28. ÁVILA, capital. Muralla de la ciudad.
29. ÁVILA, capital. Puerta del Alcázar de las murallas.
30. ÁVILA, capital. Puerta de San Vicente.
31. ÁVILA, capital. Otra vista de la muralla.
32. ÁVILA, capital. Fachada principal de la catedral.
33. ÁVILA, capital. Igl. de San Pedro en la plaza de Sta. Teresa.
34. ÁVILA, capital. Lateral de la basílica de San Vicente.
35. ÁVILA, capital. Portada meridional de la basílica de San Vicente.
36. ÁVILA, capital. Fachada principal de la basílica de San Vicente.
37. ÁVILA, capital. Portada principal de la basílica de San Vicente.
38. ÁVILA, capital. Ábside de la cabecera de la basílica de San Vicente.
39. ÁVILA, capital. Interior de la basílica de San Vicente.
40. ÁVILA, capital. Sepulcro de San Vicente en el interior de su basílica.
41. ÁVILA, capital. Portada de la casa de los Verdugo.
42. ÁVILA, capital. Exterior de la cap. de Mosén Rubí de Bracamonte.
43. ÁVILA, capital. Interior de la cap. de Mosén Rubí de Bracamonte.
44. ÁVILA, capital. Plaza de la Victoria o El Chico con la igl. de San Juan.
45. ÁVILA, capital. Ayuntamiento en la plaza de la Victoria o El Chico.
46. ÁVILA, capital. Torreón de los Guzmanes.
47. ÁVILA, capital. Portada del palacio de los Dávila.
48. ÁVILA, capital. Fachada del cvto. de Sta. Teresa.
49. ÁVILA, capital. Interior de la igl. del cvto. de Sta. Teresa.
ÁVILA** (IV), capital de la provincia: 27 de febrero de 2011.
La concentración monumental, tanto intramuros como sobre todo al este de la muralla, hace de Ávila una ciudad idónea para recorrerla a pie, salvo algún desplazamiento más alejado. Es aconsejable, por ello, dejar el coche en los aparcamientos cercanos a la plaza de Santa Teresa, desde la que se alcanza con facilidad la mayoría de los lugares de interés. La riqueza y la variedad monumental de la ciudad dan pie para establecer diversos itinerarios temáticos que, si bien aseguran una mayor coherencia e intensidad en la visita, también exigen idas y venidas que no siempre tienen en cuenta la vecindad de lugares correspondientes a rutas distintas. Por ello, el recorrido que se propone en este caso combina ambos criterios al conjugar cierta unidad temática de fondo (murallas y Catedral, templos románicos, casas nobles, conventos y huellas teresianas), con las interpolaciones exigidas por la proximidad. Debe tenerse en cuenta que, aparte de la omnipresente muralla, los monumentos de visita imprescindible son, al menos, la Catedral, la iglesia románica de San Vicente, el monasterio de Santo Tomás y, dentro de la ruta teresiana, el convento ubicado en la casa natal de la santa y el de la Encarnación.
La muralla y la Catedral
No está definitivamente aclarada la fecha de construcción de la muralla**, que, a lo largo de unos 2,5 km de trazado rectangular, cuenta con casi un centenar de torres y cubos flanqueando sus poderosos muros almenados. Parece probable que esta sólida "caja" de piedra, mampostería, mortero y ripio se edificara sobre una obra romana anterior (en sus intersticios, especialmente en el lienzo que se extiende a lo largo de la calle de San Segundo, aún pueden verse numerosas urnas funerarias, lápidas y estelas de dicha época), quizá, como suele afirmarse, entre los años 1090 y 1099, durante la repoblación acometida por Raimundo de Borgoña. Otras opiniones, sin embargo, retrasan esa fecha casi un siglo. Se trata, en todo caso de una construcción románica, aunque con restauraciones y añadidos góticos y renacentistas, imponente por su configuración y conservada íntegramente. En ella se abren nueve puertas, más o menos monumentales.
Frente a la plaza de Santa Teresa, junto al moderno monumento a la santa se levantan las dos torres unidas por un arco que componen la puerta del Alcázar*, la más espaciosa de todas por tratarse del acceso a la fortaleza que se alzaba tras ella y de la que aún pervive, aunque muy rehecha, la torre del homenaje. Hacia el centro de este lienzo destaca su poderosa curva el llamado "cimorro", que no es sino el gigantesco ábside de la Catedral convertido en el baluarte más poderoso del conjunto defensivo.
A continuación, se abre la puerta de los Leales, antes sólo un postigo que fue reconstruido y agrandado en el siglo XVI. Casi al final de este lado, allí donde el muro parece replegarse sobre sí mismo, con un hermoso y bien cuidado jardín a sus pies, queda la puerta de San Vicente, similar a la del Alcázar, aunque algo más estrecha.
Si circundamos completamente la muralla (lo que, además, nos dará ocasión para visitar los diferentes templos románicos que a modo de corona la rodean y que se mencionan más adelante), nos saldrán al paso, en el flanco septentrional, el arco del Mariscal, la entrada más antigua, y la puerta del Carmen, tras la que se eleva, insólita y graciosa, una espadaña. Este lienzo y el occidental contiguo, que es el de menor longitud y sólo dispone de la puerta del Puente -también llamada de San Segundo, por la cercana ermita-, son los que más fielmente conservan la obra originaria.
Finalmente, en la parte meridional, cuyo último tramo transcurre junto al soleado paseo del Rastro, con hermosas vistas del valle de Amblés y las cercanas serranías parameras, la muralla pierde altura y fortaleza, al tiempo que parece brotar de la roca que la sostiene. Se abren allí, sucesivamente, el portillo de la Mala Ventura, ligado a un suceso trágico y legendario, así como al antiguo barrio judío; la puerta de Santa Teresa o de Montenegro, cercana a la casa natal de la santa, y la puerta del Rastro*, también conocida como la del Grajal o de la Estrella, dispuesta bajo un arco que soporta un gracioso mirador renacentista.
La muralla y la Catedral
No está definitivamente aclarada la fecha de construcción de la muralla**, que, a lo largo de unos 2,5 km de trazado rectangular, cuenta con casi un centenar de torres y cubos flanqueando sus poderosos muros almenados. Parece probable que esta sólida "caja" de piedra, mampostería, mortero y ripio se edificara sobre una obra romana anterior (en sus intersticios, especialmente en el lienzo que se extiende a lo largo de la calle de San Segundo, aún pueden verse numerosas urnas funerarias, lápidas y estelas de dicha época), quizá, como suele afirmarse, entre los años 1090 y 1099, durante la repoblación acometida por Raimundo de Borgoña. Otras opiniones, sin embargo, retrasan esa fecha casi un siglo. Se trata, en todo caso de una construcción románica, aunque con restauraciones y añadidos góticos y renacentistas, imponente por su configuración y conservada íntegramente. En ella se abren nueve puertas, más o menos monumentales.
Frente a la plaza de Santa Teresa, junto al moderno monumento a la santa se levantan las dos torres unidas por un arco que componen la puerta del Alcázar*, la más espaciosa de todas por tratarse del acceso a la fortaleza que se alzaba tras ella y de la que aún pervive, aunque muy rehecha, la torre del homenaje. Hacia el centro de este lienzo destaca su poderosa curva el llamado "cimorro", que no es sino el gigantesco ábside de la Catedral convertido en el baluarte más poderoso del conjunto defensivo.
A continuación, se abre la puerta de los Leales, antes sólo un postigo que fue reconstruido y agrandado en el siglo XVI. Casi al final de este lado, allí donde el muro parece replegarse sobre sí mismo, con un hermoso y bien cuidado jardín a sus pies, queda la puerta de San Vicente, similar a la del Alcázar, aunque algo más estrecha.
Si circundamos completamente la muralla (lo que, además, nos dará ocasión para visitar los diferentes templos románicos que a modo de corona la rodean y que se mencionan más adelante), nos saldrán al paso, en el flanco septentrional, el arco del Mariscal, la entrada más antigua, y la puerta del Carmen, tras la que se eleva, insólita y graciosa, una espadaña. Este lienzo y el occidental contiguo, que es el de menor longitud y sólo dispone de la puerta del Puente -también llamada de San Segundo, por la cercana ermita-, son los que más fielmente conservan la obra originaria.
Finalmente, en la parte meridional, cuyo último tramo transcurre junto al soleado paseo del Rastro, con hermosas vistas del valle de Amblés y las cercanas serranías parameras, la muralla pierde altura y fortaleza, al tiempo que parece brotar de la roca que la sostiene. Se abren allí, sucesivamente, el portillo de la Mala Ventura, ligado a un suceso trágico y legendario, así como al antiguo barrio judío; la puerta de Santa Teresa o de Montenegro, cercana a la casa natal de la santa, y la puerta del Rastro*, también conocida como la del Grajal o de la Estrella, dispuesta bajo un arco que soporta un gracioso mirador renacentista.
Dentro ya del recinto, presidiendo una pequeña plaza y la ciudad toda, la Catedral** es un soberbio templo cuyo aspecto exterior de fortaleza completa y realza el contorno amurallado. De ella escribió el joven García Lorca: "Es un pensamiento del más allá en medio de una interrogación del pasado". Es una forma de verla.. Se comenzó a construir sobre una iglesia anterior hacia 1172, bajo la dirección inicial del maestro Fruchel y según los cánones del románico cisterciense, aunque la demora en su ejecución, hasta bien entrado el siglo XIV, explica que el conjunto se imponga la impronta gótica. De hecho, suele considerarse como el primer templo de este estilo construido en la Península.
En el exterior, más que la desafortunada portada principal, que fue rehecha en el siglo XVIII amalgamando torpemente elementos y estilos diversos, aparte de que una de las torres laterales permanece inacabada-, destaca la portada de los Apóstoles*, o puerta norte, hermosa obra del siglo XIII con una excelente ornamentación escultórica, aunque necesitada de una buena restauración. Fue trasladada a este lugar por Juan Guas desde su emplazamiento primitivo, en la fachada principal, a mediados del siglo XV.
Extramuros: templos románicos
Desde la Catedral, la trama urbana de intramuros invita a escudriñar sus rincones cargados de historia y jalonados, como después veremos, de casonas nobles. Antes, sin embargo, conviene realizar un recorrido básico por los extramuros de la ciudad (nueva ocasión, para circundar, si no se se ha hecho antes, la muralla), pues es allí donde se encuentran los monumentos más destacados. Sobresalen entre ellos diferentes templos de origen románico que se alzan próximos a las distintas puertas y que corresponden a los primitivos barrios que fueron creciendo al tiempo que la propia ciudad interior.
En uno de los lados de la céntrica plaza de Santa Teresa, la iglesia de San Pedro*, de los siglos XII-XIII, eleva su austera fachada principal calada por un amplio rosetón goticista sobre la portada con arquivoltas. Es un templo de tres naves, con pronunciado crucero coronado por un cimborrio, tres portadas y tres ábsides, que son los que con mayor pureza mantienen la obra románica, ya que la iglesia sufrió reformas de importancia en el siglo XV. En el interior pueden verse enterramientos góticos y valiosos retablos.
Cercana, frente a la puerta homónima, se alza, magnífica en su equilibrado porte románico, la basílica de San Vicente**, construida a partir de finales del siglo XI sobre el lugar en que, según la tradición, fueron martirizados en los primeros años del siglo IV los hermanos Vicente, Sabina y Cristeta. El templo muestra añadidos y reformas posteriores, como el pórtico gótico de granito (siglo XIV) que precede a la fachada meridional. Esta última está recorrida por una preciosa cornisa* con hermosas figuras dispuestas a modo de friso escultórico que representan, al parecer, una alegoría de la lucha del Vicio contra la Virtud. Bajo ella hay una portada adornada también con destacables esculturas.
De mayor pureza románica es la portada* principal, que se abre entre dos torres inacabadas en la fachada occidental. Por su delicadeza y detallismo escultórico suele compararse al Pórtico de la Gloria compostelano y probablemente es obra del mismo maestro Fruchel que trabajó en la Catedral. Gran plasticidad posee también la cabecera, compuesta por tres ábsides, tras los que se eleva la linterna que corona el crucero de amplios brazos.
El interior, de tres naves sobre pilastras, triforio con tracerías caladas y bóvedas de crucería ojival, responde ya a un estilo de transición que incorpora soluciones góticas. Ha sufrido importantes reformas a lo largo de este siglo y no siempre con fortuna. Pieza románica de gran belleza, aunque situada bajo un baldaquino gótico-florido, es el sepulcro de San Vicente* y sus hermanas (siglo XII), sostenido por columnas helicoidales y decorado, en los laterales, con hermosos relieves referidos a su vida y martirio.
Ávila interior: una ciudad renacentista
Encontramos en la calle López Núñez la ennegrecida casa de los Verdugo, cuya fachada está flanqueada por dos torretas apenas sobresaliente.
Entre altos soportales de piedra en tres de sus lados, la plaza de la Victoria o El Chico, centro de la vida oficial de la ciudad, ya que en ella se encuentra el Ayuntamiento. Es también habitual zona de mercado, permanentemente animada.
Frente al edificio consistorial está la iglesia de San Juan, de oscuros orígenes, acaso visigóticos y sin duda románicos, aunque muy transformada en los siglos XV y XVI. En ella se conserva la pila en la que fueron bautizados Santa Teresa de Jesús y otros abulenses ilustres, como el músico Tomás Luis de Victoria.
Entre El Chico y el lienzo meridional de la muralla se agrupa otro interesante núcleo de edificaciones civiles, comenzando por el llamado torreón de los Guzmanes, bastión esquinero y almenado (siglo XIV) de una casona que acoge dependencias de la Diputación, y junto al cual se alza un monumento a San Juan de la Cruz. Grandes dovelas enmarcadas en alfiz convergen en el medio punto de la puerta por donde se entra a un patio sobrio y austero, compuesto de 12 arcos, columnas blasonadas y doble galería, y unas estancias superiores adornadas con artesonados mudéjares.
Mayor relieve posee el extenso palacio de los Dávila*, de los siglos XIII-XIV; está formado por diversas construcciones que se disponen junto a la puerta del Rastro y reúnen elementos de diferentes estilos bajo un indudable aspecto de fortaleza.
Huellas de Santa Teresa y otros conventos
La plaza de la Santa lo preside el convento de Santa Teresa*, fundado en 1636 sobre la que fuera su casa natal. La iglesia, de estilo que funde lo barroco y lo neoclásico, posee capillas ligadas a las estancias familiares y en ella pueden verse sendas estatuas de Gregorio Fernández (Cristo atado a la columna y un retrato de la santa). Se muestran también el huerto de los juegos infantiles de la escritora y un museo de recuerdos teresianos.
Enlace a la Entrada anterior de Ávila**:
No hay comentarios:
Publicar un comentario