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domingo, 9 de julio de 2017

1939. CÁDIZ* (XXXI), capital: 19 de abril de 2015.

155. CÁDIZ, capital. Todo el grupo ante el Gran Teatro Falla.
156. CÁDIZ, capital. Vista general del Gran Teatro Falla.
157. CÁDIZ, capital. Vista de los palcos y de la cúpula del Gran Teatro Falla.
158. CÁDIZ, capital. El grupo en el patio de butacas del Gran Teatro Falla.
159. CÁDIZ, capital. Interior de la catedral nueva.
160. CÁDIZ, capital. El Ayuntamiento.
161. CÁDIZ, capital. En el patio central del Ayuntamiento.
162. CÁDIZ, capital. Otra perspectiva del grupo en el patio del Ayuntamiento
163. CÁDIZ, capital. En el salón de sesiones del Ayuntamiento.
164. CÁDIZ, capital. Otra perspectiva del salón de sesiones del Ayuntamiento.
165. CÁDIZ, capital. Todo el grupo ante el monumento a las Cortes de 1812, en la plaza de España.
166. CÁDIZ, capital. El balneario de la Palma, en la playa de la Caleta.
CÁDIZ* (XXXI), capital de la provincia: 19 de abril de 2015.
   Mostramos imágenes de la visita que hicimos con la Asociación de Mujeres de Burguillos, y auspiciada por la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Burguillos a la "Tacita de plata": Cádiz, visitando varios enclaves de la capital gaditana.
   Así en la plaza de Falla, dedicada al gran músico gaditano, espacio que por allí goza de una amplia acera con las apacibles terrazas de un par de bares.
   En esta plaza se levanta el Gran Teatro Falla. La afición de Cádiz al teatro, incluido el de títeres, es históricamente una de las más potentes de España. La ciudad contaba con locales estables desde los comienzos del siglo  XVII, y en ellos se sucedían las representaciones más variadas, a despecho de las prohibiciones, tanto eclesiásticas como reales, establecidas en distintos periodos. En los siglos XVIII y XIX, muchas obras se estrenaban en Cádiz antes que en Madrid, constituyendo el aplauso de los gaditanos un barómetro que indicaba a los empresarios si una obra debía o no estrenarse en la capital de  España. En 1812, en pleno cerco de la ciudad por los franceses, se inauguró en este lugar el teatro de San Fernando, al que la gente llamó desde el primer instante del Balón, por encontrarse en las proximidades de un campo en el que se practicaban juegos de balón. Este teatro era de madera y pereció en un incendio en los años sesenta de dicho siglo XIX. En 1871 se levantó otro también de madera que sólo tuvo una duración de 10 años, siendo, igualmente, devorado por las llamas. Algún tiempo después, en 1885, se comenzó a construir el actual, de acuerdo con el proyecto de Adolfo Morales, proyecto que un par de años más tarde, ya bajo el patrocinio del Ayuntamiento, sería modificado a fondo por Juan Cabrera Latorre, quien lograría finalizar las obras en 1910. El nombre actual se lo pusieron en 1926. Se trata de un sólido edificio exento, de estilo neomudéjar, construido enteramente en ladrillo rojo visto y con los vanos a base de arcos de herradura, circunstancia que refuerza su carácter islámico. Tiene planta de herradura y 2.570 m2, con un aforo total de 2.000 localidades. El escenario es de grandes dimensiones, nada menos que 25,5 m de fondo por 18 m de ancho, con el correspondiente foso para la orquesta delante de él. Lujosamente decorada con motivos nazaríes, la cubierta lleva adosada un lienzo en el que se ha pintado una cúpula califal con alegorías de las artes escénicas, un trabajo que realizaron los pintores Felipe Abárzuza y Julio Moisés, quienes también desarrollaron las pinturas del foyer. Además de las representaciones y espectáculos habituales, en este teatro se celebra el concurso anual de agrupaciones carnavalescas.
   De camino al Ayuntamiento, hicimos una pequeña incursión en la Catedral Nueva*, construida a partir de 1722 en estilos barroco y neoclásico. El interior impresiona por su solidez y envergadura. Es todo de mármol blanco. Tiene planta de cruz latina, distribuida en tres naves, gran girola y capillas laterales. Enormes pilares de planta elíptica con columnas corintias estriadas separan las naves, sobre aquéllos corre un entablamento con una potente cornisa y un friso decorado con rocallas. Cubre el crucero una cúpula de media naranja sobre tambor con casetones y huecos termales. El mismo movimiento que se aprecia en el exterior se adueña también del interior, produciendo la impresión de un inconmensurable navío meciéndose sobre las olas del Atlántico.
   Ya en la plaza de San Juan de Dios, encontramos el edificio del Ayuntamiento, que hunde sus raices en el siglo XVI, cuando se trasladó aquí desde el interior de la ciudadela medieval. La construcción actual data de finales del siglo XVIII, con añadidos de la segunda mitad del XIX. De grandes proporciones, solemne y con una gran pureza de líneas, responde a dos momentos estéticos: el academicista del proyecto inicial de Pedro Albisu y Torcuato Benjumeda, y el isabelino de la finalización del XIX, redactado por Manuel García del Álamo. La fachada principal se compone de una parte inferior, formada por un pórtico a base de arcos de medio punto almohadillados, y otra superior constituida por una gran balconada central con columnas jónicas de orden gigante, coronada por un frontón triangular, y dos cuerpos laterales con dos plantas, articulados por pilastras, igualmente jónicas, entre las que se abren balcones abalaustrados en la parte inferior y ventanas en la superior. En el centro se levanta un torreón con un cuerpo inicial de planta cuadrada y un segundo cuerpo octogonal rematado por un gracioso templete con columnas jónicas y cúpula semiesférica. A un lado y a otro de la base de esta torre figuran dos estatuas, que corresponden a los patronos de la ciudad. Una serie de tondos con relieves, repartidos por la fachada, además de adornarla, igual que los guardapolvos y las guirnaldas, hacen referencia a la historia de la ciudad y a su larga vocación comercial. En el frontón aparece un relieve de Hércules, legendario fundador de la ciudad. Un patio de planta cuadrada con columnas de mármol es el núcleo alrededor del cual se distribuyen las dependencias interiores. Éstas responden en su mayor parte a la remodelación de 1861, destacando, en primer lugar, el salón de Sesiones, de planta rectangular, con profusión de mármoles y de frescos y abundante decoración de yeserías. Gran interés reviste también el despacho del Alcalde, de planta elíptica y con unas hornacinas en los muros que albergan las estatuas de los gaditanos Columela y Balbo el Menor, ambas de estilo neoclásico y del artista también gaditano José Fernández Guerrero.
   La plaza de España, gran espacio ajardinado, creado a principios del siglo XX gracias al derribo de parte de las murallas de San Carlos para la ampliación del puerto, un espacio que se enriqueció poderosamente en 1929 con la erección del monumento a las Cortes de Cádiz de 1812. Este monumento fue diseñado en 1912 por el arquitecto López Otero, procediendo a su ejecución el escultor Aniceto Marinas. Consiste en un gran hemiciclo en el centro del cual se alza un elevado triunfo coronado por unas figuras alegóricas que sostienen el texto constitucional. Debajo, una gran matrona representa el triunfo de la Constitución, a la que se identifica con la Justicia, mientras a sus pies, bajo el escudo real, aparece un trono con las armas de los Borbones, simbolizando la legitimidad de Fernando VII. En los muros del hemiciclo, a un lado y a otro de la columna, una sucesión de relieves representan a ciudadanos que van a la guerra y los frutos de la paz, simbolizados en su conjunto por los dos jinetes a caballo, en bronce, que aparecen en los extremos sobre robustos basamentos. En la parte trasera se alza la figura del Hércules gaditano, así como una serie de inscripciones y de figuras que homenajean a los diputados, al tiempo que recuerdan la importancia que en esta Constitución se le daba a la América colonial.
   En la playa de la Caleta*, se alza el balneario de la Palma, levantado en 1926 en sustitución de otros de madera que existían desde principios del siglo XIX. El edificio se sustenta en pilares de hormigón y consta de un gran cuerpo central del que parten dos brazos curvos que acaban en miradores de planta hexagonal. Tiene capacidad para quinientas personas y tuvo un gran restaurante con posibilidades para organizar fiestas y banquetes, así como baños con grifos independientes que permitían la salida de cuatro tipos de agua: salada, dulce, fría y caliente. Después de largos años de abandono, recientemente ha sido restaurado por la Junta de Andalucía y acondicionado para Centro de Investigaciones Arqueológicas Submarinas.

Enlace a la Entrada anterior de Cádiz*:

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