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jueves, 25 de marzo de 2010

57. TORDESILLAS* (I), Valladolid: 23 de julio de 2005.

1. TORDESILLAS, Valladolid. Plaza Mayor con el Ayuntamiento en primer término.
2. TORDESILLAS, Valladolid. Igl. de San Antolín.
3. TORDESILLAS, Valladolid. Casas del Tratado.
4. TORDESILLAS, Valladolid. Fachada del antiguo palacio, del Cvto. de Sta. Clara.
5. TORDESILLAS, Valladolid. Una de las estancias del Cvto. de Sta. Clara.
6. TORDESILLAS, Valladolid. Cúpula de una de las estancias del Cvto. de Sta. Clara.
7. TORDESILLAS, Valladolid. Detalle de la decoración de la armadura de la igl. del Cvto. de Sta. Clara.
8. TORDESILLAS, Valladolid. Decoración mudéjar del intradós de un arco del Cvto. de Sta. Clara.
9. TORDESILLAS, Valladolid. Vista general de la capilla mayor de la igl. del Cvto. de Sta. Clara.
10. TORDESILLAS, Valladolid. Retablo de campaña de la Cap. de los Saldaña en el Cvto. de Sta. Clara.
11. TORDESILLAS, Valladolid. Vista general de la igl. del Cvto. de Sta. Clara.
TORDESILLAS* (I), provincia de Valladolid: 23 de julio de 2005.
   Su intenso pasado de ciudad cortesana aún invade el presente de este importante nudo de comunicaciones que se alza junto al Duero.
Murallas. En el medievo se encontraba el caserío rodeado de una cerca amurallada que se abría a cuatro puertas (del Puente, Nueva, del Mercado y Valverde) y de la que hoy sólo se conserva, en forma de resto, la torre de Sila (formada por sillarejo y ladrillo) y algunos lienzos muy reconstruidos. Y tenía muchas casas blasonadas, hechas de piedra y de ladrillo, con escudos heráldicos, balcones de forja y aleros de madera, que todavía campean en diversas calles aunque sometidas al olvido y a las rehabilitaciones que los actuales tiempos exigen.
Casco histórico. Recorriendo el centro histórico se pueden encontrar rincones sugestivos y advertir los restos palaciegos del esplendor pasado. En la plazuela de Cristo Rey se ubica uno de esos escenarios no excesivamente adulterados por las nuevas construcciones, formado por los muros del convento del Carmelo y la iglesia de San Juan, que aporta al recinto una sobria portada barroca de ladrillo.
   En la calle de San Antón, rodeados de bares de copas y estruendo, surgen fachadas nobiliarias con arcos de medio punto insertos en alfiz.
   Buenos sillares configurando arcos dovelados y portadas ilustres hay en la calle A. Román del Castillo, vía que desemboca en la plaza donde eleva su fábrica la iglesia de Santa María. Precisamente en dicha plaza, frente a los contrafuertes del ábside, se sitúa una buena fachada que encierra una gran puerta dovelada y enmarcada en alfiz.
Plaza Mayor*. La calle de Santa María permite acceder a la Plaza Mayor, centro urbanístico y vivencial de la villa a partir del siglo XVI.
   La plaza primitiva, mandada construir en 1485 por el obispo de Segovia don Juan Arias Dávila para que la población tuviera un espacio público acorde con su categoría, se remodeló a finales del siglo XVI conformando un escenario de casas porticadas con dos pisos en altura y grandes ventanales, desde los que se podían contemplar los espectáculos públicos prodigados por la cultura barroca.
   De estilo castellano y planta cuadrada, refuerza su singularidad por abrirse perpendicularmente en sus cuatro costados a otras tantas calles principales: San Antolín, San Antón, Santa María y San Pedro. El aspecto uniforme y regular que presenta se debe a la sucesión de soportales, a las columnas toscanas de piedra, a las zapatas de madera y a la viguería vista.
   La calle de San Antolín conduce precisamente a la fachada monumental que se extiende frente a las aguas del Duero y dibuja uno de los perfiles característicos de la villa, fachada que está formada por las Casas del Tratado, la iglesia de San Antolín y la iglesia de San Juan.
   Antes de llegar conviene detenerse ante la gran casa de piedra que fue de los Alderete, familia poderosa que habría de dejar su huella en forma de capillas funerarias y obras de arte. Presenta puerta dovelada de mucha reciedumbre y muro posterior con dibujo de almenas.
Casas del Tratado*. Las llamadas Casas del Tratado son dos edificios actualmente unidos.
   En uno, el más antiguo, que se postula como el lugar donde se firmó el tratado, las obras se iniciaron en 1484. Perteneció a don Alonso González de Tordesillas (caballero que ostentó el cargo de repostero de cama) y a su esposa, doña Leonor de Ulloa, señora principal que se hizo construir en la iglesia de San Antolín la capilla que prolonga el presbiterio. Ambos exhiben sus blasones en la portada del palacio, en compañía de las armas de los Reyes Católicos.
   La casa más moderna, edificada en el siglo XVII, muestra una larga fachada de piedra, varios balcones de forja y un mirador que sirve para asomarse al Duero. Con motivo de los fastos conmemorativos del V Centenario del Tratado, fue rehabilitada y convertida en casa de cultura. Esconde un pequeño patio con columnas de piedra que da paso a un espacio abierto donde se expone un conjunto de maquetas que representan seis de los edificios más característicos de Castilla y León.
   En las dos casas citadas se ubica el Museo del Tratado. La exposición persigue dar a conocer las claves culturales, territoriales y políticas que obligaron a firmar un acuerdo entre las dos grandes potencias emergentes de la época (España y Portugal) para dividirse las tierras conocidas y las que se podrían conocer. El papa Alejandro VI intervino como mediador entre las cabezas hegemónicas de los dos reinos: los Reyes Católicos y Juan II de Portugal.
   El Tratado de Tordesillas se firmó el 7 de julio de 1494 y en él se fijaron los límites que cada corona debía respetar. Se trazó así una línea imaginaria, situada a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, que dividía el Atlántico en dos teóricas mitades, quedando el hemisferio occidental dentro de los dominios castellanos y el oriental dentro de los portugueses.
Iglesia de San Antolín*. Contigua a las Casas del Tratado se levanta la iglesia de San Antolín, hoy convertida en museo que acoge valiosas obras de arte procedentes de los templos tordesillanos.
   Se trata de un edificio erigido entre los siglos XVI y XVII, que emplea ladrillo en la torre y sillería en el resto. Tiene varias capillas adosadas a la cabecera, entre las que destaca la levantada a mediados del siglo XVI por la familia de los Alderete, que se cierra con buenas rejas de la misma época.
   Precisamente en dicha capilla es donde se concentran las piezas de mayor relieve artístico. En el centro de la misma descansa, en un sepulcro plateresco, el caballero don Pedro de Alderete, comendador de la Orden de Santiago y regidor de la villa. Es un sepulcro muy historiado en los lados (figuras de evangelistas y santos) que fue realizado en alabastro por Gaspar de Tordesillas en el año 1550. A los pies yace un yelmo sobre el reposan dos niños.
   El ilustre regidor, que quiso ser inmortalizado con atavíos guerreros y barba pronunciada, examina con ojos asombrados el excelente retablo que cubre uno de los muros. Ensamblado por el activo Gaspar de Tordesillas, combina pinturas atribuidas a Antón Pérez y esculturas que se cree salieron de la gubia de Juan de Juni y su taller. Como curiosidad, llama la atención la lejanía de los dos ladrones acompañando a la figura principal de Cristo, que aparece en lo alto y en el centro de la composición bajo la imagen de Dios Padre.
   Desde la propia capilla parte una escalera de caracol que permite acceder al coro. Y desde allí se puede subir a la terraza para admirar, en atractiva vista panorámica, las espadañas de ladrillo, la torres de los templos, la geometría de las tejas y la lámina del río, que brilla con temblor de música y cristal. Todo envuelto en el rumor permanente del agua, que tras sobrepasar el puente se rompe con estrépito.
   Otras obras notables engalanan el museo: una talla de la Piedad que recuerda el estilo del Maestro de San Pablo de la Moraleja; un Calvario ubicado en la capilla de los Acevedo; una imagen de la Inmaculada, obra de Pedro de Mena; y dos Cristos yacentes (no situado en la nave central y otro en el centro del presbiterio) de la escuela de Gregorio Fernández.
   Desde San Antolín se llega al convento de Santa Clara siguiendo la calle de Alonso Castillo y dejando a la derecha los jardines de Palacio. Precisamente en la terraza ocupada actualmente por los citados jardines se levantó (hasta que en 1771 fue mandado derribar por Carlos III debido a su estado ruinoso) el palacio donde estuvo viviendo 46 años la reina doña Juana de Castilla.
Convento de Santa Clara**. Visitar el convento de Santa Clara significa vivir una apasionante experiencia estética, ya que se tiene la ocasión de admirar uno de los conjunto artísticos más relevantes de España. Debe decirse, a modo de introducción, que es una mezcla de palacio y monasterio. O mejor, un palacio convertido en monasterio. Eso explica la riqueza y el refinamiento ornamental que adornan muchas dependencias y, al mismo tiempo la sobriedad que define algunas zonas de la clausura. Y el hecho de haber sido residencia real justifica la abundancia y la extraordinaria calidad de los tesoros artísticos que encierra.
   Los orígenes del palacio se sitúan en torno a 1340, año en el que el rey Alfonso XI, para conmemorar la victoria obtenida en la batalla del Salado, ordenó la construcción de un complejo palacial donde se pudiera alojar su favorita, doña Leonor de Guzmán. Su hijo Pedro I el Cruel siguió la costumbre del padre y permitió que viviera en las estancias su amante doña María de Padilla. Hasta que en 1363 la infanta doña Beatriz, de acuerdo con el mandato testamentario de su padre, mandó convertir el edificio real en convento de monjas clarisas.
   Tras contemplar en el patio de ingreso la portada del antiguo palacio y el pórtico que forman los seis arcos rebajados, comienza la visita en el vestíbulo, lugar donde se pueden apreciar restos de la policromía que originalmente recubría la ornamentación de yeserías, así como pinturas murales mal conservadas.
   La capilla dorada, que era el oratorio privado del rey, presenta una cúpula semiesférica con decoración de lacería y diversas pinturas góticas en las paredes como un Calvario o una Virgen con el Niño y un rey Mago. Se adorna con instrumentos musicales como el realejo u órgano portátil que perteneció a Juana la Loca, el clavicordio del siglo XVIII o el virginal, instrumento de tecla y cuerda pinzada que se fabricó en Amberes en el siglo XVI y muestra la tapa decorada con una pintura flamenca.
   Tras caminar por el patio del Vergel, sobrio claustro de estilo clasicista construido en el siglo XVII por Francisco de Praves, se llega al refectorio, que exhibe una hilera de bancos hechos con madera de nogal.
   El antecoro es una estancia singular que cobija diez capillas donde se pueden admirar sobresalientes piezas de madera dorada y policromada terminadas en los siglos XVI y XVII. Los cristales emplomados impiden apreciar con precisión la belleza de una espléndida Piedad del siglo XV ejecutada en piedra policromada y estilo hispano-flamenco.
   Al final del coro largo, estancia que, antes de convertirse en sala capitular, fue el salón del trono del palacio, se encuentra la capilla mayor, separada por una reja de madera que, a modo de arrocabe de alfarje, se remata con una viga decorada con pinturas del Maestro de Manzanillo. Los muros de la capilla se hallan totalmente cubiertos con pinturas murales del siglo XVI, en las que se advierte la influencia de Juan de Borgoña. Dichos muros albergan también, en la parte del testero, un retablo plateresco con escenas de la Pasión.
   La iglesia conventural, cuya construcción se inició en la segunda mitad del siglo XIV, posee en la capilla mayor una espléndida armadura mudéjar de madera dorada y policromada, que presenta labor de lacería con piñas de mocárabes. Es una obra maestra del arte mudéjar castellano. Alberga en el arrocabe una colección de 43 pinturas sobre tabla, de influencia flamenca, atribuidas a Nicolás Francés. Preside el altar mayor un retablo renacentista de alabastro compuesto de banco, dos cuerpos y tres calles.
   Desde la iglesia se puede acceder a la sacristía y a varias capillas laterales. La sacristía, que era otro de los antiguos salones del palacio real, contiene una valiosa colección de pinturas, entre las que sobresalen las tablas que muy probablemente formaban parte del antiguo retablo mayor y fueron pintadas por el Maestro de Portillo.
   Entre todas las capillas existentes, es imprescindible detenerse en la construida a expensas de don Fernán López de Saldaña, contador mayor del rey Juan II, que se levantó en el siglo XV en estilo flamenco-borgoñón, modalidad del gótico que por primera vez se introducía en Castilla. Alberga en su interior no sólo uno de los grupos escultóricos más relevantes de la época, sino una pieza excepcional: el retablo anónimo, del siglo XV y madera policromada, que salió de talleres flamencos y que, al ser también políptico, ofrece pinturas atribuidas a Nicolás Francés.
   Termina la visita a la parte religiosa ante las rejas que impiden acceder al coro bajo. Una reja románica y otra gótica protegen la intimidad de las once monjas que todavía agitan sus tocas en el coro y mueven sus labios en la penumbra de los aposentos.
   Falta por reseñar los baños árabes. Estrechamente relacionados con los modelos islámicos del siglo XI encontrados en otros lugares de la Península, repiten el esquema de la sala fría, templada y caliente. Entre los elementos decorativos existentes destacan las pinturas, que desarrollan motivos geométricos y vegetales y esbozan siluetas de animales. La llamada sala templada (tepidarium) descuella por su amplitud, los arcos de herradura y las bóvedas de arista. Todas las estancias se iluminan con unos tragaluces en forma de estrellas de ocho puntas.
Iglesia de San Pedro. En la plaza de Roma, frente a la iglesia de San Pedro, alza sus muros una casona nobiliaria. Envuelta en un aire general de desamparo, luce un soberbio blasón, una torre lateral de mediana altura y tres valiosas rejas renacentistas situadas en el piso inferior.
   La iglesia de San Pedro es un edificio del siglo XVI que emplea sillería en gran parte de su fábrica y acude al recurso del ladrillo para configurar varios cuerpos en la torre.
   Posee tres naves separadas por grandes columnas romboidales, sobre las que se apoyan unos arcos apuntados que sostienen bóvedas de crucería. Estas bóvedas trazan fantasías en la nave central y en el crucero, y de cañón con lunetos en las laterales.
   En la capilla mayor refulge un fastuoso retablo barroco con columnas salomónicas, cuya calidad ha sido destacada por los estudiosos. Terminado a finales del siglo XVII, está dedicado a la Epifanía y al titular de la iglesia, que no es otro sino San Pedro en Cátedra.
   Pero lo más destacado del templo es la capilla adosada a la cabecera y abierta en el lado de la epístola, que la familia Gaitán comenzó a construir en 1674. Profusamente decorada con pinturas, alberga una cúpula con yeserías y dos estatuas orantes donde se rinde homenaje y memoria a los fundadores.
Museos. Cerca de la iglesia de San Pedro y ocupando una casa del siglo XVI, se encuentra el Museo y Centro Didáctico del Encaje en Castilla y León.
   Este museo, inaugurado en el año 2000, es un centro de investigación que se dedica a recuperar los encajes históricos de Castilla y, al mismo tiempo, a exponer un muestrario de trabajos textiles pertenecientes a diversos siglos y épocas.
   En sus tres pisos y 18 salas se muestran unas 1.500 piezas de las 30.000 que forman la colección. A los encajes y bordados, detalles de indumentaria, piezas litúrgicas, paños de ritual y elementos del ajuar doméstico se suma una extensa biblioteca especializada en artes textiles que alcanza los 15.000 volúmenes.
   En sus aulas se puede aprender la historia del encaje, los procedimientos de diseño y las técnicas europeas. Se hace especial hincapié en los encajes históricos de Castilla y León, que fueron patrimonio de los monasterios y de las casas nobiliarias.
   Completa la oferta el Museo del Farol, que se ubica en lo que fue el monasterio de San Francisco y acoge una moderna interpretación de las tradiciones y fiestas tordesillanas.
Otras iglesias y hospitales. Muy cerca, en el corro del Sol, languidecen las ruinas consolidadas de la iglesia de Santiago. En uno de los lados se percibe una sucesión de arcos que van disminuyendo progresivamente de tamaño mientras el central se enmarca en alfiz. A pesar de las pintadas que se han apoderado de la parte baja de los muros, el interior conserva todavía el pálpito de la evocación.
   Para finalizar el recorrido monumental, es preciso citar la iglesia de Santa María, templo levantado en el siglo XVI que combina en su fábrica la piedra y el ladrillo. El retablo mayor es barroco.
   La iglesia de San Juan Bautista, edificio de origen medieval con muchas modificaciones realizadas en los siglos XVI y XVII, ha sido recuperado de la ruina y guarda en el crucero una cúpula decorada con frescos.
   El hospital de Peregrinos, fundado en 1499 por el arcipreste de la villa don Juan González, sufrió grandes reformas en el siglo XIX y hoy se utiliza como centro asistencial.
   Y el hospital de Mater Dei, fundado en el año 1467 por doña Beatriz, hija de don Dionís de Portugal, que conserva un patio porticado y una iglesia de mediado del siglo XVI decorada con yeserías.

Textos de:
RAMOS, Alfredo J. Guía Total: Castilla y León. Ed. Anaya. Madrid, 2004.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Valladolid. Ed. Anaya. Madrid, 2008.

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