324. CÓRDOBA, capital. Acceso al interior de la Mezquita-Catedral desde el patio de los Naranjos. |
325. CÓRDOBA, capital. Interior de la Mezquita-Catedral. |
326. CÓRDOBA, capital. Otra perspectiva del llamado "bosque de columnas" de la Mezquita-Catedral. |
327. CÓRDOBA, capital. Restos romanos y visigodos en el interior de la Mezquita-Catedral. |
328. CÓRDOBA, capital. La primera catedral de la Mezquita-Catedral. |
329. CÓRDOBA, capital. Cúpula de la capilla de Villaviciosa, en la Mezquita-Catedral. |
330. CÓRDOBA, capital. Otra perspectiva del bosque de columnas de la Mezquita-Catedral. |
331. CÓRDOBA, capital. Antesala de la maqsura de la Mezquita-Catedral. |
332. CÓRDOBA, capital. Cúpula de la maqsura y parte superior del mihrab de la Mezquita-Catedral. |
333. CÓRDOBA, capital. Mihrab de la Mezquita-Catedral. |
334. CÓRDOBA, capital. Otra de las cúpulas de la maqsura de la Mezquita-Catedral. |
335. CÓRDOBA, capital. Otra cúpula de la maqsura de la Mezquita-Catedral. |
336. CÓRDOBA, capital. Zona de la última ampliación de la Mezquita-Catedral. |
CÓRDOBA** (LXIV), capital de la provincia: 28 de junio de 2015.
El interior
Al templo propiamente dicho se entra por un acceso, a la derecha, inmediatamente después de la puerta de los Deanes.
Es aquí, sobre todo, en el interior de este grandioso edificio, donde se comprueba de forma inmediata en qué medida la Mezquita Catedral es un modelo de arte sobre arte, un soberbio crisol en el que se funden los más diversos conceptos arquitectónicos, los más heterogéneos materiales, para alumbrar la piedra filosofal de una construcción incomparable, una obra humana más propia, sin embargo, del fantástico mundo de Las mil y una noches que de la realidad.
La Mezquita de Abd al-Rahmán I. La visita al interior de la edificación puede realizarse de muchas maneras. En atención a las características ya mencionadas del templo, la elegida aquí sigue un itinerario cronológico, el que lleva desde el comienzo de la obra a su finalización, eso sí, teniendo en cuenta todos los elementos -islámicos o cristianos- que van saliendo al paso. Sea cual sea el ánimo con el que se acometa la visita, la primera visión del interior del monumento resulta sobrecogedora: un mar inabarcable de columnas se ofrece a la vista del visitante en medio de una penumbra mansa, pero persistente. Sobre las columnas, en incomprensible equilibrio, se suceden las arquerías, dobles, triples, lobuladas, lisas o decoradas, con el rojo y el blanco de las dovelas alternados en característica ilación.
Al otro lado del acceso se inicia la Mezquita construida por Abd al Rahmán I entre el 786 y el 787. Se trata de una sala rectangular que cuenta con once naves perpendiculares a la qibla y doce tramos de fondo. Dichas naves aparecen separadas por hileras de columnas sobre las que apean pilares enlazados entre sí por arcos de herradura de inspiración hispano-visigoda, dobles, en los que alternan dovelas bermejas de ladrillo con otras de piedra, de color blanco marfil, fórmula que ya habían empleado los romanos. Sobre estos arcos montan otros tantos de medio punto, lo que confiere al espacio, además de una singular belleza, altura, visibilidad y la sensación armoniosa de un campo de palmeras extendiéndose hacia la lejanía. El sistema de doble arcada constituye una interesante innovación constructiva destinada a resolver los empujes de las importantes cargas que sobre él se abaten. Basas, fustes, capiteles y cimacios, todos de distinta traza y de materiales diferentes, como puede comprobarse, proceden de construcciones romanas y visigodas de la ciudad, abandonadas por sus antiguos propietarios y reutilizados para la ocasión. El pavimento era de terrizo, cubierto con esteras de pita. La techumbre, que se sitúa a unos diez metros de altura, consiste en un artesonado de madera decorado con motivos de cintas y lacerías en colores negro, oro, rojo y verde. El número total de columnas de esta primera Mezquita es de 142, siendo en sus orígenes de 1013 el de la totalidad del edificio islámico, que quedaron reducidas a las 856 actuales como consecuencia de las distintas intervenciones cristianas.
En este tramo, adosadas a sus muros, aparecen ya una serie de capillas construidas por los cristianos. Destacan las de San Eulogio, San Esteban, San Ambrosio, la Concepción de Salizanes, ...
La ampliación de Abd al-Rahmán II. Poco más de cincuenta años después de su construcción, la mezquita de Abd al-Rahmán I se había quedado pequeña, motivo por el que Abd al-Rahmán II decidió su ampliación, Esta ampliación se llevó a cabo derribando el muro de la qibla y trasladándolo más al sur. La anchura del nuevo espacio siguió siendo la misma, es decir, once naves, pero la profundidad se amplió en ocho nuevos tramos, unos veinticuatro metros, y el edificio ganó setenta columnas que, como puede observarse, carecen de basa. Se repiten esquema y elementos constructivos, aunque en este espacio aparecen los primeros capiteles -once en total- que, aunque inspirados en los clásicos, son ya de pura -y exquisita- labra islámica. Los trabajos de ornamentación de esta zona se efectuaron en tiempos de Muhamad I, quien, entre otras cosas, ordenó construir la primera maqsura, esto es, un lugar acotado ante el mihrab y separado por una celosía de madera para uso exclusivo del soberano y de su séquito. Fue en el siglo X cuando el emir Abd Allah sacó adelante la construcción del sabat, que comunicaba directamente la maqsura con el alcázar de los gobernantes.
La Mezquita de Al-Hakam II: el esplendor musulmán. Menos de un siglo más tarde, la Mezquita había vuelto a quedarse pequeña y el entonces califa al-Hakam II, hombre culto, amante de las ciencias, las artes y las leyes, se propuso su ampliación. Ésta se realizó manteniendo la anchura y volviendo a acrecentar la profundidad con doce nuevos tramos. Es la parte más suntuosa de la Mezquita, aquella en la que se pone de manifiesto todo el esplendor de una arquitectura y cristaliza el que sería llamado estilo califal. Pero, en su configuración actual, es también una de las partes más complicadas de describir. Se introdujeron sustanciosas novedades arquitectónicas: las columnas, sin basa como en la ampliación anterior, fueron labradas in situ y se alternan las de mármol rojo con capitel compuesto y las de mármol verde jaspeado con capitel corintio; además de los arcos de herradura, aparecen los bellos arcos lobulados, de origen mesopotámico, polilobulados y entrecruzados y decorados con ataurique; los pilares que soportan las arquerías altas son ochavados y se adornan con pilastrillas decoradas a base de motivos geométricos; dado que la profundidad de la nueva Mezquita no permitía la llegada fácil de la luz desde el patio, se construyeron cuatro lucernarios cubiertos con cúpula, etc.
Ahora bien, lo primero que aparece al entrar en esta zona es la estructura de la primera Catedral que, en 1489 y siguiendo las directrices del obispo Íñigo Manríquez, construyeron los cristianos. Este templo primero partía del muro oeste y seguía la dirección del este. Era, por tanto, paralelo a la qibla. Lo que se ve en la actualidad es una nave abierta de estilo gótico que ocupa, en anchura, cuatro tramos de los construidos por al-Hakam II, con arcos fajones apuntados y cubierta de madera a dos aguas y casetones. En la cabecera se sitúa la magnífica capilla de Villaviciosa, que en su día fue el presbiterio de esta Catedral. Se encuentra bajo uno de los lucernarios mencionados y es puramente musulmana. Los cristianos se limitaron a acotar el espacio y adornarlo con altares y pinturas italo-góticas, hoy desaparecidas. Conviene fijarse en la maravillosa bóveda, construida a base de arcos diagonales cruzados, con gallones centrales y apoyo en una cornisa sostenida por múltiples arcos polilobulados y de herradura sobre columnas.
El muro que ahora aparece en esta capilla sirve, en realidad, de cerramiento a la que está a su lado; la Capilla Real. Al contrario que la anterior, esta es, a pesar de su aspecto, de construcción puramente cristiana. Se empezó a levantar en 1258 para cámara funeraria de Alfonso X el Sabio, pero no se terminó hasta 1371, en época de Enrique II de Trastámara. La capilla es una asombrosa muestra del arte mudéjar, consistente en la fusión de elementos constructivos y decorativos cristianos con almohades y nazaríes. Independientemente de las arquerías que aparecen en la bóveda y en los muros, son espectaculares los mocárabes, las labores de ataurique y el zócalo que recorre todo el perímetro.
Volviendo a la ampliación de al-Hakam II, en el muro sur se sitúa el mihrab, pequeña capillita adosada al muro desde la que el imán dirigía la plegaria de los fieles. Delante la maqsura, cuyo espacio aparece acotado por el frente con gráciles arcos de herradura entrecruzados, decorados con ataurique y enlazados con arcos polilobulados, en un increíble juego arquitectónico de absoluta belleza. Sobre estos arcos se alzan tres de los lucernarios ya comentados, los cuales se cubren con preciosas cúpulas, siendo la del central la más ricamente decorada. Ésta se eleva sobre arquillos lobulados en los ángulos a modo de trompas, sobre los que apoyan ocho arcos de herradura que dan paso al octógono de la base. Todo el conjunto presenta ornamentación vegetal, en su tiempo pintada en rojo y azul, y maravillosos mosaicos realizados por artistas bizantinos enviados desde Constantinopla por el emperador Nicéforo Focas, quien, al efecto, regaló además 320 quintales de teselas de pasta vítrea en diversos colores.
Esta es, sin duda, la zona de mayor riqueza decorativa de toda la Mezquita, cuya culminación se alcanza en el mihrab. A la entrada de éste hay un zócalo de mármol con motivos referentes al Árbol de la Vida y, sobre él, un doble alfiz que encuadra un arco de herradura apoyado en columnas corintias rojas y verdes procedentes del mihrab que Abd al-Rahmán II construyó en su ampliación. Como en la maqsura, la decoración utiliza mosaico bizantino en oro y azul junto con atauriques tallados en mármol y se completa con inscripciones cúficas doradas que hacen referencia a la construcción. Este frente acaba en un friso de siete arquillos ciegos lobulados, también con mosaicos y atauriques. El mihrab tiene planta octogonal, muy rara en este tipo de elementos, y una delicada composición: por encima de un zócalo de mármol veteado, corre una cornisa que presenta modillones entre metopas así como una inscripción cúfica; sobre la cornisa, seis arquillos trilobulados con dovelas lisas y de ataurique y, por último, una curiosa bóveda en forma de venera.
La Mezquita de Al-Hakam II: el esplendor musulmán. Menos de un siglo más tarde, la Mezquita había vuelto a quedarse pequeña y el entonces califa al-Hakam II, hombre culto, amante de las ciencias, las artes y las leyes, se propuso su ampliación. Ésta se realizó manteniendo la anchura y volviendo a acrecentar la profundidad con doce nuevos tramos. Es la parte más suntuosa de la Mezquita, aquella en la que se pone de manifiesto todo el esplendor de una arquitectura y cristaliza el que sería llamado estilo califal. Pero, en su configuración actual, es también una de las partes más complicadas de describir. Se introdujeron sustanciosas novedades arquitectónicas: las columnas, sin basa como en la ampliación anterior, fueron labradas in situ y se alternan las de mármol rojo con capitel compuesto y las de mármol verde jaspeado con capitel corintio; además de los arcos de herradura, aparecen los bellos arcos lobulados, de origen mesopotámico, polilobulados y entrecruzados y decorados con ataurique; los pilares que soportan las arquerías altas son ochavados y se adornan con pilastrillas decoradas a base de motivos geométricos; dado que la profundidad de la nueva Mezquita no permitía la llegada fácil de la luz desde el patio, se construyeron cuatro lucernarios cubiertos con cúpula, etc.
Ahora bien, lo primero que aparece al entrar en esta zona es la estructura de la primera Catedral que, en 1489 y siguiendo las directrices del obispo Íñigo Manríquez, construyeron los cristianos. Este templo primero partía del muro oeste y seguía la dirección del este. Era, por tanto, paralelo a la qibla. Lo que se ve en la actualidad es una nave abierta de estilo gótico que ocupa, en anchura, cuatro tramos de los construidos por al-Hakam II, con arcos fajones apuntados y cubierta de madera a dos aguas y casetones. En la cabecera se sitúa la magnífica capilla de Villaviciosa, que en su día fue el presbiterio de esta Catedral. Se encuentra bajo uno de los lucernarios mencionados y es puramente musulmana. Los cristianos se limitaron a acotar el espacio y adornarlo con altares y pinturas italo-góticas, hoy desaparecidas. Conviene fijarse en la maravillosa bóveda, construida a base de arcos diagonales cruzados, con gallones centrales y apoyo en una cornisa sostenida por múltiples arcos polilobulados y de herradura sobre columnas.
El muro que ahora aparece en esta capilla sirve, en realidad, de cerramiento a la que está a su lado; la Capilla Real. Al contrario que la anterior, esta es, a pesar de su aspecto, de construcción puramente cristiana. Se empezó a levantar en 1258 para cámara funeraria de Alfonso X el Sabio, pero no se terminó hasta 1371, en época de Enrique II de Trastámara. La capilla es una asombrosa muestra del arte mudéjar, consistente en la fusión de elementos constructivos y decorativos cristianos con almohades y nazaríes. Independientemente de las arquerías que aparecen en la bóveda y en los muros, son espectaculares los mocárabes, las labores de ataurique y el zócalo que recorre todo el perímetro.
Volviendo a la ampliación de al-Hakam II, en el muro sur se sitúa el mihrab, pequeña capillita adosada al muro desde la que el imán dirigía la plegaria de los fieles. Delante la maqsura, cuyo espacio aparece acotado por el frente con gráciles arcos de herradura entrecruzados, decorados con ataurique y enlazados con arcos polilobulados, en un increíble juego arquitectónico de absoluta belleza. Sobre estos arcos se alzan tres de los lucernarios ya comentados, los cuales se cubren con preciosas cúpulas, siendo la del central la más ricamente decorada. Ésta se eleva sobre arquillos lobulados en los ángulos a modo de trompas, sobre los que apoyan ocho arcos de herradura que dan paso al octógono de la base. Todo el conjunto presenta ornamentación vegetal, en su tiempo pintada en rojo y azul, y maravillosos mosaicos realizados por artistas bizantinos enviados desde Constantinopla por el emperador Nicéforo Focas, quien, al efecto, regaló además 320 quintales de teselas de pasta vítrea en diversos colores.
Esta es, sin duda, la zona de mayor riqueza decorativa de toda la Mezquita, cuya culminación se alcanza en el mihrab. A la entrada de éste hay un zócalo de mármol con motivos referentes al Árbol de la Vida y, sobre él, un doble alfiz que encuadra un arco de herradura apoyado en columnas corintias rojas y verdes procedentes del mihrab que Abd al-Rahmán II construyó en su ampliación. Como en la maqsura, la decoración utiliza mosaico bizantino en oro y azul junto con atauriques tallados en mármol y se completa con inscripciones cúficas doradas que hacen referencia a la construcción. Este frente acaba en un friso de siete arquillos ciegos lobulados, también con mosaicos y atauriques. El mihrab tiene planta octogonal, muy rara en este tipo de elementos, y una delicada composición: por encima de un zócalo de mármol veteado, corre una cornisa que presenta modillones entre metopas así como una inscripción cúfica; sobre la cornisa, seis arquillos trilobulados con dovelas lisas y de ataurique y, por último, una curiosa bóveda en forma de venera.
Enlace a la Entrada anterior de Córdoba**:
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