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viernes, 9 de octubre de 2015

1300. TRUJILLO** (VI), Cáceres: 18 de diciembre de 2011.

107. TRUJILLO, Cáceres. Estatua ecuestre de Pizarro, en la Plaza Mayor.

108. TRUJILLO, Cáceres. Fachada de la igl. de San Martín.

109. TRUJILLO, Cáceres. Portada lateral de la igl. de San Martín.

110. TRUJILLO, Cáceres. Portada del palacio de los Duques de San Carlos.

111. TRUJILLO, Cáceres. Fachada lateral del palacio de los Duques de San Carlos.

112. TRUJILLO, Cáceres. Detalle del balcón esquinado del palacio de los Duques de San Carlos.

113. TRUJILLO, Cáceres. El palacio del Marqués de Piedras Albas.

114. TRUJILLO, Cáceres. El palacio del Marqués de la Conquista.

115. TRUJILLO, Cáceres. Detalle del balcón esquinado del palacio del Marqués de la Conquista.

116. TRUJILLO, Cáceres. Ayuntamiento Viejo.

117. TRUJILLO, Cáceres. Fachada del palacio de los Chaves Cárdenas.

118. TRUJILLO, Cáceres. La casa de la Cadena y la Torre del Alfiler.

119. TRUJILLO, Cáceres. Portada de la igl. del convento de San Francisco.

TRUJILLO** (VI), provincia de Cáceres: 18 de diciembre de 2011.
La ciudad renacentista
   El segundo espacio urbano, que tiene como eje la Plaza Mayor, comenzó a desarrollarse a partir del siglo XV, época en la que se produjo un crecimiento poblacional que acabó desbordando las murallas. Exponente del vigor que la villa adquiere a lo largo del siglo XVI, la plaza se rodea de edificios monumentales y buenos ejemplos de arquitectura popular con soportales de arquería. En el centro estuvo situado el magnífico rollo gótico (finales del siglo XV), hoy desplazado hacia la zona del ensanche. Preside la plaza la estatua ecuestre de Pizarro, realizada en bronce por el escultor Charles Rumsey (1929).
   En el ángulo noroeste se construye, entre los siglos XIV y XVI, la iglesia de San Martín, mezcla de estilo gótico y renacentista, de sobrio exterior coronada por las dos torres de los pies, nave única y presbiterio ochavado. Son interesantes las muestras escultóricas que contiene y el órgano barroco. A la derecha del templo, el palacio de los Duques de San Carlos* (siglo XVI) fue solar de los Vargas-Carvajal y es en la actualidad convento de jerónimas. Un incendio, a finales del siglo XVI, y la prolongada reconstrucción hasta mediados del siglo siguiente alteraron el proyecto original. En la fachada noroeste se abre una portada con rica decoración plateresca, y en el suroeste son notables la triple arcada del cuerpo inferior y la galería arquitrabada sobre pilares corintios en el tercer cuerpo. En el ángulo, coronado por el escudo familiar, se dispone el clásico balcón esquinero, en tanto que airosas chimeneas mudéjares coronan el conjunto. En el interior se abre un patio de doble galería sobre arcos de medio punto.
   En el rincón sureste de la plaza, el palacio del Marqués de Piedras Albas (siglo XVI) presenta en su fachada una logia o pórtico con arcos escarzanos de influencia florentina, mientras que el otro ángulo meridional lo ocupa uno de los edificios civiles de mayor interés de la ciudad: el palacio del Marqués de la Conquista**. Fue construido como residencia de Hernando Pizarro en el siglo XVI y reformado por Larra Churriguera, que intervino en el siglo XVIII para atajar su deterioro. El elemento más llamativo, dentro de su perfección plateresca, es el bello balcón de esquina con los bustos de la familia Pizarro y el escudo de armas del conquistador de Perú.
   Próximo a él están el Ayuntamiento Viejo, gótico del siglo XV, con un interesante salón consistorial, y, a continuación, el palacio de los Chaves Cárdenas, de estilo neoclásico (siglo XVIII).
   En el lado norte de la plaza se sitúa la casa de la Cadena (siglo XV), así llamada por la que muestra a la entrada como símbolo del privilegio de asilo real concedido por Felipe II, y hoy convertido en mesón. Tras ella emerge la torre del Alfiler, y a su lado se encuentran el palacio de los Chaves Sotomayor (siglo XVI) y la neoclásica iglesia de la Sangre (siglo XVII), mientras que en la colindante calle de Ballesteros se halla el palacio de Santa Marta, de estilo renacentista. Asimismo, entre la plaza y la puerta de San Andrés, el palacio de los Orellana-Pizarro, con su galería porticada entre torres hacia el exterior y su patio plateresco, además de ser otra muestra notable de la época áurea de Trujillo, tiene el valor añadido de que en él se alojó Miguel de Cervantes.
   Finalmente, dispersos por lo que en el siglo XVI constituía la periferia de la villa y hoy configura el ensanchamiento urbano, aún quedan otros edificios civiles de corte renacentista -como el Ayuntamiento Nuevo, instalado en la antigua alhóndiga, frente al palacio de los Pizarro Aragón; o el de los Marqueses de Sofraga, en la plazuela de San Miguel, con otro magnífico balcón esquinado- y varios conventos, también renacentistas o neoclásicos, que, además de su valor arquitectónico, atesoran obras artísticas de periodos diversos. Son, en todo caso, las últimas huellas de un tiempo capaz aún de proyectar su estela sobre el presente de la ciudad y librarla del olvido.

Enlace a la Entrada anterior de Trujillo**:

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