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jueves, 27 de diciembre de 2018

2475. SEVILLA** (DCCCXC), capital: 21 de noviembre de 2017.

6155. SEVILLA, capital. Objetos del Tholos del Cerro de la Cabeza, de Valencina de la Concepción, en la vitrina 9 de la sala III del Museo Arqueológico.
6156. SEVILLA, capital. Más objetos del Tholos del Cerro de la Cabeza, de Valencina de la Concepción, en la vitrina 9 de la sala III del Museo Arqueológico.
6157. SEVILLA, capital. Objetos del Dolmen de Matarrubilla, de Valencina de la Concepción, en la vitrina 9 de la sala III del Museo Arqueológico.
6158. SEVILLA, capital. Más objetos del Dolmen de Matarrubilla, de Valencina de la Concepción, en la vitrina 9 de la sala III del Museo Arqueológico.
6159. SEVILLA, capital. Núcleos de sílex, procedentes de Valencina de la Concepción, en la sala III del Museo Arqueológico.
6160. SEVILLA, capital. Objetos del Dolmen de La Pastora, de Valencina de la Concepción, de la sala III del Museo Arqueológico.
6161. SEVILLA, capital. Maqueta del Dolmen de La Pastora, de Valencina de la Concepción, de la sala III del Museo Arqueológico.
6162. SEVILLA, capital. Otra perspectiva de la maqueta del Dolmen de La Pastora, de Valencina de la Concepción, en la sala III del Museo Arqueológico.
6163. SEVILLA, capital. Objetos procedentes de El Roquetito, de Valencina de la Concepción, en la vitrina 10 de la sala III del Museo Arqueológico.
6164. SEVILLA, capital. Más objetos procedentes de El Roquetito, de Valencina de la Concepción, en la vitrina 10 de la sala III del Museo Arqueológico.
6165. SEVILLA, capital. Continuación de los objetos procedentes de El Roquetito, de Valencina de la Concepción, en la vitrina 10 de la sala III del Museo Arqueológico. 
6166. SEVILLA, capital. Últimos objetos procedentes de El Roquetito, de Valencina de la Concepción, en la vitrina 10 de la sala III del Museo Arqueológico.
6167.  SEVILLA, capital. Ídolos-placa, en la sala III del Museo Arqueológico.
6168.  SEVILLA, capital. Más Objetos procedentes de Los Algarbes, de Tarifa, Cádiz, en la vitrina 11 de la sala III del Museo Arqueológico.
6169.  SEVILLA, capital. Más objetos procedentes de Los Algarbes, de Tarifa, Cádiz, en la vitrina 11 de la sala III del Museo Arqueológico.
6170.  SEVILLA, capital. Últimos objetos procedentes de El Roquetito, de Tarifa, Cádiz, en la vitrina 11 de la sala III del Museo Arqueológico.
6171.  SEVILLA, capital. Objetos de la cultura campaniforme, en la vitrina 12 de la sala III del Museo Arqueológico.
6172. SEVILLA, capital. Continuación de la vitrina 12 de la sala III del Museo Arqueológico.
6173. SEVILLA, capital. Más objetos de la vitrina 12, en la sala III del Museo Arqueológico.
6174. SEVILLA, capital. Otros objetos de la vitrina 12, en la sala III del Museo Arqueológico.
6175. SEVILLA, capital. Final de la vitrina 12, en la sala III del Museo Arqueológico.
SEVILLA** (DCCCXC), capital de la provincia y de la comunidad: 21 de noviembre de 2017.
Museo Arqueológico* - Sala III.
LA EDAD DEL COBRE (3.000 - 2.000 a.C.)
MUNDO FUNERARIO
   Continúa en esta sala la exposición de materiales de la Edad del Cobre, completados en la última vitrina con los de la Plena Edad del Bronce.
   Los de la Edad del Cobre están dedicados a mostrar los ajuares funerarios de las tumbas colectivas o en cuevas de enterramiento, que todavía se siguen utilizando en esta época, a juzgar por la semejanza de los ajuares recogidos en unas y otras, indicativos en cualquier caso de la fuerza que en aquella sociedad tenían las entidades suprafamiliares.
   Típicos de Valencina de la Concepción son los grandes monumentos funerarios tipo tholos semiexcavados en el terreno y cubiertos con túmulos de tierra que los hacen pasar desapercibidos en el paisaje suavemente ondulado del borde de El Aljarafe.
   En la primera vitrina, la 9, se muestran los hallados en el tholos del Cerro de la Cabeza, monumento destruido en el transcurso de unas obras, pero en el que aún pudo excavarse una pequeña parte de la cámara funeraria, en la que se hallaron, como materiales de mayor interés, un par de platos de borde engrosado decorados con motivos de retícula o ajedrezado bruñidos, técnica que aparece ahora por primera vez. Les acompañaban otros vasos de cerámica más vulgar y, fuera de la cámara, como una posible ofrenda de fundación en el momento de levantar el monumento, un vaso tetrápodo que hemos de considerar ritual.
   Al otro lado de la vitrina, los ajuares del llamado Dolmen de Matarrubilla, uno de los monumentos de Valencina, hoy visitable, más conocido, por la enorme pila o mesa de ofrendas, de piedra, monolítica, que llena casi por completo la pequeña cámara funeraria que se abre al final de un corredor de más de 30 m., como se muestra en la planta del monumento que aparece en el centro de la vitrina con la indicación del lugar de los hallazgos, entre los que destacan diversas piezas de marfil y un vaso de piedra caliza, testimonio, sobre todo el fragmento de sandalia, de la existencia de relaciones con los pueblos del Mediterráneo Oriental. Debajo, una espléndida hacha de piedra, serpentina, que puede contarse, por su perfecta factura, entre los ejemplares más logrados de todos los conocidos hasta ahora. Completan los ajuares de este tholos diversos collares reconstruidos con los centenares de cuentas de collar, de hueso, concha y caracolillos, encontradas en las excavaciones, y un fragmento de un colmillo de elefante que pudo ser utilizado como materia prima para realizar objetos de adorno.
   La vitrina 10, separada de la anterior por un conjunto de núcleos de sílex de color gris, hallados durante las excavaciones, muestra en su centro los ajuares de otro de los monumentos más conocidos de Valencina, el de La Pastora, cercano al anterior y también visitable. De él se ofrece una maqueta a la entrada a la Sala, con su largo corredor de casi 40 m., dividido en sectores por medio de puertas sugeridas, y cubierto con grandes losas, una de las cuales, gigantesca, cubre también la cámara funeraria, levantada ésta con muros de mampostería que tienden a formar una falsa cúpula.
   Como objetos de mayor interés se muestra un conjunto de puntas de flecha de bronce de largo pedicelo, cuyo origen se ha puesto también en el Mediterráneo Oriental, las cuales no se hallaban en el interior de la cámara, sino escondidas en un lugar inmediato al monumento.
   A los ajuares funerarios de un enterramiento colectivo localizado en el lugar denominado El Roquetito, pero ya no en un monumento tipo tholos, sino en una simple cámara excavada en el terreno, tal como puede observarse en la fotografía, pertenecen los materiales que se exponen a un lado de la vitrina. Son diversos vasos de cerámica a mano, sobre todo cuencos, un pequeño vaso de piedra y diversas espátulas de hueso. Con ellos, y como testimonio de que ya nos hallamos en un momento avanzado de la Edad del Cobre, diversos objetos de este metal, más numerosos de lo que suele ser habitual en los tholoi, un punzón completo, con su mango de hueso, diversas agujas, punzones y paletas, una hoz-sierra de gran tamaño, un hacha que conserva adheridos algunos restos de tejido mineralizados, y un pequeño puñal. Completan el ajuar diversos pequeños objetos de hueso, con tendencia a la forma antropomorfa, más o menos esquemática, que han sido considerados como idolillos, y unas grandes láminas de sílex.
   A otro lado de la vitrina los ajuares encontrados en la Cueva de la Mora (Jabugo, Huelva), una cueva a la que ya nos hemos referido al hablar del Neolítico, en la vitrina 5, por haber sido utilizada ya en esta época, según manifiestan algunos de los fragmentos de cerámica recogidos en ella, en sus niveles inferiores. Mostramos ahora los pertenecientes a este momento de la Edad de los Metales, con un fragmento de crisol a cuyas paredes se ha adherido una pequeña gota de metal como elemento más significativo a efectos cronológicos y culturales.
   La cueva había servido como lugar de habitación y de enterramiento a un numeroso grupo de personas, todas ellas inhumadas directamente en la tierra, en posición fetal, excepto una, para la que se había dispuesto un sepulcro de piedra. Entre los restos humanos hallados destaca el cráneo de una persona joven en cuya bóveda se había realizado una extensa trepanación de forma elipsoidal, quizá de carácter ritual, aunque nada puede asegurarse, por lo que el cráneo se muestra en la vitrina de la última sala de esta planta, junto a otros huesos humanos de distintas épocas en los que se han observado patologías o anomalías de cualquier tipo.
   La nota esencial de sus cerámicas es el pequeño tamaño de sus vasos, que ha hecho pensar en ocasiones que pudiera tratarse de vasos-juguete, lo que debe desecharse más bien como vasos de finalidad ritual, quizá como portadores de luz, llenos de grasa animal, aunque no se observan señales de fuego en sus paredes. Algunos presentan mamelones perforados, preparados para tenerlos colgados de algún sitio, un simple palo clavado en la pared. Otros ofrecen sencillos motivos decorativos, a base de reticulados incisos, o de incisiones en forma de espiga, o con acanaladuras que parecen envolver el vaso, de manera similar a como se envolverían los vasos de origen vegetal para colgarlos. Muy curioso es el bruñidor de cerámica, adaptado para coger con los dedos, del que no conocemos paralelos. Y rara es también en nuestro suelo la vasija ovoide que se expone a su lado.
   Faltan elementos de metal, aunque tengamos el crisol al que ya nos hemos referido, pero sí tenemos objetos de piedra, un hacha y un martillo preparados para se enmangados, un pulidor, quizá de fibras de lino o esparto, y diversas hojas y un curioso puñal o alabarda de sílex magníficamente trabajado por las dos caras a base de finísimos retoques que cubren toda la pieza. De hueso, sólo un botón plano, que tenemos que colocar en una época más tardía, quizá ya en época ibérica, junto a la loseta decorada con una espiga incisa.
   Completa el ajuar de esta cueva un rico conjunto de ídolos placa de pizarra, similares a los encontrados en Valencina de la Concepción, la Cueva de La Sima y otros yacimientos de esta época, en la que eventualmente se siguen utilizando las cuevas, tanto como lugares de habitación como de enterramiento.
   A otra necrópolis de la Edad del Cobre, la de Los Algarbes, de Tarifa, en la provincia de Cádiz, pertenecen los materiales que se exponen en la vitrina 11. Está constituida aquélla por una serie de cámaras, once, excavadas en la roca, a las que se llega a través de corredores con acceso por medio de pozos o rampas laterales, que contienen un conjunto de enterramientos colectivos poco numerosos.
   Sus ajuares, más toscos que los de Valencina, presentan en algún caso un notable interés. Entre las cerámicas destaca la gran urna lenticular, de boca pequeña, que ocupa el centro de la vitrina, por ofrecer sus paredes pintadas en color rojo oscuro sobre el más claro de la cerámica. Un motivo similar al que ofrecían algunos de los fragmentos pintados encontrados en Valencina. Junto a esta urna tendríamos que colocar el pequeño plato decorado en su centro con un motivo inciso rectangular que coincide, a grandes rasgos, en su estructura, con el que presenta la lámina de oro con decoración repujada, que se muestra en la Sala V, pero de la que aquí podemos ver una fotografía para completar el contexto. El resto de la cerámica, cuencos, ollas y un pequeño vasito con mamelones perforados, es más vulgar.
   De gran interés son, por el contrario, como en Valencina, por manifestar la existencia de relaciones con otros pueblos, ya del Norte de África o del Mediterráneo Oriental, los pequeños, pero numerosos adornos de marfil, bellotas, colgantes, cuentas de collar, plaquitas de diversas formas y tamaños que quizá recubrieron o adornaron en su día algún objeto de madera.
   Los ajuares de sílex están constituidos por las habituales puntas de flecha cóncava, las gruesas hojas de bordes retocados y una fina alabarda, junto a un par de hachas de piedra pulimentada, de un conjunto de diez que se hallaban al lado de un esqueleto con las piernas flexionadas.
   De metal, tan sólo un pequeño puñalito de cobre y la citada lámina de oro.

LA EDAD DEL BRONCE (2.000 - 1.000 a.C.)
   Entre las vitrinas 10 y 11 hemos podido ver, reconstruida con sus piedras originales, una tumba de inhumación en chista. Presenta la novedad de tratarse de un enterramiento no ya colectivo, como ha sido lo habitual hasta ahora, a lo largo de la toda la Edad del Cobre, sino individual, rasgo que nos indica que estamos entrando  en una nueva etapa cultural en la que parece darse mayor importancia al individuo que al grupo familiar al que pertenece y del cual se separa. Será una característica de lo que ya debemos llamar Edad del Bronce, por no fundirse ahora los objetos de metal con cobre en estado natural, con sus propias impurezas, sino con cobre enriquecido con estaño para conseguir objetos más duros y resistentes.
   A caballo entre una y otra Edad, entre el 2.200 y el 1.500 a.C., aproximadamente, se desarrolla la que llamamos Cultura Campaniforme, algunos de cuyos ajuares presentamos en la vitrina 12. Es una cultura de una enorme importancia por su gran homogeneidad y la amplia difusión que alcanza, que hace que la podamos considerar como la primera gran cultura paneuropea, ya que se extiende por todo el continente, con unos focos de difusión muy bien definidos, y a lo largo de unas mismas fechas, hasta el punto de no poder indicar con precisión dónde tuvo su origen y cuáles fueron sus vías de difusión. Puede asegurarse, en cualquier caso, que ésta fue esencialmente marítima y atlántica.
   Uno de esos focos se halla, sin duda, en el Valle del Guadalquivir, en la zona de Carmona-Écija, en la que se han encontrado algunos de sus ajuares de mayor interés, aunque éstos se reducen por lo general a solo unos pocos objetos que solemos encontrar formando parte de los ajuares funerarios, en los nuevos enterramientos individuales o integrados en alguno de los antiguos enterramientos colectivos, aprovechando sus construcciones cuando, en una época tardía, ya dejaban de utilizarse.
   Sus ajuares más representativos son los de cerámica, sobre todo unas urnas de forma acampanada que son las que dan nombre a la cultura. Con ella diversos tipos de cuencos, cazuelas e incluso alguna copa, característica de todos es siempre su decoración, incisa o impresa, que suele extenderse por toda la superficie del vaso, desde el borde hasta la base, dibujando motivos geométricos, distribuidos ya en forma de bandas horizontales alternas, unas exentas y otras rellenas de puntos, el más difundido, por lo que suele llamársele "marístimo" o "internacional", ya formando reticulados, zigzags, paralelas, dientes de sierra u otros motivos similares de gran riqueza artística y temática.
   Los ajuares de bronce se reducen asimismo a unas pequeñas puntas de flecha con pedicelo más o menos largo, que llamamos de tipo "Palmela", por ser abundantes en este lugar de la desembocadura del Tajo, otro de los centros difusores, y unos puñales de borde biselado, prolongados en una especie de lengüeta para fijar, por medio de los remaches que se muestran, las empuñaduras de hueso o madera. Con las puntas de flecha podemos poner los brazales de arquero de piedra, ya que servían para protegerse las muñecas del retroceso de la cuerda del arco.
   Los campaniformes hicieron uso también del oro como metal noble apropiado para las personas de mayor significación social, dentro de esa línea de exaltación de la individualidad y de la jerarquía que comienza a vislumbrarse ahora. Al ajuar de una de estas personas enterradas en Villaverde del Río perteneció el conjunto de puntas de flecha y la cinta de oro que las envolvía, que se muestra en la sala V, junto a uno de los típicos vasos acampanados.
   Tras la desaparición de los campaniformes, y en parte conviviendo con ellos, se desarrollan en Andalucía de manera simultánea dos culturas, dentro de lo que llamamos Edad del Bronce Pleno. En el sureste la de El Argar. En el Suroeste, la denominada cultura del Bronce del Suroeste. Típico de los ajuares de aquélla, además de sus característicos enterramientos en cistas o en grandes vasijas, son unas esbeltas copas y diversos tipos de vasos de perfil carenado. Su modo de enterrar no llega hasta nuestra tierra, pero sí algunas de sus cerámicas, como vemos en la copa de Mairena del Alcor y en la urna carenada, más tosca de lo que suele ser habitual en la Cultura de El Argar, hallada en Guillena.
   Más frecuentes que los argáricos son, como es natural, aunque sin ser numerosos, los ajuares que consideramos de la cultura del Bronce del Suroeste. Los más significativos son los hallados en la necrópolis de Chichina, en Sanlúcar la Mayor, en una serie de cistas, unas de forma rectangular, como la reconstruida entre las vitrinas 10 y 11, y otras de forma ovalada, como se muestra en la fotografía de esta vitrina 12, cada una de las cuales contenía un esqueleto en posición fetal acompañado de su ajuar, siempre el mismo: una vasija en forma de garrafa y un cuenco, vasijas por otra parte de aspecto vulgar, indicativas quizá del escaso poder económico de los fallecidos, y sin más elemento metálico en ellas que un pequeño adornito insignificante.
   Mayor poder económico tuvieron sin duda las personas enterradas en una fosa de Setefilla, en Lora del Río, en la que, junto a una vasija del tipo de las de Chichina, a la que acompañaban algunos alimentos: carne de buey, oveja, cerdo, ciervo y cabra montés, se hallaban diversas armas de bronce, indicativas del elevado rango social de los difuntos. Un hombre joven, de algo más de 20 años, estaba enterrado con su espada y su puñal. Otro, algo mayor, llevaba una alabarda. Son las armas que mostramos en el centro de la vitrina. Debajo, algunos fragmentos de cerámica de tipo cogotas I, procedentes de Algámitas y de la Cueva de la Mora.
    Textos de:
FERNÁNDEZ GÓMEZ, Fernando y MARTÍN GÓMEZ, Carmen. Museo arqueológico de Sevilla. Guía oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2005.

Enlace a la Entrada anterior de Sevilla**:

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