104. GRANADA, capital. El agua fluyendo por todo el recinto de la Alhambra.
105. GRANADA, capital. Puerta del Vino de la Alhambra.
106. GRANADA, capital. Vista de la ciudad desde la Alcazaba de la Alhambra.
107. GRANADA, capital. Torres del Homenaje y Quebarada de la Alcazaba de la Alhambra.
108. GRANADA, capital. Patio de Machuca y Torre de Comares, de la Alhambra.
109. GRANADA, capital. Mexuar de la Alhambra.
110. GRANADA, capital. Detalle del Mexuar de la Alhambra.
111. GRANADA, capital. Parte de la fachada del Cuarto Dorado de la Alhambra.
112. GRANADA, capital. El patio de Comares, de la Alhambra.
113. GRANADA, capital. Sala de la Barca de la Alhambra.
114. GRANADA, capital. Una esquina de la sala de Comares, o salón del Trono, de la Alhambra.
115. GRANADA, capital. Espectacular panel decorativo de la sala de Comares, en la Alhambra.
116. GRANADA, capital. Patio de los Leones de la Alhambra.
117. GRANADA, capital. Rincón de la sala de las Dos Hermanas en la Alhambra.
118. GRANADA, capital. Cúpula de la sala de las Dos Hermanas, en la Alhambra.
119. GRANADA, capital. Cúpula de la sala de los Abencerrajes, en la Alhambra.
120. GRANADA, capital. Mihrab de la mezquita de la Alhambra.
121. GRANADA, capital. Una de las fachadas del palacio de Carlos V.
122. GRANADA, capital. Otra visión de una de las fachadas del palacio de Carlos V.
123. GRANADA, capital. El patio del palacio de Carlos V.
124. GRANADA, capital. Una de las salas del Museo Nac. de Arte Hispano Musulmán, en el palacio de Carlos V.
125. GRANADA, capital. Igl. de Sta. Mª.
109. GRANADA, capital. Mexuar de la Alhambra.
110. GRANADA, capital. Detalle del Mexuar de la Alhambra.
111. GRANADA, capital. Parte de la fachada del Cuarto Dorado de la Alhambra.
112. GRANADA, capital. El patio de Comares, de la Alhambra.
113. GRANADA, capital. Sala de la Barca de la Alhambra.
114. GRANADA, capital. Una esquina de la sala de Comares, o salón del Trono, de la Alhambra.
115. GRANADA, capital. Espectacular panel decorativo de la sala de Comares, en la Alhambra.
116. GRANADA, capital. Patio de los Leones de la Alhambra.
117. GRANADA, capital. Rincón de la sala de las Dos Hermanas en la Alhambra.
118. GRANADA, capital. Cúpula de la sala de las Dos Hermanas, en la Alhambra.
119. GRANADA, capital. Cúpula de la sala de los Abencerrajes, en la Alhambra.
120. GRANADA, capital. Mihrab de la mezquita de la Alhambra.
121. GRANADA, capital. Una de las fachadas del palacio de Carlos V.
122. GRANADA, capital. Otra visión de una de las fachadas del palacio de Carlos V.
123. GRANADA, capital. El patio del palacio de Carlos V.
124. GRANADA, capital. Una de las salas del Museo Nac. de Arte Hispano Musulmán, en el palacio de Carlos V.
125. GRANADA, capital. Igl. de Sta. Mª.
GRANADA** (XXIV), capital de la provincia: 27 de enero de 2012.
El castillo rojo
Los árabes nazaríes denominaron a la alcazaba que levantaron sobre una colina que, desde el sur, domina Granada al-Qalá al-Hamrá, es decir, "el castillo rojo", La Alhambra**, por el color de la arcilla que se empleó en su construcción, arcilla procedente de la propia colina sobre la que se había edificado. La corrupción del calificativo al-Hamrá en el castellano Alhambra es el que ha dado nombre cristiano a la ciudadela, un grandioso conjunto cívico-militar que se extiende de sureste a noroeste ocupando una superficie irregular que tiene 720 m de largo por 220 m de ancho en sus ejes mayores y que constituye la obra arquitectónica no específicamente religiosa de mayor envergadura y calidad del arte hispano-musulmán que ha pervivido hasta hoy. A pesar de que, salvo en los primeros tiempos, el reino nazarí vivió una continua decadencia, el conjunto de la Alhambra resume y amplía la rica tradición arquitectónica elevándola a cotas de una delicadeza insuperable. Como en la mayoría de sus edificaciones, también en este caso los árabes granadinos apenas inventan nada.
La característica de su arquitectura no consiste en la invención de soluciones nuevas, sino en la mezcla y combinación de las ya existentes hasta alcanzar prodigiosos resultados que, como tales, resultan a la postre llenos de novedad. Igualmente es característica de la Alhambra la ausencia completa de unidad, una característica, por otra parte, común a la mayoría de las edificaciones no religiosas de los musulmanes. El árabe construye atendiendo a las exigencias inmediatas del momento, añadiendo posteriores edificaciones para cubrir nuevas necesidades. Como consecuencia de este modo de actuar, los edificios van surgiendo por acumulación adaptándose a los accidentes del terreno y fundiéndose unos con otros a través de pasadizos y de galerías.
La unidad constructiva musulmana suele ser un patio, generalmente con una fuente o un surtidor, alrededor del cual surge la zona de vivienda o de servicio. Esta ausencia de unidad, que en otro lugar bien podría ser considerada como un defecto es, por el contrario, una de las mayores virtudes de la Alhambra, aquella que le confiere sus cualidades de palacio embrujado, de romántico laberinto, tan del gusto de sus constructores. La edificación de la Alhambra se prolongó durante la dinastía nazarí, fue comenzada por Alhamar de Arjona, Muhammad in Yusuf in Nasr, en 1238, quien levantó la alcazaba, y proseguida por Muhammad II, Muhammad IV, Yusuf I y Muhammad V, que reinó entre 1354 y 1391.
El mejor camino para subir a la Alhambra es la Cuesta de Gomérez que se inicia en la Plaza Nueva, vecina a la de Isabel la Católica. Al final de la cuesta se abren las puertas de las Granadas, pesado bastión de tres arcos almohadillados obra de Pedro de Machuca, el arquitecto constructor del palacio de Carlos V, que vinieron a sustituir a la denominada Bib Albuxar, o puerta de las Alegres Nuevas. Las puertas de las Granadas, llamadas así por las tres que aparecen en el frontón, dan paso a un espeso bosque al que llaman Alamedas de la Alhambra y que tienen a su derecha las Torres Bermejas, restos de la antigua muralla que cercaba el recinto de Garnatha Alyejud.
Uno de los atractivos del conjunto es el agua. Por todas partes corre a través de acequias que bordean los caminos, se derrama en las fuentes, recoletas o despampanantes, o fluye y danza desde los surtidores más insospechados. La música del agua recorre los parques y las edificaciones refrescando el ambiente y aligerando el corazón de los visitantes.
Como ciudadela militar que fue, además de residencia real, la Alhambra se encuentra completamente amurallada. En la muralla, se distinguen cuatro puertas, la de las Armas, la de la Justicia, la del Vino y la del Hierro. La visita se inicia en la puerta de la Justicia, obra de gran envergadura llevada a cabo durante el reinado de Yusuf I, que consta en primer lugar de un colosal arco de herradura a base de ladrillo y otro posterior del mismo tamaño, cerrado por una gruesa puerta de madera forrada de hierro. Esta puerta, por una suave pendiente, conduce hasta la alcazaba, palacio defensivo y, por tanto, de carácter militar, independiente del resto de la edificación y situado al mediodía, en el extremo de la colina que avanza sobre la vega. La construcción se compone de una gran plaza de armas encerrada en un recinto de forma aproximadamente triangular, con fuertes muros y elevadas torres. En el vértice de poniente se alza la torre de la Vela, también denominada de la Campana, a la que, cada 2 de enero, con la justificación de conmemorar la toma, suben las mocitas casaderas a tocar la campana instalada por los Reyes Católicos con la intención de encontrar novio. En el lado opuesto se hallan las torres del homenaje y Quebrada. La plaza de armas la ocupó en su tiempo un barrio árabe de casitas pequeñas, de las que únicamente quedan en la actualidad los cimientos. Próxima la torre de la Vela hay una torrecilla, denominada de la Pólvora, que tiene una placa con los famosos versos de Francisco de Icaza:
La característica de su arquitectura no consiste en la invención de soluciones nuevas, sino en la mezcla y combinación de las ya existentes hasta alcanzar prodigiosos resultados que, como tales, resultan a la postre llenos de novedad. Igualmente es característica de la Alhambra la ausencia completa de unidad, una característica, por otra parte, común a la mayoría de las edificaciones no religiosas de los musulmanes. El árabe construye atendiendo a las exigencias inmediatas del momento, añadiendo posteriores edificaciones para cubrir nuevas necesidades. Como consecuencia de este modo de actuar, los edificios van surgiendo por acumulación adaptándose a los accidentes del terreno y fundiéndose unos con otros a través de pasadizos y de galerías.
La unidad constructiva musulmana suele ser un patio, generalmente con una fuente o un surtidor, alrededor del cual surge la zona de vivienda o de servicio. Esta ausencia de unidad, que en otro lugar bien podría ser considerada como un defecto es, por el contrario, una de las mayores virtudes de la Alhambra, aquella que le confiere sus cualidades de palacio embrujado, de romántico laberinto, tan del gusto de sus constructores. La edificación de la Alhambra se prolongó durante la dinastía nazarí, fue comenzada por Alhamar de Arjona, Muhammad in Yusuf in Nasr, en 1238, quien levantó la alcazaba, y proseguida por Muhammad II, Muhammad IV, Yusuf I y Muhammad V, que reinó entre 1354 y 1391.
El mejor camino para subir a la Alhambra es la Cuesta de Gomérez que se inicia en la Plaza Nueva, vecina a la de Isabel la Católica. Al final de la cuesta se abren las puertas de las Granadas, pesado bastión de tres arcos almohadillados obra de Pedro de Machuca, el arquitecto constructor del palacio de Carlos V, que vinieron a sustituir a la denominada Bib Albuxar, o puerta de las Alegres Nuevas. Las puertas de las Granadas, llamadas así por las tres que aparecen en el frontón, dan paso a un espeso bosque al que llaman Alamedas de la Alhambra y que tienen a su derecha las Torres Bermejas, restos de la antigua muralla que cercaba el recinto de Garnatha Alyejud.
Uno de los atractivos del conjunto es el agua. Por todas partes corre a través de acequias que bordean los caminos, se derrama en las fuentes, recoletas o despampanantes, o fluye y danza desde los surtidores más insospechados. La música del agua recorre los parques y las edificaciones refrescando el ambiente y aligerando el corazón de los visitantes.
Como ciudadela militar que fue, además de residencia real, la Alhambra se encuentra completamente amurallada. En la muralla, se distinguen cuatro puertas, la de las Armas, la de la Justicia, la del Vino y la del Hierro. La visita se inicia en la puerta de la Justicia, obra de gran envergadura llevada a cabo durante el reinado de Yusuf I, que consta en primer lugar de un colosal arco de herradura a base de ladrillo y otro posterior del mismo tamaño, cerrado por una gruesa puerta de madera forrada de hierro. Esta puerta, por una suave pendiente, conduce hasta la alcazaba, palacio defensivo y, por tanto, de carácter militar, independiente del resto de la edificación y situado al mediodía, en el extremo de la colina que avanza sobre la vega. La construcción se compone de una gran plaza de armas encerrada en un recinto de forma aproximadamente triangular, con fuertes muros y elevadas torres. En el vértice de poniente se alza la torre de la Vela, también denominada de la Campana, a la que, cada 2 de enero, con la justificación de conmemorar la toma, suben las mocitas casaderas a tocar la campana instalada por los Reyes Católicos con la intención de encontrar novio. En el lado opuesto se hallan las torres del homenaje y Quebrada. La plaza de armas la ocupó en su tiempo un barrio árabe de casitas pequeñas, de las que únicamente quedan en la actualidad los cimientos. Próxima la torre de la Vela hay una torrecilla, denominada de la Pólvora, que tiene una placa con los famosos versos de Francisco de Icaza:
Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada.
Desde la alcazaba se pasa al Palacio Real a través de la puerta del Vino, bellísima entrada con doble arco de herradura de tiempos de Muhammad II. A continuación se cruza un pequeño patio de ingreso en el que existieron diversas salas de servicios de las que sólo quedan los cimientos y se entra en el patio de Machuca, denominado así por ser en sus dependencias donde guardaba sus aparejos y sus planos el arquitecto Pedro Machuca. En la época árabe, este patio recibía el nombre de patio del Mexuar. Tiene planta cuadrada y un pórtico de nueve arcos iguales de medio punto. En su día estuvo solado de ladrillos vidriados de color verde y en el centro hay una pequeña alberquilla. En la cara norte hay una torre que igualmente recibe el nombre de Machuca.
Tras este patio se halla el Mexuar, la sala de audiencias que en las construcciones musulmanas se encuentra siempre a la entrada del palacio. Aquí, acompañado de su familia más próxima, recibía el monarca a sus súbditos las mañanas de los lunes y de los jueves. El Mexuar data de 1365. Tenía dos salas que reformas posteriores convirtieron en una. Tiene el techo de madera, zócalo de azulejos del siglo XVI, suelo de ladrillo y amplios balcones que dan al patio de Machuca.
Del Mexuar se pasa al Cuarto Dorado, pequeño patio al este del salón de audiencias al que se llega cruzando una pequeña puerta abierta en el muro de éste y por otra abierta en el patio de Machuca. Su nombre procede de una sala que tiene al norte, muy restaurada en tiempos de los Reyes Católicos. La fachada sur es bellísima, con sus tres arcos peraltados en la planta baja, la del centro mayor que los laterales, y su doble ventanita con columna de mármol en la alta. La pileta del centro data del año 1945.
Por un pasillo lateral se alcanza el magnífico patio de Comares, también llamado de la Alberca y de los Arrayanes. Es de planta rectangular y parece mayor de lo que en realidad es, pues mide sólo 36 m de largo por 23 m de ancho, siendo la alberca de 34 m de largo por 7 m de ancho. En los lados menores del rectángulo tiene pórticos de 7 arcos peraltados, con el central mayor que los laterales. En los lados mayores se abren distintas dependencias. De este patio, uno de los lugares más gratos de la ciudadela, se desprende una sensación de paz que revela toda la sabiduría arquitectónica y el prodigioso equilibrio con el que sabían trabajar los nazaríes.
Tras el pórtico norte de este patio se encuentra la curiosa sala de la Barca, nombre que según algunos procede de la forma de su bóveda de madera, semejante a una barca invertida, aunque para otros puede ser una contracción de baraka, vocablo que significa "bendición". La bóveda actual es posterior a 1890, fecha en la que un incendio devoró a la primitiva.
Un pasadizo conduce al visitante a la espaciosa sala de Comares, nombre que deriva de la palabra árabe qamariyya, nombre con el que se designan en oriente las vidrieras de colores usadas con gran profusión en El Cairo. Es ésta una de las salas más grandes del palacio. Tiene nueve balcones, tres a cada uno de sus frentes exentos, que en su día estuvieron cerrados por delicadas vidrieras, los centrales son de arcos gemelos cuyo extremo común descansa sobre una delgada columnita de mármol. Sobre los arcos se abren pequeñas ventanas con celosía de yeso. La sala fue en tiempo de los nazaríes el salón del trono, lugar donde el rey recibía a los embajadores de otras cortes, motivo por el que también recibe el nombre de sala de Embajadores. Toda su decoración es un triunfo de la geometría. Tiene zócalo de azulejos esmaltados con profusas combinaciones de lazos y los muros están enteramente cubiertos de yesería. El techo está formado por cuatro series de tres paños escalonados de distinta inclinación, formando bóveda esquifada con adornos a base de estrellas de lazo y mocárabes. La gigantesca torre en la que se encuentra la sala, la mayor de la Alhambra, avanza poderosamente sobre el valle del Darro, como un enorme baluarte defensivo.
Una escalera con los muros cubiertos de yeserías pintadas conduce a la sala de Baños, que se compone de la sala de las Camas y la de los Baños propiamente dicha. La sala de las Camas, restaurada por Rafael Contreras entre 1845 y 1866, muestra una suntuosa decoración de oro y de colores, en tanto que la de los Baños muestra únicamente una eficaz decoración de azulejos de lazo. La luz que se filtra a través de las linternas practicadas en el techo pone en el ambiente resonancias de antiguas leyendas que parecen tomar cuerpo ante los ojos del visitante. El peinador de la Reina es una graciosa torre levantada al norte de la muralla, primitivamente aislada de lo que era la casa real y unida durante las obras llevadas a cabo para la construcción del palacio de Carlos V.
Desde la sala de Comares se llega, a través de un pasadizo que parte del patio, al cuarto de los Leones, el lugar más íntimo del primitivo Palacio Real, serie de cuatro habitaciones que rodean el patio de los Leones, sin duda, la zona más emblemática y conocida de la Alhambra. El conjunto fue edificado en tiempos de Muhammad V y, a pesar de la descomposición política en la que se encontraba el reino, aquí alcanza la arquitectura nazarí el culmen de su belleza. El patio, especialmente, con la famosísima fuente de los Los Leones que da nombre al espacio en el centro, es un verdadero prodigio de sabiduría constructiva, de sutileza, de equilibrio y de imaginación. Aquí el juego de la luz, del agua, que corre por delicadísimas acequias, de las arquerías y de las sobras alcanza cimas de creatividad y de emoción difícilmente superables. El patio tiene algo más de 440 m2, es de forma rectangular y se encuentra rodeado por galerías con dos templetes en los lados menores sobre los que se levantan 124 delgadísimas columnas de mármol blanco que sostienen complicados arcos lobulados con celosías de yeso. En el centro, la fuente, con sus 12 leones sobre cuyos fornidos lomos descansa la taza, pone el contrapunto de su sencillez y de su armonía.
En el lado norte del patio se abre la sala de las Dos Hermanas, cuyo nombre se debe a las dos grandes losas iguales que ocupan el centro de la sala. Es una de las dependencias más ricas y mejor conservadas. Tiene el suelo de mármol, muros de yeserías, techo de mocárabes y un pequeño estanque circular en el centro. Una puerta comunica esta sala con el mirador de Daraxa, nombre que en árabe significa "los ojos de la casa de la sultana", lo que, independientemente de su belleza, vendría a certificar que en esta zona se encontraba la vivienda de la reina. El rincón es espléndido. Tiene una hermosísima decoración a base de luminosas yeserías y una cúpula de mocárabes con linterna formada por pares de arcos lobulados llenos de inimitable gracia y sabiduría.
En el muro sur del patio de los Leones se abre la sala de los Abencerrajes, llamada así por ser el lugar donde, no se sabe bien bajo qué reinado, fueron degollando uno a uno, conforme entraban, a los guerreros de esta importante familia. Semejante a la sala de las Dos Hermanas, es de planta cuadrada, con arcos gemelos, zócalo de azulejos y fuente cuadrada en el centro. Cerrando por oriente el patio de los Leones se encuentra la sala de los Reyes, a la que dan acceso tres grandes puertas iguales dividida cada una en otros tantos vanos por finas columnas de mármol que soportan arcos de mocárabes. La bóveda es igualmente de mocárabes.
Hacia la parte septentrional de la muralla se localizan los jardines de El Partal con su luminosa alberca y en las cuales se encuentra la torre de las Damas, sobrio edificio de ladrillo y teja árabe con un atrio construido por cinco arcos peraltados, el central mayor que los otros cuatro, y la mezquita, edificada sobre la misma muralla y constituida por una capilla de reducidas dimensiones con ventanas decoradas con atauriques y celosías.
En el recinto de la Alhambra se construyó, tras la conquista, el palacio de Carlos V para unos imponente obra renacentista y para otros desangelado esperpento levantado por Pedro Machuca en el siglo XVI para residencia del emperador. Se trata de un robusto edificio de dos plantas, la baja a base de bloques de piedra colocados en almohadilla y la superior a base de pilastras jónicas y balcones, y un gran patio circular interior de dos plantas, la baja sobre columnas toscanas y la alta sobre columnas jónicas. En la actualidad se ubican en él el Museo Nacional de Arte Hispano Musulmán y el Museo de Bellas Artes. La iglesia de Santa María, de finales del siglo XVI, se levantó en el solar de la antigua mezquita de la Alhambra. Finalmente, el convento de San Francisco, fundado en 1495, albergó los restos de los Reyes Católicos hasta su traslado a la Capilla Real en 1521. Actualmente está ocupado por el Parador de Turismo. La Alhambra fue declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1984.
Lindando con la Alhambra, con la que se comunica, en el cerro del Sol, se encuentra el palacio del Generalife, construido a principios del siglo XIV para residencia de verano de los monarcas nazaríes. Cuenta con una bellísima combinación de jardines, fuentes, albercas y surtidores y en el conjunto sobresalen el patio de la Acequia, el del ciprés de la Sultana y la escalera del Agua.
Tras este patio se halla el Mexuar, la sala de audiencias que en las construcciones musulmanas se encuentra siempre a la entrada del palacio. Aquí, acompañado de su familia más próxima, recibía el monarca a sus súbditos las mañanas de los lunes y de los jueves. El Mexuar data de 1365. Tenía dos salas que reformas posteriores convirtieron en una. Tiene el techo de madera, zócalo de azulejos del siglo XVI, suelo de ladrillo y amplios balcones que dan al patio de Machuca.
Del Mexuar se pasa al Cuarto Dorado, pequeño patio al este del salón de audiencias al que se llega cruzando una pequeña puerta abierta en el muro de éste y por otra abierta en el patio de Machuca. Su nombre procede de una sala que tiene al norte, muy restaurada en tiempos de los Reyes Católicos. La fachada sur es bellísima, con sus tres arcos peraltados en la planta baja, la del centro mayor que los laterales, y su doble ventanita con columna de mármol en la alta. La pileta del centro data del año 1945.
Por un pasillo lateral se alcanza el magnífico patio de Comares, también llamado de la Alberca y de los Arrayanes. Es de planta rectangular y parece mayor de lo que en realidad es, pues mide sólo 36 m de largo por 23 m de ancho, siendo la alberca de 34 m de largo por 7 m de ancho. En los lados menores del rectángulo tiene pórticos de 7 arcos peraltados, con el central mayor que los laterales. En los lados mayores se abren distintas dependencias. De este patio, uno de los lugares más gratos de la ciudadela, se desprende una sensación de paz que revela toda la sabiduría arquitectónica y el prodigioso equilibrio con el que sabían trabajar los nazaríes.
Tras el pórtico norte de este patio se encuentra la curiosa sala de la Barca, nombre que según algunos procede de la forma de su bóveda de madera, semejante a una barca invertida, aunque para otros puede ser una contracción de baraka, vocablo que significa "bendición". La bóveda actual es posterior a 1890, fecha en la que un incendio devoró a la primitiva.
Un pasadizo conduce al visitante a la espaciosa sala de Comares, nombre que deriva de la palabra árabe qamariyya, nombre con el que se designan en oriente las vidrieras de colores usadas con gran profusión en El Cairo. Es ésta una de las salas más grandes del palacio. Tiene nueve balcones, tres a cada uno de sus frentes exentos, que en su día estuvieron cerrados por delicadas vidrieras, los centrales son de arcos gemelos cuyo extremo común descansa sobre una delgada columnita de mármol. Sobre los arcos se abren pequeñas ventanas con celosía de yeso. La sala fue en tiempo de los nazaríes el salón del trono, lugar donde el rey recibía a los embajadores de otras cortes, motivo por el que también recibe el nombre de sala de Embajadores. Toda su decoración es un triunfo de la geometría. Tiene zócalo de azulejos esmaltados con profusas combinaciones de lazos y los muros están enteramente cubiertos de yesería. El techo está formado por cuatro series de tres paños escalonados de distinta inclinación, formando bóveda esquifada con adornos a base de estrellas de lazo y mocárabes. La gigantesca torre en la que se encuentra la sala, la mayor de la Alhambra, avanza poderosamente sobre el valle del Darro, como un enorme baluarte defensivo.
Una escalera con los muros cubiertos de yeserías pintadas conduce a la sala de Baños, que se compone de la sala de las Camas y la de los Baños propiamente dicha. La sala de las Camas, restaurada por Rafael Contreras entre 1845 y 1866, muestra una suntuosa decoración de oro y de colores, en tanto que la de los Baños muestra únicamente una eficaz decoración de azulejos de lazo. La luz que se filtra a través de las linternas practicadas en el techo pone en el ambiente resonancias de antiguas leyendas que parecen tomar cuerpo ante los ojos del visitante. El peinador de la Reina es una graciosa torre levantada al norte de la muralla, primitivamente aislada de lo que era la casa real y unida durante las obras llevadas a cabo para la construcción del palacio de Carlos V.
Desde la sala de Comares se llega, a través de un pasadizo que parte del patio, al cuarto de los Leones, el lugar más íntimo del primitivo Palacio Real, serie de cuatro habitaciones que rodean el patio de los Leones, sin duda, la zona más emblemática y conocida de la Alhambra. El conjunto fue edificado en tiempos de Muhammad V y, a pesar de la descomposición política en la que se encontraba el reino, aquí alcanza la arquitectura nazarí el culmen de su belleza. El patio, especialmente, con la famosísima fuente de los Los Leones que da nombre al espacio en el centro, es un verdadero prodigio de sabiduría constructiva, de sutileza, de equilibrio y de imaginación. Aquí el juego de la luz, del agua, que corre por delicadísimas acequias, de las arquerías y de las sobras alcanza cimas de creatividad y de emoción difícilmente superables. El patio tiene algo más de 440 m2, es de forma rectangular y se encuentra rodeado por galerías con dos templetes en los lados menores sobre los que se levantan 124 delgadísimas columnas de mármol blanco que sostienen complicados arcos lobulados con celosías de yeso. En el centro, la fuente, con sus 12 leones sobre cuyos fornidos lomos descansa la taza, pone el contrapunto de su sencillez y de su armonía.
En el lado norte del patio se abre la sala de las Dos Hermanas, cuyo nombre se debe a las dos grandes losas iguales que ocupan el centro de la sala. Es una de las dependencias más ricas y mejor conservadas. Tiene el suelo de mármol, muros de yeserías, techo de mocárabes y un pequeño estanque circular en el centro. Una puerta comunica esta sala con el mirador de Daraxa, nombre que en árabe significa "los ojos de la casa de la sultana", lo que, independientemente de su belleza, vendría a certificar que en esta zona se encontraba la vivienda de la reina. El rincón es espléndido. Tiene una hermosísima decoración a base de luminosas yeserías y una cúpula de mocárabes con linterna formada por pares de arcos lobulados llenos de inimitable gracia y sabiduría.
En el muro sur del patio de los Leones se abre la sala de los Abencerrajes, llamada así por ser el lugar donde, no se sabe bien bajo qué reinado, fueron degollando uno a uno, conforme entraban, a los guerreros de esta importante familia. Semejante a la sala de las Dos Hermanas, es de planta cuadrada, con arcos gemelos, zócalo de azulejos y fuente cuadrada en el centro. Cerrando por oriente el patio de los Leones se encuentra la sala de los Reyes, a la que dan acceso tres grandes puertas iguales dividida cada una en otros tantos vanos por finas columnas de mármol que soportan arcos de mocárabes. La bóveda es igualmente de mocárabes.
Hacia la parte septentrional de la muralla se localizan los jardines de El Partal con su luminosa alberca y en las cuales se encuentra la torre de las Damas, sobrio edificio de ladrillo y teja árabe con un atrio construido por cinco arcos peraltados, el central mayor que los otros cuatro, y la mezquita, edificada sobre la misma muralla y constituida por una capilla de reducidas dimensiones con ventanas decoradas con atauriques y celosías.
En el recinto de la Alhambra se construyó, tras la conquista, el palacio de Carlos V para unos imponente obra renacentista y para otros desangelado esperpento levantado por Pedro Machuca en el siglo XVI para residencia del emperador. Se trata de un robusto edificio de dos plantas, la baja a base de bloques de piedra colocados en almohadilla y la superior a base de pilastras jónicas y balcones, y un gran patio circular interior de dos plantas, la baja sobre columnas toscanas y la alta sobre columnas jónicas. En la actualidad se ubican en él el Museo Nacional de Arte Hispano Musulmán y el Museo de Bellas Artes. La iglesia de Santa María, de finales del siglo XVI, se levantó en el solar de la antigua mezquita de la Alhambra. Finalmente, el convento de San Francisco, fundado en 1495, albergó los restos de los Reyes Católicos hasta su traslado a la Capilla Real en 1521. Actualmente está ocupado por el Parador de Turismo. La Alhambra fue declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1984.
Lindando con la Alhambra, con la que se comunica, en el cerro del Sol, se encuentra el palacio del Generalife, construido a principios del siglo XIV para residencia de verano de los monarcas nazaríes. Cuenta con una bellísima combinación de jardines, fuentes, albercas y surtidores y en el conjunto sobresalen el patio de la Acequia, el del ciprés de la Sultana y la escalera del Agua.
Enlace a la Entrada anterior de Granada**:
No hay comentarios:
Publicar un comentario