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lunes, 26 de noviembre de 2018

2444. SEVILLA** (DCCCLXIX), capital: 14 de octubre de 2017.

5889. SEVILLA, capital. Retablo mayor de la igl. de la Magdalena.
5890. SEVILLA, capital. Retablo de la Virgen del Amparo, en la igl. de la Magdalena.
5891. SEVILLA, capital. Ntra. Sra. del Amparo, en su retablo de la igl. de la Magdalena.
5892. SEVILLA, capital. El retablo de San Joaquín, Sta. Ana y la Virgen, en la igl. de la Magdalena.
5893. SEVILLA, capital. El retablo de la Virgen de la Antigua y Siete Dolores, en la igl. de la Magdalena.
5894. SEVILLA, capital. Capilla de la Hdad. de la Quinta Angustia, en la igl. de la Magdalena.
5895. SEVILLA, capital. Retablo mayor de la cap. de la Hdad. de la Quinta Angustia, en la igl. de la Magdalena.
5896. SEVILLA, capital. Ntra. Sra. del Rosario, en besamanos, en la igl. de la Magdalena.
5897. SEVILLA, capital. Los titulares de la Hdad. de Montserrat de forma provisional en la igl. de la Magdalena.
5898. SEVILLA, capital. El retablo de la Hdad. del Calvario en la igl. de la Magdalena.
SEVILLA** (DCCCLXIX), capital de la provincia y de la comunidad: 14 de octubre de 2017.
Iglesia de la Magdalena.
calle San Pablo.
   Una cruz y una espada. Y un lema borroso: "levántate Señor y juzga tu causa". Es el escudo de la Inquisición, apenas visible, la espada de Damocles que se sitúa sobe los visitantes de la actual parroquia de la Magdalena para recordar el pasado dominico de una espectacular iglesia. Porque el título parroquial de la Magdalena no tuvo en este lugar su origen. La primitiva parroquia estuvo ubicada en la actual plaza de la Magdalena, y fue derribada por los franceses en 1810 como parte del proyecto de reformas urbanísticas de la ciudad. Se perdió así buena parte de su notable patrimonio, que incluía el lugar donde se enterraron los restos de Martínez Montañés. Aunque hubo intentos de edificación de un nuevo templo en el solar, se traslado en 1842 administrativamente al antiguo convento dominico de San Pablo que, a su vez, había sido desamortizado en 1835.
   El origen del convento está en fechas inmediatamente posteriores a la conquista de la ciudad por Fernando III. En el reparto de los nuevos terrenos confiscados al Islam, el Rey realizó una división en la que participaron órdenes nobiliarias y órdenes religiosas. La Orden de los dominicos edificó en las cercanías de la Puerta de Triana su casa grande, de enorme importancia en los siglos XVI y XVII por su vinculación con la evangelización de América y por el protagonismo de los dominicos en el tribunal de la Inquisición sevillana. La iglesia medieval se hundió, en parte, en el año 1691, hecho que motivó la construcción del impresionante templo actual entre 1692 y 1724. Las trazas de la nueva iglesia fueron realizadas por Leonardo de Figueroa. Las sucesivas reformas urbanísticas de los siglos XIX y XX eliminaron buena parte del recinto, perdiéndose el compás del convento, por la actual apertura de la calle San Pablo, y todo el claustro barroco, donde hoy se levanta un conocido hotel y otras edificaciones modernas. También quedó exenta en este proceso la antigua capilla de la Virgen de la Antigua, hoy sede de la hermandad de Montserrat.
   La iglesia presenta al exterior dos portadas barrocas de comienzos del siglo XVIII, la de los pies suele estar cerrada y presenta en un lateral un artístico retablo cerámico de la Virgen del Amparo. La portada lateral, la habitual de acceso al templo, se encuentra flanqueada por un retablo cerámico del Cristo del Calvario, existiendo otra pequeña portada lateral en el mismo muro que está coronada por una escultura de Santo Domingo de Guzmán, situándose en el frontón el perro con la antorcha encendida que anticipó su nacimiento. Una triple espadaña suple la falta de torre. Difícilmente visible es el coronamiento exterior de la cúpula, con los característicos elementos barrocos de Leonardo de Figueroa: apilastrados mixtilíneos, formas curvas, decoración vegetal, empleo de la bicromía ... De gran originalidad son los relieves con cabezas de indígenas que se sitúan en el tambor de la cúpula, que también se decora con una corona de bronce.
   El fastuoso interior de la iglesia presenta tres naves sobre grandes pilares cruciformes, estando la nave central cubierta por bóveda de cañón con arcos fajones y las laterales por bóvedas de arista. La zona del crucero se cubre por una cúpula. Todo el templo presenta una profusa decoración de pinturas murales realizada en la segunda década del siglo XVIII. La mayor parte de esta decoración fue pintada por Lucas Valdés, con escenas que glorifican la Orden de los dominicos. Los pilares están decorados con apóstoles pintados por Clemente Torres, Alonso Miguel de Tovar, y Germán Lorente. En las pechinas de la cúpula aparecen unos relieves realizados por Pedro Roldán, correspondiendo la decoración pictórica a Lucas Valdés. De gran interés iconográfico son las escenas de la zona del crucero. La del muro derecho representa la entrada de las tropas de San Fernando en la ciudad de Sevilla en 1248, mostrando el cortejo con las representaciones de órdenes religiosas y con la procesión de la Virgen de los Reyes bajo palio. En el muro derecho se representa un auto de fe de la Inquisición, con el cortejo, los ajusticiados revestidos con sus sambenitos y una interpretación iconográfica de la ciudad desde la perspectiva del siglo XVIII.
   El espectacular retablo mayor es de principios del XVIII, probablemente diseñado por Pedro Duque Cornejo, que realizaría todas las esculturas excepto la Magdalena que lo preside, notable talla realizada en 1704 por el escultor Felipe Malo de Molina, que procede de la antigua parroquia. Fue realizado entre 1709-1724 y consta de banco, dos cuerpos con tres calles y ático. Columnas compuestas por fustes salomónicos y con relieves subdividen los cuerpos de un retablo dedicado a la figura de San Pablo, cuya imagen preside la hornacina central del segundo cuerpo. En el primer cuerpo aparecen también las tallas de la Magdalena y de San Francisco, mientras que en el segundo cuerpo se sitúan San Pío V y San Benedicto XI. En el ático, entre Santa Catalina de Siena y Santa Rosa de Lima, se sitúa la escena de la conversión de San Pablo. Diversos santos y santas de la Orden dominica se reparten entre los intercolumnios. Destacan, a ambos lados del retablo mayor, dos grandes lienzos de Lucas Valdés que representan escenas eucarísticas: David ante el Arca de la Alianza y la Ofrenda del Sumo Sacerdote Melquisedec. Bajo estos cuadros se sitúan dos originales puertas de mármol enmarcadas con columnas salomónicas y que están rematadas por esculturas que representan a la Esperanza y a la Caridad.
   El recorrido por el muro del Evangelio, comenzando a la izquierda del presbiterio, comienza en la capilla de la Virgen del Amparo. Presenta una reja y un retablo del XVIII, obra de Juan de Valencia. La imagen titular es obra del XVI atribuida a Roque Balduque, aunque reformada en el siglo XVIII. Es imagen de gran devoción histórica, según se constata en los numerosos grabados de siglos pasados que la representan. Posee hermandad propia, muy relacionada con la nobleza en otro tiempo, siendo su  elegante procesión a comienzos de noviembre la que cierra el ciclo "de las Glorias" de invierno de la ciudad. Le sigue la capilla de la Milagrosa, con retablo y reja del XVIII, siendo la imagen contemporánea. Mayor interés tienen los relieves con escenas de la vida de San Pablo, cercanos al taller de Pedro Roldán.
   Ya en el muro del crucero se sitúa el retablo dedicado a San Joaquín, Santa Ana y la Virgen, una obra de cronología dispar ya que San Joaquín es obra de Cristóbal Ramos del tercer cuarto del siglo XVIII; mientras que Santa Ana y la Virgen están atribuidas a Francisco Antonio Gijón, datándose hacia 1675. El siguiente retablo cobija la talla de la Virgen de las Fiebres, excepcional imagen que esculpió en 1565 Juan Bautista Vázquez el Viejo y que muestra toda la delicadeza del Renacimiento, una imagen que mantiene una vieja advocación de origen medieval. Contiguo está el retablo dedicado a Nuestra Señora de la Antigua y Siete Dolores. Esta imagen fue la titular de una de las hermandades de penitencia que contó en Sevilla con mayor devoción hasta el siglo XVIII. Es una dolorosa de talla completa, con ciertos rasgos propios de la escuela castellana, siendo obra temprana de Pedro Roldán. Contó con capilla propia en el convento, hoy ocupada por la hermandad de Montserrat. Del rico patrimonio de la hermandad se conserva la imagen del Nazareno (actual titular de la Hermandad de la Candelaria) y los ricos bordados del actual paso de palio del Valle. Ya en la nave encontramos, a modo de trampantojo, una curiosa pintura mural de 1996 que representa la entrada y visión del claustro que había en esta zona hasta su derribo en el siglo XX. De notable interés la imagen que le sigue, el llamado Cristo  del Gonfalón, talla renacentista de la primera mitad del siglo XVI que se suele atribuir a Nicolás de León. En el mismo muro se sitúa el retablo del XVIII con la Virgen del Buen Consejo, talla de mediados del siglo XX que realizó Sebastián Santos. En la pared opuesta se encuentra se encuentra el retablo dedicado al Nazareno de las Fatigas, obra anónima del XVII realizada en papelón, que tuvo en siglos pasados una notable devoción según apunta el abad Alonso Sánchez Gordillo. Ya a los pies de la nave, un discreto retablo neoclásico acoge al grupo escultórico de la Sagrada Familia. Pasando por la puerta de los pies y por la zona del coro, llegaremos al muro derecho, donde se sitúa, junto a la puerta lateral de entrada, la capilla de la hermandad de la Quinta Angustia. Hay que entenderla como una pequeña iglesia dentro de la iglesia, siendo su alargada nave el único resto del templo medieval. Seguramente la reja nos recibirá con una austera necrológica de algún hermano fallecido, detalle propio de tiempos pasados que nos introducirá en la nave mudéjar del siglo XIV. Presenta tres bóvedas ochavadas sobre trompas, con decoración de lacería y ataurique, estando realizada en fina labor de ladrillo y con algunos elementos en barro vidriado. La capilla está ocupada por la hermandad de la Quinta Angustia, que es el fruto de dos hermandades: la del Descendimiento y la del Dulce Nombre de Jesús, ambas fundadas en el siglo XVI. Se encuentra presidida por el grupo escultórico del Descendimiento, uno de los mejores conjuntos de la Semana Santa. El Cristo es obra de Pedro Roldán (1659); la Virgen fue realizada por Vicente Rodríguez Caso (1934); el resto de las figuras son de Pedro Nieto (1633). Componen un perfecto conjunto de teatralidad barroca que sigue los modelos del barroco europeo, como el que representó Rubens en la Catedral de Amberes. Todavía gana mayor expresividad en la procesión de la tarde del Jueves Santo ya que la imagen del Crucificado se mueve al estar sostenida por una bisagra al madero. También se encuentran en esta capilla dos importantes esculturas de Jerónimo Hernández del último tercio del XVI: el Niño Jesús, que forma parte del cortejo del Corpus de la Magdalena, y el Resucitado, notable talla de suaves formas que sigue los postulados estéticos del manierismo. Toda la capilla se encuentra decorada por una serie de nueve lienzos que Valdés Leal pintó para el convento de San Benito de Calatrava, destacando las grandes composiciones de la Inmaculada y del Calvario. De regreso al muro de la nave nos encontramos un fresco enmarcado por yeserías que nos muestra la Batalla de Lepanto, con la consagración de esta victoria por Pío V a la Virgen del Rosario. Esta obra fue realizada por Lucas Valdés, siendo un muestrario de diversas embarcaciones de la época y un reflejo de la devoción de la Orden dominica a la Virgen del Rosario. A continuación se sitúa la acogedora capilla sacramental, cerrada por una reja de 1588. Presenta un retablo del XVIII, ya cercano a los presupuestos del academicismo, estando presidido por una dinámica talla de la Inmaculada de hacia 1740, flanqueada por imágenes de los arcángeles San Miguel y San Rafael. El interior de la capilla se encuentra decorado por dos lienzos de Francisco Zurbarán, la Curación del beato Reginaldo de Orleans y Santo Domingo in Soriano, cuadros que formaban parte de un ciclo pictórico que el pintor extremeño contrató con la comunidad dominica. También destaca la excelente custodia procesional de plata comenzada a fines del XVII por el orfebre Cristóbal Sánchez de la Rosa y concluida por Juan Laureano de Pina. Fue reformada en el siglo siguiente, momento en el que se le añadió la peana actual por el platero Blas de Amat. Es la pieza que sale en la señorial procesión del Corpus de la Magdalena.
   Saliendo de nuevo a la nave lateral de la iglesia, el siguiente retablo es el de la Asunción de la Virgen, conjunto que realizó en 1619 el cordobés Juan de Mesa. Ya en la pared del crucero, bajo la pintura mural del Auto de Fe, se sitúa el retablo dedicado a San José y es una obra atribuida a José Montes de Oca, de mediados del siglo XVIII. Le sigue el retablo dedicado a la Virgen del Carmen, imagen de vestir, también de mediados del siglo XVIII. Del primer cuarto del siglo XVIII es el retablo de la Virgen del Rosario, obra documentada de Cristóbal Ramos de finales del mismo siglo, con tallas de San Francisco de Asís y de Santo Domingo de Guzmán. Ya en la cabecera del crucero hay dos capillas, la primera dedicada a San Antonio de Padua, con reja y retablo del siglo XVIII con pinturas en los muros laterales que representan escenas de la vida de Santo Domingo, el fundador de la Orden dominica. La siguiente capilla es la de la hermandad del Calvario ubicada en la antigua capilla de la Orden Tercera de los dominicos. Esta hermandad tiene su origen en la antigua hermandad de los Mulatos fundada en 1527 en la iglesia de San Ildefonso, un ejemplo de las hermandades "de raza" que existieron en Sevilla. En 1731 realizó su última estación de penitencia, extinguiéndose unos años más tarde. En 1798 llegó a San Ildefonso el Cristo del Calvario procedente del convento de San Francisco. Esta imagen sustituye al antiguo Cristo de los Mulatos. En 1820 llega una nueva talla de la Virgen de la Presentación. En 1882 unos devotos refundan la cofradía que vuelve a salir el Miércoles Santo de 188, pasando posteriormente a procesionar en la Madrugada del Viernes Santo. En 1908 se trasladan a San Gregorio; y en 1916 a la Parroquia de la Magdalena. El Cristo del Calvario es de Francisco de Ocampo (1611), una excelente talla que sigue el modelo montañesino del Cristo de la Clemencia aunque con elementos peculiares en su nacarada policromía. La Virgen de la Presentación fue realizada por Juan de Astorga a principios del siglo XIX. El testero derecho del crucero suele ser empleado por la parroquia como lugar de celebración de algunos cultos o lugar de ubicación temporal de algunas imágenes, por lo que son habituales los cambios de ornamentación del espacio. Aunque sea menos accesible, la parroquia guarda una importante colección de orfebrería ya que aglutinó las piezas del antiguo convento y las de la parroquia derribada. Numerosas personalidades tuvieron alguna relación con el templo, desde Fray Bartolomé de las Casas, que formó parte de la comunidad, pasando por Bartolomé Esteban Murillo, que fue aquí bautizado, o Juan Martínez Montañés, de cuya boda y cuyo entierro guarda documentación el archivo parroquial. 
Textos de:
ARJONA, Rafael: Guía Total: Andalucía. Ed. Anaya. Madrid, 2005.
ARJONA, Rafael y WALLS, Lola: Guía Total: Sevilla. Ed. Anaya. Madrid, 2007.
MORALES, Alfredo J.; SANZ, María Jesús; SERRERA, Juan Miguel y VALDIVIESO, Enrique: Guía artística de Sevilla y su provincia [I]. Fundación José Manuel Lara y Diputación provincial de Sevilla. Sevilla, 2004.
ROLDÁN, Manuel Jesús: Iglesias de Sevilla. Almuzara. Sevilla, 2010.

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