6837. SEVILLA, capital. La cúpula de la igl. de San Luis de los Franceses desde el patio interior. |
6838. SEVILLA, capital. El retablo mayor de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6839. SEVILLA, capital. Cúpula de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6840. SEVILLA, capital. Retablo de San Estanislao de Kostka de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6841. SEVILLA, capital. Retablo de San Francisco de Borja de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6842. SEVILLA, capital. Retablo de uno de los machones de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6843. SEVILLA, capital. Tribuna del coro de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6844. SEVILLA, capital. Bajo la cúpula de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6845. SEVILLA, capital. En la cripta de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6846. SEVILLA, capital. Lateral de la cripta de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6847. SEVILLA, capital. Acceso a la Cap. Doméstica de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6848. SEVILLA, capital. Interior de la cap. Doméstica de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6849. SEVILLA, capital. El retablo mayor de la cap. Doméstica de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6850. SEVILLA, capital. Detalle del retablo mayor de la cap. Doméstica de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6851. SEVILLA, capital. Cúpula elíptica de la cap. Doméstica de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6852. SEVILLA, capital. Otro detalle del retablo mayor de la cap. Doméstica de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6853. SEVILLA, capital. Retablo de reliquias de la cap. Doméstica de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6854. SEVILLA, capital. Vista de la bóveda de la cap. Doméstica de la igl. de San Luis de los Franceses, desde el retablo mayor. |
6855. SEVILLA, capital. Muro de la cap. Doméstica de la igl. de San Luis de los Franceses. |
6856. SEVILLA, capital. Bóveda de la cap. Doméstica de la igl. de San Luis de los Franceses. |
SEVILLA** (CMLV), capital de la provincia y de la comunidad: 18 de febrero de 2018.
Iglesia de San Luis de los Franceses*
Antiguo noviciado jesuita, hoy desacralizado
calle San Luis.
"Del orbe la octava maravilla". Con estas palabras fue definida la iglesia de la antigua calle Real de San Luis tras su consagración y dedicación al santo francés en 1731. En aquel momento supuso el asentamiento definitivo de los jesuitas en Sevilla, instalados en la ciudad desde 1554 y cuya Casa Profesa (actual iglesia de la Anunciación y Facultad de Bellas Artes) se había iniciado en 1556. El origen del noviciado de los jesuitas estuvo en la donación de unas casas, por parte de Doña Lucía de Medina, que pasaron a la Compañía de Jesús en el siglo XVII. Este edificio llegó a nuestros días muy transformado por las reformas del siglo XVIII.
El noviciado estuvo en uso hasta 1767, año en que los jesuitas fueron expulsados de España por Carlos III. Después se usó como seminario clerical; a partir de 1784 fue usado por los padres franciscanos del Convento de San Diego. Este uso se mantuvo hasta 1810 cuando, con la invasión francesa, se convirtió en residencia para sacerdotes ancianos. A partir de 1812, volvió a ser usado por los franciscanos, hasta que, en 1817, regresan los jesuitas. En 1835, vuelven a ser expulsados los jesuitas y en 1837 se convierte en Hospicio Provincial. En el siglo XX, a partir de 1931, pasó a ser usado como Residencia - Escuela para los acogidos por la beneficencia.
La iglesia de San Luis es uno de los ejemplos más sobresalientes del arte barroco sevillano, suponiendo la incorporación de las formas espaciales y compositivas propias de la arquitectura romana. Su realización debe mucho a la presencia de la Corte de Felipe V en Sevilla (1729-1733), en el periodo conocido como lustro real. Una muestra de su carácter de propaganda barroca: la ceremonia de su dedicación, con procesión incluida de Arzobispo y personalidades de la nobleza, comenzó a las siete de la mañana y no concluyó hasta el mediodía, siendo incluso publicado el sermón que se proclamó en honor de San Luis Rey de Francia.
El edificio presenta planta central, con forma de cruz griega inscrita en un rectángulo. El templo está precedido de un atrio que sirve de sotocoro, alojándose la sacristía y otras dependencias en la cabecera, tras el altar mayor. Los brazos de la cruz terminan en forma de exedra y en el centro del crucero se eleva una potente cúpula sobre tambor circular. Una tribuna con arcos de medio punto apoyados en columnas constituye el coro, apareciendo otra serie de balcones cerrados con celosías sobre los machones que soportan la cúpula. A estos se adosan columnas salomónicas con capiteles compuestos y dados de entablamento, determinando una línea ascendente helicoidal. Acertados motivos decorativos y pinturas murales confieren al conjunto un aspecto de teatralidad barroca, llegándose a la total unidad entre arquitectura, escultura y pintura.
La fachada exterior consta de dos cuerpos divididos en cinco módulos, de los cuales el central está potenciado por medio de las columnas que enmarcan el vano y por la mayor abundancia de decoración. Los paramentos están realizados en ladrillo avitolado, mientras los soportes y elementos sustentantes se ejecutan en piedra, siguiendo la bicromía tan característica del barroco sevillano. Un frontón trilobulado, rematado por las figuras de los tres arcángeles (Miguel, Rafael y Gabriel), corona el módulo central. En los extremos de la fachada se elevan dos torres de sección octogonal en las que se sitúan las figuras de los Evangelistas.
La construcción se inició en 1699 y se atribuye a Leonardo de Figueroa, el gran creador de la arquitectura barroca sevillana, aunque se considera que la planta vino impuesta por la Compañía de Jesús. En las obras intervinieron asimismo Antonio Matías de Figueroa y Diego Antonio Díaz. El templo los inauguró el arzobispo Luis de Salcedo y Azcona en 1731.
En el interior de la iglesia destacan por igual el conjunto de retablos, las pinturas que recubren los muros laterales y la cúpula. Las correspondientes a esta última zona están atribuidas a Lucas Valdés, representando temas eucarísticos y fingidas arquitecturas que contribuyen a dilatar el espacio del recinto. Antes de llegar a la cúpula pintada se nos muestra una variada muestra escultórica. Delectando docere. Enseñar deleitando. Un catecismo ilustrado para los futuros jesuitas. Esta concepción didáctica de la decoración motiva la aparición en el tambor de la cúpula de representaciones en barro policromado de fundadores de las principales órdenes religiosas: San Benito, Santo Domingo de Guzmán, el Profeta Elías, San Pedro Nolasco, San Francisco de Paula, San Juan de Mata, San Francisco de Asís y San Agustín. Por encima de estas figuras aparecen unas representaciones simbólicas de las virtudes que debían tener los novicios si se querían convertir en buenos religiosos: Caridad de Dios, Pobreza, Obediencia, Mortificación, Humildad, Oración, Castidad y Caridad al Prójimo. Todas estas esculturas salieron del taller de Pedro Duque Cornejo.
El retablo mayor es un compendio de elementos barrocos, en el que no existe ningún criterio de ordenación. Esculturas, pinturas, elementos arquitectónicos, reliquias ... constituyen un abigarrado conjunto rematado con un gran dosel con corona real, coronamiento habitual en los retablos sevillanos del siglo XVIII que incide en su carácter teatral. Recopila cuadros y esculturas de diversa procedencia como el propio lienzo de San Luis o un lienzo de la Virgen con el Niño de influencia italiana. El diseño del retablo se debe al escultor Pedro Duque Cornejo y se fecha en 1730. Como pieza central de la iglesia llegó a sufrir numerosas críticas en el periodo neoclásico cuando fue definido como obra de "mal gusto y lleno de espejitos y laminitas".
En los brazos laterales de la cruz se sitúan los retablos dedicados a San Francisco de Borja y San Estanislao de Kostka, obras asimismo realizadas por Pedro Duque Cornejo en 1730. El primero muestra al antiguo menino de la Corte de Carlos V en el acto de contemplar la calavera de Isabel de Portugal, toda una vanitas del barroco; el segundo es un santo de origen polaco modelo de virtudes jesuitas. Ambos retablos muestran el mismo esquema, componiéndose por un banco, un cuerpo separado por tres calles y un ático. La escultura del titular centra cada composición, repartiéndose por ambos diferentes pinturas en formatos mixtilíneos, alusivas a la vida de cada santo, realizadas por Domingo Martínez.
En los cuatro machones que soportan la cúpula se sitúan otros tantos retablos dedicados a San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola, San Juan Francisco de Regis y San Luis Gonzaga. Los dos primeros presentan estructura similar y se decoran con espejos, relicarios y pinturas relativas a la vida del santo debidas a Domingo Martínez. El diseño corresponde a Duque Cornejo, si bien se considera la intervención de Juan de Hinestrosa en la figura de San Francisco Javier. Los otros dos retablos presentan un esquema más recargado, presentando esculturas del Ecce Homo y la Dolorosa, imágenes cercanas al estilo de Pedro de Mena.
En cuanto a las pinturas decorativas que cubren los muros de la iglesia, perfecto complemento de la decoración de los retablos, fueron realizadas por dos artistas: Lucas Valdés, que realizó la decoración pictórica del intradós de la cúpula; y Domingo Martínez, que en 1743 decoró la exedra de los pies de la iglesia con una Apoteosis de San Ignacio, obra de marcado carácter escenográfico que pretende continuar de forma fingida, la arquitectura real del edificio. Por último, en el muro del fondo del coro se muestran unas pinturas de ángeles que fueron realizadas en 1949 por Juan Miguel Sánchez.
Bajo la iglesia se encuentra la cripta. Cercana a la iglesia, formando parte de las dependencias del antiguo noviciado jesuita se encuentra la Capilla Doméstica. Consta de una sola nave, cubierta con bóveda de cañón entre arcos fajones, presentando en el presbiterio una bóveda elíptica. La sacristía se encuentra tras el altar mayor. Su retablo se debe al escultor Pedro Duque Cornejo quien lo hizo en torno a 1733 y presenta una amplia iconografía de santos jesuitas. En el banco existen dos pequeñas vitrinas con esculturas de San Francisco Javier y San Estanislao de Kostka, siendo esta última copia de la realizada por Gross para la iglesia de San Andrés del Quirinal en Roma. En el Manifestador, que remata el Sagrario, se sitúa una escultura de la Inmaculada, que sigue el tipo creado por Gregorio Fernández. Ocupando las calles laterales y el ático, encontramos imágenes de San Luis Gonzaga, San Estanislao de Kostka, San Francisco de Borja con San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola, San Juan Francisco de Regis y San Francisco Javier. En dos pequeños óvalos pintados por Domingo Martínez se representa a San Juan Bautista y San Juan Evangelista. Por los muros laterales de la capilla se distribuyen una serie de relicarios y de pinturas de los apóstoles, fechables a pirncipios del siglo XVIII, así como un conjunto de cobres flamencos del XVII con escenas de la Vida de la Virgen. Para completar esta serie, Domingo Martínez realizó en el XVIII la pintura que representa el Nacimiento de San Juan Bautista. Al mismo corresponde la decoración de las bóvedas, tarea en la que debieron colaborar sus discípulos. Las pinturas situadas en el presbiterio representan la Asunción y los cuatro arcángeles, correspondiendo a alegorías marianas, las de la nave, a San Ignacio en la cueva de Manresa, la de la tribuna del coro, y una alegoría del JHS con los Evangelistas, las que ocupan la bóveda de la sacristía.
El noviciado estuvo en uso hasta 1767, año en que los jesuitas fueron expulsados de España por Carlos III. Después se usó como seminario clerical; a partir de 1784 fue usado por los padres franciscanos del Convento de San Diego. Este uso se mantuvo hasta 1810 cuando, con la invasión francesa, se convirtió en residencia para sacerdotes ancianos. A partir de 1812, volvió a ser usado por los franciscanos, hasta que, en 1817, regresan los jesuitas. En 1835, vuelven a ser expulsados los jesuitas y en 1837 se convierte en Hospicio Provincial. En el siglo XX, a partir de 1931, pasó a ser usado como Residencia - Escuela para los acogidos por la beneficencia.
La iglesia de San Luis es uno de los ejemplos más sobresalientes del arte barroco sevillano, suponiendo la incorporación de las formas espaciales y compositivas propias de la arquitectura romana. Su realización debe mucho a la presencia de la Corte de Felipe V en Sevilla (1729-1733), en el periodo conocido como lustro real. Una muestra de su carácter de propaganda barroca: la ceremonia de su dedicación, con procesión incluida de Arzobispo y personalidades de la nobleza, comenzó a las siete de la mañana y no concluyó hasta el mediodía, siendo incluso publicado el sermón que se proclamó en honor de San Luis Rey de Francia.
El edificio presenta planta central, con forma de cruz griega inscrita en un rectángulo. El templo está precedido de un atrio que sirve de sotocoro, alojándose la sacristía y otras dependencias en la cabecera, tras el altar mayor. Los brazos de la cruz terminan en forma de exedra y en el centro del crucero se eleva una potente cúpula sobre tambor circular. Una tribuna con arcos de medio punto apoyados en columnas constituye el coro, apareciendo otra serie de balcones cerrados con celosías sobre los machones que soportan la cúpula. A estos se adosan columnas salomónicas con capiteles compuestos y dados de entablamento, determinando una línea ascendente helicoidal. Acertados motivos decorativos y pinturas murales confieren al conjunto un aspecto de teatralidad barroca, llegándose a la total unidad entre arquitectura, escultura y pintura.
La fachada exterior consta de dos cuerpos divididos en cinco módulos, de los cuales el central está potenciado por medio de las columnas que enmarcan el vano y por la mayor abundancia de decoración. Los paramentos están realizados en ladrillo avitolado, mientras los soportes y elementos sustentantes se ejecutan en piedra, siguiendo la bicromía tan característica del barroco sevillano. Un frontón trilobulado, rematado por las figuras de los tres arcángeles (Miguel, Rafael y Gabriel), corona el módulo central. En los extremos de la fachada se elevan dos torres de sección octogonal en las que se sitúan las figuras de los Evangelistas.
La construcción se inició en 1699 y se atribuye a Leonardo de Figueroa, el gran creador de la arquitectura barroca sevillana, aunque se considera que la planta vino impuesta por la Compañía de Jesús. En las obras intervinieron asimismo Antonio Matías de Figueroa y Diego Antonio Díaz. El templo los inauguró el arzobispo Luis de Salcedo y Azcona en 1731.
En el interior de la iglesia destacan por igual el conjunto de retablos, las pinturas que recubren los muros laterales y la cúpula. Las correspondientes a esta última zona están atribuidas a Lucas Valdés, representando temas eucarísticos y fingidas arquitecturas que contribuyen a dilatar el espacio del recinto. Antes de llegar a la cúpula pintada se nos muestra una variada muestra escultórica. Delectando docere. Enseñar deleitando. Un catecismo ilustrado para los futuros jesuitas. Esta concepción didáctica de la decoración motiva la aparición en el tambor de la cúpula de representaciones en barro policromado de fundadores de las principales órdenes religiosas: San Benito, Santo Domingo de Guzmán, el Profeta Elías, San Pedro Nolasco, San Francisco de Paula, San Juan de Mata, San Francisco de Asís y San Agustín. Por encima de estas figuras aparecen unas representaciones simbólicas de las virtudes que debían tener los novicios si se querían convertir en buenos religiosos: Caridad de Dios, Pobreza, Obediencia, Mortificación, Humildad, Oración, Castidad y Caridad al Prójimo. Todas estas esculturas salieron del taller de Pedro Duque Cornejo.
El retablo mayor es un compendio de elementos barrocos, en el que no existe ningún criterio de ordenación. Esculturas, pinturas, elementos arquitectónicos, reliquias ... constituyen un abigarrado conjunto rematado con un gran dosel con corona real, coronamiento habitual en los retablos sevillanos del siglo XVIII que incide en su carácter teatral. Recopila cuadros y esculturas de diversa procedencia como el propio lienzo de San Luis o un lienzo de la Virgen con el Niño de influencia italiana. El diseño del retablo se debe al escultor Pedro Duque Cornejo y se fecha en 1730. Como pieza central de la iglesia llegó a sufrir numerosas críticas en el periodo neoclásico cuando fue definido como obra de "mal gusto y lleno de espejitos y laminitas".
En los brazos laterales de la cruz se sitúan los retablos dedicados a San Francisco de Borja y San Estanislao de Kostka, obras asimismo realizadas por Pedro Duque Cornejo en 1730. El primero muestra al antiguo menino de la Corte de Carlos V en el acto de contemplar la calavera de Isabel de Portugal, toda una vanitas del barroco; el segundo es un santo de origen polaco modelo de virtudes jesuitas. Ambos retablos muestran el mismo esquema, componiéndose por un banco, un cuerpo separado por tres calles y un ático. La escultura del titular centra cada composición, repartiéndose por ambos diferentes pinturas en formatos mixtilíneos, alusivas a la vida de cada santo, realizadas por Domingo Martínez.
En los cuatro machones que soportan la cúpula se sitúan otros tantos retablos dedicados a San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola, San Juan Francisco de Regis y San Luis Gonzaga. Los dos primeros presentan estructura similar y se decoran con espejos, relicarios y pinturas relativas a la vida del santo debidas a Domingo Martínez. El diseño corresponde a Duque Cornejo, si bien se considera la intervención de Juan de Hinestrosa en la figura de San Francisco Javier. Los otros dos retablos presentan un esquema más recargado, presentando esculturas del Ecce Homo y la Dolorosa, imágenes cercanas al estilo de Pedro de Mena.
En cuanto a las pinturas decorativas que cubren los muros de la iglesia, perfecto complemento de la decoración de los retablos, fueron realizadas por dos artistas: Lucas Valdés, que realizó la decoración pictórica del intradós de la cúpula; y Domingo Martínez, que en 1743 decoró la exedra de los pies de la iglesia con una Apoteosis de San Ignacio, obra de marcado carácter escenográfico que pretende continuar de forma fingida, la arquitectura real del edificio. Por último, en el muro del fondo del coro se muestran unas pinturas de ángeles que fueron realizadas en 1949 por Juan Miguel Sánchez.
Bajo la iglesia se encuentra la cripta. Cercana a la iglesia, formando parte de las dependencias del antiguo noviciado jesuita se encuentra la Capilla Doméstica. Consta de una sola nave, cubierta con bóveda de cañón entre arcos fajones, presentando en el presbiterio una bóveda elíptica. La sacristía se encuentra tras el altar mayor. Su retablo se debe al escultor Pedro Duque Cornejo quien lo hizo en torno a 1733 y presenta una amplia iconografía de santos jesuitas. En el banco existen dos pequeñas vitrinas con esculturas de San Francisco Javier y San Estanislao de Kostka, siendo esta última copia de la realizada por Gross para la iglesia de San Andrés del Quirinal en Roma. En el Manifestador, que remata el Sagrario, se sitúa una escultura de la Inmaculada, que sigue el tipo creado por Gregorio Fernández. Ocupando las calles laterales y el ático, encontramos imágenes de San Luis Gonzaga, San Estanislao de Kostka, San Francisco de Borja con San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola, San Juan Francisco de Regis y San Francisco Javier. En dos pequeños óvalos pintados por Domingo Martínez se representa a San Juan Bautista y San Juan Evangelista. Por los muros laterales de la capilla se distribuyen una serie de relicarios y de pinturas de los apóstoles, fechables a pirncipios del siglo XVIII, así como un conjunto de cobres flamencos del XVII con escenas de la Vida de la Virgen. Para completar esta serie, Domingo Martínez realizó en el XVIII la pintura que representa el Nacimiento de San Juan Bautista. Al mismo corresponde la decoración de las bóvedas, tarea en la que debieron colaborar sus discípulos. Las pinturas situadas en el presbiterio representan la Asunción y los cuatro arcángeles, correspondiendo a alegorías marianas, las de la nave, a San Ignacio en la cueva de Manresa, la de la tribuna del coro, y una alegoría del JHS con los Evangelistas, las que ocupan la bóveda de la sacristía.
Textos de:
ARJONA, Rafael: Guía Total: Andalucía. Ed. Anaya. Madrid, 2005.
ARJONA, Rafael y WALLS, Lola: Guía Total: Sevilla. Ed. Anaya. Madrid, 2007.
MORALES, Alfredo J.; SANZ, María Jesús; SERRERA, Juan Miguel y VALDIVIESO, Enrique: Guía artística de Sevilla y su provincia [I]. Fundación José Manuel Lara y Diputación provincial de Sevilla. Sevilla, 2004.
ROLDÁN, Manuel Jesús: Iglesias de Sevilla. Almuzara. Sevilla, 2010.
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