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1. ÉVORA, capital. Praça do Giraldo. |
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2. ÉVORA, capital. Igl. de Santo Antão. |
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3. ÉVORA, capital. Retablo callejero en una calle del centro de Évora. |
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4. ÉVORA, capital. Fachada de la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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5. ÉVORA, capital. Torre linterna de la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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6. ÉVORA, capital. Fachada frontal de la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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7. ÉVORA, capital. Apóstoles del lado izquierdo del pórtico de la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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8. ÉVORA, capital. Apóstoles del lado derecho del pórtico de la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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9. ÉVORA, capital. Vista desde los piés, de la nave central de la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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10. ÉVORA, capital. Nave central de la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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11. ÉVORA, capital. Nave lateral de la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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12. ÉVORA, capital. Vista del triforio de la nave central de la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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13. ÉVORA, capital. Retablo de la Virgen de la Anunciaçao en la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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14. ÉVORA, capital. La Virgen de la Anunciaçao en la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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15. ÉVORA, capital. Ángel anunciador de la Sé Catedral de Sta. Mª. |
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16. ÉVORA, capital. Cúpula sobre el cimborrio de la Sé Catedral de Sta. Mª. |
Ningún recorrido guiado puede cubrir la totalidad de los monumentos y rincones de interés de la ciudad. El propuesto cubre los puntos claves, pero el visitante hará bien en abandonarlo a menudo. El deambular errático y sin orden por la enrevesada red de callejas y plazas, muy recomendable sobre todo en las tranquilas horas nocturnas, dificulta en cambio la identificación de los monumentos, dada su abundancia y la deficiente señalización, limitada casi a los más notables. Declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1986.
EL CENTRO HISTÓRICO
El paseo intramuros comienza en la tradicional praça do Giraldo, amplio espacio semipeatonal y centro del bullicio comercial de la urbe. Junto a varios edificios oficiales y la Oficina de Turismo está la fuente monumental de mármol, realizada en 1571 por el arquitecto renacentista Alfonso Álvares, en forma de olla rematada por una corona real, y cerrando el fondo noroeste la iglesia de Santo Antão, del mismo autor y época, renacentista de tres naves a la misma altura, flaqueadas por dos torres de las que sólo sobresalen las espadañas. En conjunto, pues, cinco cuerpos de fachada. A resaltar, entre el patrimonio artístico que alberga, un bajorrelieve en mármol de la Última Cena, gótico del siglo XIV, en el altar mayor, rescatado de la antigua ermita templaria de Santo Antoninho, sobre la que se construyó la basílica actual.
Se continúa desde la plaza por cualquiera de las calles peatonales cuajadas de tiendas de artesanía que suben a la parte alta de la villa, donde se hallan los principales monumentos. Esto permite un primer contacto con el sabor de la ciudad. Calles irregulares en las que abundan las arquerías al nivel del suelo, construcciones arabizantes de la época del rey Dom Manuel, ventanales góticos en fachadas más modernas que indican su ocupación desde antiguo. Por encima de las casas se ven las torres de la Sé Catedral de Santa María*, en un abierto espacio formado por el largo do Marquês de Marialva y la praça del conde de Vila-Flor.
Exteriormente es un macizo edificio gótico primitivo, de los siglos XII y XIII, y a tenor de las visicitudes guerreras de aquella época, con un aspecto intermedio entre fortaleza y templo. La bellísima torre* linterna octogonal, con techumbre de piedras en escama y torreones también octogonales, si bien es de estilo gótico, está inspirada en otras similares de las catedrales románicas de Salamanca y Zamora, lo cual es otra muestra de su arcaísmo. En la fachada frontal dos torres prismáticas de cinco pisos enmarcan un atrio sobre una escalinata; la de la izquierda, más antigua, aparece cubierta por una aguja revestida de azulejos azules, siglo XIX; la segunda, con otra aguja cónica rodeada por torreones, a semejanza del cimborrio*.
El pórtico*, hundido en el atrio, consta de seis arquivoltas ojivales, con las figuras de los Apóstoles sobre las columnas. A cada lado se encuentran dos nichos con arcosolio y sepulcros del siglo XVI.
Interiormente es la más grande de Portugal, con tres naves de alturas desiguales y 70 m de fondo, una galería abierta o triforio en la central, todo ello sustentado por gruesos pilares cruciformes de ocho columnas adosadas. Tanto las naves como el transepto, inundado por la luz que penetra a través de los ventanales de la linterna y los rosetones abiertos en los dos extremos, están cubiertos de un estucado térreo con trazas blancas.
Entre la decoración interna destacan una imagen de la Anunciaçao*, muy venerada popularmente, y la capilla renacentista del lado izquierdo del transepto, atribuida a Chanterène, del año 1529. La pureza primitiva del templo se altera en la capilla mayor, prácticamente reconstruida en el siglo XVIII por el mismo autor del monasterio de Mafra, el alemán Frederic Ludwig. Cuatro grandes ventanales iluminan el recubrimiento de mármoles y columnas neoclásicas de colores rojas, negras y blancas, unas esculturas atribuidas a Bellini y pinturas de Agostino Masucci. En el centro hay un retablo barroco una una buena talla de la Virgen.
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