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domingo, 7 de marzo de 2021

3276. SEVILLA** (MCDXVI), capital: 8 de noviembre de 2019.


























SEVILLA** (MCDXVI), capital de la provincia y de la comunidad: 8 de noviembre de 2019.
   Mostramos imágenes de la Iglesia de Santa Catalina, quizás la iglesia más musulmana de Sevilla. La que tiene un cuadro de una Virgen cuyo manto protege a los soldados de las balas enemigas. La tiene a muchas santas en su portada pero no a Santa Catalina; la que tiene la Fe triunfante más coronada, la de los capiteles romanos, la de la divina providencia de San Cayetano y la del Barroco más espectacular. Una joya fuera de las rutas turísticas de la ciudad. Quizás una de las iglesias más olvidadas.
   El templo debió realizarse en el siglo XIII y reconstruirse tras el terremoto de 1356, en una estética gótica mudéjar en la que se pudo reaprovechar (de forma real, no como en tantas leyendas que se cuentan de otras iglesias) el alminar de una antigua mezquita para ser convertido en torre campanario. Conoció intervenciones importantes en el siglo XVI, en el siglo XVIIII (momento en el que se reformó la capilla mayor y en el que se añadió la espectacular capilla Sacramental) y en el siglo XIX (cuando se reformó a torre y se derribaron algunas construcciones particulares adosadas a la iglesia). Sobrevivió a los planes de la revolución de 1868 (se pensó en su derribo para crear una amplia vía de acceso al centro) y a la Guerra Civil de 1936 (un templo que no sufrió daños en la contienda). Presenta tres naves, con una original portada de ladrillo de arcos polilobulados que se ven desde el exterior. Y es que en 1930, según recuerda una placa junto a la portada, se trasladó a su puerta principal la antigua portada de la iglesia parroquial de Santa Lucía. Una portada ojival de piedra, con arcos apuntados y abocinados que descansan sobre columnillas. En su parte superior se distribuyen cuatro deterioradas esculturas en piedra bajo doseletes góticos, es reconocible la figura de Santa Lucía con sus dos ojos portados en una bandeja, del resto apenas puede reconocerse una talla de la Virgen con el Niño en la parte central. En el exterior quedan las otras dos portadas, la izquierda de gran sencillez (quizás reformada en el XIX) y la del muro derecho, con un sencillo arco ojival realizado en ladrillo. Junto a ella se sitúa la torre campanario, con posible origen en la antigua mezquita del Adarvejo, cuyos sillares de piedra pueden ser los restos del antiguo lugar desde el que el muecín llamaba a la oración. El resto de la torre está realizado en ladrillo, es de época mudéjar, con decoración de paños de sebka (algunos lamentablemente eliminados en la restauración de 1881), arquillos ciegos polilobulados y cuatro grandes vanos en sus frentes con arcos de herradura. Se corona con merlones escalonados que también fueron rehechos en la restauración del siglo XIX. En el complejo espacio exterior de la iglesia se observan los añadidos de la capilla de la hermandad de la Exaltación (confundida en ocasiones con un antigua mihrab), la capilla sacramental con sus azulejos en la ventana alusivos a los símbolos del Rosario,  los curiosos absidiolos de ladrillo y arcos polilobulados cuya situación, junto a la puerta de acceso, sigue siendo difícil de explicar. En los muros exteriores también se distribuye una cruz de forja procedente del antiguo cementerio parroquial anejo a la iglesia, un retablo cerámico con la imagen de Santa Lucía, firmado por Antonio Kiernam y patrocinado, como no, por la ONCE, y un retablo neobarroco que enmarca el azulejo del Cristo de la Exaltación, obra de Cordero Oliva.
   El interior de la iglesia muestra el característico modelo de tres naves separadas por pilares con sección en forma de cruz, teniendo una profunda cabecera dividida en dos tramos, uno poligonal y otro rectangular. Siguiendo las formas del mudéjar sevillano, el cubrimiento de piedra, en forma de bóveda de nervadura gótica, se sitúa obre la zona del presbiterio. Las bóvedas se cubren con artesonado de madera, de tres paños en la nave central (par y nudillo), y a un agua en las laterales (de colgadizo). La zona del presbiterio está ocupada por el retablo mayor, obra de Diego López Bueno (1624-29), reformado en la restauración que realizó el arquitecto José Tirado, maestro mayor de obras de la Catedral que había comenzado como albañil en las obras del Hospital de los Venerables. El retablo presenta diferentes escenas pictóricas de la vida de Santa Catalina, presidiendo la zona central una talla de la titular de comienzos del siglo XVIII, dentro de un camarín realizado en la reforma de 1701. Se completa la iconografía del retablo con tallas de San Pedro y San Pablo en el primer cuerpo, situándose San Juan Evangelista y San Sebastián en el segundo. Si comenzamos el recorrido por el muro del Evangelio, junto a un cuadro del Bautismo de Cristo de Francisco García de la Vega (1689), se sitúa la capilla de la Virgen del Rosario, imagen del siglo XVIII que aparece escoltada por San Félix de Cantalicio y San Benito, en un retablo del siglo XVII. La imagen de la Virgen fue originalmente de talla completa y en fecha posterior fue transformada en imagen de vestir. Tuvo hermandad propia; en torno a la poco habitual situación del Niño en sus brazos (lo sostiene con el brazo derecho) se conocen algunas leyendas que hablan de un suceso milagroso por el que la Virgen se cambió de posición para convencer a un cura incrédulo. Su hermandad se fusionó hace pocos años con la hermandad del Carmen. Le sigue el retablo neoclásico que aloja al grupo de San Cayetano y la aparición milagrosa de la Virgen que le entrega al Niño. Es obra de gran interés de Cristóbal Ramos, de mediados del siglo XVIII, y tuvo en épocas pasadas gran devoción al ser objeto de culto como símbolo de la Divina Providencia.
 En la cabecera de este muro se abre la capilla sacramental, una de las microarquitecturas más espectaculares de la ciudad. Diseñada por el arquitecto Leonardo de Figueroa a comienzos del siglo XVIII, es de planta rectangular, tiene airosa linterna octogonal que recuerda las formas de Borromini y se remata al exterior por una imagen de la Fe realizada por Miguel Quintero (1724). El interior es un barroco compendio de tallas, pinturas y yeserías que se caracteriza por su horror vacui: no queda el más mínimo rincón sin decoración. Su cabecera la ocupa un espectacular retablo de Felipe Fernández del Castillo y Benito Hita del Castillo, terminado en 1753. Lo preside una dinámica talla de la Inmaculada, en un recargado conjunto donde aparecen ángeles atlantes, ménsulas, rocallas, volutas y todo tipo de elementos ornamentales. En el primer cuerpo aparecen las imágenes del dominico Santo Tomás de Aquino y de San Juan Nepomuceno. El ático superior cobija una hornacina con talla de San Sebastián flanqueada por las patronas de la ciudad, las Santas Justa y Rufina. Se completa con una escenografía habitual en los retablos de la época, unos ángeles que abren un gran cortinaje y unas pinturas que aumentan el efecto ilusorio, obra de José García (1730). El amplio programa pictórico de la capilla, iniciado por Pedro Tortolero y continuado por Vicente Alanís, son escenas alusivas a la Eucaristía. Completan la decoración unos óvalos realizados por Duque Cornejo, que enmarcan pinturas de Domingo Martínez. En el lado izquierdo se sitúa una pintura de enorme interés, una tabla del Cristo del Perdón, estilizada pintura del flamenco Pedro de Campaña fechada en 1546. Se enmarca en otro abigarrado retablo de Felipe Fernández del Castillo (1756). La decoración de la capilla se completa con unas vitrinas que acogen escenas con figuras realizadas en barro cocido. Representan a Jesús con los discípulos de Emaús, la Cena Pascual, la Comida en casa de Simón y la Última Cena, todas alusivas al sentido comunitario de la Eucaristía.
   En el muro derecho del presbiterio se abre la antigua capilla de los Carranza, fundada en el siglo XVI, con un retablo de la Asunción de la Virgen ya del siglo XVII. Superado el presbiterio, la cabecera de la nave derecha acoge un retablo del siglo XVIII donde se sitúa una talla de la Virgen del Carmen, obra de candelero realizada en 1867 por Gutiérrez Cano. Tiene hermandad propia, siendo la única imagen de gloria de la Virgen que procesiona bajo palio en la ciudad. Le sigue la interesante capilla de la Exaltación, edificación del siglo XV que sigue el modelo de las capillas qubbas, con planta cuadrada y excelente bóveda sobre paños decorada con azulejos del siglo XVII. Es sede de la histórica hermandad de la Exaltación, popularmente conocida como "los caballos", en alusión a su barroco paso de misterio. Su titular preside el recinto, un crucificado de Pedro Roldán del año 1687. A sus pies se sitúa la imagen de la Virgen de las Lágrimas, talla anónima del siglo XVIII. De gran calidad son los ángeles pasionistas que completan el retablo, obra de Luisa Roldán, que también realizó las imágenes de los dos ladrones que se sitúan  en las andas procesionales de la hermandad cada Jueves Santo.  
   Ya en el muro de la nave se sitúa un retablo cercano al estilo de Barahona, de la segunda mitad del siglo XVII, con un grupo de Santa Ana y la Virgen Niña de comienzos del siglo XVIII. Ya junto a los pies de la nave, el retablo de Santa Lucía está presidido por una interesante talla del siglo XVIII procedente del convento de las Mínimas, que sustituyó a la original procedente de Santa Lucía. Tiene hermandad propia (que estuvo radicada anteriormente en San Julián) y celebra solemne procesión en el día de su festividad. Junto al retablo se sitúan numerosos exvotos, especialmente ojos de latón que hacen alusión a sanaciones milagrosas, y que dan un aspecto popular a una iglesia que compendia buena parte de la historia del arte sevillano 
Textos de:
Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010. 

Enlace a la Entrada anterior de Sevilla**:
3275. SEVILLA** (MCDXV), capital: 8 de noviembre de 2019.

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