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domingo, 1 de febrero de 2015

1050. TORO* (III), Zamora: 3 de agosto de 2010.

30. TORO, Zamora. Arco de la Corredera.

31. TORO, Zamora. Puerta de Sta. Catalina.

32. TORO, Zamora. Verraco en la Puerta de Sta. Catalina.

33. TORO, Zamora. Igl. de Sto. Tomás Cantuariense.

34. TORO, Zamora. Fachada de la Casa de la Cultura.

35. TORO, Zamora. Arco del Reloj.

36. TORO, Zamora. Arco del Postigo, con la cap. de la virgen de la antigua en el piso superior.

37. TORO, Zamora. Igl. de San Sebastián de los Caballeros.

38. TORO, Zamora. Igl. de la Trinidad.

39. TORO, Zamora. Portada del palacio de las Leyes.

40. TORO, Zamora. Fachada de la casa de la Nunciatura.

41. TORO, Zamora. Portada del monasterio de Sta. Sofía.

42. TORO, Zamora. Patio del palacio de los condes de Requena.

43. TORO, Zamora. Plaza de toros.

44. TORO, Zamora. Hospital de la Cruz.

45. TORO, Zamora. Igl. de Sta. Catalina.

TORO* (III), provincia de Zamora: 3 de agosto de 2010.
Por la periferia del casco histórico
   Como ya se ha dicho, Toro fue ciudad doblemente amurallada y aún conserva algunos lienzos y puertas de ambos recintos. Del más externo, la llamada cerca del Arrabal, que transcurría próxima a la actual avenida de circunvalación y venía a cerrar la zona urbana desarrollada en el último período cortesano, aún quedan el arco de la Corredera, reconstruido en el siglo XVII, al pie de la céntrica calle del mismo nombre, y en el extremo nororiental, la puerta de Santa Catalina, fechada en 1753, ante la cual se halla la figura del verraco prerromano que seguramente dio origen al topónimo de la ciudad. La mencionada calle de la Corredera, hacia la que se asoma la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, levantada en el siglo XVI sobre un templo anterior y provista de tres capillas góticas en la cabecera y un magnífico retablo, conduce, tras pasar ante el antiguo palacio de los marqueses de Castrillo (siglo XVI), restaurado como Casa de Cultura, hasta la ajardinada plaza de Santa Marina, presidida por una estatua de fray Diego de Deza y eje de esta segunda parte del recorrido. Casi frente a ella se alzan dos restos importantes de la primera muralla: el arco del Reloj, edificado en 1719 sobre la antigua Puerta del Mercado, y el arco del Postigo, que se cuenta con la capilla de la Virgen de la Antigua, de origen medieval, aunque reformada en el siglo XVIII.
   Al noroeste de este punto queda la iglesia de San Sebastián de los Caballeros, reedificada en 1516 y enriquecida con las valiosas pinturas murales góticas*, de mano femenina (Teresa Díez fecit), procedentes del monasterio de Santa Clara. Tanto en la contigua plaza de Bustamante como a lo largo de la calle de la Reina pueden verse algunos de los mejores palacios toresanos, aunque empobrecidos y en algún caso reconvertidos en centros escolares. Quedan de camino hacia la también reedificada (siglo XVI) iglesia de la Trinidad, donde se trasladó, procedente del monasterio del Sancti Spiritus, un retablo con pinturas de Lorenzo de Ávila (siglo XVII), artista oriundo de la ciudad. No muy lejos, siguiendo la calle de los Capuchinos, surge solitaria la portada del palacio de las Leyes, con su profusa decoración gótica. Es cuanto se salvó del incendio que en 1923 asoló el edificio gótico (siglo  XV) donde, en 1505, se reunieron las Cortes para promulgar las famosas 83 leyes de Toro. Al sur de la iglesia de la Trinidad, en la calle de Tablarredonda, la casa de la Nunciatura destaca por el alfiz que enmarca su portada entre blasones, mientras que en una cercana plaza se alza la iglesia de Santa María de Arbás, reedificada en el siglo XVII. Próximo a ella está el monasterio de Santa Sofía, fundado en el siglo XIII sobre estancias palaciegas de la reina María de Molina, de las que aún perduran la base del torreón y el llamado patio de la Cisterna, mientras que el patio central es obra del siglo XVI. La iglesia se cubre con armadura mudéjar (siglo XVI) y alberga un retablo mayor con expresivos relieves escultóricos.
   En sentido opuesto, al noroeste de la plaza de Santa Marina, se suceden edificios como la iglesia de la Concepción, el palacio de los condes de Requena, del que sólo se conserva el patio gótico (siglo XV) y, al otro lado de la espaciosa plaza de San Francisco, el teatro Latorre, construido en el siglo XIX sobre el antiguo corral de comedias, y la plaza de toros, de 1828, buena muestra de arquitectura popular, con todo su interior de madera.
   Algo más al sur, en la calle de Rejadorada, se encuentra, reconvertido en centro docente, al igual que el contiguo edificio palaciego, el hospital de la Cruz o del Obispo, del siglo XVI. Tiene un airoso patio y la antigua capilla está cubierta con una excelente armadura octogonal de madera. Un poco más arriba, frente a la arruinada iglesia de Santa Catalina y cerca ya de la salida nororiental de la ciudad, está el dieciochesco hospital de las Angustias.
   Pese a lo prolongado de esta relación monumental, aún quedan sin mención otros templos, conventos y palacios, mejor o peor conservados, del rico patrimonio toresano. No obstante, no conviene abandonar la ciudad sin acercarse, al otro lado del Duero, a la iglesia de Santa María de la Vega, también llamada del Cristo de las Batalla, pues se trata de otra excelente muestra, de principios del siglo XIII, del románico-mudéjar tan abundante en Toro. El lunes de Pentecostés es centro de una vistosa romería.

Enlace a la Entrada anterior de Toro*:

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