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domingo, 4 de septiembre de 2016

1631. JAÉN (IV), capital: 15 de junio de 2013.

39. JAÉN, capital. Fachada principal de la catedral.

40. JAÉN, capital. Otra perspectiva de la fachada principal de la catedral.

41. JAÉN, capital. Cúpula sobre el crucero de la catedral.

42. JAÉN, capital. Otra vista de las bóvedas y cúpula de la catedral.

43. JAÉN, capital. Bóvedas de una de las naves laterales.

44. JAÉN, capital. La Virgen de las Angustias en su paso procesional, en la catedral.

45. JAÉN, capital. Detalle de la Virgen de las Angustias, en la catedral.

46. JAÉN, capital. Retablo de san Benito en la cap. del mismo nombre de la catedral.

47. JAÉN, capital. La virgen de la Capilla en un altar efímero en la catedral.

48. JAÉN, capital. El relicario del Santo Rostro, en la catedral.

49. JAÉN, capital. Interior de la sacristía de la catedral.

50. JAÉN, capital. Sala capitular de la catedral.

JAÉN (IV), capital de la provincia: 15 de junio de 2013.
La catedral**
   Desde la Diputación, se descubre ya la mole inmensa de la catedral, cuya cara oriental se asoma a la plaza de San Francisco y a la calle Ramón y Cajal. A esta calle, precisamente, da una espaciosa lonja, en parte ajardinada con naranjos, en la que se levanta una estatua de Andrés de Vandelvira, el gran arquitecto al que se debe el proyecto del magno edificio religioso. Esta es una zona muy viva de Jaén, muy transitada, tanto por personas como por vehículos que suben buscando  la calle Álamos o, al frente, la Carrera de Jesús. Ahora bien, para visitar la catedral, lo mejor es cruzar el semáforo a la altura de la Diputación y entrar por los soportales de la calle de las Campanas, que sube hasta la esplendorosa plaza de Santa María, donde alza el templo su fachada principal.
Antecedentes históricos. Tras la conquista de Jaén por Fernando III en 1246, la sede episcopal de Baeza se traslada a la futura capital provincial, utilizándose como templo la mezquita aljama o mayor de los musulmanes, tras su bendición canónica y algunas adaptaciones. Desde este momento hasta los comienzos del siglo XV no son infrecuentes los ataques de los agarenos granadinos en el reino de Jaén, llegando incluso hasta su capital. Por otra parte, en 1376, el papa Gregorio XI regala al obispo don Nicolás de Biedma la reliquia del Santo Rostro. Este hecho, unido a los destrozos producidos en la ciudad y, en concreto en la catedral, por los musulmanes granadinos, impulsan al obispo jiennense a derribar la vieja mezquita y a construir en su lugar un nuevo templo con la dignidad suficiente como para acoger la preciada reliquia regalada por el papa. Esta nueva catedral se construyó en estilo gótico, tenía cinco naves y cubierta de madera. La obra, sin embargo, no debió ser demasiado consistente, ya que menos de veinte años más tarde, en 1494, el obispo don Luis Osorio se vio obligado a ordenar la demolición de la capilla mayor y del crucero, debido a su mal estado, y a iniciar la construcción de otros nuevos. A don Luis Osorio le siguió en el sillón episcopal don Alonso Suárez de la Fuente y del Sauce (1500-1520), el gran obispo constructor, quien hizo construir la nueva capilla mayor, con el propósito de que en ella estuviera su sepultura. En 1525 se derrumbó el cimborrio de la catedral gótica, siendo obispo don Esteban Gabriel Merino. Hacía poco más de un cuarto de siglo que había concluido la conquista de Granada, gracias a la cual el país, unificado, vivía una época de tranquilidad, y el prelado pensó con buen criterio que había llegado el momento de construir un templo catedralicio que respondiera a la importancia de la diócesis; pensó que debería ser lo suficientemente importante como para ofrecer digno albergue a la sagrada reliquia del Santo Rostro. Don Esteban, que había nacido en Santisteban del Puerto, solicitó del papa Clemente VII la concesión de una bula con el propósito de conseguir donaciones para llevar a buen término su proyecto. Hombre de probada influencia tanto en la Santa Sede como en la corte del emperador Carlos V, no le fue difícil obtener tanto la bula como una primera masa de efectivo que le permitiera iniciar los trabajos. A tal efecto, contrató al arquitecto Andrés de Vandelvira, a quien se deberá el proyecto general de la obra, con el trazado de la planta, así como la ejecución de la antesacristía, la sacristía, la sala capitular y el panteón de los canónicos, obra en la que le sorprendería la muerte en 1575 y que concluiría su discípulo y aparejador Alonso Barba. Tras un breve estancamiento, en 1619 llegó a Jaén su nuevo obispo, don Baltasar Moscoso Sandoval, hijo del conde de Altamira y sobrino del duque de Lerma, valido de Felipe III, quien había sido nombrado cardenal por Paulo V a la temprana edad de 26 años. Don Baltasar gobernará la diócesis de Jaén hasta 1646, dando un gran impulso a las obras de la catedral. Para empezar, encargó su continuación al arquitecto jiennense, de Castillo de Locubín, Juan Aranda de Salazar, quien había sido maestro de obras de las catedrales de Córdoba y de Granada. Aranda lleva a cabo la construcción del presbiterio, el crucero, algunas capillas laterales y la portada norte del templo, la que da a la actual calle Campanas, denominada de la Inmaculada. Las obras avanzan de tal modo que en 1660, cerrado el edificio, puede consagrarse la nueva catedral. A continuación, Eufrasio López de Rojas, discípulo de Aranda, procede a la construcción de la fachada principal y de las torres, trabajo que se desarrollará entre 1667 y 1688 y que concluirá el discípulo de Eufrasio Blas Antonio Delgado. A partir de 1726, José Gallego, que se había formado como arquitecto con Churriguera, procederá a la construcción del coro y a la conclusión de algunos remates interiores. Para finalizar, entre 1761 y 1801 Manuel Martín Rodríguez realizará la construcción de la iglesia del Sagrario, siguiendo el proyecto redactado por su tío, el afamado arquitecto madrileño Ventura Rodríguez, si bien su conclusión la llevó a cabo Blas Delgado, discípulo de Martín Rodríguez, al que relevó tras su fallecimiento. La obra completa se inauguró, por fin, en 1801, 275 años después de su comienzo, siendo obispo de Jaén el agustino fray Diego Melo de Portugal.
El exterior. La catedral de Jaén, dedicada a la Asunción de la Virgen, es una obra de extraordinaria envergadura. Ocupa una superficie de 70 m por 100 m, lo que da un total de 700 m2, distribuidos en una planta de cruz latina, con dos logias laterales que se extienden desde el crucero hasta los pies, y otra que antecede a la fachada principal. Estas logias cuentan con un cerramiento formado por un muro de piedra de más de un metro de alto y, sobre él, una verja de hierro forjado de cuatro metros de altura, con pilares de piedra intermedio rematados con piñas y flameros. La logia de la fachada principal lleva además tres gruesas cancelas de hierro que facilitan el acceso. A la logia norte, la que da a la calle Campanas, se accede desde esta calle a través de una cancela de hierro y de una empinada escalinata de dos brazos que confluyen ante la puerta de la Inmaculada.
   La catedral actual, como se ha dicho, se construyó sobre la base de la anterior de estilo gótico. Restos de este edificio pueden apreciarse en la fachada oriental o en la cabecera del templo, en el friso, donde puede verse un bafomet o cabeza tocada con un turbante que aparece sentada en una de las esquinas y a la que el vulgo llama la Mona.
La fachada principal. Con unas dimensiones de 38 m de altura por 58 m de ancho, incluidas las torres, cuya altura es de 60 m, y levantada en estilo barroco, esta fachada es una de las más singulares en el panorama de las catedrales españolas. Concebida como un gigantesco retablo, el arquitecto Eufrasio López impuso en ella el espíritu contrarreformista y grandioso emanado del concilio de Trento, plasmando, a través de las numerosas imágenes que la decoran, los tres fundamentos en que, al decir de sus seguidores, se apoya la Iglesia: la Sagrada Escritura, encarnada en la figura de los Evangelistas; la Sagrada Tradición, encarnada en la figura de los Santos Padres, y el Magisterio, encarnado en las imágenes de san Pedro y san Pablo. La fachada se compone de dos cuerpos separados por una formidable cornisa mixtilínea. El inferior consta de cinco calles formadas por columnas corintias de orden gigante sobre elevados basamentos, dobles en la calle central, más ancha que las calles laterales. En este cuerpo se abren tres vanos de medio punto que constituyen el acceso al templo, cerrados con  potentes puertas de madera. La puerta central, la principal y, por ello, la mayor, es la del Perdón. Sobre ella figura un relieve con la Asunción de María.
   A la izquierda se encuentra la puerta de los Fieles, sobre cuyo arco aparece el arcángel San Miguel en relieve, figura que, en términos generales, representa la protección de las fuerzas celestiales sobre el fiel , en concreto en el barroco, el triunfo de la Iglesia Católica sobre sus enemigos.
   La puerta de la derecha es la del Clero. Sobre el arco puede verse el relieve de Santa Catalina de Alejandría, patrona de la ciudad, antes del Descenso de la Virgen de la Capilla y su paseo por el arrabal de San Ildefonso. El patronazgo de santa Catalina fue instituido por Fernando III en los tiempos de la Conquista. Se cuenta cómo el monarca castellano mantenía un férreo cerco sobre la ciudad de Jaén, y cómo había realizado ya dos ataques con resultados negativos, hasta el punto de que se disponía a retirarse ante la imposibilidad de conseguir su presa por la reciedumbre de los muros que sus ejércitos debían superar. Aquella noche, entregado ya el rey a dar la orden de partida a la mañana siguiente, se le apareció Santa Catalina animándolo a seguir en el empeño, mostrándole las llaves de la ciudad como prueba de que estaba a punto de conseguirla. Al día siguiente, en efecto, Alhamar de Arjona, a la sazón rey de Granada, se presentó en el campamento cristiano ofreciéndole a Fernando aquel extraño pacto por el que le entregaba Jaén a cambio de que el monarca castellano se abstuviera de atacar Granada. De santa Catalina de Alejandría, por otra parte, se admiraba su sabiduría, su elocuencia y, sobre todo, su absoluta castidad, prendas las tres por las que subió a los altares y por las que en la Edad Media la Iglesia la adoptó como patrona del clero. Ambos motivos, el de su intervención en la conquista de la ciudad y el de su patronazgo sobre el clero, justifican la aparición del relieve con su figura sobre esta puerta.
   En las calles adyacentes a la central, a la altura de los relieves, se abren sendas hornacinas con las imágenes en piedra de los santos Pedro y Pablo, ambos obra, como el resto de las figuras, del gran imaginero sevillano Pedro Roldán. En este mismo cuerpo inferior y en cada de una de las calles, por encima de los relieves y de las hornacinas, se abren cinco balcones de medio punto enmarcados por baquetones y con adornos vegetales en las claves. Desde el central se exponía antiguamente la reliquia del Santo Rostro a la veneración de los fieles dos veces al año, motivo por el que sobre el dintel lleva un relieve de la preciada reliquia.
   El segundo cuerpo presenta una balaustrada con corredor, conservando detrás las cinco calles, formadas con pilastras, en lugar de columnas, rematado el conjunto por un gran frontón triangular central y una serie de pináculos en el antepecho. Tres huecos sólo mantiene este cuerpo, el central, un balcón de medio punto, y los laterales, ventanas a dintel con frontones triangulares. Sobre la balaustrada aparecen una serie de nueve esculturas de gran porte, todas, como se ha dicho, de Pedro Roldán. Presidiendo el conjunto aparece San Fernando, que tiene a un lado y a otro a los cuatro evangelistas, correspondiendo el resto a los santos padres Agustín y Gregorio, los dos de la izquierda, y Ambrosio y Jerónimo, los de la derecha.
   Esta extraordinaria fachada se encuentra abrazada por dos potentes torres que, aunque barrocas, por su situación confieren al conjunto el aire renacentista que unifica la construcción. Ambas son idénticas. Presentan cuatro cuerpos de planta rectangular y uno ochavado cubierto con cúpula semiesférica rematada por una cruz sobre esfera, una y otra de hierro forjado, complicándose la decoración a medida que se gana en altura. Así, el cuerpo inferior lleva sólo una ventana de medio punto, el segundo un balcón, el tercero otro balcón con frontón triangular, el cuarto los huecos para alojar las campanas, en una disposición que recuerda a las soluciones propuestas por el gran arquitecto italiano Serlio, con columnas en las esquinas, y el quinto, en fin, ubicado tras una balaustrada perimetral, con huecos en cada una de sus ocho caras. La única diferencia entre una torre y la otra es que sólo lleva campanas la del norte, la cual lleva también un reloj debajo de las campanas, que tampoco tiene la otra.
El interior. La catedral jiennense tiene planta de cruz latina, con los brazos no excesivamente largos y ocupados por la iglesia del Sagrario, el del lado izquierdo o del Evangelio, y por el panteón de canónigos, la sacristía y la sala capitular el del lado derecho. El interior impresiona por su robustez y grandiosidad. Su estilo es principalmente renacentista, como en su momento lo dispuso Vandelvira, aunque la dilatación de las obras fue propiciando la introducción de estilos sucesivos, neoclásico, barroco y hasta churrigueresco, los cuales, no obstante, no llegan  en ningún momento a romper la prodigiosa unidad del conjunto. Consta de tres naves, la central más ancha que las laterales, separadas por robustos y, sin embargo, elegantes pilares cruciformes corintios sobre altos basamentos y cubiertas con bóvedas baídas. Adosadas a los laterales y cabecera figuran un total de diecisiete capillas. Sobre el crucero se alza se alza una espectacular cúpula de tambor con linterna y sobre pechinas, en las que aparecen los relieves de San Eufrasio, Santiago, santa Catalina y san Miguel. La circunferencia de la cúpula es de 12 m; a lo largo del tambor se distribuyen ocho ventanas; la linterna tiene cinco metros de altura, lleva también ocho ventanas y se encuentra rematada al exterior por una semiesfera con una cruz de hierro. El conjunto tiene una altura de 50 m.
   En la capilla de la Virgen de las Angustias, encontramos la talla de La Virgen de las Angustias con Cristo yacente en sus brazos, obra de José de Mora (Baza, 1642 - Granada, 1724), en la que el artista granadino despliega toda su delicadeza y maestría en el tratamiento tanto de la Madre, en todo su dolor, como del Hijo, muerto y recién bajado de la cruz, en frágil equilibrio en el regazo de la Virgen.
Capilla de San Benito. Es la última del lado de la Epístola y tiene un espléndido retablo de Duque Cornejo presidido por la imagen de san Benito.
Capilla mayor. Ocupa el centro de la cabecera y es la de mayores dimensiones y la más suntuosa de la catedral. Se la conoce también por ser el lugar en el que se guarda la preciada reliquia del Santo Rostro, que ha dado fama a este templo a lo largo de su historia, fomentando incluso leyendas.
   En el momento de la visita dicha estancia la presidía la Virgen de la Capilla, que se encontraba en la catedral, en un altar efímero en el que en su zona inferior se encuentra el relicario de orfebrería cordobesa en el que se conserva el Santo Rostro. Aparece cubierto con una tabla pintada por Sebastián Solís. Detrás de esta tabla hay una puerta que se abre con dos llaves; tras ella hay una caja fuerte para cuya apertura se necesitan tres llaves; finalmente, dentro de la caja se guarda una urna de plata y oro en la se encuentra el Santo Rostro, cuya apertura se hace también con dos llaves. La sagrada reliquia está adosada a una tabla encastrada en un marco de plata y piedras preciosas, recordando un icono oriental. El extraordinario marco fue realizado en 1731 por el platero cordobés José Francisco Valderrama, para cumplir el encargo del obispo Rodrigo Marín Rubio (1714-1732). Lleva engastados 191 rubíes, 193 diamantes y 210 esmeraldas. En 1814, la duquesa de Montemar regaló un lazo de brillantes que se le colocó al cuadro a manera de corona. Este lazo desapareció durante la guerra civil, siendo sustituido por el actual, tallado por el sacerdote asturiano y gran orfebre, pintor y escultor Félix Granda (1868-1954) y donado por la marquesa de San Ildefonso.
La sacristía y la sala capitular. Ocupan el brazo derecho o de la Epístola de la cruz que constituye la planta del edificio, y son dos de los espacios de mayor relieve del renacimiento español, obras ambas, como se señaló al principio, de Andrés de Vandelvira. El acceso a estas dependencias se encuentra entre la puerta sur o de Vandelvira y la capilla de la Virgen de las Angustias.
   La sacristía consiste en una sala de planta rectangular de 22 m de largo por 12 m de ancho. El espacio responde a una concepción de arquitectura pura, sin prácticamente la más mínima concesión al adorno, siendo los elementos constructivos los que, sabiamente reunidos, constituyen un valor estético de enorme categoría. Consta de de un conjunto de 16 arcos perimetrales de medio punto, formando grupos de tres, de manera que el arco central es de doble radio que los dos adyacentes, lo que da un total de tres arcos en cada uno de los lados menores y cinco en cada uno de los lados mayores. Estos arcos descansan sobre un entablamento mixtilíneo que, a su vez, apea sobre dobles pares de columnas corintias, unas exentas y otras semientregadas, formando grupos de cuatro sobre robustos pedestales. El conjunto se cubre con una bóveda de cañón decorada con seudopilastras transversales entre las que se adosan círculos inscritos en los rectángulos. En el muro derecho lleva cinco ventanas en los intercolumnios por las que recibe luz natural de la calle. Entre el mobiliario cabe destacar un retablo-relicario de Alonso de Mena y las pinturas murales de Cristo, la Virgen, la Magdalena y los cuatro Evangelistas.
   La sala capitular es el lugar de reunión de los canónigos para tratar los asuntos oficiales de la catedral. Es también rectangular, con unas dimensiones de 14 m de largo por 7 m de ancho y se articula en tres tramos mediante un conjunto de pilastras jónicas entre las que se ubican delicadas hornacinas. Cuenta con tres ventanales sobre la fachada oriental. El espacio se cubre con una bóveda de medio cañón con decoración geométrica. En el lado opuesto a la entrada lleva un altar con un magnífico retablo de Pedro Machuca, procedente, al parecer, de la catedral gótica, quizás de la antigua capilla mayor. En cualquier caso, la fecha de su talla es la de 1546. Está dedicado a San Pedro de Osma y consta de una serie de tablas presididas por la figura del santo revestido de pontifical, flanqueado por san Pedro y san Pablo. Coronando el conjunto, un gran tondo muestra a la Verónica presentando el Santo Rostro.

Enlace a la Entrada anterior de Jaén:

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