, que se edificó de 1220 a 1221. Esta lleva en su segundo cuerpo una decoración exterior de arcos ciegos, apeados en delgadas columnitas de cerámica rematadas por capiteles corintios también de cerámica. Uno de estos capiteles, que se quitó en 1899, en una de las restauraciones de la torre, se expone en la vitrina del centro de la sala.
   Muy relacionados con la religión están los baños, que solían es formar parte de las mezquitas y, como es lógico, también en los palacios. Podían ser públicos y privados, desarrollándose en ellos parte de la vida social de la ciudad su antecedente son las termas romanas; seguían su mismo esquema funcional, pero eran de menor tamaño. En Sevilla se conservan restos de algunos, integrados en edificios modernos. Hace unos años se excavaron los conocidos como Baños de la Reina Mora, en la calle de su nombre. Se halló un patio con arquerías apoyadas sobre columnas de mármol, en torno al cual se disponen cuatro grandes salas cubiertas con bóvedas de cañón rebajadas, con lucernarios estrellados. Se pudo localizar el aljibe y la noria que surtían el agua. Esta excavación proporcionó abundante material cerámico, una selección del cual se expone en la vitrina; jarros, marmitas, ataifores, candiles, atanores, etc. Su cronología se extiende desde el siglo XI a la segunda mitad del siglo XIII, en épocas taifa y almohade.
   El Corán impone la obligación del cuidado y limpieza del cuerpo, ya que el agua en el Islam tiene caracteres de bendición: purifica y regenera; y el ritual dicta la práctica de las abluciones antes de la oración. Para proporcionar el agua necesaria solía haber pozos en los patios de las mezquitas. A uno de ellos, o al de alguna casa noble, pudo pertenecer el brocal de mármol que vemos a la izquierda de la sala. De forma octogonal presenta en la parte superior una moldura trenzada, por debajo de la cual corre una inscripción que, en caracteres cúficos, desea una serie de bienes materiales y espirituales para su dueño. Fue realizado entre los siglos X y XI y procede de Sevilla.
   En relación con el agua, pero con un carácter más estrictamente ornamental, está la pila que vemos exenta bajo el arco lobulado. Es de época califal y procede de Sevilla. De piedra caliza y forma prismática rectangular, está decorada en tres de sus caras con dos cenefas en relieve; la posterior es lisa. En su centro, en la parte alta, el orificio para la entrada de agua; otro, en el fondo, servía de desagüe. El relieve de la cenefa superior presenta en el centro un galápago sobre un disco, con la cabeza para arriba; hacia la cola del galápago van dos peces en sentido contrario y, a un lado y otro se acercan una fila de tres patos. Por debajo de esta cenefa y rellenando el resto de la superficie, corre otra con plantas acuáticas. Las misma decoraciones llenan las caras laterales. El interior está liso, excepto una franja junto al borde, limitada por dos líneas incisas.
   Por debajo de esta pila vemos otra, de cerámica, almohade, vidriada en verde, en forma de artesa decorada con molduras y pequeñas jarritas adosadas, de las que solo se conserva el fondo. El borde, plano, va decorado con una inscripción en caracteres cúficos.
   Los capiteles siguen los modelos romanos, más fielmente al principio y evolucionando a lo largo del periodo califal; en cuanto a la técnica, los artesanos emplean la talla bizantina, con mucho trabajo de trépano que da a las hojas apariencia de blonda, creando el ataurique a partir del acanto. En lso que se exponen en la sala, se puede apreciar la calidad de los talleres de canteros sevillanos del moento, que llegaron a conseguir una talla perfecta de un alto barroquismo. Aunque todos son de época califal, se puede apreciar la diferencia entre los más primitivos, que conservan los caracteres clásicos, y los más evolucionados con su primorosa labor de calado, que desaparece en los dos ejemplares almohades que se hallan a la entrada a la sala, procedentes del llamado Palacio de Altamira, en el centro de la ciudad.
   Por debajo podemos ver dos basas, decoradas con trenzas, cintas, roleos, hojas y flores muy estilizadas. Una de ellas lleva una inscripción en caracteres cúficos: "En el nombre de Dios la bendición, la seguridad, el poder, la magnificencia y la grandeza de Dios único, todopoderoso". Proceden probablemente de Sevilla, y son muy semejantes a las de Madinat al-Zahra.
   Otras tres piezas epigráficas están colocadas en la sala. Una, conmemorativa, está escrita en caracteres nesjíes, escritura introducida por los almohades: "Muharram del año 726. Ensalzado sea". Corresponde al año 1325 y procede, al parecer, de Granada. Las otras dos, en escritura cúfica, son funerarias y están dedicadas una, incompleta, a Fata Safi, "gran oficial que murió el día del comabate en Triana, al borde del río... el 24 de febrero de 1022", y la otra, de 1111, a Maryan, "que Allah tenga piedad de ella y de los musulmanes".
   El desarrollo de las artes industriales en al-Andalus está ligado al esplendor de la producción de los países de Oriente. A través del comercio y de las relaciones con las cortes orientales, llegan a España objetos de cerámica, bronce, vidrio, orfebrería y tejidos, desde Irak, Egipto o Constantinopla y, en ocasiones, hasta desde la lejana China, con los cuales, al reproducirse en talleres hispanos, se introducen sus técnicas, estilos y motivos decorativos que influirán sobre los locales.
   Una característica común a todas las artes menores del Islam es el deseo de dotar de belleza incluso a los objetos de uso doméstico más comunes. En el periodo emiral el avance fundamental es la generalización del vidrio o vidriado, con el que la pieza de cerámica adquiere belleza e impermeabilidad. El siglo X es periodo de descubrimientos: empieza la producción de cerámica verde y manganeso y los artesanos obtienen el reflejo metálico o cerámica dorada, que tiene una larga perduración en cerámicas posteriores. De época califal o taifa es el hallazgo de la técnica de la cuerda seca, que se puede explicar como similar a la del esmalte cloisoné, donde el manganeso mezclado con grasa hace las veces de tabique que separa los colores. Sobre la pared, a la izquierda de la sala, se han colocado algunos azulejos de cuerda seca, como ejemplo de la importancia que tuvo esta cerámica a partir de entonces aplicada a la arquitectura.
   De la cerámica almorávide se conoce muy poco. Pero bajo el dominio almohade surge un esplendor decorativo y formal que no se había dado hasta entonces: se reincorporan los temas epigráficos en cursiva o cúfica; aparecen las técnicas del esgrafiado y, sobre todo, el estampillado, disponiéndose las estampillas a modo de bandas que cubrían toda la superficie de las piezas, por lo general brocales de pozo y grandes tinajas destinadas a almacenar líquidos y sólidos. Los temas de las estampillas son el ataurique y otros motivos florales, geométricos, inscripciones cúficas o nesjíes, arquillos y elementos arquitectónicos estilizados alternando con símbolos mágicos; manos de Fátima y sellos de Salomón. Cuando las tinajas se destinaban a contener agua, se colocaban  debajo unos reposatinajas, provistos de pitorro con el que poder recoger el agua que rezumaba de ellas, como filtros. Este tipo de cerámica se difundió mucho; cada taller tuvo unas características específicas. Perduró en el arte mudéjar hasta el siglo XVI, siendo difícil a veces su identificación cronológica. En la sala se pueden ver varias de estas tinajas y soportes de talleres andaluces y toledanos.
   Sevilla, en esta época, es un importante centro productor de cerámica vidriada. Los alfares árabes estaban situados en la zona de la Puerta de Jerez, entre la muralla y el arroyo Tagarete. Al realizarse allí en 1960 una zanja para acometida de servicios, quedaron al descubierto una gran cantidad de vasijas rotas, datadas en los siglos X al XII, que debían proceder de los vaciaderos o testares de las alfarerías. A partir de esa fecha se prohibió que los alfares estuvieran en el interior del recinto amurallado, a causa de las molestias que los humos causaban al vecindario. Probablemente se trasladarán a Triana, donde hasta hace pocos años perduraban todavía algunos hornos. En las vitrinas, dedicada una al periodo emiral y califal, y lastra al almohade, el de mayor esplendor en Sevilla, se pueden ver diversas vasijas procedentes de esos lugares: botellas, redomas, cuencos, ataifores, atifles, etc., así como una selección de distintos tipos de candiles. Se expone con ellos una figura de león, de época califal, procedente de una fuente, hallado en la calle Sierpes, y algunos vidrios lisos y decorados localizados en las recientes excavaciones de la Plaza de la Encarnación.
   Aunque los textos árabes hablan de la abundancia de metales preciosos, especialmente plata, durante la dominación musulmana, son escasos los testimonios materiales que de ellos han llegado hasta nosotros, si exceptuamos su aplicación a la numismática, dinares o doblas de oro y dirhemes de plata, que pueden considerarse pequeñas obras de arte muchas de las cuales se harían en la propia ciudad, como atestiguan los moldes de piedra hallados en ella. Se ha hablado también de tesorillos de orfebrería de esta época, escondidos en momentos de peligro. Quizá el anillo de oro de la vitrina, de chatón hemiglobular con tres líneas de escritura, pueda proceder de alguno de esos tesoros.
   Más abundantes son los de bronce, sobre todo los candiles, de cronología difícil, ya que, en los siglos XI y XII se continúan fabricando con formas semejantes a las del periodo califal. En la vitrina se han colocado dos ejemplares significativos. El primero, que procede de Osuna, con un recipiente para el aceite, mechero o piquera y un asa en forma de ave. El depósito tiene decoración dispuesta en dos fajas, la inferior con ataurique y la superior con una inscripción repetida alusiva a la bendición de Alá. El depósito del otro, que al parecer procede de Sevilla, lo forma el vientre de un ave adaptado para dar lugar a la piquera.
   De Sevilla es también probablemente, y de época califal, el acetre de bronce, de cuerpo cilíndrico, que lleva como ornamentación un epígrafe cúfico entre dos líneas de puntos. A su lado se han colocado en la vitrina tres dedales de espartero, que presentan el borde decorado con la expresión al-mulik: "el poder".
   Del período de las invasiones del Norte de África, podrían ser los amuletos, de plomo o bronce, en forma de placa cuadrada, circular o de cilindro hueco. Llevan anilla para colgar, posiblemente al cuello, con una inscripción en muy bajo relieve que hace alusión al mal de ojo o a la prevención contra el demonio.
   Del trabajo en marfil o hueso, de los que tan bellos ejemplares produjo el arte andalusí, no quedan muy pocas cosas en Sevilla. En el Museo solo conservamos una flauta con decoración incisa vegetal e inscripciones nesjí, y un posible mango de algún objeto que no identificamos. Los dos son de época almohade. Lo, mismo que la estructura del tambor de cerámica cubierta de engobe rojizo procedente de La Puebla del Río. Almohade es también la espada de hierro de la vitrina y las dos pinturas murales, una con decoración de lacería y otra epigráfica, que podemos observar por detrás de ella.
   Musulmanes, judíos y cristianos convivieron pacíficamente durante la mayor parte de la Edad Media, tal vez porque los primeros llevaron a buen fin las recomendaciones del Corán: "No discutáis con las gentes del Libro (cristianos y judíos), si no es de manera amable ... Nuestro Dios y vuestro Dios son uno y nosotros. Le estamos sometidos" (Sura 29, 45). Cuando entraron los árabes muchos hispanovisigodos continuaron viviendo bajo su dominación y practicando la religión cristiana y sus leyes, siendo una comunidad protegida mediante pactos con los conquistadores. Son los mozárabes. Su arte es un conjunto de elementos romanos, visigodos y árabes que se desarrolló desde el siglo X. En Andalucía, sin embargo, los monumentos mozárabes fueron destrozados por almorávides y almohades, que los expulsaron hacia el Norte, donde crearon edificios de una gran belleza que aún se conservan, como San Miguel de Escalada, San Cebrián de Mazote o San Baudelio de Berlanga. Gracias a las miniaturas de los libros decorados por ellos, los Beatos y Biblias, se conoce mejor el gusto y la cultura árabes. Testimonio de esta cultura es la inscripción colocada a la izquierda de la puerta de entrada, que señalaba la sepultura de una cristiana, Crismatis, que vivió en Córdoba en el año 1020.
   Para los árabes también el judaísmo era una religión tolerada y los judíos constituyeron una minoría a su servicio desde los primeros tiempos de la conquista. A los árabes les eran necesarios puesto que se dedicaban al comercio y las tareas administrativas, entre éstas la recaudación de tributos que ellos no realizaban. Llegaron a ser una clase urbana importante y de gran influencia. Su mejor época fue el califato, llegando a alcanzar en los siglos X y XI el mayor bienestar y nivel cultural de toda la Edad Media y Moderna fuera de Israel. En este tiempo pasó el centro religioso y cultural del judaísmo a Córdoba y Lucena, desde donde se impartían directrices para los judíos de todo el mundo. Esta situación cambió con los almorávides, por su intolerancia religiosa, y empeoró con los almohades qu les impusieron la conversión al Islam, por lo que tuvieron que huir a Castilla, Aragón y Navarra.
   De dos personajes influyentes son, sin duda, los sellos hebreos del siglo XIV que se exponen en la vitrina, junto a los materiales almohades. Uno es lobulado, con una flor de lis en el centro y una inscripción que aparece repartida en los cuatro lóbulos, en la que se lee el nombre de su propietario: Abraham bar Saadia. El otro es un sello oblongo, con inscripción bilingüe en hebreo y latín; en el centro lleva un árbol con siete ramas terminadas en frutos, quizá trasunto del candelabro de siete brazos.
   A media que los cristianos iban reconquistando territorios, muchos musulmanes quedaron bajo la protección de las autoridades cristianas, profesando públicamente su fe. Son los mudéjares, que desarrollaron un arte de acuerdo con las tradiciones estéticas hispanomusulmanas, durante los siglos XIII al XVI. En la arquitectura se puede constatar su importancia en los numerosos edificios que se erigieron por toda la Península y concretamente en Sevilla, en sus bellas iglesias y en el deslumbrante alcázar del Rey D. Pedro. En las artes menores destacan por su trabajo sobre madera, la llamada carpintería de lo blanco, en la que realizaron vigas, zapatas, artesonados, celosías, etc., de las que se exponen algunos ejemplos sobre la pared, a la derecha de la sala.
   También es muy importante su producción cerámica. En Andalucía perduran las formas, técnicas y decoraciones anteriores hasta el siglo XVI, por lo que es difícil distinguir las tinajas o brocales de pozo almohades de los realizados por los mudéjares. Además de estos grandes recipientes, figura en la sala una pila bautismal, procedente del Hospital de San Lázaro, de Sevilla. Está vidriada en verde con una decoración dividida en zonas en las que figuran un cordón franciscano y piñas y roleos vegetales con flores estilizadas, de influencia gótica, pues aquí el estilo gótico se mezcló con el mudéjar.
   Textos de:
FERNÁNDEZ GÓMEZ, Fernando y MARTÍN GÓMEZ, Carmen. Museo arqueológico de Sevilla. Guía oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2005.

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