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sábado, 6 de julio de 2019

2666. SEVILLA** (MLXVII), capital: 16 de mayo de 2018.

7705. SEVILLA, capital. Vista general de la sala XXI del Museo Arqueológico.
7706. SEVILLA, capital. Mosaico de escena marina en la sala XXI del Museo Arqueológico.
7707. SEVILLA, capital. Otra vista del mosaico marino en la sala XXI del Museo Arqueológico.
7708. SEVILLA, capital. Mosaico en opus signinum de la sala XXI del Museo Arqueológico.
7709. SEVILLA, capital. Aras romanos en la sala XXI del Museo Arqueológico.
7710. SEVILLA, capital. Estelas epigráficas de la sala XXI del Museo Arqueológico.
7711. SEVILLA, capital. Ara funeraria en la sala XXI del Museo Arqueológico.
7712. SEVILLA, capital. Una última estela de la sala XXI del Museo Arqueológico.
SEVILLA** (MLXVII), capital de la provincia y de la comunidad: 16 de mayo de 2018.
Museo arqueológico* - sala XXI
EPIGRAFÍA ROMANA
   Está dedicada esta sala fundamentalmente a la presentación de la Epigrafía en piedra de época romana del Museo, epigrafía que ya hemos ido viendo a lo largo de las salas anteriores, pero sólo como elemento complementario, por lo que, salvo algunas excepciones, hemos pasado sobre ella sin prestarle mayor atención. Aquí constituye, por el contrario, el elemento esencial.
   El espacio central de la sala lo ocupa, sin embargo, un bonito mosaico polícromo procedente de Itálica, y aunque sea de menor tamaño y se halle incompleto, no es de menor interés que los que hemos visto hasta ahora, ya que nos muestra una típica escena marina, con la representación de tritones, tocando las trompas, cuyo sonido llegaba hasta el confín de la tierra, y otros seres acuáticos de diverso tipo. Es el único mosaico llegado hasta nosotros de todos los excavados a mediados del s. XIX por Demetrio de los Ríos, del cual conservamos en el Museo un detallado dibujo original.
   Más emblemático, no obstante, que este mosaico marino, que sirvió de fondo a una fuente-surtidor de una casa romana de Itálica, resulta para el contenido de la sala el opus signinum, incompleto, que se muestra en el muro frontal, el cual pudo servir de pavimento a un templo, parece que dedicado a Apolo por algún miembro de la familia de Trajano:
   M(arcus). TRAHIVS C(aii) F(ilius) PR(aefectus) AP(OLLINI TEMPLVM.).../ DE STIPE IDEMQ(ve) CAVL(AS)... Se fecha en los años finales de la República, a juzgar por el modo como está escrito el texto, por medio de tesellas, lo cual no era nada extraordinario en aquella época, pues así se presenta también, ofrecido por Publilius Atticus y Publilius Herculanus, el pavimento de similares características recientemente descubierto en lo que tuvieron que ser instalaciones portuarias de la Sevilla romana, a orillas del Guadalquivir, bajo los actuales Jardines Cristina, en un lugar en el que se descubrieron asimismo restos de la Vía Augustea, paralelos al río, y de la calzada que desde esta vía penetraba en la Híspalis romana. Un lugar, fuera de la muralla, que posteriormente fue utilizado como necrópolis.
   La mayor parte de los epígrafes de la sala son funerarios. Se repiten, por tanto, una y otra vez las mismas fórmulas de consagración a los dioses manes, típicas de la época imperial, D(is) M(anibus) S(acrum), y los mismos deseos finales de despedida dirigidos al difunto, S(it) T(ibi) T(erra) L(evis), "¡que la tierra te sea ligera!" por quien alza la estela, el padre "a su hijo fidelísimo", el esposo o la esposa al "cónyuge amantísimo", el hermano a la "carísima" hermana, el abuelo a su nieto, etc. Todo muy parecido al monótono "no te olvidan" de hoy. El tiempo parece no haber pasado. Hay también casos singulares de expresión de cariño del siervo o la sierva a su dueño, del liberto a su patrono, del verna incluso, de aquél que nació y murió esclavo, a quien siempre fue su señor. Todo un mundo de expresiones que nos permiten conocer los sentimientos de aquellas gentes para con sus muertos y, a través de ellas, comprobar en muchos casos que las relaciones entre señores y esclavos no eran siempre tan duras como a primera vista pudiera parecer.
   Quizá fuera de interés llamar la atención del visitante sobre algunas inscripciones en concreto, pero creemos que todas tienen su encanto, que todas reflejan el alma de alguien que un día perdió a un ser querido, y preferimos que sea el visitante quien descubra, pasando sus ojos sobre ellas, como tantas veces pasarían sobre ellas los ojos de los romanos, la intensidad de esos sentimientos de padre, de esposo, de hermano, de amino más que de dueño, etc. Y constatar que en lo íntimo del hombre nada ha cambiado con los siglos.
   Y a veces ni siquiera las formas. Y lo decimos por la costumbre de los emeritenses, ya que entre los hispalenses no solía darse, de colocar en la tumba, junto a la inscripción, el retrato del difunto. Se trata aquí de una mujer casada, Antonio Flacilla, y una joven hija, Iuventia Urbica, de 21 años, a quienes un pariente y su madre respectivamente dedican estos monumentos, con sus hornacinas, apoyadas sobre pilares o columnas con capiteles corintios y decorados por todos sus lados con diversos motivos alegóricos, el lecho funerario, guirnaldas, la pátera y el jarro.
   A través de las inscripciones podemos intuir también la capacidad económica de las personas a que hacen referencia. La mayor parte son sencillas placas de mármol, como las embutidas en los paneles adosados a la pared. Hay, sin embargo, inscripciones funerarias excepcionales. Y merece la pena que fijemos nuestra atención en este sentido en el gran ara que se alza a la derecha del mosaico central, tanto por su monumentalidad, que delata a personas de indudable poder económico, como por el hecho de hallarse escrita por las dos caras con una misma inscripción, como, y sobre todo, por tratarse de un matrimonio de antiguos esclavos, dos libertos , L (ucius) Valerius y Domicia Felícula.
   Unas inscripciones son muy escuetas; no indican, junto a las inevitables fórmulas rituales, más que el nombre del fallecido, y, a lo sumo, su edad, su condición y que fue "bueno": "Peregrina", "Optatino, siervo, de 18 años, bueno con los suyos", "Gemella, de 12 años", "Successus, siervo, de 30 años", etc.
   La mayor parte de los fallecidos son, como vemos, jóvenes. Algunos, sin embargo, parecen haber sido longevos, como G (aius) Olus Secundus, de Estepa, alcanzó los 125 años (número 37). Era una manera de decir que había muerto muy anciano, anque no se supiera exactamente su edad. Otras veces se añadía a la indicación del número de años un "más o menos", P (Ius) M (inus).
   No todas las inscripciones son, sin embargo, funerarias. Las hay también religiosas. Y alguna de enorme interés. Destaca entre ellas la que se halla frente a la entrada, dedicada por Fabia Fabiana a "Isis niña", Isidi Puella, la diosa egipcia que veíamos en la sala XIX, a la cual dona todas sus joyas, perlas, esmeraldas, gemas, jacintos, etc., para el collar, la pulsera, los pendientes, los anillos, etc., de la diosa en memoria de su piísima nieta Avita. Los costados de la inscripción aparecen decorados con motivos en relieve que hacen de este pedestal uno de los monumentos isíacos de mayor interés en todo el mundo romano: en un lado, un pastor desnudo sentado sobre una roca, que podría ser Osiris, el hermano y esposo asesinado, al que habrá de resucitar; frente a él, Horus, el hijo nacido de ambos después de su muerte, al que parece estar consultando; debajo, el buey Apis, dios solar egipcio, caminando hacia la izquierda; al lado opuesto, Anubis, dios de los muertos, con su cabeza de chacal, y a sus pies otro dios egipcio, Ibis, bajo una palmera. Todo un mundo de ideas y sentimientos en el que muy difícilmente podemos penetrar. Sobre el pedestal debió alzarse alguna imagen d ela diosa. Posteriormente fue reutilizado como elemento de construcción, a lo que se debería la mutilación que presenta en la parte superior.
   En íntima relación con este pedestal podemos poner, por su carácter religioso, el ara que se halla al otro lado de la puerta. Carece de inscripción alguna. En sus caras, sin embargo, podemos contemplar símbolos alegóricos, el jabalí y la corona de laurel, y representaciones de objetos litúrgicos, la pátera, el jarro, los mismos que veíamos en la vitrina de los bronces de mesa de la sala XIII, y el cuchillo, que parecen indicarnos nos hallamos ante un ara ritual.
    Un último ara, que ha sido reutilizada, está dedicada a una diosa con la que no nos habíamos encontrado todavía hasta ahora, pues tuvo en las provincias, al contrario que en Roma, muy escasa difusión. Es Vesta, la diosa que preside el fuego del hogar, el cual se preocupaban de mantener permanentemente encendido en el templo las vírgenes vestales. La ofrece M (arcus) Junius (número 12).
   Otro grupo de inscripciones son claramente honoríficas, están erigidas en memoria u honor de alguien, para que se le recuerde siempre, eterna memoria. Representan el deseo de inmortalidad a que aludiremos en la sala Funeraria.
   Entre las imperiales hay tres gigantescos pedestales de estatuas de granito que hoy se exponen en la sala XX, dedicadas a los emperadores flavios, una a Vespasiano, fundador de la dinastía, y otra a su hijo Tito, en una dedicación conjunta que está relacionada con la elevación de la ciudad de Munigua a la categoría de municipio. La tercera, muy desgastada, podría corresponder a Domiciano.
   Otras inscripciones hacen referencia a personajes de menor relevancia política.
   A L (ucio) Cesio Pollión, edil y duunviro, agradece el municipio, el antiguo San Juan de Aznalfarache, "haber cumplido bien y con felicidad de la República su censorado y duunvirato".
   A Q (uinto) Fulvio Carisiano, "patrono y pontífice", diversas centurias de Arva (Lora del Río) y Mulva (Villanueva del Río y Minas), "le pusieron y dedicaron este monumento", su estatua sobre la basa que se halla junto a una de las esquinas del mosaico (número 49), "por sus méritos", ob merita.
   Decíamos más arriba que los libertos no podían desempeñar magistraturas, pero sí el sevirato y el honor de llevar los ornamenta de los decuriones. Un par de inscripciones nos los confirman en esta sala.
   M (arcus) Helvius Anthus, sevir augustal de Lucurgentum, cerca de Morón de la Frontera, "celebró representaciones teatrales durante cuatro días, costeó un gimnasio y... concedió gratis el baño de las mujeres...", por lo cual, al pedirlo el pueblo, petente populo, se le conceden ornamenta decurionatus. El monumento lo costea su hijo y lo dedica tanti patris, a "tan gran padre".
   Muy similar es la de M (arcus) Egnatius Venustus, liberto de Scitio, a quien las autoridades de Arva (Lora del Río) le concedieron el honor de llevar ornamenta decurionatus y de erigírsele una estatua, que costeó él mismo, en mármol, "la estatua, los escaños y el pedestal".
   Otro grupo de inscripciones son meramente conmemorativas, de hechos oficiales o de importancia solo local.
   Entre las primeras destaca por su interés la de gran tamaño, en mármol negro, que nos dice que el Emperador Vespasiano "renovó la Vía Augusta, desde la (puerta de) Jano hasta el océano, hizo puentes (nuevos) y restauró los viejos". La Vía Augusta era la que desde Cádiz se dirigía a Roma a través de Sevilla y Córdoba. La puerta o arco de Jano debió estar en Cástulo (Linares, Jaén), a la entrada de la Bética. Es inscripción grabada sobre otra anterior que tuvo que ser borrada, como manifiesta el distinto tratamiento de la superficie de la piedra.
   Cerca de ella, una inscripción en un pedestal cilíndrico, incompleta, no nos permite conocer el motivo de su erección, pero sí el nombre del curante, de quien se encargó de dedicarla, "por orden de los decuriones", Calpurnio Rustico, y el lugar a que se hace referencia, Híspalis.
   Otras tienen valor sólo personal o familiar. Y destacamos dos, en sendos fustes de columna gemelos, a un lado y otro del mosaico. Pertenece a la familia Memmia, muy atraída al parecer por las estatuas de bronce, ya que en una de ellas, (número 50), Q (uintus) Memmio Niger manda que se erijan dos "una en su nombre, otra en el de su padre", mandato que cumple C (aius) Memmio Severus, que las levantó en terreno propio (número 50), Y éste, a su vez, en la inscripción que tenemos enfrente (número 45), ordena que se levanten otras dos estatuas, "una para él, otra para su hijo", lo que cumple su heredero C (aius) Memmio Rufus, (que debía ser ambas coas, hijo y heredero). Tenemos así una estatua para el abuelo, Optato; otra para cada uno de sus hijos, Quinto y Caio; y otra para el nieto, con el mismo nombre que su padre, Caio.
   La basa de la estatua de Q (uintus) la tenemos, en fuste incompleto, número 42, junto a la puerta de entrada. Las dos proceden de Estepa. La de Caio, de Écija.
   Entre nuevos epígrafes, en los que invitamos al visitante a detenerse, pues todos ellos se hallan transcritos y traducidos, pasamos por una puerta lateral a la sala XXII.
Textos de:
FERNÁNDEZ GÓMEZ, Fernando y MARTÍN GÓMEZ, Carmen. Museo arqueológico de Sevilla. Guía oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2005.

Enlace a la Entrada anterior de Sevilla**:

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