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viernes, 28 de octubre de 2016

1685. CÓRDOBA** (XXXII), capital: 15 de septiembre de 2013.

155. CÓRDOBA, capital. Portada de la igl. del cvto. de San Fco.

156. CÓRDOBA, capital. Interior de la igl. del cvto. de San Fco.

157. CÓRDOBA, capital. Cúpula oval sobre el crucero de la igl. del cvto. de San Fco.

158. CÓRDOBA, capital. Retablo mayor de la igl. del cvto. de San Fco.

159. CÓRDOBA, capital. Cap. del Sagrario de la igl. del cvto. de San Fco.

160. CÓRDOBA, capital. Claustro del cvto. de San Fco.

161. CÓRDOBA, capital. La plaza del Potro, con el Triunfo de San Rafael, al fondo.

162. CÓRDOBA, capital. La fuente de la plaza del Potro, con la fachada de los Museos de BB.AA. y de Julio Romero de Torres.

163. CÓRDOBA, capital. La Plaza de la Corredera.

164. CÓRDOBA, capital. Vista de las llamadas casas de doña Jacinta, en la Plaza de la Corredera.

165. CÓRDOBA, capital. Caserón de la Plaza de la Corredera.

166. CÓRDOBA, capital. Interior de la arquería de la Plaza de la Corredera.

167. CÓRDOBA, capital. En la Plaza de la Corredera.

168. CÓRDOBA, capital. En otro rincón de la Plaza de la Corredera.

CÓRDOBA** (XXXII), capital de la provincia: 15 de septiembre de 2013.
Convento de San Francisco
    Por la callejuela de San Eulogio, al final de la cual y después de algunos quiebros, se alcanza el Portillo, último de los huecos originales con los que contaba la muralla. Aquí terminaba la Medina y comenzaba la Axerquía, justo al otro lado del Portillo, en la que hoy se llama calle de la Feria. Enfrente del Portillo, a través de una vieja puerta barroca, se abre el compás del antiguo convento de San Francisco. A día de hoy, este espacio se encuentra muy cambiado, se ha convertido en un pequeño jardín rodeado de viviendas, con su palmera y su fuente de surtidor. Al fondo, en la fachada del templo, sobre un pilar neobarroco, hay una reproducción en azulejos de la Virgen de los Plateros, de Valdés Leal.
   El convento se fundó poco después de la conquista cristiana, en el mismo siglo XIII, bajo la advocación de San Pedro el Real, y fue ocupado por los franciscanos hasta 1812, fecha poco después de la cual fue adquirido por un particular, salvo la iglesia y el claustro. En 1877, el templo se convirtió en parroquia, la de San Francisco, absorbiendo el territorio y los fieles correspondientes a la de San Nicolás de la Axerquía, de fundación fernandina, que se encontraba en la cercana calle Badanas. Poco es lo queda de la edificación original. Del convento propiamente dicho, y más bien referente a su patrimonio, sólo el llamado Crucificado de la Salud, talla de 1430 que ahora se encuentra en el convento de las Salesas.
   La iglesia, por su parte, en la primitiva, pero afectada por numerosas modificaciones, sobre todo en el siglo XVIII, que cambiaron su aspecto por completo. Se trata de una construcción de una sola nave, a la manera franciscana, con tres ábsides poligonales, crucero y capillas para enterramiento en el lado de la Epístola. Disponía, igualmente, de un coro alto a los pies, que, posteriormente, durante las reformas barrocas se prolongó en sendas tribunas por los laterales. En sus orígenes, la construcción era gótica y la nave se sustentaba sobre pilares rematados en arcos apuntados y con bóvedas de crucería en la techumbre. Esta circunstancia se descubre todavía en el ábside izquierdo y en su correspondiente brazo de crucero. Las reformas barrocas aumentaron el grueso de los pilares, cambiaron los arcos apuntados por otros de medio punto, cegaron las vidrieras, elevaron la cúpula oval del crucero y lo llenaron todo con la decoración de yeserías y hojarasca propia del estilo. Por el mismo tiempo, se cambió también la portada por la actual, en mármol gris, con tres cuerpos, los dos inferiores alzados sobre pilastras, separados los tres por generosas  cornisas y con una hornacina en la que, espada en mano, aparece la figura de San Fernando. Coronando el conjunto, el escudo de los franciscanos en medio de un frontón curvo partido.
   Además de por su traza, cóncava para adaptarse al espacio, el retablo del altar mayor sobresale del conjunto también por su talla. Es obra de Teodosio Sánchez de Rueda y consta de banco, cuerpo y ático. Sobre el banco, muy robusto y elevado, para permitir la apertura de dos puertas que dan paso al trasaltar, se alza el cuerpo en tres calles separadas por columnas salomónicas finamente decoradas. En la calle principal se encuentra la imagen de la Virgen de la Aurora y sobre ella un Crucificado de autor anónimo. En las hornacinas de las entrecalles figuran las imágenes de San Francisco, a la derecha, y Santo Domingo, a la izquierda.
El Cristo de la Caridad*. En el ábside derecho del templo se localiza la capilla del Sagrario, instalada aquí tras una reforma llevada a cabo en 1750. En esta capilla sobresale, en primer lugar, la urna del Sagrario, bella pieza del siglo XVIII. Desde finales del siglo XIX, en que fue trasladado desde el cercano hospital de San Sebastián, en el que se encontraba, se guarda aquí la imagen del Cristo de la Caridad, junto a la Virgen Dolorosa. El Cristo, espléndida obra anónima de comienzos del siglo XVII, responde al gusto manierista del momento y sobrecoge por la idealización estética que de un hombre muerto en una cruz lleva a cabo su autor. Procesionada con gran esplendor durante la la Semana Santa, esta imagen fue donada en 1614 por el comerciante de origen valenciano Juan Draper a la cofradía de la que es titular, una de las más antiguas de Córdoba, pues su fundación data de 1469. La Dolorosa, por su parte, es, casi con toda seguridad, obra del taller granadino del famoso y extraordinario imaginero barroco José de Mora, donde debió ser labrada a comienzos de la década de 1670. En los muros laterales de esta capilla, por último, figuran unos lienzos del pintor de Bujalance (Córdoba) Asciclo Antonio Palomino que representan a San Joaquín y a la Virgen y a Santa Ana y a Cristo.
El claustro. El convento original debió contar con un claustro, que se ha perdido. En el último tercio del siglo XVII, entre los años 1662 y 1683, consta la construcción de un claustro del cual han sobrevivido hasta este momento dos de sus lados. Es de doble planta, con arquerías de ladrillo de medio punto sobre columnas toscanas que apoyan, tanto en la planta baja como en la alta, en elevados basamentos. Los arcos de la planta baja, por otra parte, tienen doble diámetro de los de la alta, por lo que su número es la mitad que el de ésta. Ello hace que la planta baja parezca más ligera, como en un equilibrio inestable, en tanto que la alta resulta más íntima y acogedora. Con los restos de este claustro, más el adecentamiento del terreno, más la instalación de una fuente neobarroca en uno de sus ángulos, el espacio se ha convertido en una evocadora plaza adosada al templo.
Museo de Bellas Artes*
   Saliendo por la puerta del Compás y bajando por la calle de la Feria, la segunda bocacalle a la izquierda, denominada Romero Barros, por el padre de Julio Romero de Torres, lleva a la famosa plaza del Potro, llamada así por el caballito alzado de manos, el Potro, que corona la fuente instalada aquí en 1577. Este es uno de los lugares más emblemáticos de Córdoba, nombrado por Cervantes y por casi todos los escritores y viajeros ilustrados que visitaron la ciudad. Hasta la inauguración del ferrocarril, en 1859, este fue el centro del tráfico comercial y de viajeros de Córdoba, cuyas vías más importantes las constituían la cercana ribera, pero también las calles del Sol, Lineros y Lucano. Todo el barrio era eminentemente industrial y comercial. La mayor parte de los plateros de la ciudad se avencidaban en él. Había fábricas de curtidos de pieles, de lino y de encurtidos de aceitunas, guarnicionerías, esparterías, armerías, etc.
   Aun sin la algarabía y el bullicio que se apoderaban de ella todavía en los años cincuenta del pasado siglo, la plaza conserva el aspecto urbano y el sabor de la época renacentista de sus orígenes. La famosa Posada del Potro, centro de confluencia de tanto personaje dispar, la mayoría reales, pero otros muchos de ficción, se mantiene exactamente como entonces, salvo en que, habiendo cambiado su función de casa de huéspedes, hoy forma parte de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento, y en ella la Casa del flamenco. Incluso el triunfo de San Rafael, que mira hacia la fuente desde el lateral abierto de la plaza y que es mucho más moderno, contribuye a preservar el espíritu renacentista del lugar.
   El Museo de Bellas Artes se encuentra en el edificio que fue hospital de la Caridad, fundado, como ha se ha dicho, por la cofradía del mismo nombre. La fachada de este edificio tiene traza gótica, pero es moderna, del primer tercio del siglo XX, cuando se efectuó una profunda reforma. Para llegar al museo hay que atravesar un luminoso patio solado en mármol y sembrado de naranjos.
Museo de Julio Romero de Torres**
   Se encuentra en el mismo edificio que el de Bellas Artes, sólo que al otro lado del patio, en el ala que fue la casa en la que el pintor nació, vivió y murió  en la que llevó a cabo la mayor parte de su obra.
Plaza de la Corredera*
   Saliendo de la plaza del Potro por la calle de Armas, enseguida se llega a la plaza de las Cañas, que fue hasta los años sesenta del siglo XX un mercado de frutas y hortalizas. y a la plaza de la Corredera, que se encuentra al otro lado. Desde finales del siglo XV, hasta la expansión experimentada por la ciudad a partir de 1960, este fue el centro neurálgico de Córdoba. Aquí se han celebrado juegos de cañas y corridas de toros -todavía una de sus salidas es la Calleja del Toril-; se han quemado herejes y heterodoxos condenados por la Inquisición; se han ejecutado reos condenados a la pena de muerte; se ha recibido a reyes y a grandes señores. Aquí venían a parar todos los forasteros que llegaban de los pueblos a cerrar sus tratos o a arreglar sus papeles. Desde 1893 hasta 1959 estuvo aquí el único mercado de abastos con que contaba la ciudad, un mamotreto de hierro levantado con capital francés, que cegaba las arquerías y se comía todo el espacio. Por aquí ha corrido la vida en todas sus dimensiones. ¡Qué no han visto y han oído las piedras de sus soportales!
   La plaza es rectangular y como tal empezó a formarse a finales del siglo XVI. De esta época son las llamadas casas de doña Jacinta, la zona más antigua, una edificación situada en el muro sur con numerosas ventanas entre pilastras, de sabor renacentista. Cada ventana correspondía a un inquilino que debía abandonarla cuando se celebraban festejos, porque entonces el propietario la realquilaba a un precio extraordinariamente mayor. Un poco más abajo de estas casas, en el mismo muro, hay un caserón de aspecto noble, que tiene en su portada, en gran tamaño, el escudo de Felipe II. Se construyó durante el reinado de este monarca para cárcel y casa del corregidor de la ciudad. En el siglo XIX lo ocupó José Sánchez Peña, un reputado industrial que lo convirtió en fábrica de sombreros y en su vivienda. Más tarde formó parte del mercado, función que, junto con la de Centro Cívico, sigue cumpliendo hoy, convenientemente restaurado.
   Los tres lados y medio restantes de la plaza se construyeron bajo el mandato del corregidor Ronquillo Briceño y fueron realizados durante el último cuarto del siglo XVII por el arquitecto salmantino Antonio Ramos Valdés, quien siguió el modelo de las plazas castellanas en boga por aquellos momentos. Esta tiene la fábrica a base de ladrillo macizo; consta de una planta baja formada por soportales con arcos de medio punto sobre pilares cuadrados de gran espesor, y tres plantas abalconadas, con dos huecos sobre cada arco, con el propósito de que desde ellos se pudiera continuar disfrutando de los espectáculos. El conjunto resulta bastante austero, aunque también espectacular, sobre todo, por la latitud en la que se encuentra. Durante mucho tiempo estuvo completamente encalada; luego se quitó la cal y quedó el ladrillo visto. En fecha reciente, después de una cuidadosa restauración, tanto de sus muros como sus viviendas, ha recuperado el enlucido con los colores propios del barroco que tuvo en sus orígenes, aunque es más que seguro que nunca ha tenido el aspecto sereno, reposado y noble, de gran oasis en medio del fragor ciudadano que ofrece en la actualidad.

Enlace a la Entrada anterior de Córdoba:

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