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miércoles, 26 de octubre de 2016

1683. CÓRDOBA** (XXX), capital: 15 de septiembre de 2013.

129. CÓRDOBA, capital. En el patio del Zoco.

130. CÓRDOBA, capital. Otra perspectiva del patio del Zoco.

131. CÓRDOBA, capital. Patio de la cap. de San Bartolomén.

132. CÓRDOBA, capital Pórtico de la cap. de San Bartolomé.

133. CÓRDOBA, capital. Portada de la cap. de San Bartolomé.

134. CÓRDOBA, capital. Interior de la cap. de San Bartolomé.

135. CÓRDOBA, capital. Bóvedas de la cap. de San Bartolomé.

136. CÓRDOBA, capital. Azulejería de la cap. de San Bartolomé.

137. CÓRDOBA, capital. En la calleja de la Hoguera.

138. CÓRDOBA, capital. Otro rincón de la calleja de la Hoguera.

139.CÓRDOBA, capital. Fachada del palacio de las Quemadas.

140. CÓRDOBA, capital. En la plazoletilla en la que desemboca la calleja de las Flores.

141. CÓRDOBA, capital. En la calleja de las Flores.

142. CÓRDOBA, capital. Altar de la Virgen de los Faroles en los muros de la Mezquita-Catedral.

143. CÓRDOBA, capital. Relieve sobre la portada del monasterio de la Encarnación.

144. CÓRDOBA, capital. El convento de Sta. Clara.

CÓRDOBA** (XXX), capital de la provincia: 15 de septiembre de 2013.
El Zoco
   En la calle de Averroes se alcanza la entrada del Zoco. Se trata de un mercado de artesanía cordobesa instalado en una casa de regusto mudéjar, con un soberbio patio alrededor del cual se abren los talleres de los artesanos, a los cuales se puede ver en su trabajo.
Capilla de San Bartolomé
   Prácticamente enfrente del Zoco se descubre este pequeño templo gótico-mudéjar, maravilloso en su perfección, levantado al final del siglo XIV, es decir, poco después del ataque a la Aljama judía, lo que viene a demostrar cómo ésta si no fue destruida en su totalidad, sí perdió por completo su independencia y el carácter de barrio cerrado a los cristianos. A lo largo de su historia, ha sufrido significativas reformas, la más importante de las cuales se llevó a cabo en el siglo XIX. Tras su restauración vuelve a lucir como en sus mejores días.
   Desde la calle, a través de una reja de hierro se ve el patio empedrado y el pórtico, formado por tres arcos apuntado de ladrillo que descansan sobre columnas traídas de otros edificios de Córdoba. Más allá de estos arcos, se encuentra la portada, también de arco apuntado, decorado con una moldura en diente de sierra y enmarcado por delicadas columnas que terminan en un tejaroz apoyado en modillones. En su interior, el edificio muestra una sola nave con bóveda de crucería que forma dos a modo de casquetes simétricos, uno en la cabecera y otro en los pies, unidos por un nervio decorado con dientes de sierra. Los nervios de la bóveda apoyan en delicadas ménsulas y, en los ángulos, trompas con arcos apuntados recuerdan las soluciones adoptadas en el monasterio de las Huelgas de Burgos. En la cabecera existieron frescos, hoy desaparecidos, y, a lo largo de los muros, corre un zócalo de azulejos con motivos geométricos, y por encima de éste, inscripciones cúficas y en letra cursiva que, curiosamente, alaban y ensalzan a Alá.
Calleja de las Flores
   Ya en la calle Deanes, en cuya acera izquierda, hacia la mitad se abre la calleja de la Hoguera. Conviene entrar por ella y saborear todo el encanto de una de las travesías que condensa más a fondo la esencia de lo cordobés. ¡Cuánto misterio se esconde detrás de cada esquina! El silencio es inenarrable. El perfume de los naranjuelos acompañado de la traza de algunas de las puertas de las viviendas constituyen una invitación al sosiego y a la evocación.
   Tras varios quiebros y después de dejar atrás la Mezquita de los Andaluces, perteneciente a la Universidad Islámica Internacional, la calleja viene a salir a la calle Céspedes. Subiendo por ella, se alcanza la plaza de la Agrupación de Cofradías, hasta la que baja la de Blanco Belmonte en la que contemplamos la fachada de la antigua casona de los Fernández de Mesa, conocida como palacio de las Quemadas, por haber pertenecido a los condes de este nombre. Este notable edificio es sede da la Escuela Superior de Arte Dramático y Danza. Tiene su origen en el siglo XVI, aunque ha sufrido numerosas modificaciones. La portada, es del siglo XVII, de autor desconocido y está hecha en un robusto estilo barroco no exento de elegancia. Sobre la puerta adintelada, un friso de regusto clásico descansa sobre pilastras y columnas toscanas. En la planta superior, encima del balcón y bajo el frontón curvo, se encuentra el escudo de los Fernández de Mesa.
   Regresando a la plaza de la Agrupación de Cofradías, a la izquierda se abre la calle Velázquez Bosco. En el número 10 de esta calle, en una casa privada, se conservan los restos de unos Baños Árabes del siglo X, auténticos, cuya visita resulta una curiosidad. Enfrente, prácticamente, se abre la calleja de las Flores, uno de esos rincones archiconocidos de la geografía urbana cordobesa que el viajero no debe perderse. Se trata de una callejita con las paredes tapizadas de macetas con las plantas características de la flora casera cordobesa, geranios y gitanillas sobre todo que, tan pronto como se anuncia la primavera y hasta bien entrado el otoño llenan el rincón de colorido. No tiene salida y la plazoletilla en la que desemboca es como uno de los patios que tanto abundan en el caserío de la ciudad, con su fuente en medio y la portada de las casonas que se asoman a ella. Desde aquí se obtiene la vista más conocida y también más hermosa de la torre de la Mezquita.
Monasterio de la Encarnación
   Regresando a Velázquez Bosco y bajando, aparece el muro norte de la Mezquita y en él, dando frente a la calle, un altar en alto con la imagen de la Virgen de los Faroles. Se trata de la copia realizada por su hijo de una obra de Julio Romero de Torres, que puso en la figura de la Virgen a una de esas mujeres cordobesas que aparecen en sus cuadros, y cuyo original se guarda en un museo. Doblando a la izquierda, se alcanza la calle Encarnación, en cuya esquina con Rey Heredia, después de subir una ligera pendiente, se encuentra el monasterio de la Encarnación. Pertenece a la regla cisterciense y fue fundado como beaterio en 1503 por el canónigo Antonio Ruiz Morales. Como otros edificios del mismo carácter en la ciudad, ha sufrido diferentes reformas a lo largo del tiempo. La portada, por ejemplo, que da a la calle Encarnación, tiene fecha de 1758, pero sobre ella se conserva un interesantísimo relieve que representa la Anunciación, de estilo renacentista y obra de Hernán Ruiz III, autor de la portada original.
Convento de Santa Clara
   La calle Rey Heredia en la que desemboca la de la Encarnación, muestra cosas hermosas, sobre todo por lo que a sus patios se refiere, como, por ejemplo la del número 23, residencia del imaginero Miguel Arjona Navarro. Hacia la mitad, haciendo esquina con la calle Osio, se encuentra este antiguo convento, una de las primeras fundaciones que se realizaron después de la conquista cristiana de la ciudad, pues data de 1265. La construcción se realizó en el lugar en el que se encontraba una antigua mezquita musulmana, sirviendo ésta durante un tiempo de iglesia cristiana. El edificio ha pasado por numerosas vicisitudes. A mediados del siglo XIV, la mezquita fue reformada por completo para construir un templo de nueva planta. Indicios de obras posteriores permiten suponer que el templo volvió a reformarse a caballo de los siglos XV y XVI. De cualquier forma, la época barroca le afectó sobremanera, sufriendo entonces las correspondientes modificaciones y añadidos tan gratos a esta manera de concebir la arquitectura. En 1868, con motivo de la Desamortización, las monjas clarisas se vieron  obligadas a abandonarlo y el lugar entró en una rápida decadencia que lo condujo a su práctica ruina. En 1935 se iniciaron trabajos de restauración que se detuvieron en poco tiempo. Hubo que esperar a los primeros años ochenta para que los trabajos comenzaran de nuevo, pero otra vez, por la falta de fondos habitual para estos menesteres, hubieron de detenerse.

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