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sábado, 1 de febrero de 2020

2876. SEVILLA** (MCLXXVIII), capital: 11 de diciembre de 2018.

8906. SEVILLA, capital. Vista de la sala XII del Museo de BB. AA. 
8907. SEVILLA, capital. "José y la mujer de Putifar", Antonio María Esquivel, 1854. Donación de Dº Andrés Siravegne y Dª Caridad Lomelino (1944), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8908. SEVILLA, capital. "Los Reyes Católicos recibiendo a los cautivos cristianos en la conquista de Málaga", Eduardo Cano, 1867. Depósito de Dª Juana Benjuemea (1943), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8909. SEVILLA, capital. "Retrato de niño con caballo de cartón", Antonio María Esquivel, h. 1851. Donación de Dº Andrés Siravegne y Dª Caridad Lomelino (1944), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8910. SEVILLA, capital. "Retrato de la señora Carriquirre", Antonio María Esquivel, h. 1850. Donación de Dº Andrés Siravegne y Dª Caridad Lomelino (1944), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8911. SEVILLA, capital. "Mujer con mantón y abanico", José García Ramos, h. 1900. Donación de Dº Alfonso Grosso (1945), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8912. SEVILLA, capital. "El niño del violín", José García Ramos, h. 1905. Donación de Dº Alfonso Grosso (1945), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8913. SEVILLA, capital. "Baile por bulerías", José García Ramos, 1884. Donación de Dº Alfonso Grosso (1945), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8914. SEVILLA, capital. "Malvaloca", José García Ramos, 1912. Donación de Dª María Álvarez Quintero (1953), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8915. SEVILLA, capital. "Pareja de baile sevilana", José García Ramos, h. 1885. Adquisición del Estado (1984), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8916. SEVILLA, capital. "Hasta verte Cristo mío", José García Ramos, h. 1895. Depósito del Museo Nacional del Prado, Madrid (1962), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8917. SEVILLA, capital. "Vista de Sevilla", Nicolás Jiménez Alpériz, 1893. Adquisición Junta de Andalucía (1988), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8918. SEVILLA, capital. "Triana", Emilio Sánchez Perrier, h. 1888-90. Adquisición de la Junta de Andalucía (1999), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8919. SEVILLA, capital. "Vista de Sevilla", Manuel García Rodríguez, 1896. Adquisición de la Junta de Andalucía (2005), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8920. SEVILLA, capital. "Las Cigarreras", Gonzalo Bilbao, 1915. Donación de Dª María Roy (1939), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8921. SEVILLA, capital. "Interior de la fábrica de tabacos", Boceto de Gonzalo Bilbao, 1911. Adquisición de la Junta de Andalucía (1994), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8922. SEVILLA, capital. "Retrato de Ercole Monti", José Villegas Cordero, 1894. Donación de Dª Lucía Monti (1921), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8923. SEVILLA, capital. "Retrato de Lucía Monti", José Villegas Cordero, h. 1880. Donación de Dª Lucía Monti (1921), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8924. SEVILLA, capital. "La muerte del maestro", José Villegas Cordero, h. 1913. Adquisición de la Junta de Andalucía (1996), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8925. SEVILLA, capital. "Pajes de la Dogaresa", José Villegas Cordero, 1888. Adquisición de la Junta de Andalucía (2000), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8926. SEVILLA, capital. "Retrato de Lucía Monti", José Villegas Cordero, h. 1882. Donación de Dª Lucía Monti (1921), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8927. SEVILLA, capital. "Retrato de Irene Jiménez", José Jiménez Aranda, 1889. Donación de Dª Irene Jiménez Velázquez (1952), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8928. SEVILLA, capital. "Emboscada mora", Fernando Tirado, 1880. Donación de la Excma. Diputación Provincial de Sevilla (1897), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8929. SEVILLA, capital. "Retrato del Marqués de Bejons", Antonio María Esquivel. Donación de Dº Andrés Siravegne y Dª Caridad Lomelino (1944), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8930. SEVILLA, capital. "La cueva del gato", Manuel Barrón, 1860. Procedencia desconocida, en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8931. SEVILLA, capital. "Interior de una casa de Aragón", Valeriano Domínguez Bécquer, 1866. Depósito del Museo del Prado (1904), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8932. SEVILLA, capital. "Retrato de Gustavo Adolfo Bécquer", Valeriano Domínguez Bécquer, 1862. Adquisición de la Junta de Andalucía (1995), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8933. SEVILLA, capital. "Baile en una caseta de feria", Manuel Cabral Bejarano. Donación de la Asociación de Amigos del Museo (1992), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8934. SEVILLA, capital. "Pareja de majos", José Gutiérrez de la Vega, h. 1830. Adquisición de la Junta de Andalucía (2005), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
8935. SEVILLA, capital. "Baile en la taberna", Manuel Rodríguez de Guzmán, 1854. Adquisición de la Junta de Andalucía (2005), en la Sala XII del Museo de BB. AA.
SEVILLA** (MCLXXVIII), capital de la provincia y de la comunidad: 11 de diciembre de 2018.
Museo de Bellas Artes** - Sala XII - La pintura sevillana del siglo XIX.
   La Historia del Arte del siglo XIX es inseparable de una serie de hechos políticos, sociales  y económicos que lo marcarán profundamente: Revolución Francesa, Imperialismo, Guerra de Independencia, amor a la libertad (liberalismo)... La importancia del trabajo y del bienestar dan valor a una clase social que cada día adquiere más fuerza: la burguesía, que pasará a ser a partir de este momento la nueva clientela de los artistas. En la primera mitad del siglo acapararán la expresión artística Clasicismo y Romanticismo.
   Por otra parte, la segunda mitad del siglo en Europa, hasta la fecha clave de 1874, año en el que se realizó la primera Exposición Impresionista, contempla el nacimiento de una nueva fuerza social: el proletariado. Esto se traducirá en una denuncia social que se verá  reflejada en las obras de arte. El artista, por tanto, se va a "comprometer" con la realidad. De aquí el Realismo como manifestación artística y los géneros populares.
   En este siglo la pintura sevillana vive uno de sus momentos más fecundos e interesantes, que la enmarcan con rasgos propios dentro del panorama artístico español.
   En las salas XII y XIV se exhibe la pintura de la escuela sevillana del siglo XIX y primera mitad del XX, bastante bien representada en sus etapas más interesantes: Neoclasicismo de tradición dieciochesca, Romanticismo y Costumbrismo, Academicismo, Historicismo y Realismo.

TRADICIÓN MURILLESCA. NEOCLASICISMO
   Viene a coincidir este período con el reinado de Fernando VII, que se prolongó hasta 1833.
   El interés por copiar a Murillo es debido a dos hechos fundamenta­les, en primer lugar el interés de Carlos IV por las obras de arte de este autor, llegando incluso a encautarlas para engrosar los fondos del Museo Real y sustituirlas por copias realizadas por pintores sevillanos; por otro lado el hecho de que en 1810 el mariscal Soult, gran admirador de Murillo, saqueara la ciudad llevándose la mayoría de las obras artísticas que en ella se conservaban. Esta situación llevó a que la obra de Murillo fuese copiada e imitada hasta la saciedad por una serie de pintores locales de escasa creatividad artística.
   Aunque de manera muy leve podemos destacar en este tercio, en la escuela sevillana, otras corrientes artísticas como es el caso de José María Arango (Sevilla, 1790 - 1883), convencido neoclásico, con amplia formación humanística, fue el primer pintor que se negó a seguir la corriente murillesca, creando un tipo de pintura totalmente nueva y original. Sin embargo, sus condiciones artísticas le hacen ser un pintor poco relevante. El Museo conserva una obra de este artista, de tema mitológico titulado Muerte de Píramo y Tisbe (h.1830).

ROMANTICISMO. COSTUMBRISMO
   Estos movimientos coinciden en el tiempo con el reinado de Isabel II, desde 1833 a 1868, momento de revitalización económica que aumenta la demanda de la nueva clientela: la burguesía. Esta nueva clase social la van a formar, en Sevilla, tras la Desamortización de Mendizábal en 1835, las familias oriundas de otras provincias que van a aportar una nueva mentalidad a esta ciudad. Es a partir de este momento cuando la Iglesia deja de ser el principal cliente de los artistas, para dejar paso a esta nueva burguesía que en muchas ocasiones va a ser elevada al rango de aristocracia. Este cambio de clientela va a traer consigo el que la obra de arte cambie de formato. Ya no se realizaran los grandes cuadros de altar, sino que el tamaño de las obras será bastante más reducido para adecuarse a las mansiones de esta nueva clase. En cuanto a la temática los asuntos pasarán de los religioso a lo profano. Una de las manifestaciones artísticas que cobrará mayor auge es el retrato, que será utilizado por la burguesía como medio de autoafirmación. El paisaje también será importante en sus dos aspectos. el urbano y el rural. Pero sobre todo lo que tomó un auge excepcional fue la pintura costumbrista donde el ingrediente de los folklórico fue fundamental.
   La escuela sevillana será la cuna de las dos personalidades más significativas de la pintura romántica española: Antonio María Esquivel y José Gutiérrez de la Vega. Condiscípulos y amigos de la misma generación a pesar de sus diferentes estilos, ambos serán fundamentalmente pintores de cuadros religiosos y retratos.
   Antonio María Esquivel (Sevilla, 1806 - 1857). Desarrolló un estilo sobrio, de formas severas, algo rígidas por la dureza de su modelado y de profundas raíces académicas. Estuvo en la Corte y fue nombra­do pintor de cámara de Isabel II en 1843.
   A pesar de su corta vida fue uno de los más prolíficos pintores del siglo XIX. Se dedicó fundamentalmente al retrato donde en sus modelos capta no sólo el parecido físico sino su aspecto psicológico, y además los realiza con una cuidadosa descripción de vestuarios.
   Gracias a la donación realizada en 1944 por D. Andrés Siravegne, el Museo conserva una importante colección de obras de este pintor, en su mayoría retratos, aunque también trató el tema religioso, his­tórico y mitológico.
   En cuanto a los retratos, en los que vemos reflejada a gran parte de la sociedad sevillana y madrileña, destacamos aquí su Autorretrato (hacia1830) de una gran calidad, y que parece envuelto  en una vaporosidad melancólica propia de la pintura romántica, el del Marqués de Peñaflorida (1848), y el del Marqués de Bejons. De los femeninos el más interesante y de mejor factura es el de la Señora Carriquirre, en el que aparece clara la influencia de la pintura inglesa decimonónica.
   De los infantiles destacamos el retrato del niño Carlos Pomar Margrand (1851) y el de la niña Isabel de Tejada y de la Pezuela (h. 1851) en los que supo captar la ternura y el candor de la infancia.
   De especial interés en su producción son los cuadros de temas religiosos en los que utiliza el desnudo femenino, pero honesto y digno, propio de un profesor de dibujo anatómico en la Academia de San Femando de Madrid. Entre éstos destacamos José y la mujer de Putifar (1854) y La Casta Susana (1854), ambos representan escenas del Antiguo Testamento.
   José Gutiérrez de la Vega (Sevilla, 1791 - 1865). Es el gran continuador de la herencia de Murillo, fundamentalmente en sus obras reli­giosas, de figuras amables, interpretadas con una pincelada suelta y vaporosa y una utilización algo teatral del gesto. En cuanto a su faceta de retratista va a plasmar un estilo influenciado por la pintura de Goya, lo que se va a traducir en una factura vigorosa y una mayor expresividad en sus modelos.
   Entre sus obras destacamos un San Jerónimo penitente y los retratos de Fernán Caballero y un retrato infantil de Niña con perro.
   Otra figura importante dentro del romanticismo sevillano es el tam­bién retratista José María Romero (Sevilla, h. 1815 - Madrid,  h. 1883) que se convirtió en el retratista más importante de la ciudad tras la marcha a Madrid de Esquivel y Gutiérrez de la Vega. Gracias a sucesivas donaciones el Museo conserva cinco retratos que nos muestran su condición de pintor oficial de la alta burguesía y aristocracia sevillanas, entre los que destacamos los realizados al matrimonio D. José Mª Asensio Sánchez y Dña. Mª Dolores Álvarez de Toledo realizados hacia 1875. En 1996 la Junta de Andalucía adquiere el lienzo Desnudo femenino que viene a incrementar el número de obras de este pintor. Este cuadro resulta singular por lo excepcional del tema del desnudo en la pintura romántica española y más aún en el círculo sevillano.
   Una de las manifestaciones mas novedosas e interesantes de este momento es el paisaje, considerado hasta ahora como género menor, y que reflejará el entorno sevillano en sus aspectos urbanos y rurales.
   El máximo representante de esta corriente paisajista es Manuel Barrón (Sevilla, 1814 - 1884). Toda su producción la constituyen casi exclusivamente paisajes, pero enmarcados en su mayoría dentro de un tratamiento romántico. Es en suma un paisajismo donde se insertan toques pintorescos y donde la presencia humana siempre está presente.
   Su pintura está muy influenciada por el gran maestro del paisaje romántico español Jenáro Pérez Villaamil (1807 - 1854) y por David Roberts, de quienes supo asimilar perfectamente sus concepciones paisajísticas, realizando unos lienzos de pequeño formato que viaja­ron por toda Europa.
   Barrón supo reunir en su obra todos los ingredientes para crear el paisaje romántico sevillano representándolo en sus tres aspectos diferentes: el de la sierra, el bucólico y el urbano, especialmente las vistas de Sevilla, quedando éstas como los mejores testimonios que conservamos de la ciudad en la época romántica.
   El Museo cuenta entre sus colecciones con seis mángificos lienzos de tema pastoril y campestre, entre los que destacamos: La Cueva del gato (1860), Contrabandistas en la serranía de Ronda (1859), Vacas abrevando a orillas del Guadalquivir (1860) y Lavanderas al pie de la ciudad de Ronda (1858).
   Como resultado del interés por los elementos más tópicos del pintoresquismo español, tan del gusto de la clientela como de los escrito­res y artistas románticos de toda Europa, va a surgir en Andalucía una importante escuela de pintores costumbristas, que no harán sino explotar desde su origen la moda por las escenas andaluzas.
   Familias enteras de pintores como los Cabral Bejarano o los Domínguez Bécquer, se dedicarán de lleno a este género del que Manuel Rodríguez de Guzmán (Sevilla, 1818 - Madrid, 1867) será el máximo exponente.
   A Manuel Cabral Bejarano (Sevilla, 1827 - 1891) pertenecen dos pinturas de pequeño formato tituladas Baile en el Salón y Baile en una caseta de feria, obras de factura un tanto descuidada, pero que sin embargo reflejan las costumbres andaluzas. Este tipo de obras eran adquiridas a menudo como meros recuerdos turísticos.
   En cuanto a la familia Domínguez Bécquer en el Museo se encuentran representados: José Domínguez Bécquer (Sevilla, 1805 - 1841). Fundador y padre de la dinastía, desempeñó un papel fundamental en el panorama de la pintura local, creando una serie de prototipos que se repetirán posteriormente hasta la saciedad. El Museo conserva de su mano el retrato de la que fue su esposa Dª Joaquina Bastida (h, 1840).
   Joaquín Domínguez Bécquer (Sevilla, 1817 - 1879). Primo de José Domínguez Bécquer, se dedicó especialmente a la realización de escenas costumbristas, aunque en el Museo solo se conserva un retrato suyo, el de D. Manuel Moreno López (1850).
   Valeriano Domínguez Bécquer (Sevilla, 1833 -Madrid, 1870). Hijo de José Domínguez Bécquer y hermano del poeta Gustavo Adolfo. Su dedicación pictórica la repartió entre el retrato y las escenas costumbristas.
   El Museo conserva de él dos retratos de pintores realizados en su época sevillana como testimonio de su amistad hacia ellos, los retratos del pintor Gumersindo Díaz (1859) y el de Francisco Tristán, ambos de una gran vivacidad expresiva.
   De su etapa madrileña destacamos el magnífico retrato que Valeriano realizó, hacia el año 1862, a su hermano Gustavo Adolfo. El retrato representa una imagen del poeta que ha sido plasmada en numerosas ocasiones. Incluso ilustró durante muchos años el ya desaparecido billete de cien pesetas. El retratado posa con elegancia aristocrática y una mirada llena de emoción que conecta directamente con la del espectador. Este lienzo es uno de los máximos exponentes de la pintura romántica española y comparable con los mejores retratos realizados en su época en Europa. Entre sus pinturas costumbristas destacamos Interior de una Casa de Aragón (1866) donde se describen tipos y escenas populares de esta región española.

ACADEMICISMO. HISTORICISMO. REALISMO
   El Romanticismo y el Costumbrismo se agotarán en los últimos años del reinado de Isabel II, surgiendo nuevas tendencias artísticas: historicismo, casacón, preciosismo y realismo. En este eclecticismo de corrientes estéticas que confluyeron en el panorama artístico del romanticismo tardío, va a hacer aparición en España un sistema de promoción para los artistas, instaurado desde los ambientes oficiales, que servirá de fomento y a la vez de control del desarrollo de las Artes en todo el país: las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. El tema preferido en estos certámenes será el de la Pintura de Historia, puesto de moda en toda Europa, pero que llegará a alcanzar una relevancia especial en la pintura española al ser utilizada por la oficiali­dad como instrumento de propaganda.
   Entre los artistas que compartieron sus ideales entre el Romanticismo tardío y el Historicismo hemos de destacar a Eduardo Cano de la Peña (Sevilla, 1823 - 1897). Es el primer triunfador en la pintura de Historia, ya que en la Exposición de 1856 es premiado su cuadro Colón en la Rábida. Sin embargo, Cano seguirá a lo largo de su carrera la llamada del romanticismo, tratando el historicismo más por moda que por verdadera vocación.
   Entre las obras que en el Museo se conservan de Eduardo Cano destacamos dos de tema histórico: Fraile con la cabeza de D. Álvaro de Luna y Los Reyes Católicos recibiendo a los cautivos cristianos en la conquista de Málaga (1867), obra ésta con la que obtuvo Consideración de Primera Medalla en la Exposición Nacional de 1867.
   Cano también cultivó el cuadro de género y el retrato, destacando entre estos últimos el realizado a la poetisa Fernán Caballero.
   En el año 1875 ya han desaparecido muchas de las grandes figuras del movimiento romántico; el mercado de la pintura ya está saturado de bailes de mesón y ferias; la sociedad andaluza está cambiando y en Europa se ha impuesto la moda del "Tableutin" neorromántico iniciado por Meissonnier.
   La influencia del "Tableutin" unida a la goyesca va a definir la primera etapa del gran renovador de la pintura española de la época de la Restauración: Mariano Fortuny.
   La influencia de Fortuny va a ser decisiva en el Neorromanticismo andaluz, si bien hemos de tener también en cuenta el influjo de la pintura italiana y francesa de la época, ya que los pintores de esta generación viajarán a Roma o París, gracias a organismos oficiales como la Diputación de Sevilla, para tomar contacto con las tenden­cias imperantes en el momento.
   A esta generación pertenece José Jiménez Aranda (Sevilla, 1837 - 1903). En 1871 se traslada a Roma, donde conoce a Fortuny y se deja arrastrar por la pintura de "casacón" en la que se describen escenas costumbristas ambientadas en el siglo XVIII y llamadas así por estar protagonizadas por personajes ataviados con casacas, pelucas ... Regresa a Sevilla en 1875, pero esta tendencia se refuerza en 1881 en París asimila el estilo de Meissonnier hasta el punto de ser uno de los grandes pintores españoles de este género. No obstante, su regreso a Madrid en 1890 le lleva a desarrollar la temática del realismo, que se impone en la pintura española de esta última década del siglo. Como ejemplo mencionamos su cuadro Una desgracia. En 1892 vuelve a Sevilla donde, sin abandonar de todo el"casacón" cultiva el retrato, el paisaje -formando parte del grupo de pintores plenairistas de Alcalá de Guadaira- y sobre todo el cuadro de anécdota.
   De su extensa producción, en el Museo sólo se conservan retratos, entre los que destacamos el realizado a su hija Irene en 1889, concebido sobre un fondo neutro y libre de convenciones decorativas que centran la atención en la personalidad de la niña y su Autorretrato realizado hacia 1870.
   José García Ramos (Sevilla, 1852 - 1912). Discípulo y amigo de José Jiménez Aranda, viajó con éste a Roma donde conoció a Fortuny. Fruto de este encuentro fue su amplia dedicación al "casacón". También abundan en su pintura los bandoleros y majos de épocas pasadas. Dibujó, con una enorme expresividad y técnica minuciosa, escenas de la vida cotidiana en Sevilla, desde fiestas flamencas a asuntos taurinos. Su gracia e ingenio le hacen ser uno de los mejores representantes del costumbrismo sevillano finisecular. Destacamos entre sus obras Pareja de baile (h. 1885), Bulerías (1884), obra con la que obtuvo medalla de oro en la Exposición de Sevilla de 1884, el Niño del violín (h. 1905) y Malvaloca (1912), personaje prota­gonista de una de las obras de teatro más populares de los hermanos Álvarez Quintero.
   Emilio Sánchez Perrier (Sevilla, 1855 - Alhama de Granada, 1907). Es el mejor paisajista de este momento. Se formó en la Academia de Bellas Artes de Sevilla donde fue alumno de Joaquin Dominguez Bécquer y Eduardo Cano. Realizó varios viajes a París donde entró en contacto con el paisaje realista francés del momento, recibiendo las influencias de Corot y la llamada "Escuela de Barbizón", cuyos principales representantes muestran una tendencia constante a pintar arboledas, orillas de ríos, estanques ..., motivos que siempre están presentes en la obra de Sánchez Perrier. Su personalidad es de singular importancia en la historia del paisajismo y no sólo en Sevilla. En el ambiente local su figura resulta decisiva en los orígenes del paisaje realista, convirtiéndose en el punto de referencia de pintores contemporáneos y de generaciones posteriores hasta el punto de que se le puede considerar como el fundador de la llamada "Escuela de Alcalá de Guadaira". En el museo se conserva su obra Pinares de Alcalá de Guadaira. Sin embargo en su producción no faltan vistas de la propia ciudad de Sevilla y de su río como es el caso de su obra Triana que a parte de su valor artístico tiene el valor documental de ser una vista de la margen del río Guadalquivir a su paso por el barrio de Triana, hoy muy transformado.
   José Lafita (Jerez de la Frontera, 1855 - Sevilla, 1925). Es otro repre­sentante destacado de la "Escuela de Alcalá de Guadaira". Pintó incansablemente las orillas del Guadalquivir, tanto en la ciudad como en las campiñas que riega el río, como se aprecia en su obra conservada en el Museo Paisaje de Alcalá de Guadaira realizada hacia 1900.
   Rafael Senet (Sevilla, 1856 - 1926), Fue discípulo de Joaquín Domínguez Bécquer y Eduardo Cano. En 1881 viaja a Italia, donde reside alternativamente en Roma, Venecia y Nápoles. En esta última ciudad toma contacto con el grupo de Portici.
   Fue pintor de gran éxito en su momento por sus famosas "veduta" venecianas. En 1890 regresa a Sevilla, dedicándose fundamentalmente a la pintura de paisaje a través de su vinculación con Sánchez Perrier y García Rodríguez con los que pinta en los alrededores de Alcalá de Guadaira.
   De su producción italiana destacamos: Palacio del Dux (Roma, 1887), Canal de Venecia (Venecia 1885) y La pescadora (Roma1885).
   Andrés Parladé (Málaga, 1859 - Sevilla, 1933). En su ciudad natal estudia pintura con Moreno Carbonero. Viaja a París y Roma, residiendo en ésta última desde 1883 a 1891. En este año regresa a Sevilla, siendo nombrado académico de Bellas Artes en 1902.
   Sus primeras pinturas están inmersas en el academicismo historicista imperante en Roma en el último tercio del siglo XIX. El agotamiento de la pintura de historia le lleva a dedicarse a la pintura costumbrista, llegando a conseguir una técnica fluida y enérgica. Supo tratar de manera especial la temática de animales, sobre todo perros y caballos.
   En el Museo se conserva una amplia selección de su obra, procedente de la donación realizada por su viuda en 1945. Entre ellas des­tacamos: Dos buenos amigos (1899) y su Autorretrato vestido de cazador (1907). También trató de manera excepcional el mundo de las majas y toreros, entre los que destacamos: El torero herido, Torero sentado en un banco. Una gran colección de estas últimas se encuentran depositadas en el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, desde su inauguración en 1973.
   José Arpa (Carmona, Sevilla, 1860 - Sevilla, 1952). Alumno de Eduardo Cano, en 1883 obtuvo una beca de la Diputación de Sevilla para viajar a Roma, donde entra en contacto con José Villegas Cordero. Comenzó su carrera realizando cuadros de historia, temática que abandonará para dedicarse de lleno al paisaje en el que fue indiscutible maestro, por su audaz colorido, brillante luminosidad y su visión directa de lo natural. En 1896 viajó a América, residiendo en México y Texas. Fruto de esta estancia son sus obras El Gran Cañón de Arizona (h. 1925) y Chumberas en flor (h. 1928), maravilloso paisaje en el que la luminosidad se convierte en el motivo funda­mental de la composición.
   José Rico Cejudo (Sevilla, 1864 - 1939). Alumno de José García Ramos, viaja a Roma en 1888 pensionado por el Ayuntamiento de Sevilla. Dedica gran parte de su obra a la reconstrucción preciosista del dieciocho sevillano con procesiones, bodas y escenas de interior. Fue conocido por sus paisajes venecianos pero su mayor producción son tipos y escenas de la Sevilla de su tiempo, a base de floristas, fla­mencos y curas. Claro ejemplo de esta faceta, es su cuadro Floristas en el parque de María Luisa.
   Ricardo López Cabrera (Cantillana, Sevilla, 1864 - 1950). Fue discípulo de Eduardo Cano y José Jiménez Aranda, maestro este último de quien fue yerno. En 1887 viajó a Roma pensionado por la Diputación de Sevilla. Durante su estancia en esta ciudad se movió siempre dentro de un riguroso espíritu académico lo que apreciamos en su obra El gladiador (1888) pintura que se conserva en este Museo.
   Su producción presenta un amplio repertorio temático, abarcando desde escenas costumbristas "casacones" a paisajes y retratos. Entre estos últimos destacamos los del matrimonio D.ª Casilda López de Haro (1889) y D. Fernando Antón de Olmet (1891), ambos donación del Marqués de Dos Fuentes, en 1955.
   Otros artistas dignos de destacar son: Nicolás Jiménez Alperiz (Sevilla, 1865 - 1928). Fue un gran especialista en la realización de pinturas de pequeño formato en las que narra multitud de aspectos costumbristas de la vida popular sevillana. También cultivó el tema de historia y el paisaje, formando parte del grupo de la escuela de Alcalá de Guadaira. Obra muy interesante dentro de su producción es la Vista de la Catedral de Sevilla desde el Guadalquivir (1893). Esta pintura, realizada sobre tabla, está tomada desde la orilla derecha del Guadalquivir, desde el barrio de Triana, y se integra en la larga serie de vistas de Sevilla que desde finales de la Edad Media han llegado hasta nosotros, constituyendo, en cierta medida, una crónica real de la evolución urbanística de la ciudad y de su actividad portuaria.
   Fernando Tirado (Sevilla, 1862 - 1907). Discípulo de Eduardo Cano, viajó a París pensionado por la Diputación de Sevilla en 1878. Se dedi­có especialmente al retrato aunque también realizó pinturas de ambiente árabe y escenas costumbristas. En el Museo está represen­tado con dos obras:-un retrato, el de La reina María Cristina y su hijo Alfonso XIII (1891) y una obra de tema árabe, Emboscada Mora (1880).
   Francisco Narbona (Sevilla, 1861 - hacia 1920). En 1887 se trasladó a Roma, donde estudió con José Villegas, vinculándose a la corriente historicista. De su estancia en esta ciudad el Museo conserva su obra La Samaritana (1889), donde se evidencia su formación académica.
   También dentro de esta corriente academicista mencionamos a Domingo Fernández (Sevilla, 1862 -hacia 1920). En 1886 obtuvo una pensión para estudiar en Roma, de este período es su obra Leda y el Cisne (Roma, 1888). Sin embargo, su trayectoria artística se desarrolló fundamentalmente en Argentina donde se dedicó a la pintura costumbrista.
   Los dos artistas más relevantes dentro del panorama artístico sevillano de este momento son José Villegas Cordero y Gonzalo Bilbao.

JOSÉ VILLEGAS CORDERO (Sevilla, 1844 - Madrid, 1921)
   Es el pintor más importante de los españoles en Italia después de Fortuny. Inicia su formación artística en el taller del pintor José Mª Romero y en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla. En 1866 se traslada a Madrid
y estudia en el Museo del Prado a los grandes maestros del naturalismo del siglo XVII, especialmente a Velázquez, del que toma la base de su técnica pictórica. Frecuenta el estudio de Federico de Madrazo, donde entra en contacto con Fortuny. Parte para Roma en los últimos meses de 1868 acompañado de Luis Jiménez Aranda y Francisco Peralta.
   En la capital italiana ocupa el estudio de Rosales y acude a las noches de la célebre Academia Chigi. Se inician sus años prósperos -como el más consagrado seguidor de Fortuny- con clientela interna­cional y gran cotización, además de sucesivos premios en exposiciones internacionales. Practica la pintura de historia tratando de darle una máxima naturalidad, aunque no renuncia a la minuciosidad des­criptiva en los accesorios ambientales.
   Incansable viajero, durante su estancia en Roma, reside con fre­cuencia en Venecia, la que considera su ciudad favorita. Convertido en figura principal de la colonia artística española, tras la muerte de Fortuny, su estudio se convierte en el centro de intelectuales y artistas. A partir de la segunda mitad de los años ochenta, Villegas pone de moda, en el ambiente artístico italiano, los cuadros de inspiración del Renacimiento veneciano, llegando a ser uno de sus grandes éxitos. El triunfo de la Dogaresa obra en cuya realización empleó doce años y que es el fruto de su profundo interés por el Renacimiento italiano y su meticuloso estudio de los maestros del Ouatrrocento y del Cinqueccento venecianos. A esta etapa pertenece su obra Los pajes de la Dogaresa, realizada en 1888. Fue adquirida por la Junta de Andalucía en el año 2000, para formar parte de los fondos de este Museo. En ella se aprecia claramente la minuciosidad descriptiva con la que trata los objetos, tejidos y arquitecturas equiparables a la de la mejor pintura victoriana o de historia en España. En estas obras inspiradas en ambiente italiano aflora, como uno de sus recursos, un lenguaje expresivo derivado del arte de Boticceli y un dibujo ondulado y elegante. Fue un pintor prolífico, que cultivó también la pintura del "casacón", paisajes y retratos.
   Su carrera en Roma culmina con el nombramiento de director de la Academia Española en 1898. A su vuelta a España en 1901 es nom­brado director del Museo del Prado.
   En esta última etapa, su pintura evoluciona tras el impacto nove­centista. A partir de 1914 acomete una ambiciosa empresa de doce lienzos -Los diez mandamientos, más un Prólogo y un Epílogo- que tituló El Decálogo, donde es evidente la huella modernista y simbolista.
   La presencia de la de Villegas en el Museo es importante gracias a la donación que hiciera en 1921 su esposa Dña. Lucía Monty. Estas obras en su mayoría son retratos entre los que destacamos: Retrato del escultor Ercole Monty (h. 1875), D. Luz Ojeda (h. 1910), el de su esposa Dª Lucía Monty (h. 1915) y su autorretrato Yo Villegas (hacia 1875 - 76).
   En la realización de temas costumbristas tuvo Villegas resonantes éxitos y uno de los más importantes es su obra realizada hacia 1910 La muerte del maestro, que hoy se ncuentra  entre los fondos de este Museo de Bellas Artes. Se trata de una pintura de asunto costumbrista hispano, concretamente de tema taurino, con los que logró una fama y prestigio internacional. La obra describe el impresionan­te momento que agrupa a los componentes de la cuadrilla del matador de toros "Bocanegra" que, tras resultar cogido gravemente, es trasladado a la enfermería de la plaza.
   Con su dilatada obra, Villegas nos ofrece un recorrido por las tendencias imperantes a lo largo del último tercio del siglo XIX y los primeros años del XX. Pasó del realismo de Rosales al preciosismo de Fortuny, para derivar hacia posiciones cercanas al Impresionismo y al Simbolismo modernista.

GONZALO BILBAO MARTÍNEZ (Sevilla, 1860 - Madrid, 1938)
   Ya en la frontera entre el siglo XIX y el XX, la pintura andaluza entra de lleno en las ideas renovadoras marcadas por el Impresionismo francés representado en España por el luminismo de Sorolla.
   Será Gonzalo Bilbao el iniciador de un nuevo costumbrismo luminista y figura clave de la escuela sevillana en el tránsito del siglo XIX al XX.
   Su aprendizaje artístico lo inicia en el taller de los hermanos Francisco y Pedro de Vega. En 1880 marcha a Roma para ampliar conocimientos en el taller de José Villegas. Viaja a París en 1883. En 1887 se presenta a la Exposición Nacional de Bellas Artes con su cuadro Daphnis y Cloe, obteniendo Segunda Medalla. En 1888 viaja a Marruecos donde pinta Esclavas en una terraza, obra con la que gana la Tercera Medalla en la Exposición Nacional de París en 1889. Establecido definitivamente en Sevilla se convierte en uno de los más brillantes representantes del costumbrismo regionalista. En 1925 es nombrado presidente de la Academia Santa Isabel de Hungría.
   Encuadrado decididamente en el luminismo, una de sus máximas preocupaciones y uno de sus máximos aciertos, fue la utilización de la luz, muy próxima a la de los impresionistas franceses. Su técnica se distingue por un experto dibujo, grandes dotes para la composición y una rica gama cromática.
   Los temas, muy variados,van desde el retrato y el paisaje, a las escenas de costumbres andaluzas, interpretadas con un hondo sentido realista captado de la misma realidad de la vida. La vida cotidiana de Sevilla y de sus campos, el esforzado trabajo de las cigarreras o segadores, fueron llevados al lienzo con una sinceridad que en ocasiones trasluce preocupación social.
   El Museo conserva una amplia colección de sus pinturas entre las que destaca Las cigarreras (1915). El motivo anecdótico del trabajo de estas mujeres sirve a Bilbao para realizar un estudio de perspectiva y de efectos de luz con los que logra una de sus mejores composiciones.
   El tema costumbrista está representado en el Museo por su obra Noche de verano en Sevilla (1905).
   Gonzalo Bilbao apenas trata el tema del desnudo, sin embargo su cuadro La toilette (hacia 1910) le sirve de pretexto para mostrar un leve tratamiento del tema, cuyo protagonista en definitiva es el estudio de la luz, destacamos aquí también su innovadora obra La casta Susana.
   Entre los retratos conviene destacar los realizados a D. Francisco Rodríguez Marín (1934) y D. José Gestoso (1914), así como los realizados a miembros femeninos de su propia familia como los de su hermana Flora (1914) y el de su esposa Dª María Roy (1926), en los que el artista interpreta el prototipo femenino de la burguesía sevillana, estamento destacado en la sociedad local del momento, ata­viada a la española y dotadas de una gran belleza y elegancia.
   El tema del paisaje, en sus diferentes modalidades, está representado en el Museo por las obras Marina (1928),  Plaza de Zocodover (1910) y Claustro Mayor del Convento de la Merced de Sevilla (1905).
   Toda su producción lo acredita como el creador de la escuela sevillana que arranca en los comienzos del siglo XX y en la que se forman maestros como  Miguel Ángel del Pino, Gustavo Bacarisas, Javier de Winthuysen, Santiago Martínez y Alfonso Grosso.
Textos de:
SAN MARTÍN MONTILLA, Concha. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Guía Oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2009.

Enlace a la Entrada anterior de Sevilla**:
2875. SEVILLA** (MCLXXVII), capital: 11 de diciembre de 2018.

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