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viernes, 15 de febrero de 2019

2525. SEVILLA** (CMXXXII), capital: 23 de enero de 2018.

6567. SEVILLA, capital. Diversos objetos de la sala VII del Museo Arqueológico.
6568. SEVILLA, capital. Objetos de la vitrina 19 de la sala VII del Museo Arqueológico.
6569. SEVILLA, capital. Más objetos de la vitrina 19 de la sala VII del Museo Arqueológico.
6570. SEVILLA, capital. Últimos objetos presentes en la vitrina 19 de la sala VII del Museo Arqueológico.
SEVILLA** (CMXXXII), capital de la provincia y de la comunidad: 23 de enero de 2018.
Museo Arqueológico* - Sala VII
ORFEBRERÍA TURDETANA Y TORÉUTICA ORIENTALIZANTE
   En esta sala se terminaba la presentación de las joyas y tesoros de nuestra antigüedad con los pertenecientes a la que podemos considerar última etapa de la Protohistoria, la que media entre los últimos tiempos de Tartessos y los primeros de Roma. Es una etapa menos rica y creativa en todo lo relacionado con la orfebrería, destacando sobremanera el Tesoro de Mairena del Alcor, el Tesorillo de El Castillo de las Guardas, y los Candelabros de Lebrija ... fueron trasladados a la Sala monográfica de El Tesoro de El Carambolo, por lo que esta Sala VII ha cambiado radicalmente en su discurso.
   La vitrina 19 sigue estando dedicada al mundo orientalizante,  recoge sobre todo elementos que o fueron traídos, importados, por los colonizadores, o fueron realizados por ellos mismos en suelo peninsular, o muestran unos profundos influjos orientalizantes en el caso de que fueran de producción indígena.
   Como pieza central, la bandeja de bronce de El Gandul (Alcalá de Guadaira), de una enorme riqueza gráfica e iconográfica en su realización e ideológica en su contenido, centrado alrededor de la vida y de la muerte, como hallada que fue formado parte del ajuar de una tumba.
   El principal interés de esta fuente radica en la decoración que presenta, extendida por todo su interior. En ella aparecen mezclados seres reales y fantásticos combinados con elementos vegetales y geométricos, en una composición abigarrada en la que están presentes además símbolos terrestres y acuáticos, que lamentablemente solo con mucha dificultad pueden observarse a simple vista en la pieza original. Básicamente se trata de dos motivos heráldicos centrados en los extremos del eje mayor de la pieza. En uno aparece una palmeta abierta, como símbolo del árbol de la vida, flanqueada por una esfinge y un león alados. En el otro, un vaso de cerámica, seguramente la urna cineraria que guardaría los restos de un personaje importante, también alado, sacralizado, cubierto por un creciente lunar y flanqueado por tres esfinges y tres leones, todos alados y separados entre sí por rosetas. Una palmeta abierta, como árbol de la vida, divide el friso de los leones; otra cerrada, símbolo quizá de la muerte, el de las esfinges. Tras una faja de palmetas, encajadas entre SS contrapuestas, formando liras, una bandada de peces moviéndose hacia un lado y, entre ellos, una serpiente, reptando en sentido contrario. En las asas, sendas palmetas de cuenco. La vida, por tanto, y la muerte, las profundidades del mar y de la tierra, motivos astrales, vegetales y geométricos formando una sugerente composición de una enorme riqueza decorativa y de una, sin duda, todavía mayor riqueza simbólica que no alcanzamos a comprender por completo.
   Junto a la fuente de El Gandul, un cuenco de bronce de carácter seguramente litúrgico, decorado en su centro con una gran roseta y, alrededor de ella, por las paredes del vaso, con un friso de animales, caballos y ciervos, estantes o pasantes.
   Carácter litúrgico es preciso dar también, y relacionar con ceremonias de purificación y lavatorio de manos, al aguamanil que cuelga de la pared y al jarro que se halla por debajo, los dos de bronce. A aquéllos se les ha llamado "de asas de manos", por las que aparecen representadas sujetando las asas, las cabezas de cuyos remaches estaban con frecuencia en muchos ejemplares rematadas en cabecitas planas con la imagen de la diosa Astarté, del tipo de las que se muestran en la vitrina. Ella podría estar también representada, con carácter bifronte, peinada con trenzas, y palomas en las manos, elevadas como las del Bronce Carriazo, en el vástago decorado con una especie de lira calada en su empuñadura, que unos interpretan como mango de un asador y otros como una pieza de carro de origen griego.
   Con la misma Astarté, o quizá con Anat, otra de las diosas del panteón fenicio, se ha identificado a la deidad tetráptera cuya imagen, basados en ejemplares mejor conservados, hemos reconstruido gráficamente en su totalidad para conocer su forma completa, lo mismo que el quemaperfumes, dedicado a enriquecer el ambiente de cualquier santuario, del que solo conservamos el vástago central.
   La terracota tocada con una alta tiara podría ser imagen de alguno de los sacerdotes encargados del culto a esas divinidades. A uno de esos sacerdotes o reyezuelos tartésicos podría asimismo pertenecer la imagen en piedra, tocada con alta tiara, hallada en Riotinto.
   Se trata de un anciano, de aspecto grave, con bigote de guías caídas, largas barbas rizadas y abundante cabellera ceñida por una diadema lisa, con mirada sombría, pues sus ojos parecen vacíos. Desde un principio se pensó que podría tratarse  de una representación del legendario rey tartésico Argantonio, del que sabemos que fue gran amigo de los griegos, en los que quizá buscó una compensación a la fuerte influencia que los fenicios ejercían en la región Herodoto le concedía ochenta años de reinado, y el poeta Anacreonte ciento cincuenta. Su reinado podría situarse entre 630y 550 a.C. A su longevidad, que los antiguos atribuyeron a las excepcionalmente buenas condiciones climáticas de Tartessos, habría que añadir sus virtudes personales, el pacifismo y la hospitalidad. Los griegos, que habían fundado Mainake, pronto entraron en contacto con él y las relaciones entre ellos llegaron a ser tan estrechas que Argantonio llegó incluso a proponer a los focenses que se establecieran en Tartessos, cuando la expansión del poderío persa amenazaba a las ciudades griegas de la cosa occidental de Asia Menor. Los focenses no aceptaron el ofrecimiento, pero sí la ayuda en plata que el rey les dio para reforzar las murallas de su ciudad. Argantonio pudo ser uno de aquellos reyes de tipo oriental que basaban su poder político en su carácter sacro, al ser considerado como intermediarios con la divinidad, lo que implicaba una asociación entre el culto y el regio.
   Procedentes de Coria del Río, la antigua Caura, en lo que fueran en su día bocas del Guadalquivir, al fondo del Lago Ligustino, tenemos un notable conjunto de piezas orientalizantes que nos hablan de la importancia de la ciudad en época tartésica: un vaso fenicio con protuberancias para colgar y otro, con asas también en la parte superior, de probable origen jonio, los dos decorados con bandas rojas y negras, bicromía típica de este periodo, fechados en el s. VII a.C.; un pequeño vasito corintio de cerámica, decorado en su base con una enorme roseta de cinco pétalos, y otro de mármol, y un par de escarabeos, cuyo uso extendieron los fenicios por todo el Mediterráneo. Suelen aparecer decorados por la parte inferior con criptogramas de difícil interpretación.
   Junto a los escarabeos de Coria presentamos aquí otro de Torres Alocaz (Utrera), en el que aparece una figura masculina con el brazo derecho levantado ante una esfinge alada. Sobre ella, en un pequeño cuadrante de uno de los extremos, otra esfinge similar. Y una tercera ocupando todo el lateral del extremo opuesto.
   De Lora del Río, aguas arribas del Guadalquivir, viene el fragmento de vasija decorado con un friso de grifos y toros, similar a los que hemos visto en la sala IV procedentes de Montemolín.
   Junto a todos estos materiales de origen fenicio, algunos de origen griego, muy escasos en nuestra provincia, ya se reducen a solo algunos fragmentos de copas de diversas procedencias, principalmente de Coria, Itálica y Munigua. La única que aparece completa, decorada en su fondo con una representación de la Gorgona, viene de la provincia de Cádiz. Y una maza de mármol de origen egipcio. Materiales todos, por tanto, de muy diverso origen pero a todos los cuales debemos considerar llegados a la Península como resultado del comercio fenicio.
Textos de:
FERNÁNDEZ GÓMEZ, Fernando y MARTÍN GÓMEZ, Carmen. Museo arqueológico de Sevilla. Guía oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2005.

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2524. SEVILLA** (CMXXXI), capital: 23 de enero de 2018.

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