1. MÉRIDA, Badajoz. Pinturas murales en la cripta del Museo Nac. de Arte Romano.
2. MÉRIDA, Badajoz. Vista general de la cripta del Museo Nac. de Arte Romano.
3. MÉRIDA, Badajoz. Tramo de vía romana en la cripta del Museo Nac. de Arte Romano.
4. MÉRIDA, Badajoz. Decoración pintada de la sala I del Museo Nac. de Arte Romano.
5. MÉRIDA, Badajoz. Nave principal del Museo Nac. de Arte Romano.
6. MÉRIDA, Badajoz. La diosa Ceres en la sala II del Museo Nac. de Arte Romano.
7. MÉRIDA, Badajoz. Retrato del emperado Augusto velado, en la sala II del Museo Nac. de Arte Romano.
8. MÉRIDA, Badajoz. Cornisa procedente del Teatro en la sala II del Museo Nac. de Arte Romano.
9. MÉRIDA, Badajoz. Columna en la nave principal del Museo Nac. de Arte Romano.
10. MÉRIDA, Badajoz. Uno de los mosaicos del Museo Nac. de Arte Romano.
11. MÉRIDA, Badajoz. Pequeño mosaico bícromo del Museo Nac. de Arte Romano.
12. MÉRIDA, Badajoz. Decoración pictórica de una casa instalada en el Museo Nac. de Arte Romano.
13. MÉRIDA, Badajoz. Ara del Museo Nac. de Arte Romano.
14. MÉRIDA, Badajoz. Reja de ventana en el Museo Nac. de Arte Romano.
15. MÉRIDA, Badajoz. Mosaico del rapto de Europa, en el Museo Nac. de Arte Romano.
16. MÉRIDA, Badajoz. Togados en la sala principal del Museo Nac. de Arte Romano.
17. MÉRIDA, Badajoz. Mosaico de la caza del jabalí, del Museo Nac. de Arte Romano.
18. MÉRIDA, Badajoz. Otro mosaico del Museo Nac. de Arte Romano.
19. MÉRIDA, Badajoz. Mosaico de los Aurigas del Museo Nac. de Arte Romano.
20. MÉRIDA, Badajoz. Mosaico geométrico en blanco y negro del Museo Nac. de Arte Romano.
21. MÉRIDA, Badajoz. Vista general del Anfiteatro.
22. MÉRIDA, Badajoz. Pasillos interiores del Anfiteatro.
23. MÉRIDA, Badajoz. Uno de los vomitorios del Anfiteatro.
24. MÉRIDA, Badajoz. Vista general del frente de la escena del Teatro.
25. MÉRIDA, Badajoz. Gradas, orchestra y escena del Teatro.
26. MÉRIDA, Badajoz. Acceso lateral del Teatro.
27. MÉRIDA, Badajoz. Otro de los accesos al Teatro.
28. MÉRIDA, Badajoz. Zona posterior del Teatro.
29. MÉRIDA, Badajoz. Termas en la zona posterior del Teatro.
30. MÉRIDA, Badajoz. Mosaico de la Vendimia de la Casa de la Torre del Agua.
MÉRIDA** (I), provincia de Badajoz y capital de la comunidad: 1 de noviembre de 2007.
La antigua capital de la Lusitania y una de las ciudades más brillantes del Imperio Romano, época de la que conserva un singular legado artístico, cayó posteriormente en una prolongada decadencia. En la actualidad y desde 1983, a raíz de establecerse en ella la capitalidad de Extremadura, vive un activo proceso de recuperación que se manifiesta en todos los terrenos.
El esplendor alcanzado por la antigua ciudad romana es palpable, dos mil años después, tanto en la zona monumental como en otros muchos del trazado urbano en los que no cesan de aflorar, en el transcurso de excavaciones o de obras, restos de esa época.
La zona del teatro
El conjunto monumental más destacado se sitúa en la zona oriental de la ciudad, sobre una suave colina en la que destaca la presencia del teatro romano**, un espacio capaz por sí sólo de evocar el esplendor de Augusta Emerita. Erigido por Margo Agripa, yerno de Augusto y gran benefactor de la urbe, su construcción finalizó el año 15 a.C., si bien el actual frente de escena se debe a una reforma del año 105. Con una capacidad superior a los 6.000 espectadores, se mantuvo en uso hasta finales del siglo IV. Fue transformado en plaza de toros en el siglo XVIII y llegó a desaparecer al ser utilizado los sillares del graderío en otras construcciones y rellenarse con escombros la hondonada. Recuperado a principios del siglo XX, tras una minuciosa, larga y cuidada reedificación, ha vuelto a desempeñar, como marco de los Festivales de Teatro Clásico, la función para la que fue creado. Frente a la cavea, o graderío dispuesto en semicírculo y dividido en tres sectores, y tras la orchestra, destinada al coro, se encuentra el escenario. Pero el elemento más interesante arquitectónicamente es el frente de la escena, compuesto por dos cuerpos de columnas corintias culminados por un entablamento con arquitrabe, friso y cornisa, bellamente adornado por esculturas de divinidades y personajes imperiales, copias de los originales conservados en el museo.
El contiguo anfiteatro*, de trazado elíptico y grandes dimensiones, es algo posterior (8 a.C.) y tenía un aforo de 14.000 espectadores. El grueso de la obra, a base de mampostería y hormigón, se cubría con sillares de granito, en gran parte desaparecidos. Algunas de las salas abovedadas que aún pueden verse servían como estancia de gladiadores (spoliaria) o cubículos para las fieras (carceres) utilizadas en los espectáculos, presentando estas últimas las troneras por donde se les servía el alimento de los animales. Fuera del recinto del anfiteatro, pero contiguo a éste, la llamada casa del Anfiteatro es un conjunto arqueológioco donde destacan la casa de la Torre del Agua, solada de mosaico geométrico, y la propia casa del Anfiteatro (siglos I-IV), donde apreciar el magnífico mosaico de la Vendimia o representación de la pisa de la uva, y el mosaico de los Peces con medallones que enmarcan a distintos peces marinos.
En este núcleo monumental se encuentra el Museo Nacional de Arte Romano**. El proyecto arquitectónico fue encomendado a Rafael Moneo, quien diseñó un edificio funcional, cómodo y luminoso, a la vez que bellamente inspirado en la arquitectura romana.
El edificio, contiguo a la zona del Teatro y Anfiteatro, es una gran nave de tres alturas, alzada sobre un conjunto de ruinas romanas que se conservan en una cripta, donde es posible contemplar in situ restos arqueológicos, tales como tumbas, muros de casas, un tramo de calzada, etc., algo inusual en este tipo de centros.
En la planta baja, las salas I, II y III se dedican a exponer piezas procedentes de las excavaciones realizadas en edificios destinados a espectáculos públicos (teatro, anfiteatro, circo), correspondientes a los siglos I y II d.C. Entre la amplia colección de estatuas, bustos, máscaras, inscripciones, etc. destacan la cabeza de Augusto* retratado como sumo pontífice (siglo I d.C.) y diversos bronces relacionados con los juegos circenses. Las salas IV y V recogen piezas vinculadas a ritos religiosos en honor de diversas divinidades, procedentes de los santuarios y templos romanos existentes en la ciudad. La lápida de Proserpina, la cabeza velada del Genio de la Colonia* (siglo II d.C.) o el mosaico referido al dios Baco (siglo IV d.C.) son algunas de las obras más interesantes. A los ritos funerarios se consagra la sala VI, en la que se exhiben, perfectamente ambientados, diferentes tipos de enterramientos, entre ellos una sepultura en forma de cuba (cuppa), propia de la práctica incineratoria, y numerosas estelas, cipos, aras, etc. La sala VII expone objetos ligados a la casa romana y en ella se ha reconstruido una habitación con valiosa decoración pictórica. Finalmente, las salas VIII, IX y X se destinan a evocar la vida en el Foro, mediante esculturas, restos de construcciones y pequeños objetos hallados en los espacios públicos cotidianos de la antigua Emerita.
La planta primera está toda ella destinada a exponer en vitrinas las colecciones de cerámica, objetos de hueso, vidrio, numismática y orfebrería que posee el museo. El recorrido comienza por la sala IX, donde se muestran piezas de cerámica común, y sigue por la sala VIII (cerámica de lujo, con ejemplos de diversos tipos de terra sigillata) y la sala VII, monográficamente dedicada a las lucernas o lámparas de aceite. La sala VI ofrece la reconstrucción hipotética de un columbario, monumento funerario habitual en la antigua Roma, en tanto que la sala V se refiere a la industria y artesanía del hueso (agujas de coser, espátulas, piezas de tocado femenino, cubiletes y dados, etc.) y la sala IV muestra una extensa y variada colección de objetos de vidrio. Por último, en las salas III y II se exponen monedas y objetos de orfebrería.
La finalidad de las salas de la segunda planta es explicar facetas diversas de la vida social de Augusta Emerita. La sala I contiene piezas y esquemas relativos a la administración y organización de la ciudad, mientras que la sala II ilustra la vida en las villae o haciendas cercanas a ella. Los mosaicos y otros objetos de la sala III evidencian la importancia de los movimientos migratorios (tanto de entrada como de salida) y la sala IV muestra utensilios y documentos relacionados con las distintas profesiones y oficios, entre ellos un completo instrumental quirúrgico. Al retrato escultórico de carácter privado están dedicadas las salas V (retratos femeninos) y VI (bustos masculinos), en tanto que el arte y la cultura es el motivo general que engloba las hermosas piezas expuestas en la sala VII, entre las que destaca un mosaico incompleto, del siglo IV d.C., ilustrado con las figuras de los Siete Sabios de Grecia. La sala VIII, finalmente, se refiere a los inicios y primer desarrollo de la Mérida cristiana, a partir del siglo III, con objetos (lápidas, estelas, palomas, crimones ...) que contienen símbolos cristianos y que enlazan ya con la etapa visigoda, a la que ahora se dedican monográficamente las instalaciones del antiguo convento de Santa Clara.
Los escasos restos que se conservan del circo romano, del siglo I d.C. con reformas del siglo III, se sitúan un poco más al norte de esta zona. Su estructura alargada constaba de dos lados mayores paralelos y dos menores que envolvían la arena, dividida en dos partes por un espigón al que daban siete vueltas los aurigas. Se destinaba principalmente a las carreras de carros y otras competiciones deportivas (incluidas, en ocasiones, naumaquias o combates navales) que debían de despertar un gran interés popular, a juzgar por las enormes dimensiones de la arena y el aforo, con capacidad para unos 30.000 espectadores. Pese a su estado, es el mejor ejemplo español en su género. Junto al circo, tres pilares aún en pie es cuanto sobrevive del antiguo acueducto de San Lázaro.
En este núcleo monumental se encuentra el Museo Nacional de Arte Romano**. El proyecto arquitectónico fue encomendado a Rafael Moneo, quien diseñó un edificio funcional, cómodo y luminoso, a la vez que bellamente inspirado en la arquitectura romana.
El edificio, contiguo a la zona del Teatro y Anfiteatro, es una gran nave de tres alturas, alzada sobre un conjunto de ruinas romanas que se conservan en una cripta, donde es posible contemplar in situ restos arqueológicos, tales como tumbas, muros de casas, un tramo de calzada, etc., algo inusual en este tipo de centros.
En la planta baja, las salas I, II y III se dedican a exponer piezas procedentes de las excavaciones realizadas en edificios destinados a espectáculos públicos (teatro, anfiteatro, circo), correspondientes a los siglos I y II d.C. Entre la amplia colección de estatuas, bustos, máscaras, inscripciones, etc. destacan la cabeza de Augusto* retratado como sumo pontífice (siglo I d.C.) y diversos bronces relacionados con los juegos circenses. Las salas IV y V recogen piezas vinculadas a ritos religiosos en honor de diversas divinidades, procedentes de los santuarios y templos romanos existentes en la ciudad. La lápida de Proserpina, la cabeza velada del Genio de la Colonia* (siglo II d.C.) o el mosaico referido al dios Baco (siglo IV d.C.) son algunas de las obras más interesantes. A los ritos funerarios se consagra la sala VI, en la que se exhiben, perfectamente ambientados, diferentes tipos de enterramientos, entre ellos una sepultura en forma de cuba (cuppa), propia de la práctica incineratoria, y numerosas estelas, cipos, aras, etc. La sala VII expone objetos ligados a la casa romana y en ella se ha reconstruido una habitación con valiosa decoración pictórica. Finalmente, las salas VIII, IX y X se destinan a evocar la vida en el Foro, mediante esculturas, restos de construcciones y pequeños objetos hallados en los espacios públicos cotidianos de la antigua Emerita.
La planta primera está toda ella destinada a exponer en vitrinas las colecciones de cerámica, objetos de hueso, vidrio, numismática y orfebrería que posee el museo. El recorrido comienza por la sala IX, donde se muestran piezas de cerámica común, y sigue por la sala VIII (cerámica de lujo, con ejemplos de diversos tipos de terra sigillata) y la sala VII, monográficamente dedicada a las lucernas o lámparas de aceite. La sala VI ofrece la reconstrucción hipotética de un columbario, monumento funerario habitual en la antigua Roma, en tanto que la sala V se refiere a la industria y artesanía del hueso (agujas de coser, espátulas, piezas de tocado femenino, cubiletes y dados, etc.) y la sala IV muestra una extensa y variada colección de objetos de vidrio. Por último, en las salas III y II se exponen monedas y objetos de orfebrería.
La finalidad de las salas de la segunda planta es explicar facetas diversas de la vida social de Augusta Emerita. La sala I contiene piezas y esquemas relativos a la administración y organización de la ciudad, mientras que la sala II ilustra la vida en las villae o haciendas cercanas a ella. Los mosaicos y otros objetos de la sala III evidencian la importancia de los movimientos migratorios (tanto de entrada como de salida) y la sala IV muestra utensilios y documentos relacionados con las distintas profesiones y oficios, entre ellos un completo instrumental quirúrgico. Al retrato escultórico de carácter privado están dedicadas las salas V (retratos femeninos) y VI (bustos masculinos), en tanto que el arte y la cultura es el motivo general que engloba las hermosas piezas expuestas en la sala VII, entre las que destaca un mosaico incompleto, del siglo IV d.C., ilustrado con las figuras de los Siete Sabios de Grecia. La sala VIII, finalmente, se refiere a los inicios y primer desarrollo de la Mérida cristiana, a partir del siglo III, con objetos (lápidas, estelas, palomas, crimones ...) que contienen símbolos cristianos y que enlazan ya con la etapa visigoda, a la que ahora se dedican monográficamente las instalaciones del antiguo convento de Santa Clara.
Los escasos restos que se conservan del circo romano, del siglo I d.C. con reformas del siglo III, se sitúan un poco más al norte de esta zona. Su estructura alargada constaba de dos lados mayores paralelos y dos menores que envolvían la arena, dividida en dos partes por un espigón al que daban siete vueltas los aurigas. Se destinaba principalmente a las carreras de carros y otras competiciones deportivas (incluidas, en ocasiones, naumaquias o combates navales) que debían de despertar un gran interés popular, a juzgar por las enormes dimensiones de la arena y el aforo, con capacidad para unos 30.000 espectadores. Pese a su estado, es el mejor ejemplo español en su género. Junto al circo, tres pilares aún en pie es cuanto sobrevive del antiguo acueducto de San Lázaro.
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