35. TOLEDO, capital. Puerta de Bisagra. |
36. TOLEDO, capital. Puerta exterior de Bisagra. |
37. TOLEDO, capital. En el interior de la plaza de armas de la Puerta de Bisagra. |
38. TOLEDO, capital. La iglesia de Santiago del Arrabal. |
39. TOLEDO, capital. Fachada principal de la iglesia de Santiago del Arrabal. |
40. TOLEDO, capital. Interior de la iglesia de Santiago del Arrabal. |
41. TOLEDO, capital. Parte del retablo mayor de la iglesia de Santiago del Arrabal. |
42. TOLEDO, capital. Otro de los retablos renacentistas de la iglesia de Santiago del Arrabal. |
43. TOLEDO, capital. Capilla bautismal de la iglesia de Santiago del Arrabal. |
44. TOLEDO, capital. Cristo atado a la columna, en la igl. de Santiago del Arrabal. |
45. TOLEDO, capital. Puerta lateral de la igl. de Santiago del Arrabal. |
46. TOLEDO, capital. La igl. de Santiago del Arrabal y la Puerta de Bisagra al fondo. |
47. TOLEDO, capital. Ermita de la Estrella. |
48. TOLEDO, capital. Portada de la Ermita de la Estrella. |
49. TOLEDO, capital. La Virgen de la Estrella desde el exterior de la Ermita. |
50. TOLEDO, capital. Puerta del Sol. |
51. TOLEDO, capital. Detalle de la Puerta del Sol. |
TOLEDO** (V), capital de la provincia y de la comunidad: 15 de junio de 2018. |
Puerta de Bisagra*
Es uno de los elementos arquitectónicos más conocidos de la ciudad y uno de los primeros monumentos que encuentra la mayoría de viajeros al llegar a Toledo.
Aunque el nombre de Bisagra se presta a diversas explicaciones etimológicas, se acepta generalmente que tiene origen árabe y que se relaciona con la comarca toledana de la Sagra. Más ornamental que defensiva, concebida como un símbolo de poder expresado en la arquitectura, su actual configuración surge como consecuencia de la modificación que en el siglo XVI se efectuó en la antigua puerta musulmana. Consistió la reforma en añadir un patio de armas y cerrarlo con una puerta representativa del poderío alcanzado por la ciudad imperial.
A partir de 1545 comenzaron las obras de remodelación de la puerta primitiva, pero no fue sino en 1550, con el impulso dado al proyecto por el corregidor Pedro de Córdoba, cuando cobraron fuerza. En 1559 Alonso de Covarrubias diseñó la puerta exterior, que plasmaba en lenguaje arquitectónico la idea del arco triunfal dedicado al emperador Carlos V y, al mismo tiempo, configuraba un marco más adecuado para recibir a los personajes ilustres que visitaban la capital.
Como ya hemos dicho, una plaza de armas separa las dos puertas. En la exterior, dos grandes cubos cilíndricos (que simbolizan las columnas de Hércules) exhiben en lo alto el escudo de armas de la urbe y flanquean un arco de medio punto que se abre entre sillares almohadillados. Sobre el arco se despliega un vasto escudo imperial esculpido en granito, con el toisón de oro y el águila bicéfala. Corona la composición un frontón con la imagen del Ángel Custodio empuñando una espada.
El patio de armas es un lugar solitario y recóndito, un archipiélago de paz entre el tránsito rodado. Allí se alza una estatua del emperador y se muestran dos azulejos. En uno se recuerda la proclamación de Toledo como Patrimonio de la Humanidad. En otro se resalta la frase que Cervantes le dedica a la capital del Tajo: “Peñascosa pesadumbre, gloria de España y luz de sus ciudades”.
La puerta interior esconde los restos musulmanes del siglo X: muros y arcos. Sobre ellos se añadieron en 1575 las dos torres cuadradas, que fueron encargadas a Nicolás de Vergara el Mozo por el activo corregidor Gutiérrez Tello. Se hallan recubiertas de una llamativa cerámica vidriada de tejas blancas y verdes, añadidas en una restauración efectuada a principios del siglo XX. El escudo imperial, esculpido esta vez en piedra, campea en la fachada orientada a la iglesia de Santiago.
Aquí se ubican las que fueron habitaciones del alcaide que gobernaba la puerta, el cual ejercía también la función de recaudar el portazgo, impuesto que gravaba todas las mercancías que entraban. Como se recuerda en una inscripción del patio, estaban libres del impuesto los vecinos de Toledo y de los lugares que alcanzaba su jurisdicción.
Iglesia de Santiago del Arrabal*
Aunque ya existía como parroquia en 1125, se desconoce la fecha de construcción de esta iglesia mudéjar, la más grande y bella de todas las que pueden encontrarse en Toledo de este estilo. La presencia de la torre exenta, que evoca un alminar, sugiera la existencia previa de una mezquita musulmana construida para dar servicio al barrio. Por otra parte, las trazas arquitectónicas y los detalles estilísticos permiten conjeturar que el templo pudo ser edificado en el siglo XIII.
Sea como fuere, el visitante puede admirar hoy, tras el derribo efectuado a mediados del pasado siglo de unas casas adosadas al muro septentrional y del pórtico levantado junto al brazo sur del crucero, los tres ábsides del exterior, hermosos en su sencillez, y las tres puertas de entrada. Los ábsides, recorridos por dobles arquerías ciegas, exhiben la habitual armonía geométrica del mudéjar toledano. Situada a los pies de la iglesia, la portada principal se compone de un gran arco de herradura enmarcado en un alfiz y de un doble friso de arcos ciegos y entrelazados.
Ya en el interior, queda favorablemente impresionado el ánimo del visitante al contemplar el equilibrio de volúmenes, la esbeltez de los pilares, la desnudez estricta del ladrillo. Libres los muros de los adornos neoclásicos que en el siglo XVIII fueron añadidos, eliminado en la última restauración el yeso que recubría las paredes y los arcos, todo invita al recogimiento: el silencio del ambiente, la penumbra de las naves, la altura inhabitual del edificio. Arcos apuntados dividen el espacio interior en tres naves y sostienen una techumbre cubierta con artesonado de madera, de par y nudillo. En la nave central este artesonado se adorna con inscripciones cúficas, cruces, rosetas y dibujos geométricos. Arcos ciegos en la capilla mayor y en los hastiales del crucero.
Un retablo plateresco con tallas de Juan de Tovar oculta parcialmente los arcos decorativos de la capilla mayor. Predela, tres cuerpos y ático. Tres calles y solapas laterales. En este abigarrado mundo de imágenes se narran escenas de la vida de Jesús, de la Virgen y el martirio del apóstol Santiago. Figuras de otros santos completan el conjunto, junto a medallones y grutescos.
En uno de los brazos del crucero, entre los arcos de ladrillo, se encuentra una pila bautismal del siglo XV, un crucifijo misionero del XVI que perteneció a San Vicente Ferrer y una talla de Cristo Resucitado, pintada y dorada en el XVI.
Conviene detenerse frente al púlpito mudéjar de finales del siglo XIV ubicado en la nave central, en el que se advierten restos de policromía. Además de su valor artístico, encierra interés histórico ya que se tiene por aceptado que desde aquí, en el verano de 1411, clamaba San Vicente Ferrer contra los judíos, exigiendo que se cristianizaran las sinagogas. Enfervorizada por el poder de su oratoria, salió desde este templo la muchedumbre que, con el predicador a la cabeza, se dirigió a la sinagoga Mayor y la desalojó de fieles y rabinos.
Es uno de los elementos arquitectónicos más conocidos de la ciudad y uno de los primeros monumentos que encuentra la mayoría de viajeros al llegar a Toledo.
Aunque el nombre de Bisagra se presta a diversas explicaciones etimológicas, se acepta generalmente que tiene origen árabe y que se relaciona con la comarca toledana de la Sagra. Más ornamental que defensiva, concebida como un símbolo de poder expresado en la arquitectura, su actual configuración surge como consecuencia de la modificación que en el siglo XVI se efectuó en la antigua puerta musulmana. Consistió la reforma en añadir un patio de armas y cerrarlo con una puerta representativa del poderío alcanzado por la ciudad imperial.
A partir de 1545 comenzaron las obras de remodelación de la puerta primitiva, pero no fue sino en 1550, con el impulso dado al proyecto por el corregidor Pedro de Córdoba, cuando cobraron fuerza. En 1559 Alonso de Covarrubias diseñó la puerta exterior, que plasmaba en lenguaje arquitectónico la idea del arco triunfal dedicado al emperador Carlos V y, al mismo tiempo, configuraba un marco más adecuado para recibir a los personajes ilustres que visitaban la capital.
Como ya hemos dicho, una plaza de armas separa las dos puertas. En la exterior, dos grandes cubos cilíndricos (que simbolizan las columnas de Hércules) exhiben en lo alto el escudo de armas de la urbe y flanquean un arco de medio punto que se abre entre sillares almohadillados. Sobre el arco se despliega un vasto escudo imperial esculpido en granito, con el toisón de oro y el águila bicéfala. Corona la composición un frontón con la imagen del Ángel Custodio empuñando una espada.
El patio de armas es un lugar solitario y recóndito, un archipiélago de paz entre el tránsito rodado. Allí se alza una estatua del emperador y se muestran dos azulejos. En uno se recuerda la proclamación de Toledo como Patrimonio de la Humanidad. En otro se resalta la frase que Cervantes le dedica a la capital del Tajo: “Peñascosa pesadumbre, gloria de España y luz de sus ciudades”.
La puerta interior esconde los restos musulmanes del siglo X: muros y arcos. Sobre ellos se añadieron en 1575 las dos torres cuadradas, que fueron encargadas a Nicolás de Vergara el Mozo por el activo corregidor Gutiérrez Tello. Se hallan recubiertas de una llamativa cerámica vidriada de tejas blancas y verdes, añadidas en una restauración efectuada a principios del siglo XX. El escudo imperial, esculpido esta vez en piedra, campea en la fachada orientada a la iglesia de Santiago.
Aquí se ubican las que fueron habitaciones del alcaide que gobernaba la puerta, el cual ejercía también la función de recaudar el portazgo, impuesto que gravaba todas las mercancías que entraban. Como se recuerda en una inscripción del patio, estaban libres del impuesto los vecinos de Toledo y de los lugares que alcanzaba su jurisdicción.
Iglesia de Santiago del Arrabal*
Aunque ya existía como parroquia en 1125, se desconoce la fecha de construcción de esta iglesia mudéjar, la más grande y bella de todas las que pueden encontrarse en Toledo de este estilo. La presencia de la torre exenta, que evoca un alminar, sugiera la existencia previa de una mezquita musulmana construida para dar servicio al barrio. Por otra parte, las trazas arquitectónicas y los detalles estilísticos permiten conjeturar que el templo pudo ser edificado en el siglo XIII.
Sea como fuere, el visitante puede admirar hoy, tras el derribo efectuado a mediados del pasado siglo de unas casas adosadas al muro septentrional y del pórtico levantado junto al brazo sur del crucero, los tres ábsides del exterior, hermosos en su sencillez, y las tres puertas de entrada. Los ábsides, recorridos por dobles arquerías ciegas, exhiben la habitual armonía geométrica del mudéjar toledano. Situada a los pies de la iglesia, la portada principal se compone de un gran arco de herradura enmarcado en un alfiz y de un doble friso de arcos ciegos y entrelazados.
Ya en el interior, queda favorablemente impresionado el ánimo del visitante al contemplar el equilibrio de volúmenes, la esbeltez de los pilares, la desnudez estricta del ladrillo. Libres los muros de los adornos neoclásicos que en el siglo XVIII fueron añadidos, eliminado en la última restauración el yeso que recubría las paredes y los arcos, todo invita al recogimiento: el silencio del ambiente, la penumbra de las naves, la altura inhabitual del edificio. Arcos apuntados dividen el espacio interior en tres naves y sostienen una techumbre cubierta con artesonado de madera, de par y nudillo. En la nave central este artesonado se adorna con inscripciones cúficas, cruces, rosetas y dibujos geométricos. Arcos ciegos en la capilla mayor y en los hastiales del crucero.
Un retablo plateresco con tallas de Juan de Tovar oculta parcialmente los arcos decorativos de la capilla mayor. Predela, tres cuerpos y ático. Tres calles y solapas laterales. En este abigarrado mundo de imágenes se narran escenas de la vida de Jesús, de la Virgen y el martirio del apóstol Santiago. Figuras de otros santos completan el conjunto, junto a medallones y grutescos.
En uno de los brazos del crucero, entre los arcos de ladrillo, se encuentra una pila bautismal del siglo XV, un crucifijo misionero del XVI que perteneció a San Vicente Ferrer y una talla de Cristo Resucitado, pintada y dorada en el XVI.
Conviene detenerse frente al púlpito mudéjar de finales del siglo XIV ubicado en la nave central, en el que se advierten restos de policromía. Además de su valor artístico, encierra interés histórico ya que se tiene por aceptado que desde aquí, en el verano de 1411, clamaba San Vicente Ferrer contra los judíos, exigiendo que se cristianizaran las sinagogas. Enfervorizada por el poder de su oratoria, salió desde este templo la muchedumbre que, con el predicador a la cabeza, se dirigió a la sinagoga Mayor y la desalojó de fieles y rabinos.
Plaza y Ermita de la Estrella
La portada sur de la iglesia se asoma a la plaza de la Estrella, mínimo espacio urbano que en el siglo XVI acogió un mercado y que hoy abre sus brazos a algunos establecimientos comerciales y a la ermita de la Virgen de la Estrella. Junto a los arcos de herradura de la puerta, un pilar de piedra, rematada con una cruz de hierro, recuerda desde 1752 que aquí estuvo emplazado el cementerio parroquial.
La ermita de la Estrella alza sus hechuras barrocas al lado de la calle Real del Arrabal. Iniciada en 1611 según las trazas de Juan Bautista Monegro, presenta una portada más tardía. Ya que casi siempre está cerrada, si se quiere examinar el interior es preciso asomarse desde la puerta situada en la plaza. Interior que sigue los modelos del barroco toledano. Cúpula sobre pechinas. Dos altares laterales y, al fondo, en el camarín, entre dos columnas salomónicas, con manto esplendoroso y corona de oro, la Virgen de la Estrella.
Precisamente la altura de la calle –levantada por encima del nivel de la plaza y de la ermita- minimiza las proporciones del edificio religioso, al que ni la estrechez de la acera ni el tráfico incesante invitan a contemplar con delectación.
Puerta del Sol*
Tomaremos la calle de Azacanes hasta llegar a la puerta del Sol, así llamada por el dibujo de un sol y una luna que, desde mediados del siglo XVIII, se introdujo en el medallón colocado en el arco de herradura interior. Hasta entonces, desde el final de la Edad Media, su nombre había sido el de Herrerías, debido a los talleres de forja asentados en sus alrededores.
Torre albarrana y puerta que cerraba el paso a la ciudad, la puerta del Sol, de inequívoco origen musulmán (siglos X-XI), fue reconstruida en el siglo XIV por el arzobispo Tenorio, que configuró en estilo mudéjar una excelente muestra de la arquitectura militar. Dos cuerpos laterales acogen a uno central, que se organiza mediante un gran arco exterior, de herradura y apuntado, sobre el que se aposentan dos frisos de arquerías ciegas de ladrillo. El arco apuntado cobija a su vez un arco interior de herradura. Perviven como elementos defensivos los matacanes, las buhardas o troneras y la crestería de almenas.
El infatigable corregidor Gutiérrez Tello introdujo en el siglo XVI varias reformas. En el arco túmido interior añadió un medallón de mármol con un triángulo, en el que se representa el conocido motivo de la Imposición de la casulla a San Ildefonso. En la arquería ciega de ladrillo incrustó un fragmento de sarcófago romano, del siglo IV a.C., también de mármol, además de una cabeza.
Textos de:
GILES, Fernando de, y RAMOS, Alfredo. Guía Total: Castilla-La Mancha. Anaya Touring. Madrid, 2002.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Toledo. Anaya Touring. Madrid, 2008.
Enlace a la Entrada anterior de Toledo**:
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