6176. SEVILLA, capital. Estela decorada, procedente de Setefilla, en la sala IV del Museo Arqueológico. |
6177. SEVILLA, capital. Estela decorada, procedente de Écija, en la sala IV del Museo Arqueológico. |
6178. SEVILLA, capital. Estela decorada, procedente de La Lantejuela, en la sala IV del Museo Arqueológico. |
6179. SEVILLA, capital. Estela decorada, procedente de Carmona, en la sala IV del Museo Arqueológico. |
6180. SEVILLA, capital. Estela decorada, procedente de El Coronil, en la sala IV del Museo Arqueológico. |
6181. SEVILLA, capital. Estela decorada, procedente de Almadén de la Plata, en la sala IV del Museo Arqueológico. |
6182. SEVILLA, capital. Piezas de la vitrina 13 en la sala IV del Museo Arqueológico. |
6183. SEVILLA, capital. Otras piezas de la vitrina 13 en la sala IV del Museo Arqueológico. |
6184. SEVILLA, capital. Más piezas de la vitrina 13 en la sala IV del Museo Arqueológico. |
6185. SEVILLA, capital. Piezas que completan la vitrina 13 de la sala IV del Museo Arqueológico. |
SEVILLA** (DCCCXCI), capital de la provincia y de la comunidad: 21 de noviembre de 2017.
Museo arqueológico* - sala IV
LA EDAD DEL BRONCE FINAL (1.100 - 800 a.C)
Nos introducimos en esta sala en los momentos finales de la Edad del Bronce y los iniciales de la del Hierro, el nuevo metal que irá reservando a aquél para los objetos más finos, rituales y de adorno, aguamaniles, jarros, asadores, fíbulas, brazaletes, broches de cinturón, mientras que las armas y los útiles de trabajo comienzan a hacerse de hierro, metal más duro, pero más difícil de trabajar, por lo que su introducción será muy lenta y tardará en generalizarse, como lo prueba la presencia de los cinceles de bronce de la vitrina.
Podemos pensar que el hierro viene de la mano de los pueblos que siguen llegando, y ahora con más intensidad, del Mediterráneo Oriental y que se acercan hasta nosotros en busca precisamente de metales, que adquieren en bruto, en forma de panes o lingotes, a los indígenas del Mediodía Peninsular, a cambio en un principio seguramente de baratijas y objetos perecederos, de los que nada se ha conservado, aunque tenemos una fecha absoluta transmitida por las fuentes más antiguas que fijan la fundación de Cádiz hacia el año 1.100 a.C. Y a partir de esa fecha podemos ir fijando la actividad de los colonizadores, de la que ya tenemos en las estelas de piedra que se muestran en esta sala algunos testimonios.
Estas estelas se han interpretado habitualmente como representaciones de carácter funerario en honor de un difunto, por lo general un guerrero, al que pertenecería la silueta que aparece grabada en ella, siempre de forma esquemática, con trazos muy simples, junto a las armas, adornos y objetos de su indumentaria personal.
Como no se han encontrado nunca, sin embargo, sobre tumbas, sino en lugares estratégicos o de paso, algunos piensan en la actualidad que podrían haber servido más bien para señalar caminos, en las rutas de trashumancia, o como hitos o mojones para delimitar propiedades o zonas de dominio.
Entre los objetos de mayor interés grabados en ellas debemos indicar la representación, en el ejemplar de Carmona, de un carro de origen mediterráneo, de dos ruedas y asideros para subir por detrás, con animales uncidos a un largo timón, que lo mismo puede tratarse de un carro de guerra que de uno funerario, pues para ambas funciones se empleaban, como se refleja en La Ilíada, escrita por aquellos tiempos, en la que Néstor se ofrece al principio de la guerra "a acompañar a los que combaten en carros" (IV, 317 ss.), que con frecuencia son dos, uno para guiarlo y otro para pelear (V, 228), aunque en alguna ocasión se apean de los carros para sostener un encuentro personal a pie (XI, 84 ss.).
Eran los carros, sin duda, objetos valiosos, dignos de concederse incluso como premio en situaciones extraordinarias, como vemos que propone Héctor en otro pasaje de la misma obra: "¿Quién, por un gran premio, se ofrecerá a llevar a cabo la empresa que voy a decir? La recompensa será proporcionada. Daré un carro y dos corceles de erguido cuello, los mejores que haya en las veleras naves aqueas, al que tenga la osadía de acercarse a las naves de ligero andar ... y averigüe si éstas están guardadas todavía .." (X, 299).
Más frecuente es la representación en las estalas de lanzas, escudos, arcos, espadas, peines, cascos y otros abjetos, todos de bronce, de algunos de los cuales podemos ver ejemplares reales en la vitrina 13. Junto a ellos, un rico conjunto de hachas de diversos tamaños y tipos, y un molde de los que se utilizaban para la fundición de todos estos objetos, muchos de los cuales no tienen su origen en el Mediterráneo sino en el Atlántico, como una continuación de los contactos e intercambios culturales con las gentes del Norte de Europa que ya se obervaban e la Cultura Campaniforme. Se abre de esta manera ante nuestros ojos la perspectiva de un periodo complejo, caracterizado por la presencia de materiales indígenas con influencias procedentes tanto del área del Atlántico, como del Mediterráneo Oriental, las cuales nos permiten fechas con seguridad a estas estelas en las últimas etapas de la Edad del Bronce e inicios de la del Hierro, entre el cambio de milenio y el 600 a.C. aproximadamente, coincidiendo con la llegada de los primeros colonizadores históricos.
En el panel lateral de la vitrina se muestra una selección de los diversos tipos de espadas que se utilizan en estos momentos, aunque más que como armas para guerrear debemos considerarlas como elementos para lucir, como símbolos de poder, como parte del atuendo solemne de quienes ejercieran la autoridad. Los rasgos diferenciadores de estas armas, siempre fundidas en bronce y luego batidas para eliminar las burbujas, son la forma de la hoja y la de la empuñadura. Aquella puede tener bordes rectos, paralelos, tipo de "lengua de carpa", o ligeramente "pistiloforme", ensanchándose hacia la parte inferior. Las empuñaduras tienen perfil en U o V, invertidas, y en ocasiones presentan oquedades en su base, que nunca habrían tenido de tratarse de un arma para combatir.
Similares a las espadas, aunque más escasos, eran los puñales. Y muy raros los posibles asadores biapuntados, con doble vástago, como el que se presenta en el panel, hallado en el lecho de un pequeño río del término de Herrera, lo cual no resulta insólito, pues es curioso constatar que ninguno de todos estos materiales de bronce ha sido hallado, como es habitual, en lugares de habitación o enterramiento, sino en diversos cauces de agua, lo que ha llevado a pensar que pudiera tratarse de la manifestación de un nuevo ritual funerario.
Como símbolo de la llegada desde el otro lado del Mediterráneo de esos nuevos pueblos con sus propias costumbres y rituales, presentamos en el centro de la vitrina una gran vasija de bronce en forma de jarro, con alta asa volada. Se trata de una vasija ritual similar a otras halladas en el santuario de Cancho Roano (Badajoz), utilizada posiblemente en banquetes y ceremonias rituales en cuyo desarrollo tendría lugar la degustación de vino y el consumo de carne, para lo que se utilizarían los largos asadores que se muestran al pie del jarro, los cuales tienen una larga perduración, pues alcanzan en algunos lugares hasta finales del s. V a.C., ya en plena Edad del Hierro.
A la vista de todos estos elementos uno no puede menos de traer a la memoria otros textos contemporáneos de La Ilíada, en los que se hace expresa mención de todos ellos y de las fiestas en que se utilizaban.
Así, Ulises y Diomedes, para agradecer a Minerva su ayuda en una aventura en la que han conseguido dar muerte a algunos espías y coger diversos caballos del enemigo, "entraron en el mar y se lavaron el abundante sudor ... Cuando las olas les hubieron limpiado el sudor del cuerpo y recreado el corazón, metiéronse en pulimentadas pilas y se bañaron. Lavados ya y ungidos con craso aceite, sentáronse a la mesa; y sacando de una crátera vino dulce como la miel, lo libaron en honor de Minerva" (X, 564 ss.).
Las referencias a las armas, hachas, espadas, arcos, escudos y lanzas son muy numerosas y variadas, y nos da de ellas en ocasiones detalles curiosos que nos ayudan a comprender el modo cómo eran o se usaban. De las lanzas dice Néstor que las blandirán los jóvenes, ya que son más vigorosos y pueden confiar más en sus fuerzas (IV, 325); de los escudos que están hechos con varias pieles de buey, el de Ayax tiene hasta siete, cubiertas de una lámina de bronce (VII, 223 ss.); de las hachas que servían con el afilado bronce para cortar encinas de alta copa (XXIII, 108 ss.); de las lanzas que son de fresno (VI, 450); de las voladoras que son eficaces, aunque menosprecia a los "argivos, que sólo con el arco sabéis combatir, hombres vituperables" (IV, 234), pues rehuían el combate cuerpo a cuerpo. Había también de la espada que "el rey colgó del hombro" cuando salía a combatir (XI, 13 ss.).
En ejemplares del tipo de los de la vitrina podemos pensar para rehacer la historia.
La llegada de los nuevos colonizadores que, tras fundar Cádiz hacia el 1.100 a.C., cruzan el llamado Mar Tartésico y se adentran por las bocas del Guadalquivir, situadas entonces a la altura de Coria, la antigua Caura , provoca que los indígenas que ocupaban los terrenos del interior dedicados a tareas fundamentalmente agrícolas y ganaderas, se vayan acercando al río, a cuyas orillas comienzan a surgir pequeños núcleos de población en los que las influencias de quienes van llegano son cada vez más evidentes, como podemos ver en la sala monográfica dedicada al Carambolo y las siguientes.
Simultáneamente con la llegada de estos pueblos orientales por vía marítima, tiene lugar por el Norte, atravesando los Pirineos, la llegada de estos pueblos orientales por vía marítima, tiene lugar por el Norte, atravesando los Pirineos, la llegada de pueblos continentales, centroeuropeos, de origen céltico, cuyas influencias, aunque más aisladas, también se dejan sentir en nuestra tierra, como lo evidencian los dos brazaletes que se muestran en la vitrina, los cuales son más propios de las culturas típicas de la Meseta de Castilla en esta época de finales de la Edad del Bronce - principios de la Edad del Hierro, sobre todo el ejemplar con colgantes amorcillados.
También hay que reseñar que en esta sala IV estuvo hasta hace pocas fechas la estela hallada en Burguillos y que actualmente se encuentra en los almacenes del Museo.
Textos de:LA EDAD DEL BRONCE FINAL (1.100 - 800 a.C)
Nos introducimos en esta sala en los momentos finales de la Edad del Bronce y los iniciales de la del Hierro, el nuevo metal que irá reservando a aquél para los objetos más finos, rituales y de adorno, aguamaniles, jarros, asadores, fíbulas, brazaletes, broches de cinturón, mientras que las armas y los útiles de trabajo comienzan a hacerse de hierro, metal más duro, pero más difícil de trabajar, por lo que su introducción será muy lenta y tardará en generalizarse, como lo prueba la presencia de los cinceles de bronce de la vitrina.
Podemos pensar que el hierro viene de la mano de los pueblos que siguen llegando, y ahora con más intensidad, del Mediterráneo Oriental y que se acercan hasta nosotros en busca precisamente de metales, que adquieren en bruto, en forma de panes o lingotes, a los indígenas del Mediodía Peninsular, a cambio en un principio seguramente de baratijas y objetos perecederos, de los que nada se ha conservado, aunque tenemos una fecha absoluta transmitida por las fuentes más antiguas que fijan la fundación de Cádiz hacia el año 1.100 a.C. Y a partir de esa fecha podemos ir fijando la actividad de los colonizadores, de la que ya tenemos en las estelas de piedra que se muestran en esta sala algunos testimonios.
Estas estelas se han interpretado habitualmente como representaciones de carácter funerario en honor de un difunto, por lo general un guerrero, al que pertenecería la silueta que aparece grabada en ella, siempre de forma esquemática, con trazos muy simples, junto a las armas, adornos y objetos de su indumentaria personal.
Como no se han encontrado nunca, sin embargo, sobre tumbas, sino en lugares estratégicos o de paso, algunos piensan en la actualidad que podrían haber servido más bien para señalar caminos, en las rutas de trashumancia, o como hitos o mojones para delimitar propiedades o zonas de dominio.
Entre los objetos de mayor interés grabados en ellas debemos indicar la representación, en el ejemplar de Carmona, de un carro de origen mediterráneo, de dos ruedas y asideros para subir por detrás, con animales uncidos a un largo timón, que lo mismo puede tratarse de un carro de guerra que de uno funerario, pues para ambas funciones se empleaban, como se refleja en La Ilíada, escrita por aquellos tiempos, en la que Néstor se ofrece al principio de la guerra "a acompañar a los que combaten en carros" (IV, 317 ss.), que con frecuencia son dos, uno para guiarlo y otro para pelear (V, 228), aunque en alguna ocasión se apean de los carros para sostener un encuentro personal a pie (XI, 84 ss.).
Eran los carros, sin duda, objetos valiosos, dignos de concederse incluso como premio en situaciones extraordinarias, como vemos que propone Héctor en otro pasaje de la misma obra: "¿Quién, por un gran premio, se ofrecerá a llevar a cabo la empresa que voy a decir? La recompensa será proporcionada. Daré un carro y dos corceles de erguido cuello, los mejores que haya en las veleras naves aqueas, al que tenga la osadía de acercarse a las naves de ligero andar ... y averigüe si éstas están guardadas todavía .." (X, 299).
Más frecuente es la representación en las estalas de lanzas, escudos, arcos, espadas, peines, cascos y otros abjetos, todos de bronce, de algunos de los cuales podemos ver ejemplares reales en la vitrina 13. Junto a ellos, un rico conjunto de hachas de diversos tamaños y tipos, y un molde de los que se utilizaban para la fundición de todos estos objetos, muchos de los cuales no tienen su origen en el Mediterráneo sino en el Atlántico, como una continuación de los contactos e intercambios culturales con las gentes del Norte de Europa que ya se obervaban e la Cultura Campaniforme. Se abre de esta manera ante nuestros ojos la perspectiva de un periodo complejo, caracterizado por la presencia de materiales indígenas con influencias procedentes tanto del área del Atlántico, como del Mediterráneo Oriental, las cuales nos permiten fechas con seguridad a estas estelas en las últimas etapas de la Edad del Bronce e inicios de la del Hierro, entre el cambio de milenio y el 600 a.C. aproximadamente, coincidiendo con la llegada de los primeros colonizadores históricos.
En el panel lateral de la vitrina se muestra una selección de los diversos tipos de espadas que se utilizan en estos momentos, aunque más que como armas para guerrear debemos considerarlas como elementos para lucir, como símbolos de poder, como parte del atuendo solemne de quienes ejercieran la autoridad. Los rasgos diferenciadores de estas armas, siempre fundidas en bronce y luego batidas para eliminar las burbujas, son la forma de la hoja y la de la empuñadura. Aquella puede tener bordes rectos, paralelos, tipo de "lengua de carpa", o ligeramente "pistiloforme", ensanchándose hacia la parte inferior. Las empuñaduras tienen perfil en U o V, invertidas, y en ocasiones presentan oquedades en su base, que nunca habrían tenido de tratarse de un arma para combatir.
Similares a las espadas, aunque más escasos, eran los puñales. Y muy raros los posibles asadores biapuntados, con doble vástago, como el que se presenta en el panel, hallado en el lecho de un pequeño río del término de Herrera, lo cual no resulta insólito, pues es curioso constatar que ninguno de todos estos materiales de bronce ha sido hallado, como es habitual, en lugares de habitación o enterramiento, sino en diversos cauces de agua, lo que ha llevado a pensar que pudiera tratarse de la manifestación de un nuevo ritual funerario.
Como símbolo de la llegada desde el otro lado del Mediterráneo de esos nuevos pueblos con sus propias costumbres y rituales, presentamos en el centro de la vitrina una gran vasija de bronce en forma de jarro, con alta asa volada. Se trata de una vasija ritual similar a otras halladas en el santuario de Cancho Roano (Badajoz), utilizada posiblemente en banquetes y ceremonias rituales en cuyo desarrollo tendría lugar la degustación de vino y el consumo de carne, para lo que se utilizarían los largos asadores que se muestran al pie del jarro, los cuales tienen una larga perduración, pues alcanzan en algunos lugares hasta finales del s. V a.C., ya en plena Edad del Hierro.
A la vista de todos estos elementos uno no puede menos de traer a la memoria otros textos contemporáneos de La Ilíada, en los que se hace expresa mención de todos ellos y de las fiestas en que se utilizaban.
Así, Ulises y Diomedes, para agradecer a Minerva su ayuda en una aventura en la que han conseguido dar muerte a algunos espías y coger diversos caballos del enemigo, "entraron en el mar y se lavaron el abundante sudor ... Cuando las olas les hubieron limpiado el sudor del cuerpo y recreado el corazón, metiéronse en pulimentadas pilas y se bañaron. Lavados ya y ungidos con craso aceite, sentáronse a la mesa; y sacando de una crátera vino dulce como la miel, lo libaron en honor de Minerva" (X, 564 ss.).
Las referencias a las armas, hachas, espadas, arcos, escudos y lanzas son muy numerosas y variadas, y nos da de ellas en ocasiones detalles curiosos que nos ayudan a comprender el modo cómo eran o se usaban. De las lanzas dice Néstor que las blandirán los jóvenes, ya que son más vigorosos y pueden confiar más en sus fuerzas (IV, 325); de los escudos que están hechos con varias pieles de buey, el de Ayax tiene hasta siete, cubiertas de una lámina de bronce (VII, 223 ss.); de las hachas que servían con el afilado bronce para cortar encinas de alta copa (XXIII, 108 ss.); de las lanzas que son de fresno (VI, 450); de las voladoras que son eficaces, aunque menosprecia a los "argivos, que sólo con el arco sabéis combatir, hombres vituperables" (IV, 234), pues rehuían el combate cuerpo a cuerpo. Había también de la espada que "el rey colgó del hombro" cuando salía a combatir (XI, 13 ss.).
En ejemplares del tipo de los de la vitrina podemos pensar para rehacer la historia.
La llegada de los nuevos colonizadores que, tras fundar Cádiz hacia el 1.100 a.C., cruzan el llamado Mar Tartésico y se adentran por las bocas del Guadalquivir, situadas entonces a la altura de Coria, la antigua Caura , provoca que los indígenas que ocupaban los terrenos del interior dedicados a tareas fundamentalmente agrícolas y ganaderas, se vayan acercando al río, a cuyas orillas comienzan a surgir pequeños núcleos de población en los que las influencias de quienes van llegano son cada vez más evidentes, como podemos ver en la sala monográfica dedicada al Carambolo y las siguientes.
Simultáneamente con la llegada de estos pueblos orientales por vía marítima, tiene lugar por el Norte, atravesando los Pirineos, la llegada de estos pueblos orientales por vía marítima, tiene lugar por el Norte, atravesando los Pirineos, la llegada de pueblos continentales, centroeuropeos, de origen céltico, cuyas influencias, aunque más aisladas, también se dejan sentir en nuestra tierra, como lo evidencian los dos brazaletes que se muestran en la vitrina, los cuales son más propios de las culturas típicas de la Meseta de Castilla en esta época de finales de la Edad del Bronce - principios de la Edad del Hierro, sobre todo el ejemplar con colgantes amorcillados.
También hay que reseñar que en esta sala IV estuvo hasta hace pocas fechas la estela hallada en Burguillos y que actualmente se encuentra en los almacenes del Museo.
FERNÁNDEZ GÓMEZ, Fernando y MARTÍN GÓMEZ, Carmen. Museo arqueológico de Sevilla. Guía oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2005.
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