76. MÉRIDA, Badajoz. Una de las entradas al Anfiteatro. |
77. MÉRIDA, Badajoz. La arena del Anfiteatro. |
78. MÉRIDA, Badajoz. Entrada principal a la arena del Anfiteatro. |
79. MÉRIDA, Badajoz. En las gradas del Anfiteatro. |
80. MÉRIDA, Badajoz. El Teatro romano. |
81. MÉRIDA, Badajoz. En uno de los vomitorios del Teatro. |
82. MÉRIDA, Badajoz. En las gradas del Teatro. |
83. MÉRIDA, Badajoz. La escena del Teatro. |
84. MÉRIDA, Badajoz. En el Teatro romano emeritense. |
85. MÉRIDA, Badajoz. Mosaico de la casa del Teatro. |
86. MÉRIDA, Badajoz. Restos del Foro. |
87. MÉRIDA, Badajoz. El Templo de Diana. |
88. MÉRIDA, Badajoz. Ante el Templo de Diana. |
89. MÉRIDA, Badajoz. Ante el puente romano. |
MÉRIDA** (VI), provincia de Badajoz y capital de la comunidad: 20 de noviembre de 2017.
El esplendor alcanzado por la antigua ciudad romana es palpable, dos mil años después, tanto en la zona monumental como en otros muchos del trazado urbano en los que no cesan de aflorar, en el transcurso de excavaciones o de obras, restos de esa época.
La zona del teatro
El conjunto monumental más destacado se sitúa en la zona oriental de la ciudad, sobre una suave colina en la que destaca la presencia del teatro romano**, un espacio capaz por sí sólo de evocar el esplendor de Augusta Emerita. Erigido por Margo Agripa, yerno de Augusto y gran benefactor de la urbe, su construcción finalizó el año 15 a.C., si bien el actual frente de escena se debe a una reforma del año 105. Con una capacidad superior a los 6.000 espectadores, se mantuvo en uso hasta finales del siglo IV. Fue transformado en plaza de toros en el siglo XVIII y llegó a desaparecer al ser utilizado los sillares del graderío en otras construcciones y rellenarse con escombros la hondonada. Recuperado a principios del siglo XX, tras una minuciosa, larga y cuidada reedificación, ha vuelto a desempeñar, como marco de los Festivales de Teatro Clásico, la función para la que fue creado. Frente a la cavea, o graderío dispuesto en semicírculo y dividido en tres sectores, y tras la orchestra, destinada al coro, se encuentra el escenario. Pero el elemento más interesante arquitectónicamente es el frente de la escena, compuesto por dos cuerpos de columnas corintias culminados por un entablamento con arquitrabe, friso y cornisa, bellamente adornado por esculturas de divinidades y personajes imperiales, copias de los originales conservados en el museo.
El contiguo anfiteatro*, de trazado elíptico y grandes dimensiones, es algo posterior (8 a.C.) y tenía un aforo de 14.000 espectadores. El grueso de la obra, a base de mampostería y hormigón, se cubría con sillares de granito, en gran parte desaparecidos. Algunas de las salas abovedadas que aún pueden verse servían como estancia de gladiadores (spoliaria) o cubículos para las fieras (carceres) utilizadas en los espectáculos, presentando estas últimas las troneras por donde se les servía el alimento de los animales. Fuera del recinto del anfiteatro, pero contiguo a éste, la llamada casa del Anfiteatro es un conjunto arqueológioco donde destacan la casa de la Torre del Agua, solada de mosaico geométrico, y la propia casa del Anfiteatro (siglos I-IV), donde apreciar el magnífico mosaico de la Vendimia o representación de la pisa de la uva, y el mosaico de los Peces con medallones que enmarcan a distintos peces marinos.
En este núcleo monumental se encuentra el Museo Nacional de Arte Romano**. El proyecto arquitectónico fue encomendado a Rafael Moneo, quien diseñó un edificio funcional, cómodo y luminoso, a la vez que bellamente inspirado en la arquitectura romana.
El edificio, contiguo a la zona del Teatro y Anfiteatro, es una gran nave de tres alturas, alzada sobre un conjunto de ruinas romanas que se conservan en una cripta, donde es posible contemplar in situ restos arqueológicos, tales como tumbas, muros de casas, un tramo de calzada, etc., algo inusual en este tipo de centros.
En la planta baja, las salas I, II y III se dedican a exponer piezas procedentes de las excavaciones realizadas en edificios destinados a espectáculos públicos (teatro, anfiteatro, circo), correspondientes a los siglos I y II d.C. Entre la amplia colección de estatuas, bustos, máscaras, inscripciones, etc. destacan la cabeza de Augusto* retratado como sumo pontífice (siglo I d.C.) y diversos bronces relacionados con los juegos circenses. Las salas IV y V recogen piezas vinculadas a ritos religiosos en honor de diversas divinidades, procedentes de los santuarios y templos romanos existentes en la ciudad. La lápida de Proserpina, la cabeza velada del Genio de la Colonia* (siglo II d.C.) o el mosaico referido al dios Baco (siglo IV d.C.) son algunas de las obras más interesantes. A los ritos funerarios se consagra la sala VI, en la que se exhiben, perfectamente ambientados, diferentes tipos de enterramientos, entre ellos una sepultura en forma de cuba (cuppa), propia de la práctica incineratoria, y numerosas estelas, cipos, aras, etc. La sala VII expone objetos ligados a la casa romana y en ella se ha reconstruido una habitación con valiosa decoración pictórica. Finalmente, las salas VIII, IX y X se destinan a evocar la vida en el Foro, mediante esculturas, restos de construcciones y pequeños objetos hallados en los espacios públicos cotidianos de la antigua Emerita.
La planta primera está toda ella destinada a exponer en vitrinas las colecciones de cerámica, objetos de hueso, vidrio, numismática y orfebrería que posee el museo. El recorrido comienza por la sala IX, donde se muestran piezas de cerámica común, y sigue por la sala VIII (cerámica de lujo, con ejemplos de diversos tipos de terra sigillata) y la sala VII, monográficamente dedicada a las lucernas o lámparas de aceite. La sala VI ofrece la reconstrucción hipotética de un columbario, monumento funerario habitual en la antigua Roma, en tanto que la sala V se refiere a la industria y artesanía del hueso (agujas de coser, espátulas, piezas de tocado femenino, cubiletes y dados, etc.) y la sala IV muestra una extensa y variada colección de objetos de vidrio. Por último, en las salas III y II se exponen monedas y objetos de orfebrería.
La finalidad de las salas de la segunda planta es explicar facetas diversas de la vida social de Augusta Emerita. La sala I contiene piezas y esquemas relativos a la administración y organización de la ciudad, mientras que la sala II ilustra la vida en las villae o haciendas cercanas a ella. Los mosaicos y otros objetos de la sala III evidencian la importancia de los movimientos migratorios (tanto de entrada como de salida) y la sala IV muestra utensilios y documentos relacionados con las distintas profesiones y oficios, entre ellos un completo instrumental quirúrgico. Al retrato escultórico de carácter privado están dedicadas las salas V(retratos femeninos) y VI (bustos masculinos), en tanto que el arte y la cultura es el motivo general que engloba las hermosas piezas expuestas en la sala VII, entre las que destaca un mosaico incompleto, del siglo IV d.C., ilustrado con las figuras de los Siete Sabios de Grecia. La sala VIII, finalmente, se refiere a los inicios y primer desarrollo de la Mérida cristiana, a partir del siglo III, con objetos (lápidas, estelas, palomas, crimones ...) que contienen símbolos cristianos y que enlazan ya con la etapa visigoda, a la que ahora se dedican monográficamente las instalaciones del antiguo convento de Santa Clara.
Los escasos restos que se conservan del circo romano, del siglo I d.C. con reformas del siglo III, se sitúan un poco más al norte de esta zona. Su estructura alargada constaba de dos lados mayores paralelos y dos menores que envolvían la arena, dividida en dos partes por un espigón al que daban siete vueltas los aurigas. Se destinaba principalmente a las carreras de carros y otras competiciones deportivas (incluidas, en ocasiones, naumaquias o combates navales) que debían de despertar un gran interés popular, a juzgar por las enormes dimensiones de la arenay el aforo, con capacidad para unos 30.000 espectadores. Pese a su estado, es el mejor ejemplo español en su género. Junto al circo, tres pilares aún en pie es cuanto sobrevive del antiguo acueducto de San Lázaro.
En este núcleo monumental se encuentra el Museo Nacional de Arte Romano**. El proyecto arquitectónico fue encomendado a Rafael Moneo, quien diseñó un edificio funcional, cómodo y luminoso, a la vez que bellamente inspirado en la arquitectura romana.
El edificio, contiguo a la zona del Teatro y Anfiteatro, es una gran nave de tres alturas, alzada sobre un conjunto de ruinas romanas que se conservan en una cripta, donde es posible contemplar in situ restos arqueológicos, tales como tumbas, muros de casas, un tramo de calzada, etc., algo inusual en este tipo de centros.
En la planta baja, las salas I, II y III se dedican a exponer piezas procedentes de las excavaciones realizadas en edificios destinados a espectáculos públicos (teatro, anfiteatro, circo), correspondientes a los siglos I y II d.C. Entre la amplia colección de estatuas, bustos, máscaras, inscripciones, etc. destacan la cabeza de Augusto* retratado como sumo pontífice (siglo I d.C.) y diversos bronces relacionados con los juegos circenses. Las salas IV y V recogen piezas vinculadas a ritos religiosos en honor de diversas divinidades, procedentes de los santuarios y templos romanos existentes en la ciudad. La lápida de Proserpina, la cabeza velada del Genio de la Colonia* (siglo II d.C.) o el mosaico referido al dios Baco (siglo IV d.C.) son algunas de las obras más interesantes. A los ritos funerarios se consagra la sala VI, en la que se exhiben, perfectamente ambientados, diferentes tipos de enterramientos, entre ellos una sepultura en forma de cuba (cuppa), propia de la práctica incineratoria, y numerosas estelas, cipos, aras, etc. La sala VII expone objetos ligados a la casa romana y en ella se ha reconstruido una habitación con valiosa decoración pictórica. Finalmente, las salas VIII, IX y X se destinan a evocar la vida en el Foro, mediante esculturas, restos de construcciones y pequeños objetos hallados en los espacios públicos cotidianos de la antigua Emerita.
La planta primera está toda ella destinada a exponer en vitrinas las colecciones de cerámica, objetos de hueso, vidrio, numismática y orfebrería que posee el museo. El recorrido comienza por la sala IX, donde se muestran piezas de cerámica común, y sigue por la sala VIII (cerámica de lujo, con ejemplos de diversos tipos de terra sigillata) y la sala VII, monográficamente dedicada a las lucernas o lámparas de aceite. La sala VI ofrece la reconstrucción hipotética de un columbario, monumento funerario habitual en la antigua Roma, en tanto que la sala V se refiere a la industria y artesanía del hueso (agujas de coser, espátulas, piezas de tocado femenino, cubiletes y dados, etc.) y la sala IV muestra una extensa y variada colección de objetos de vidrio. Por último, en las salas III y II se exponen monedas y objetos de orfebrería.
La finalidad de las salas de la segunda planta es explicar facetas diversas de la vida social de Augusta Emerita. La sala I contiene piezas y esquemas relativos a la administración y organización de la ciudad, mientras que la sala II ilustra la vida en las villae o haciendas cercanas a ella. Los mosaicos y otros objetos de la sala III evidencian la importancia de los movimientos migratorios (tanto de entrada como de salida) y la sala IV muestra utensilios y documentos relacionados con las distintas profesiones y oficios, entre ellos un completo instrumental quirúrgico. Al retrato escultórico de carácter privado están dedicadas las salas V(retratos femeninos) y VI (bustos masculinos), en tanto que el arte y la cultura es el motivo general que engloba las hermosas piezas expuestas en la sala VII, entre las que destaca un mosaico incompleto, del siglo IV d.C., ilustrado con las figuras de los Siete Sabios de Grecia. La sala VIII, finalmente, se refiere a los inicios y primer desarrollo de la Mérida cristiana, a partir del siglo III, con objetos (lápidas, estelas, palomas, crimones ...) que contienen símbolos cristianos y que enlazan ya con la etapa visigoda, a la que ahora se dedican monográficamente las instalaciones del antiguo convento de Santa Clara.
Los escasos restos que se conservan del circo romano, del siglo I d.C. con reformas del siglo III, se sitúan un poco más al norte de esta zona. Su estructura alargada constaba de dos lados mayores paralelos y dos menores que envolvían la arena, dividida en dos partes por un espigón al que daban siete vueltas los aurigas. Se destinaba principalmente a las carreras de carros y otras competiciones deportivas (incluidas, en ocasiones, naumaquias o combates navales) que debían de despertar un gran interés popular, a juzgar por las enormes dimensiones de la arenay el aforo, con capacidad para unos 30.000 espectadores. Pese a su estado, es el mejor ejemplo español en su género. Junto al circo, tres pilares aún en pie es cuanto sobrevive del antiguo acueducto de San Lázaro.
El centro urbano y el Guadiana.
Siguiendo la avenida de Extremadura, se llega a la iglesia de Santa Eulalia, templo construido en los siglos XIII y XIV sobre una basílica del siglo V en la que se veneraban las reliquias de la santa. Ello explica la superposición de elementos pertenecientes a épocas y estilos que van de lo romano a lo gótico pasando por lo visigótico y lo románico. En la pequeña capilla adosada al templo, el hornito de Santa Eulalia y tradicionalmente considerada como el lugar de su martirio, se emplearon restos de un santuario dedicado a Marte.
Ya en el centro de la ciudad, en los alrededores de la plaza de España, se encuentran el arco de Trajano y el templo de Diana. El primero era una puerta de acceso al interior de la urbe y, aunque privado de motivos ornamentales y de los mármoles que lo cubrían, sorprende por su austera grandiosidad. En cuanto al templo, puede datarse en el siglo I d.C. y, al parecer, aunque estuvo inicialmente consagrado al divino Augusto, la denominación se cambió por error en el siglo XVIII. Trabajos recientes de restauración han dejado exentas las columnas, a las que en el siglo XVI se añadieron los muros de la casa-palacio de los condes de los Corbos. Muy cerca, en la antigua iglesia del convento de Santa Clara, puede verse el museo de Arte Visigodo.
Desde este punto, y bajando hacia el Guadiana, se alcanza la alcazaba árabe, considerada como la construcción musulmana más antigua de España. Fue fundada en el año 835 por el emir Abd al-Rahman II a fin de sofocar las continuas revueltas de la población. Tras la conquista cristiana de la ciudad, los caballeros de la Orden de Santiago establecen en ella su recinto conventual y realizan importantes modificaciones. De la época islámica se conservan las torres y los lienzos de muralla exteriores, así como el aljibe. Las antiguas estancias conventuales están ocupadas actualmente por la presidencia de la Junta de Extremadura.
Desde la alcazaba se ejercía el control de paso sobre el inmediato puente romano* que, desde los tiempos de Augusto, salva el cauce del Guadiana. Por su longitud, de 792 m. y 60 arcos, entre los que intercalan aliviaderos para facilitar el desagüe en las crecidas y disminuir la presión sobre los pilares, figura entre los mayores del mundo de esa época, tras el del río Danubio. Junto al de Alcántara, es uno de los mejor conservados, aunque ha sufrido numerosas reformas.
A orillas del Guadiana se encuentra el conjunto arqueológico de Morerías, con necrópolis, calzadas y casas que fueron utilizadas desde los romanos hasta los árabes.
Otros lugares de interés.
Quedan dispersos por la ciudad otros muchos lugares de época romana que merecen ser visitados, especialmente la casa del Mithreo, una residencia señorial ubicada cerca del santuario dedicado a Mithra, del que recibe su nombre, adornada con pinturas murales y mosaicos tan destacados como la imagen de Eros y el Cosmológico, donde se personifican la concepción del mundo y las fuerzas de la naturaleza; columbarios o pequeñas necrópolis romanas, donde aparece dibujado un matrimonio romano. Asimismo, tienen cierto interés construcciones posteriores como la iglesia de Santa María (siglos XIII al XV), el conventobarroco de Santo Domingo (siglo XVII), y algunas casas solariegas renacentistas -especialmente la situada en la plaza de España, convertida en hotel-, sin olvidar el puente de Lusitania, obra de Santiago Calatrava (1991).
Saliendo de la ciudad, por el noroeste, se cruza el puente sobre el río Albarregas, también romano y situado en la Vía de la Plata. Aunque de dimensiones más modestas que el del Guadiana, sus cuatro arcos de medio punto mantiene la línea original, a pesar de las restauraciones efectuadas. Desde él se contempla el acueducto de los Milagros, que conducía el agua desde el embalse de Proserpina a la ciudad. Su triple arquería y los esbeltos pilares en los que se alternan sillares graníticos y ladrillo permiten evocar, pese a su estado de deterioro, la armonía de la obra.
Textos de:
RAMOS, Alfredo J. y LLORENTE, Santiago: Guía total: Extremadura. Anaya. Madrid, 2005.
Enlace a la Entrada anterior de Mérida**:
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