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domingo, 3 de abril de 2016

1477. SEVILLA** (CCCLXXI), capital: 16 de diciembre de 2012.

2316. SEVILLA, capital. En el vestíbulo del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

2317. SEVILLA, capital. Patio de las Doncellas del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

2318. SEVILLA, capital. Otra perspectiva del Patio de las Doncellas del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

2319. SEVILLA, capital. Parterre del Patio de las Doncellas del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

2320. SEVILLA, capital. Detalle de las arquerías del Patio de las Doncellas del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

2321. SEVILLA, capital. En la alcoba Real del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

2322. SEVILLA, capital. Patio de las Muñecas del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

2323. SEVILLA, capital. Cuarto del Príncipe del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

2324. SEVILLA, capital. Techo de la sala de Isabel la Católica del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

2325. SEVILLA, capital. Sala de la Media Caña del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

2326. SEVILLA, capital. Salón de Embajadores del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

2327. SEVILLA, capital. Salón del techo de Carlos V del palacio del Rey Don Pedro de los Reales Alcázares.

SEVILLA** (CCCLXXI), capital de la provincia y de la comunidad: 16 de diciembre de 2012.
   Palacio del Rey Don Pedro. En el muro frontal del patio de la Montería aparece la fachada de esta suntuosa construcción, considerada como la primera gran obra civil de Sevilla, en la que se conjugan a la perfección los estilos islámicos con elementos constructivos de tradición cristiana. Encargado por Pedro I, las obras duraron sólo dos años, de 1364 a 1366. Al otro lado de la puerta se entra en el llamado vestíbulo, cuya planta en ele señala el gusto agareno por la privacidad, al impedir de esta forma la vista del interior desde el acceso. Más bien lóbrego, sobre todo conforme por él se avanza, y dividido en tres espacios por arcos peraltados, con sus enjutas o albanegas tapizadas de yeserías, las cuatro columnas de la primera zona muestran capiteles visigóticos, quizás de la antigua basílica de San Vicente.
   Dejando atrás unas magníficas puertas de madera, cuyas lacerías denotan la presencia de artistas mudéjares toledanos, se entra en el maravilloso patio de las Doncellas, el principal del palacio, en torno al cual se realizaban las actividades de la corte. Las distintas restauraciones han alterado en parte la traza original, pero en nada han disminuido sus extraordinarios encanto y esplendor. Se trata de un gran claustro rectangular de 21 por 15 m, con arquerías polilobuladas, de influencia califal cordobesa, que apean en parejas de columnas de mármol, con bellísima decoración de sebka calada en las enjutas. Los muros llevan zócalos de azulejos datables en el momento de la construcción del edificio. Una alberca recorre de arco a arco el centro del patio por su longitud mayor, rodeada de un andén que permite caminar por su borde. Excavaciones culminadas en el año 2004 han sacado a la luz dos parterres rehundidos a un lado y a otro de esta alberca, cercados por muros de ladrillo visto colocados a soga y adornados con una sucesión de arquillos enlazados y ciegos, descubrimiento que se considera de una importancia excepcional.
   La visita prosigue por la alcoba Real, también conocida como dormitorio de los Reyes Moros, compuesta de dos estancias que tienen su entrada en la galería derecha del patio, conforme se viene desde la entrada, y que muestran un esplendoroso zócalo de azulejos, así como bóveda ojival  arquerías polilobuladas que sirven para separar una de la otra. Del dormitorio se pasa a la sala de los Pasos Perdidos, cuyos artesonados pertenecen a la época de los Reyes Católicos, y de ésta al pequeño patio de las Muñecas, en torno al cual se distribuyen las dependencias más íntimas del palacio. Las hermosas arquerías peraltadas y angreladas descansan sobre columnas de mármol con capiteles califales, traídos de Córdoba por Al-Mutamid. Son preciosoas las labores de ataurique y de sebka que cubren las enjutas.
   A la derecha del patio está el cuarto del Príncipe, nombre que recibe por estimarse que en él vino al mundo el príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos. Se compone de tres espacios, uno central y dos más pequeños, a modo de alcobas, en los laterales. Son especialmente llamativos los artesonados de las tres piezas, especialmente el de la izquierda, a base de casetones dorados con rica decoración geométrica  de piñas. Contigua a este aposento, se encuentra la sala del techo de Isabel la Católica, con acceso desde el patio de las Muñecas, una estancia bellísima, conocida con este nombre por el precioso artesonado a base de taracea que la adorna, de la época de los Reyes Católicos. De esta pieza se pasa a la sala de la Media Caña, más conocida, quizás, con el apelativo de salón del techo de Felipe II, precisamente por la techumbre que la cubre. Es el mayor salón del palacio. Se asoma al jardín del Príncipe a través de una cancela flanqueada por sendas ventanas con ajimez.
   En el muro fronterizo se encuentra el famoso arco de los Pavones, conjunto de tres arcos de herradura, sobre el que se alza uno ciego que cubre todo el muro, en cuyo interior se abren tres ventanas con delicadas celosías de yeso, el mismo yeso polícromo con el que se adornan los paramentos. Este arco da paso al fastuoso salón de Embajadores, en el que algunos aseguran que el rey don Pedro mató a su hermano don Fadrique. Desde luego, era el salón del rey. Se trata de una estancia de planta cuadrada, con cubierta a cuatro aguas, que en la arquitectura musulmana se denomina kubba y que, en este caso, se inspira de forma inmediata en la kubba de la Madinat al-Zahra cordobesa. El salón resulta impresionante. Está en primer lugar la enorme cúpula de media naranja que lo cubre. Aunque no es la original, pues data de la época de Juan II, hacia 1427, en nada desmerece de aquélla, por lo que se sabe. Lleva una delicadísima labor de encaje a base de lazos calados y policromados, así como un tambor con castillos y leones, y se apoya en maravillosas trompas de mocárabes dorados. Debajo figura un friso con inscripciones cúficas y una serie de espacios con treinta y dos bustos de damas castellanas. Siempre hacia abajo, rodean a continuación los cuatro paramentos un conjunto de hornacinas interrumpidas por un balcón en cada uno de los lados, con balaustrada de forja, trabajo que realizó el herrero Francisco López en 1592. En cada una de las hornacinas figuran los retratos de los reyes españoles, desde el godo Recesvinto hasta Felipe III. Los muros se cubren con estucados en la parte superior y con bellísimos zócalos de azulejos en la inferior. A un lado y a otro del salón hay otras dos estancias a las que se pasa a través de sendas arcadas triples de arcos de herradura sobre columnas de mármol con capitel califal, en todo semejantes a las del salón Rico de Madinat al-Zahra.
   Vienen ahora una serie de habitaciones denominadas de los Infantes, cuyas puertas y ventanas dan al jardín de las Galeras. De estas alcobas se pasa al salón del techo de Carlos V, nombre que se debe igualmente a su artesonado, magnífico ejemplar renacentista que se compone de casetones octogonales y romboides enmarcados por preciosas molduras finamente talladas, apareciendo en la zona central una serie de altorrelieves con las figuras del emperador Carlos V y de la emperatriz Isabel, rodeados de guerreros y de damas de diverso pelaje.

Enlace a la Entrada anterior de Sevilla**:

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