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martes, 24 de marzo de 2020

2928. MADINAT AL-ZAHRA** - CÓRDOBA** (I), capital: 19 de enero de 2019.

1. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. Una zona del vestíbulo del Museo del Conjunto Arqueológico.
2. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. Un ciervo en una de las salas del Museo del Conjunto Arqueológico.
3. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. Reconstrucción de una puerta en el Museo del Conjunto Arqueológico.
4. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. Capiteles en el Museo del Conjunto Arqueológico.
5. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. Vista de la zona superior del Conjunto Arqueológico.
6. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. Otra zona del Conjunto Arqueológico.
7. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. Vista del palacio de Yafar, en el Conjunto Arqueológico.
8. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. Patio del Alcázar del Conjunto Arqueológico.
9. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. Puerta de acceso al alcázar del Conjunto Arqueológico.
10. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. Vista de la zona de la mezquita del Conjunto Arqueológico.
11. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. En la gran plaza de armas del alcázar del Conjunto Arqueológico.
12. MADINAT AL-ZAHRA - CÓRDOBA, capital. Ante una triple arcada del Conjunto Arqueológico.
MADINAT AL-ZAHRA** - CÓRDOBA** (I), capital de la provincia: 19 de enero de 2019.
   Por la carretera de Palma del Río, a 5 kms. del casco urbano de Córdoba se llega a Madinat al-Zahra, la ciudad palatina que Abd al-Rahmán III, recién autonombrado califa, ordenó construir como muestra y resumen de su extraordinario poder
   El Museo de Madinat al-Zahra, abierto al público en octubre de 2009, es un complejo que contiene espacios propios de un museo moderno, así como toda la infraestructura dedicada a la gestión patrimonial que demanda un conjunto arqueológico de la magnitud de la ciudad califal. El edificio está concebido como el punto de partida para la visita al yacimiento, con una presentación y exposición museográfica sobre Madinat al-Zahra.
   La creación del museo resuelve varios problemas planteados desde el comienzo de la recuperación del yacimiento en 1911. El primer edificio construido para dar apoyo a la excavación quedó pronto obsoleto por la ingente cantidad de material arqueológico que se fue almacenando en sus instalaciones y por la insuficiencia de espacios expositivos.
   El museo viene a resolver, además, varias demandas del conjunto arqueológico referidas tanto a la difusión y función didáctica de la institución, como a la tarea de custodia y conservación que esta institución tiene encomendada. Destaca en el edificio su ubicación exterior a la ciudad, aprovechando uno de sus caminos originales de acceso, de forma que no condiciona ni las excavaciones futuras ni el crecimiento en extensión de las mismas. Este compromiso de la nueva obra con el yacimiento se extiende también al paisaje, pues el proyecto planteado por el estudio de arquitectura Nieto y Sobejano se concibe como un equipamiento oculto parcialmente en el territorio, para no interferir ni en la contemplación del paisaje ni en el fundamental protagonismo de la ciudad califal. Se trata, en definitiva, de una edificación ideada para facilitar la comprensión del yacimiento y desarrollar a todos los niveles sus potencialidades,  impulsar nuevas iniciativas de investigación, conservación y difusión de la ciudad de Madinat al-Zahra y toda la ordenación territorial que constituye su entorno.
   Tanto las crónicas musulmanas como las de los embajadores de los reinos cristianos, incluidas los del emperador de Bizancio, narran con asombro, pero sin exageración, las maravillas de esta verdadera urbe que llegó a reunir hasta 25.000 habitantes y desde la cual el califa regía los destinos de su imperio. Su belleza era increíble. Su riqueza también. Mármoles de todos los colores, piedras maravillosas, oro, plata, una arquitectura sublime, la profusa ornamentación que cubría todos los muros a base de ataurique, estos es, de piedra tallada, el propio urbanismo y hasta el sitio elegido para su edificación coincidieron para hacer un emporio inigualable no sólo en su época, sino también en épocas posteriores.
   Sin embargo, la vida de esta ciudad prodigiosa fue tan fugaz como la más delicada de las flores: fundada en el año 941, fue completamente arrasada en el 1010 por Sulaimán al-Mustaín, quien, al mano de sus bereberes, remató el califato, al que las luchas intestinas habían arruinado ya, dando paso a los reinos de Taifas. Luego, la ciudad cayó en el olvido y a lo largo de los siglos posteriores sus ruinas, convertidas en canteras, fueron bárbaramente expoliadas. El monasterio de San Jerónimo, por ejemplo, que se yergue en la actualidad por encima de ella, fue construido en su totalidad, en el año 1408, con piedras y materiales arrancados de sus muros, y no pocas casas nobles de Córdoba se levantaron de igual modo. Durante largo tiempo, muchos creyeron que estas ruinas correspondían a la Córdoba fundada por Claudio Marcelo, de tal modo que se las llegaron a conocer como Córdoba la Vieja. No fue hasta el siglo XIX cuando Pedro de Madrazo, siguiendo las traducciones de textos árabes que se estaban haciendo en Europa, conseguiría recuperar la realidad. A comienzos del siglo XX se iniciaron excavaciones sistemáticas y trabajos de reordenación de materiales y de recuperación, que todavía prosiguen y que han logrado poner en pie lo suficiente como para que no resulte difícil hacerse una idea bastante aproximada de lo que tuvo que ser aquel milagro.
   Lo primero que impresiona en la visita es el paisaje. La ciudad, uno de los conjuntos arqueológicos más importantes de España, se encuentra en las faldas del conocido por los árabes como Chábal a-Arús o Monte de la Novia, a unos ocho kilómetros del casco urbano de la Córdoba musulmana, con toda la llanura y el perfil lejano de la población actual ante los ojos. Tenía unas dimensiones de 1.500 metros de longitud por 750 de ancho o, lo que es lo mismo, 112 hectáreas de superficie, de las que hasta el momento sólo se ha excavado la décima parte. Las edificaciones se suceden en terraza, con tres escalonamientos aproximadamente. Hay que tener en cuenta que, aunque el acceso actual se hace por el norte -la parte más alta-, en su época, el acceso se hacía por el sur -la parte más baja-. En lo más alto se localiza el alcázar, donde residía el califa. Éste consta de dos partes, el sector oficial y el sector privado. Algo más abajo, aparece el cuerpo de guardia y las caballerizas. Prácticamente a la misma altura, corrida al oeste, se encuentra la zona de administración, formada por un notable edificio de forma basilical, del que se ven los arcos, las columnas y, perfectamente, su distribución.
   Como quiera que los trabajos de recuperación no se interrumpen, cada cierto tiempo se torna visitable una zona que hasta hace poco permanecía cerrada al tránsito. Esto es lo que ocurre con el palacio de Ya'far ibn Abd al-Rahmán -hayib o primer ministro de al-Hakam II- inaugurado en mayo de 2004 y situado algo más abajo que la zona administrativa. Contemplando la labor realizada, es posible hacerse una perfecta idea de lo que era la residencia de un alto cargo califal. Como el alcázar del califa, consta también de dos partes: la pública y la privada. La primera está formada por un gran patio, al que se asoma un soberbio edificio de planta basilical, cuya fachada, en la que no faltan los arcos de herradura sobre delicadas columnas con capiteles de pencas, se encuentra ricamente decorada con ataurique. En la zona privada se ven lo que era la vivienda, con suntuosas habitaciones y deliciosos  patios con fuentes murmurantes, y lo que eran las dependencias del servicio, entre las que se incluye la cocina y el horno para la cocción de alimentos.
   Por encima de la casa de Ya'far baja el camino empedrado -en sus tiempos subida- que conducía a la plaza de armas y a la salida. Se ve la grandiosa puerta de acceso al alcázar, con su arco de herradura y dovelas alternativas en marfil y en bermejo, parte del resto de la arquería y la explanada de la plaza. Desde la siguiente terraza se descubren, en lo más bajo, los restos, perfectamente delineados de la mezquita con la que contó la ciudad. Se observará un alineamiento extraño con respecto a la totalidad del conjunto. Ello es debido a la orientación del templo que en este caso, al contrario que en la Aljama de Córdoba, si mira, como es preceptivo, hacia La Meca. Esta mezquita contaba con cinco naves, patio y alminar. Se ven también los restos de las casas correspondientes a los servidores del oratorio.
   Aparecen, por último, las dos zonas más atractivas del espacio arqueológico. En primer lugar, los espléndidos y extensos jardines de traza reticular, cercados por una poderosa muralla con torreones de base prismática que separaba el alcázar del resto de la medina. En segundo lugar, salón de Abd al-Rahmán III conocido como el salón Rico, espacio exuberante, recuperado casi en su totalidad, destinado a las recepciones políticas y de embajadores, en el que el suelo de mármol y los zócalos de mármol blanco, las estilizadas columnas, con sus capiteles de avispero, los atauriques, repuestos pacientemente en los muros, con brillantísimos dibujos geométricos, junto con el juego de la luz que penetra desde el exterior, causan en el visitante el mismo asombro que debía causar en los invitados del califa. A las puertas de este salón existe aún una gigantesca alberca que, al decir de las crónicas, tenía sobre el agua una lámina de azogue en la que el sol se reflejaba y cuyos brillos, al agitarse por el aire, producían en el interior de la sala una sensación de movimiento que llenaba de confusión y de temor a cuantos, no acostumbrados a él, lo percibían, como si hubiera entrado en el reino de un poderoso mago del que ya nunca conseguirían escapar. Dicen los cronistas que Abd al-Rahmán tenía una mirada magnética y aun, cuando las circunstancias lo requerían, aterradora, dato que contribuiría a aumentar hasta límites inenarrables esta desconcertante sensación.
Textos de:
ARJONA, Rafael. Guía total: Andalucía. Anaya Touring. Madrid, 2005.
ARJONA, Rafael. Guía Total: Córdoba. Anaya Touring. Madrid, 2009.
VILLAR MOVELLÁN, Alberto; DABRIO GONZÁLEZ, María Teresa y RAYA RAYA, María Ángeles. Guía artística de Córdoba y su provincia. Ayuntamiento de Córdoba y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006.

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