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lunes, 30 de marzo de 2020

2934. CÓRDOBA** (LXXI), capital: 20 de enero de 2019.

422. CÓRDOBA, capital. Fachada principal del Pal. de Viana.
423. CÓRDOBA, capital. El patio principal del Pal. de Viana.
424. CÓRDOBA, capital. El patio de las Rejas del Pal. de Viana.
425. CÓRDOBA, capital. Tomándonos una cervecita delante del Pal. de Viana.
426. CÓRDOBA, capital. Acceso lateral al compás del Cvto. de Sta. Isabel.
427. CÓRDOBA, capital. Portada del compás del Cvto. de Sta. Isabel.
428. CÓRDOBA, capital. El monumento a Manolete.
429. CÓRDOBA, capital. El monumento a Manolete con la igl. de Sta. Marina, al fondo.
430. CÓRDOBA, capital. La igl. de Sta. Marina.
431. CÓRDOBA, capital. Portada del Evangelio de la igl. de Sta. Marina.
432. CÓRDOBA, capital. El Convento de San Cayetano.
433. CÓRDOBA, capital. La Torre de la Malmuerta.
434. CÓRDOBA, capital. Igl. del antiguo Cvto. de la Merced.
435. CÓRDOBA, capital. Uno de los accesos al antiguo Cvto. de la Merced.
436. CÓRDOBA, capital. El antiguo Cvto. de la Merced.
CÓRDOBA** (LXXI), capital de la provincia: 20 de enero de 2019.
Palacio de Viana*
   De la plaza de San Agustín parte, entre otras, la calle Reja de don Gome, al final de la cual, a la derecha, se llega a la plaza del mismo nombre. Aquí se encuentra la fachada principal de este suntuoso palacio, ejemplo inmejorable de las grandes casas solariegas de carácter renacentista que se repartían por toda la ciudad. En la actualidad, el palacio es propiedad de una entidad bancaria cordobesa, después de haber sido el domicilio de los Marqueses de Villaseca y de los de Viana. Los orígenes de esta gran edificación, que en la actualidad dispone de 6.500 metros cuadrados de superficie, se remontan al siglo XIV. El conjunto presenta una distribución irregular, debido a que, a lo largo del tiempo, se le fueron añadiendo dependencias a la medida de las necesidades de sus habitantes, hasta alcanzar la configuración actual de edificaciones distribuidas alrededor de doce patios y un jardín. Al exterior, salvo en la portada, el palacio ofrece un aspecto sumamente sencillo, con sus dos plantas de muro liso y encalado. La portada se abre en chaflán en uno de los ángulos de la plaza. Es de piedra caliza y muestra, en la planta baja, un vano adintelado con dovelas resaltadas. En la planta alta tiene un balcón orlado a un lado y a otro con sendos guerreros y, por encima, en medio de un frontón partido, el escudo de la casa.
   Del conjunto interior lo más llamativo son los patios, desde luego por su arquitectura, pero, sobre todo, por su prodigiosa decoración floral, cada uno con la suya propia y distinta de los demás. El Principal, se encuentra al otro lado de la entrada y es un claustro enchinado, con arcos de medio punto sobre columnas toscanas, que tiene una palmera en el centro y plantas trepadoras por sus paramentos. Tras éste, se van sucediendo los demás, cada uno con su nombre, que está relacionado cn su ornamentación o con el detalle que lo diferencia de los demás.
Convento de Santa Isabel
   La calle Santa Isabel, que parte de la plaza de Don Gome, alberga este convento de monjas franciscanas, patrocinado en su día por los Marqueses de Villaseca. De él puede visitarse el compás y la iglesia.
Monumento a Manolete
   Los muros del convento se prolongan por la plaza del Conde de Priego, a espaldas de su acceso. Aquí se levanta uno de los monumentos con los que la ciudad honra al diestro Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete. Se trata de un conjunto escultórico en el que se ve la imagen en bronce del torero capote en mano y, a un lado y a otro, sendos caballos sujetos por dos mozos, ambos grupos en piedra caliza. Se erigió en 1956, gracias a la contribución popular y a los beneficios obtenidos de la corrida organizada por el diestro Carlos Arruza en el antiguo coso de los Tejares, y es obra del escultor Manuel Álvarez Laviada.
Iglesia de Santa Marina
   Esta iglesia, una más de las que fundara Fernando III, se encuentra en la plaza de su nombre, dando frente al monumento de Manolete, o al revés, el torero mirando a la fachada del templo, en una muestra de la vinculación del matador con este barrio. La iglesia es la más robusta de todas las fernandinas. Su aspecto, por la cara principal, es el de una fortaleza, con los poderosos contrafuertes, terminados en pirámides, que sujetan la fachada. Su construcción se llevó a cabo entre los últimos años del siglo XIII y los primeros decenios del XIV. La fachada se articula en tres cuerpos, separados por los contrafuertes, el correspondiente a la nave central y los de las naves laterales. El cuerpo central presenta la portada formada por un hueco en leve ojiva con arquivoltas que descansan en columnillas, hoy desaparecidas, con capiteles decorados, todo ello bajo un tejaroz que va de contrafuerte, apoyado en canecillos. Por debajo del hastial, aparece un rosetón abocinado de estructura gótico-mudéjar.
   La portada de la izquierda -lado del Evangelio- es francamente hermosa y, además, se encuentra muy bien conservada. Se abre en un arco ojival adornado con dientes de sierra, abocinado, con arquivoltas lisas que descansan en muy finas columnillas con capiteles profusamente decorados, todo ello bajo un gablete muy empinado, que sube hasta el alero del tejado, decorado con puntas de diamante, lo mismo que los airosos contrafuertes adosados a la fachada que enmarcan el conjunto. Importante elemento del exterior es la torre. Su construcción se llevó a cabo en dos etapas. En un primer momento, todavía en época medieval, se levantó el cuerpo bajo. Luego, ya en el siglo XVI, siendo obispo de Córdoba Leopoldo de Austria, Hernán Ruiz II levantó el segundo cuerpo y el campanario. El primero de ellos, rematado en una gran cornisa, muestra el escudo del obispo y una serie de cabezas de león como adorno. El campanario se organiza en cuatro muros abiertos con huecos de medio punto enmarcados por pilastras sobre muy altos basamentos y coronados por una cúpula con chapiteles en la cúspide y en las esquinas.
Convento de San Cayetano*
   Frente a la portada izquierda de Santa Marina se encuentra la calle Mayor de Santa Marina, que lleva a la puerta del Colodro, a través de la cual entraron en la ciudad las primeras tropas cristianas. Este fue el barrio de los antiguos piconeros cordobeses, hombres de tez cetrina que, día tras día, subían a la sierra con sus borriquillos a fabricar el picón, combustible con el que, hasta la aparición de los eléctricos, se alimentaban los braseros de las casas de Córdoba. Es un barrio alegre y muy popular, organizada a partir de esta calle, que es como su espina dorsal. Justo antes de la puerta del Colodro se encuentra la plaza de la Lagunilla, de expresivo nombre, en cuyo centro, ajardinado, hay un busto en bronce de Manolete, fundido por Juan de Ávalos en 1948 siguiendo el encargo del Ayuntamiento.
   Prácticamente enfrente de la puerta del Colodro, después de cruzar la avenida de las Ollerías, aparece el convento de San José, conocido popularmente como de San Cayetano, en la cuesta de su nombre, uno de esos lugares recoletos, casi prodigiosos que aparecen a cada paso, situado junto al tráfago de la gran avenida y, sin embargo, alejado de él, envuelto en el aroma de otras épocas, con us copudos naranjos y sus poyatos pintados de cal. El convento pertenece a los carmelitas descalzos que, como ya se dijo, se trasladaron aquí desde el de San Roque, fundado en el Buen Pastor por San Juan de la Cruz.
   Desde la calle se descubre la fachada del templo, en la cumbre de la pequeña pendiente. Es una obra barroca que tuvo su conclusión en 1656, aunque sufrió profundas reformas en el siglo XVIII. Desde abajo de la cuesta y emergiendo a través  de los naranjos, la fachada, enfoscada y pintada de ocre, ofrece una perspectiva de honda espiritualidad. Muestra un cuerpo estructurado en dos alturas y frontón en el que se ubica el escudo de la Orden. En la planta baja se abre una portada triple de piedra de piedra, la central formada por un arco de medio punto y las laterales, más pequeñas, adinteladas. La primera planta es tipo retablo, en el que se sitúa una hornacina avenerada con la imagen de San José, sobre ésta un frontón curvo partido y, a los lados, dos ventanas rectangulares. Junto a este cuerpo y sobresaliendo de él se alza la espadaña, terminada en un vano con dos huecos de medio punto para dos campanas y otro, más pequeño, para un campanillo.
Convento de la Merced*
   La avenida de las Ollerías fue hasta épocas bien recientes arteria fabril, con ingenios de fundiciones, fábricas de maderas, de aceite y otras. Subiendo acera arriba, puede verse aún, en la nueva plaza abierta al tránsito, una de las chimeneas de la industria aceitera de Carbonell, vestigio preservado en el lugar como testimonio de otro tiempo. Algo más arriba de la chimenea se levanta la torre de la Malmuerta, una torre albarrana de la muralla árabe cuyo nombre se debe a la castellana a quien su marido, en un arranque de celos, arrojó por las almenas. Hoy luce su perfil exenta en el borde del Campo de la Merced o plaza de Colón.
   En este lugar, al otro lado de los románticos jardines que ocupan el amplio centro de la plaza, con su arboleda de plátanos, de naranjos, de palmeras, con los tritones de su fuente y las palomas, se encuentra el antiguo convento de la Merced. Su fundación se debe a San Pedro Nolasco quien, tras la conquista cristiana de la ciudad, recibió de Fernando III la antigua basílica de Santa Eulalia, situada en el lugar y a la que se trasladó con sus monjes dedicados a la redención de cautivos en tierras musulmanas. Antes de terminar el siglo XIII los monjes tenían levantado su convento, pero la edificación actual es obra del siglo XVIII, en un sobrio y muy bello barroco, habiendo sufrido también, desde esta época, diversas modificaciones y restauraciones. Las dos más importantes se realizaron en 1850, cuando dejó de ser convento para convertirse en hospicio, y en 1960, momento en que comenzó su utilización como sede de la Diputación Provincial. Al exterior sobresale la extensión y horizontalidad de la fachada, rota por la incrustación de la iglesia, en el centro de la misma. En sus dos plantas, ofrece una serie de huecos adintelados, ventanas en la baja y balcones en la primera, enmarcados por pilastras que suben hasta el alero del tejado. La fachada de la iglesia se alza a modo de retablo, en tres calles de tres cuerpos, la del centro, más ancha, termina en un hastial coronado por la imagen de San Rafael. Las laterales rematan en espadañas, después de mostrar sendos óculos en el cuerpo inferior y balcones en el intermedio. La portada es de piedra blanca y ocupa dos cuerpos de la calle central. En el bajo se encuentra el acceso, adintelado y enmarcado por dos columnas salomónicas. Encima, a partir de una cornisa, hay una hornacina con la imagen de la Virgen de la Merced, orlada por dos pares de columnas, igualmente salomónicas. La totalidad de la fachada, por otra parte, aparece enfoscada y bellamente pintada con el colorido característico del momento de su construcción.
Textos de:
ARJONA, Rafael. Guía total: Andalucía. Anaya Touring. Madrid, 2005.
ARJONA, Rafael. Guía Total: Córdoba. Anaya Touring. Madrid, 2009.
VILLAR MOVELLÁN, Alberto; DABRIO GONZÁLEZ, María Teresa y RAYA RAYA, María Ángeles. Guía artística de Córdoba y su provincia. Ayuntamiento de Córdoba y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006.

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2933. CÓRDOBA** (LXX), capital: 20 de enero de 2019.

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