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lunes, 5 de septiembre de 2016

1632. JAÉN (V), capital: 15 de junio de 2013.

51. JAÉN, capital. Portada del palacio de Villardompardo.

52. JAÉN, capital. Una de las salas de los baños árabes del palacio de Villardompardo.

53. JAÉN, capital. En los baños árabes del palacio de Villardompardo.

54. JAÉN, capital. Bóveda de una de las salas de los baños árabes del palacio de Villardompardo.

JAÉN (V), capital de la provincia: 15 de junio de 2013.
El palacio de Villardompardo**
El contexto. Pasada la iglesia de San Juan, se llega a la plaza de Santa Luisa de Marillac. Recientemente remodelada, dentro de los trabajos de recuperación del casco histórico de Jaén, este es un espacio amplio, bien pavimentado, con algunas palmeras y con una amable fuente. El conjunto de la plaza está dominado por el palacio de Villardompardo, que alberga en la actualidad los baños árabes más grandes de cuantos se conservan en España, el Museo de Artes y Costumbres Populares y el Museo Internacional de Arte Naïf, lo que lo convierten en una de los centros más singulares de Jaén.
   El edificio lo mandó construir don Fernando de Torres y Portugal, conde de Villardompardo y virrey del Perú, en el siglo XVI. Con un soberano desprecio por el pasado musulmán de la ciudad, la construcción se llevó a cabo sobre los baños árabes, que, tras haber seguido en uso después de la conquista cristiana, fueron clausurados a finales del siglo XIV, como consecuencia de la prohibición de los baños públicos a instancias de la Iglesia. Tras la realización de diversas modificaciones, aún apreciables en parte, los cristianos instalaron entonces unas tenerías, que estuvieron  funcionando algo más de un siglo. Cuando el señor virrey del Perú construyó su palacio, los baños quedaron ocultos entre los cimientos, sufriendo daños de diversa consideración.
   Durante el siglo XVII y hasta la mitad del XVIII, el palacio fue sede de un banco, circunstancia que prueban las inscripciones que aún pueden verse en el patio. Luego, pasó a depender de la Beneficencia Provincial, que ubicó en él un hospicio de mujeres. Al comenzar el siglo XX, el inmueble fue adquirido por la Diputación Provincial, institución que entre los años 1901 y 1903 procede a su ampliación a costa de varias casas adyacentes, con el propósito de construir una capilla para el hospicio de mujeres. Al comienzo de la segunda década de dicho siglo, Enrique Romero de Torres inició el Catálogo Histórico Artístico de Jaén. Entonces, en 1913, durante el estudio de la fábrica del palacio, descubrió una parte de los baños. Cuatro años más tarde, el catedrático de arqueología don Manuel Gómez Moreno realizó un estudio en profundidad, quedando tan entusiasmado que no dudó en proponer la declaración de Monumento Nacional para los baños, circunstancia que se produciría en 1931. Cinco años más tarde se inició la restauración, bajo la dirección del arquitecto madrileño Leopoldo Torres Balbás y del jiennense Luis Berges Martínez, aunque las obras se paralizaron como consecuencia de la guerra civil. Se recuperaron en 1970, bajo la dirección de Luis Berges Roldán, hijo de Berges Martínez, prolongándose hasta 1984.
El edificio en la actualidad. Al exterior muestra una traza sencilla, en la que prima el equilibrio y la horizontalidad. Tiene fábrica de piedra y tres pisos. Un conjunto de ventanas a dintel y verticales se distribuyen por la fachada, acentuando la armonía del conjunto. La portada es un dintel entre pilastras  que soportan un entablamento clásico. Sobre éste, una cartela señala la utilización del palacio como hospicio. A los lados, figuran los escudos de España y del obispo fray Benito Marín. A la derecha, se encuentra la portada de la antigua capilla del Hospicio, denominada iglesia de la Visitación, encima de la cual, ya en el tejado, aparece la espadaña que alberga las campanas.
La visita. Interiormente, el edificio es un verdadero laberinto, aligerado gracias a las indicaciones que se han incluido con ocasión de la instalación de los museos.
Los baños árabes. Saliendo del Museo Naïf por donde se ha entrado, se sigue por la puerta que hay enfrente y se toma, hacia el sótano, una escalera que queda a la izquierda. Al final de ésta hay un pequeño patio y una salita que hace las veces de bar-cafetería. Inmediatamente al lado se encuentran los baños, construidos en el siglo XI, en tiempos de Alí, rey de Jaén, cuyo nombre ostentan.
   Su primera dependencia es el al-bayt almaslaj o vestíbulo. Se trata de una sala de 14 m de longitud por 3,80 m de anchura, cubierta con una bóveda de medio cañón de ladrillo en la se han horadado dieciocho midwa o lucernarios con forma de estrella de ocho puntas. Lleva dos alhanías o alcobas en los extremos, separadas de la sala por arcos de herradura sobre semicolumnas y, excavadas en los muros, dos tacas o alacenas, probablemente para dejar la ropa. El suelo, que hoy ostenta un pavimento de cristal que lo hace transparente, tuvo solería de mármol blanco y los muros estuvieron enlucidos y pintados con arcos con las dovelas alternativamente en rojo y en blanco.
   De la sala anterior se pasa a la al-bayt al-barid o sala fría, semejante a la anterior, aunque con un tamaño de sólo 11,40 m de largo por 3,50 m de ancho. La cubierta es también idéntica y en ella aparecen doce luceras con forma de estrella. La alhanía localizada a la derecha lleva un arco de herradura y una cúpula con cinco luceras.
   A continuación viene la al-bayt al-wastani o sala templada, seguramente, la mejor del conjunto, debido a la preciosa cúpula de media naranja con cinco lucernarios que la cubre, la cual apea sobre pechinas sustentadas por ocho arcos de herradura sobre delicadas columnas. La sala, más bien un salón, es un espacio cuadrado de 11,30 m de lado que, además de la cúpula citada, lleva en las cuatro esquinas otras cuatro cúpulas de menor tamaño, yendo el resto del espacio cubierto con bóveda de cañón, todo ello de ladrillo macizo. El espacio se completa con otra sala de 11,30 m de largo por 2,80 m de ancho, a la que se pasa a través de dos arcos de herradura, se cubre con bóveda de cañón y lleva dos pequeñas alhanías en los extremos cubiertos con cúpulas con luceras. Bajo el pavimento de esta zona, de mármol blanco, corren conductos para la evacuación del humo procedentes de la caldera.
   A la sala templada le sigue la al-bayt al-sajum o sala caliente, con la que se comunica mediante un vano a dintel frente al cual se abre un arco de medio punto abocinado, tras el que se encontraba el al-burma u hogar en el se calentaba el agua en una gran caldera de cobre. Tiene una longitud de 15,90 m y una anchura de 3,30 m y en su configuración es semejante al vestíbulo, con la bóveda de cañón taladrada por 15 luceras en forma de estrella y sendas alcobas en los extremos con cinco luceras cada una. A diferencia de las otras salas, esta tiene el pavimento de losas de piedra caliza para soportar altas temperaturas, así como producir vapor arrojándole agua fría. Bajo el pavimento, además, la sala está hueca, con objeto de que por aquí circulara el aire caliente. Igualmente, tras los muros discurren conductos o chimeneas con el mismo objeto.

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