16. CÓRDOBA, capital. Vista de la ciudad desde el inicio del Puente romano.
17. CÓRDOBA, capital. El molino de San Antonio.
18. CÓRDOBA, capital. Los Sotos de la Albolafia.
19. CÓRDOBA, capital. La Torre de la Calahorra.
20. CÓRDOBA, capital. Otra perspectiva de la Torre de la Calahorra.
21. CÓRDOBA, capital. El Puente Romano.
22. CÓRDOBA, capital. El Arcángel San Rafael, en el Puente Romano.
23. CÓRDOBA, capital. La Puerta del Puente desde el Puente Romano.
24. CÓRDOBA, capital. La Puerta del Puente desde la plaza del Triunfo.
25. CÓRDOBA, capital. El Triunfo de San Rafael.
26. CÓRDOBA, capital. Otra perspectiva del Triunfo de San Rafael.
17. CÓRDOBA, capital. El molino de San Antonio.
18. CÓRDOBA, capital. Los Sotos de la Albolafia.
19. CÓRDOBA, capital. La Torre de la Calahorra.
20. CÓRDOBA, capital. Otra perspectiva de la Torre de la Calahorra.
21. CÓRDOBA, capital. El Puente Romano.
22. CÓRDOBA, capital. El Arcángel San Rafael, en el Puente Romano.
23. CÓRDOBA, capital. La Puerta del Puente desde el Puente Romano.
24. CÓRDOBA, capital. La Puerta del Puente desde la plaza del Triunfo.
25. CÓRDOBA, capital. El Triunfo de San Rafael.
26. CÓRDOBA, capital. Otra perspectiva del Triunfo de San Rafael.
CÓRDOBA** (VI), capital de la provincia: 25 de noviembre de 2012.
Panorama desde el puente
El mejor lugar para iniciar al día de hoy una visita a la ciudad se encuentra en la margen izquierda del Guadalquivir, concretamente en la avenida de Fray Albino, junto a la Calahorra y a la desembocadura del viejo Puente Romano. Desde aquí, la ciudad ofrece al visitante una de sus más impresionantes vistas: el Guadalquivir, en primer término, con sus aguas hoy limpias discurriendo veloces a través de las islas, después de formar una especie de lago calmoso desde el molino de Martos hasta los ojos del Puente. Enseguida, al otro lado, la fachada meridional del seminario, la aguja interminable sobre la que se eleva el arcángel San Rafael, el caparazón de la Mezquita, como el de un castillo encantado, el perfil del caserío sobre el que se elevan las torres, cúpulas, campanarios, y, por detrás, la silueta quebrada de la sierra sobre el fondo casi siempre despejado del cielo.
Prácticamente debajo del Puente Romano se ven unos molinos de origen árabe. El más importante es el de la Albolafia, situado al borde de la margen derecha y cuya poderosa noria formó durante muchos tiempo parte del sello de la ciudad. La Junta de Andalucía está llevando a cabo un plan para la rehabilitación y embellecimiento del entorno de la Mezquita, plan que lleva consigo la recuperación de estos molinos, habiéndose concluido ya la del de San Antonio, que luce su deliciosa silueta en la orilla izquierda.
Los Sotos de la Albolafia*
Pero lo más sobresaliente que se observa en el río en la actualidad son los denominados Sotos de la Albolafia, que cuentan con la declaración de Monumento Natural. Consisten en un a serie de islas que emergen de las aguas a partir del Puente Romano y que en el curso de unos pocos años se han convertido en refugio de numerosas especies de aves acuáticas, muchas de ellas en peligro de extinción.
Palomas bravías, por supuesto, y gaviotas, pero también garcillas, garzas, patos comunes, fochas, malvasías, cormoranes, etc. anidan tranquilamente en las arboledas o entre los carrizos y resulta un verdadero prodigio verlos desplazarse sobre las aguas, muchas veces seguidos de sus crías, sumergirse para capturar los peces del río o sobrevolar el espacio a despecho de la proximidad de los seres humanos y en medio del fragos que produce el tráfico de la ciudad.
Torre de la Calahorra
En esta margen izquierda se alza, como se ha dicho, la torre de la Calahorra, cuyo nombre significa castillo libre. Es esta una edificación de origen árabe que formaba parte del sistema defensivo de la ciudad. La fábrica, actual, sin embargo, es cristiana.
La construcción inicial consistía en dos torres unidas por un arco. Más tarde en 1369, durante el reinado de Enrique II, se anuló el arco, se añadió una tercera torre y se unieron las tres por dos semicilindros de la misma altura; al mismo tiempo, se excavó el foso que todavía conserva así como la barbacana.
El edificio actual muestra muros de gran espesor, lo que confiere al conjunto un aspecto formidable, y es casi con toda certeza obra de mudéjares, así, al menos, parece indicarlo la disposición a soga y tizón de los sillares, muy bien labrados, por otra parte. Una azotea con merlones terminados en pirámides cubre la construcción. En su interior, la fortaleza consta de tres plantas, con salas muy austeras, sin más decoración que los arcos conopiales que sirven de acceso a algunas de estas dependencias.
Desde la época medieval ha tenido diferentes usos, desde cárcel a escuela o a museo. Desde hace algunos años viene siendo ocupada por la Fundación Roger Garaudy. En la actualidad, tras la restauración dirigida por el arquitecto Juan Cuenca, vuelve a lucir con un esplendor idéntico, sin duda, al del momento de su construcción.
Puente Romano
Para alcanzar la otra orilla y entrar en el núcleo de la Medina árabe, hay que cruzar el puente. Incluso cuando Córdoba no contaba nada más que con éste, los cordobeses acostumbraban a llamarlo el Puente Viejo. Las primeras noticias históricas, es decir, escritas, que de él se tienen lo sitúan en la época de Julio César, hacia la mitad del siglo I a.C. Sin embargo, aunque su construcción fuera romana, lo único que queda de este periodo son los cimientos.
A lo largo de su historia ha sufrido numerosas reparaciones y reformas, siendo las más importantes las realizadas por el emir Hixem I en el siglo VIII y por el califa al-Hakam II en el X. En 1876, el ingeniero Luis Sainz Gutiérrez llevó a cabo su consolidación, con el propósito de permitirle soportar el creciente tráfico de vehículos que circulaban por la carretera Madrid - Sevilla, de la que entonces el puente formaba parte. En mayo de 2008 ha concluido su última rehabilitación, ésta realizada bajo la dirección del arquitecto Juan Cuenca, dentro del mencionado plan de la Junta de Andalucía. Aunque, como tantas veces ocurre en Córdoba con la inmensa mayoría de los proyectos, esta reforma ha contado también con algunos detractores, el puente ha conseguido un esplendor como hacía centurias que no conocía. Ha recuperado todos sus ojos, se han consolidado sus tajamares, se ha dejado al descubierto y se ha pulimentado su bellísima piedra y, lo mejor, se ha transformado en peatonal, convirtiéndose así en un fantástico paseo sobre el Guadalquivir. Su vetusta imagen tradicional ha cambiado, pero ha sido indudablemente para mejor, para mucho mejor.
El puente consta de dieciséis vanos y tiene una longitud de unos doscientos treinta metros. Hacia su mitad, sobre el pretil de levante, hay una imagen del arcángel San Rafael, obra de Bernabé Gómez del Río, realizada en 1651. Una inscripción latina señala que el monumento fue levantado en acción de gracias por la protección que el Arcángel ofreció a la ciudad durante la peste que azotó la región por esa época. La devoción que los cordobeses muestran hacia San Rafael se pone de manifiesto en la gran cantidad de velas que lentamente se consumen a los pies de la imagen.
Puerta del Puente
Recién restaurada, al igual que la torre de la Calahorra y el Puente Romano, el arco del Triunfo, como también se conoce a esta antigua Puerta, es el primer punto de interés que aparece nada más cruzar el puente.
Fue en su momento (1575) la puerta principal de Córdoba, por ello el corregidor Francisco Zapata de Cisneros, bajo cuyo mandato se construyó, la imaginó como un arco triunfal. La traza es de Hernán Ruiz III. Cuenta con un solo vano en dintel a base de dovelas, con jambas almohadilladas y dos caras, una -la principal- mirando al puente y la otra a la plaza. Ocho columnas dóricas, cuatro en cada cara, apoyadas en un basamento almohadillado, sostienen un entablamento culminado con una cornisa. Sobre el dintel, una cartela hace referencia a Felipe II, "Reinando la Sacra Católica Real Majestad de Phelipe, Nuestro Señor". Culmina la obra un frontón semicircular con las armas reales, pero sin terminar.
El monumento, de considerables proporciones, se encontraba rehundido con respecto a la cota de la calzada. Ello se debía a los distintos realces que ha sufrido el terreno a lo largo del tiempo. Sin embargo, con el plan de rehabilitación de los alrededores de la Mezquita esta zona es peatonal y la puerta recuperó la cota de sus orígenes, al mismo nivel que el Puente Romano.
El Triunfo de San Rafael
Pasada la puerta del Puente, se alcanza la plaza del Triunfo. Aquí, a la izquierda, se levanta uno de los numerosos triunfos que la ciudad ofrece a San Rafael, declarado no patrono, como en ocasiones se señala, sino Custodio de Córdoba. Este es, de todos los Triunfos, el más ambicioso. Se levantó bajo la dirección del arquitecto marsellés Miguel Verdiguier, quien, aunque con algunas modificaciones, siguió el proyecto del sacerdote Domingo Esgrois, natural de Palermo y pintor de cámara del rey de Portugal, y de Simón Martínez, que fue escultor del rey de Cerdeña. Las obras definitivas se iniciaron el 28 de abril de 1765 y no se terminaron hasta el 31 de diciembre de 1781.
El conjunto consiste en un roquedal del que surgen animales y plantas que hacen referencia a Córdoba. Así, por ejemplo, la palmera, símbolo de la ciudad desde la época musulmana; el caballo, cuyos ejemplares cordobeses tenían antigua fama allende las fronteras; el esturión, muy abundante entonces en el Guadalquivir; o la vid y las espigas de trigo de que tan pródiga es la campiña cordobesa. El roquedal permite la configuración de una gruta sobre la cual un águila sostiene una cartela en la que se lee el juramento que, según la leyenda, San Rafael le hizo al padre Roelas, mediante el cual el arcángel manifestaba que había sido nombrado por Dios, Custodio de Córdoba.
Por encima de la gruta, se alza un torreón circular, síntesis y representación de un castillo, en el que aparece el escudo del obispo Martín de Barcia, impulsor definitivo del Triunfo. Alrededor del castillo figuran las pétreas imágenes de San Acisclo y Santa Victoria, estos sí, patronos de la ciudad, junto a Santa Bárbara. De la cumbre del torreón parte una columna votiva de mármol, sobre cuyo capitel corintio se sitúa San Rafael, ligeramente en escorzo y con el característico bordón de peregrino.
El monumento se encuentra en una plataforma empedrada que salva la pendiente de la plaza y que constituye un estupendo mirador del río. Por otra parte, tanto él como la puerta del Puente se alzan sobre una antigua plaza romana en la que, hacia el siglo I d.C. existía un espacio porticado del que formaban parte el puerto en el río y unas oficinas fiscales.
A lo largo de su historia ha sufrido numerosas reparaciones y reformas, siendo las más importantes las realizadas por el emir Hixem I en el siglo VIII y por el califa al-Hakam II en el X. En 1876, el ingeniero Luis Sainz Gutiérrez llevó a cabo su consolidación, con el propósito de permitirle soportar el creciente tráfico de vehículos que circulaban por la carretera Madrid - Sevilla, de la que entonces el puente formaba parte. En mayo de 2008 ha concluido su última rehabilitación, ésta realizada bajo la dirección del arquitecto Juan Cuenca, dentro del mencionado plan de la Junta de Andalucía. Aunque, como tantas veces ocurre en Córdoba con la inmensa mayoría de los proyectos, esta reforma ha contado también con algunos detractores, el puente ha conseguido un esplendor como hacía centurias que no conocía. Ha recuperado todos sus ojos, se han consolidado sus tajamares, se ha dejado al descubierto y se ha pulimentado su bellísima piedra y, lo mejor, se ha transformado en peatonal, convirtiéndose así en un fantástico paseo sobre el Guadalquivir. Su vetusta imagen tradicional ha cambiado, pero ha sido indudablemente para mejor, para mucho mejor.
El puente consta de dieciséis vanos y tiene una longitud de unos doscientos treinta metros. Hacia su mitad, sobre el pretil de levante, hay una imagen del arcángel San Rafael, obra de Bernabé Gómez del Río, realizada en 1651. Una inscripción latina señala que el monumento fue levantado en acción de gracias por la protección que el Arcángel ofreció a la ciudad durante la peste que azotó la región por esa época. La devoción que los cordobeses muestran hacia San Rafael se pone de manifiesto en la gran cantidad de velas que lentamente se consumen a los pies de la imagen.
Puerta del Puente
Recién restaurada, al igual que la torre de la Calahorra y el Puente Romano, el arco del Triunfo, como también se conoce a esta antigua Puerta, es el primer punto de interés que aparece nada más cruzar el puente.
Fue en su momento (1575) la puerta principal de Córdoba, por ello el corregidor Francisco Zapata de Cisneros, bajo cuyo mandato se construyó, la imaginó como un arco triunfal. La traza es de Hernán Ruiz III. Cuenta con un solo vano en dintel a base de dovelas, con jambas almohadilladas y dos caras, una -la principal- mirando al puente y la otra a la plaza. Ocho columnas dóricas, cuatro en cada cara, apoyadas en un basamento almohadillado, sostienen un entablamento culminado con una cornisa. Sobre el dintel, una cartela hace referencia a Felipe II, "Reinando la Sacra Católica Real Majestad de Phelipe, Nuestro Señor". Culmina la obra un frontón semicircular con las armas reales, pero sin terminar.
El monumento, de considerables proporciones, se encontraba rehundido con respecto a la cota de la calzada. Ello se debía a los distintos realces que ha sufrido el terreno a lo largo del tiempo. Sin embargo, con el plan de rehabilitación de los alrededores de la Mezquita esta zona es peatonal y la puerta recuperó la cota de sus orígenes, al mismo nivel que el Puente Romano.
El Triunfo de San Rafael
Pasada la puerta del Puente, se alcanza la plaza del Triunfo. Aquí, a la izquierda, se levanta uno de los numerosos triunfos que la ciudad ofrece a San Rafael, declarado no patrono, como en ocasiones se señala, sino Custodio de Córdoba. Este es, de todos los Triunfos, el más ambicioso. Se levantó bajo la dirección del arquitecto marsellés Miguel Verdiguier, quien, aunque con algunas modificaciones, siguió el proyecto del sacerdote Domingo Esgrois, natural de Palermo y pintor de cámara del rey de Portugal, y de Simón Martínez, que fue escultor del rey de Cerdeña. Las obras definitivas se iniciaron el 28 de abril de 1765 y no se terminaron hasta el 31 de diciembre de 1781.
El conjunto consiste en un roquedal del que surgen animales y plantas que hacen referencia a Córdoba. Así, por ejemplo, la palmera, símbolo de la ciudad desde la época musulmana; el caballo, cuyos ejemplares cordobeses tenían antigua fama allende las fronteras; el esturión, muy abundante entonces en el Guadalquivir; o la vid y las espigas de trigo de que tan pródiga es la campiña cordobesa. El roquedal permite la configuración de una gruta sobre la cual un águila sostiene una cartela en la que se lee el juramento que, según la leyenda, San Rafael le hizo al padre Roelas, mediante el cual el arcángel manifestaba que había sido nombrado por Dios, Custodio de Córdoba.
Por encima de la gruta, se alza un torreón circular, síntesis y representación de un castillo, en el que aparece el escudo del obispo Martín de Barcia, impulsor definitivo del Triunfo. Alrededor del castillo figuran las pétreas imágenes de San Acisclo y Santa Victoria, estos sí, patronos de la ciudad, junto a Santa Bárbara. De la cumbre del torreón parte una columna votiva de mármol, sobre cuyo capitel corintio se sitúa San Rafael, ligeramente en escorzo y con el característico bordón de peregrino.
El monumento se encuentra en una plataforma empedrada que salva la pendiente de la plaza y que constituye un estupendo mirador del río. Por otra parte, tanto él como la puerta del Puente se alzan sobre una antigua plaza romana en la que, hacia el siglo I d.C. existía un espacio porticado del que formaban parte el puerto en el río y unas oficinas fiscales.
Enlace a la Entrada anterior de Córdoba**:
No hay comentarios:
Publicar un comentario