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miércoles, 16 de octubre de 2019

2768. SEVILLA** (MXCI), capital: 26 de septiembre de 2018.

8041. SEVILLA, capital. Plano de la Sala VI del Museo de Bellas Artes.
8042. SEVILLA, capital. "San Joaquín", Juan Simón Gutiérrez, hacia 1700. Procedente de la Desamortización (1840), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8043. SEVILLA, capital. "Santa Ana", Juan Simón Gutiérrez, hacia 1700. Procedente de la Desamortización (1840), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8044. SEVILLA, capital. "San Jerónimo penitente en su estudio", Sebastián de Llanos Valdés, 1669. Adquisición de la Junta de Andalucía (2004), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8045. SEVILLA, capital. "Naturaleza muerta", Pedro de Camprobín, hacia 1666. Adquisición de la Junta de Andalucía (1997), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8046. SEVILLA, capital. "Santa María Magdalena", José Antolinez, 1673. Donación de Dª Mª Alegría Gutiérrez Suárez, Marquesa viuda de Larios (1949), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8047. SEVILLA, capital. "El incendio de Troya", Francisco Gutiérrez, 1657. Donación Villacieros (1981), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8048. SEVILLA, capital. "Primavera", Francisco Barrera, 1638. Procedente del Convento de Franciscanos Descalzos de Villamanrique, Sevilla. Adquisición de la Junta de Andalucía (1985), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8049. SEVILLA, capital. "Primavera", Francisco Barrera, 1638. Procedente del Convento de Franciscanos Descalzos de Villamanrique, Sevilla. Adquisición de la Junta de Andalucía (1985), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8050. SEVILLA, capital. "José recibiendo en Heliópolis", Francisco Gutiérrez, hacia 1657. Donación Villacieros (1981), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8051. SEVILLA, capital. "Invierno", Francisco Barrera, 1638. Procedente del Convento de Franciscanos Descalzos de Villamanrique, Sevilla. Adquisición de la Junta de Andalucía (1985), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8052. SEVILLA, capital. "Jacob con el rebaño de Laban", Francisco Antolinez, 2ª 1/2 siglo XVII. Adquisición del Estado (1994), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8053. SEVILLA, capital. "Santa Marina", Taller de Zurbarán, hacia 1650. Procedente del Hospital de las Cinco Llagas, Sevilla, tras la Desamortización, en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8054. SEVILLA, capital. "Santa Eulalia", Taller de Zurbarán, hacia 1650. Procedente del Hospital de las Cinco Llagas, Sevilla, tras la Desamortización, en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8055. SEVILLA, capital. "Santa Catalina", Taller de Zurbarán, hacia 1650. Procedente del Hospital de las Cinco Llagas, Sevilla, tras la Desamortización, en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8056. SEVILLA, capital. "Santa Inés", Taller de Zurbarán, hacia 1650. Procedente del Hospital de las Cinco Llagas, Sevilla, tras la Desamortización, en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8057. SEVILLA, capital. "Santa Dorotea", Taller de Zurbarán, hacia 1650. Procedente del Hospital de las Cinco Llagas, Sevilla, tras la Desamortización, en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8058. SEVILLA, capital. "Santa Engracia", Taller de Zurbarán, hacia 1650. Procedente del Hospital de las Cinco Llagas, Sevilla, tras la Desamortización, en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8059. SEVILLA, capital. "Santa Matilde", Taller de Zurbarán, hacia 1650. Procedente del Hospital de las Cinco Llagas, Sevilla, tras la Desamortización, en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8060. SEVILLA, capital. "Santa Bárbara", Taller de Zurbarán, hacia 1650. Procedente del Hospital de las Cinco Llagas, Sevilla, tras la Desamortización, en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8061. SEVILLA, capital. "Santa Lucía", Bernabé de Ayala, 1/2 siglo XVII. Adquisición de la Junta de Andalucía (2006), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8062. SEVILLA, capital. "San Roque", Bernabé de Ayala, 1/2 siglo XVII. Adquisición de la Junta de Andalucía (2006), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8063. SEVILLA, capital. "El Niño de la Espina", Francisco de Zurbarán, hacia 1630. Donación de Dª Luisa Cortés y Soto (1981), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8064. SEVILLA, capital. "Jesús entre los Doctores", Francisco de Zurbarán, hacia 1629. Procedente del Convento de la Trinidad Calzada, Sevilla. Donación de Dª Isabel López de la Orden (1981), en la Sala VI del Museo de BB. AA.

8065. SEVILLA, capital. "San Carmelo", Francisco de Zurbarán, hacia 1630. Procedente del Convento de la Merced Calzada, Sevilla, tras la Desmortización (1840), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8066. SEVILLA, capital. "Inmaculada", Ignacio de Ríes, siglo XVII. Procedente de la Desamortización (1840), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8067. SEVILLA, capital. "San Pedro Pascual", Francisco de Zurbarán, hacia 1630. Procedente del Convento de la Merced Calzada, Sevilla, tras la Desmortización (1840), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8068. SEVILLA, capital. "Santiago el Mayor", Francisco Polanco, hacia 1640. Procedente del Convento de Capuchinos, Sevilla, tras la Desmortización (1840), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8069. SEVILLA, capital. "Santiago el Menor", Francisco Polanco, hacia 1640. Procedente del Convento de Capuchinos, Sevilla, tras la Desmortización (1840), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8070. SEVILLA, capital. "Cristo coronando a San José", Francisco de Zurbarán, hacia 1640. Procedente del Convento de San José, Sevilla, tras la Desmortización (1840), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8071. SEVILLA, capital. "Niño Jesús dormido", Cornelio Schut, 2ª 1/2 siglo XVII. Adquisición del Estado (1975), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8072. SEVILLA, capital. "El Vendedor de vino", Pedro Núñez de Villavicencio, hacia 1685. Adquisición del Estado (1973), en la Sala VI del Museo de BB. AA.
8073. SEVILLA, capital. "Santo Tomás de Aquino", Francisco de Herrera el Joven, hacia 1645. Donación de Dª Margarita Álvarez-Ossorio (1983), en la Sala VI del Museo de BB. AA.

SEVILLA** (MCXI), capital de la provincia y de la comunidad: 26 de septiembre de 2018.
Museo de Bellas Artes** - Sala VI - Los grandes maestros de la Escuela Sevillana.
   Núcleo esencial de la colección que atesora el Museo está constituido por los grandes maestros del siglo XVII, especial­mente de la escuela sevillana. Otros centros artísticos nacionales como Madrid y Toledo están también representados junto a las obras de destacados  artistas como José de Ribera. Una interesante colección de pintura barroca europea, fundamentalmente flamenca e italiana cierra el panorama de las artes del siglo XVII.

ESCUELA SEVILLANA
   Durante la segunda mitad del siglo XVI Sevilla, capital de ultramar, había alcanzado su mayor auge económico convirtiéndose en la gran metrópoli occidental. La producción artística recibe también los beneficios del comercio con Europa y América, multiplicándose las importaciones y los encargos que atraían a numerosos artistas extranjeros. Este florecimiento comercial y artístico alcanzó su máxi mo desarrollo con el reinado de Felipe III (1598 - 1621), sentando las bases para la gran prosperidad artística que llegaría durante el rei­nado de Felipe IV (1621 - 1665).
   En las primeras décadas del siglo XVII Sevilla continúa siendo la primera ciudad de España, una metrópoli inmensamente rica. Pero a los primeros síntomas de regresión económica de finales del siglo XVI se sucedieron, sobre todo a partir de 1640, una acumulación de dificultades y penalidades que vinieron a acentuar el estancamiento económico, mientras Sevilla veía diezmada su población a la mitad tras sucesivas epidemias y catástrofes naturales.  Las circunstancias adversas junto a las desgracias colectivas provocaron un cambio de mentalidad intensificándose los sentimientos de piedad. Esta sincera religiosidad que respira toda la sociedad fue determinante en la gran demanda de obras piadosas. Existía en la ciudad un alto nivel de mecenazgo privado y corporativo, y los talleres sevillanos estuvier­on produciendo obras para atender el activo comercio interno y el de exportación a América.
   Pero fue la Iglesia el principal patrono y mecenas del arte del siglo XVII. Al amparo del esplendor económico del siglo anterior había construido grandes espacios arquitectónicos  que necesitaban ser decorados con pinturas y esculturas. Estas obras fueron sufragadas directamente por la Iglesia o bien por la nobleza que después las donaba a parroquias y conventos.

LA PINTURA SEVILLANA EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XVII (SALAS V, VI).
   A comienzos del siglo XVII pervive en la escuela sevillana mucho de la tradición del siglo anterior. No obstante, fue la tendencia manierista, reducida a fórmulas académicas retardatarias e impostoras de una disciplina dibujística, la que en gran medida posibilitó que dece­nios más tarde se desarrollara la gran pintura sevillana del siglo XVII con la llegada de las libertades barrocas. En la primera generación de artistas, Francisco Pacheco representa la pervivencia de la tradi­ción (Salas III - IV) y Juan de Roelas la renovación naturalista que triunfará, basada en un lenguaje directo y narrativo.

LA PRIMERA GENERACIÓN DE ARTISTAS. (SALAS IV, V, VI)
   En la primera generación de artistas activo en Sevilla que partiendo de una formación manierista fueron evolucionando hacia el naturalismo, destaca Antonio Mohedano (Antequera, 1561 - 1626), de quien conserva el Museo una de las obras de su reducido  catálogo, La Sagrada Familia (hacia 1610). De Juan de Uceda (Sevilla, hacia 1570 - 1631) se conserva su primera realización conocida, la finalización del Tránsito de San Hermenegildo que Alonso Vázquez dejó inconcluso al marchar a México. A él pertenece también La Trinidad en la Tierra, fir­mada y fechada en 1623, que ofrece el interés de estar situada en el mismo lugar para el que se realizó el convento de la Merced, actual sede del Museo sevillano. A Francisco Varela (1580/85 -Sevilla, 1645) pertenecen en el Museo cuatro tablas que integraban un Retablo de San Juan Evangelista (hacia 1640) en la iglesia del convento sevillano de Pasión. Presidía el retablo un relieve de San Juan Evangelista obra de Montañés flanqueado por las pinturas de San Cristóbal y San Agustín de Varela. En el banco figuraban en una tabla Santa Catalina de Siena con Santa Lucía y en la otra Santa Catalina de Alejandría con Santa Teresa de Jesús.
   Juan del Castillo (Sevilla, hacia 1590 - hacia 1657/58 )es conocido fundamentalmente por su amistad con Alonso Cano y ser el maestro de Murillo. La principal serie de pinturas que realizó y que se conserva en el Museo, es el Retablo Mayor del Convento de Monte Sión de Sevilla (hacia 1634/36). Las pinturas reflejan su estilo de madurez, de dibujo correcto y amable naturalismo. Asimismo pertenecen a Castillo Santo Domingo disciplinándose y San Pedro ante Cristo atado a la columna (hacia 1640) procedentes del Convento de Capuchinos de Marchena y San Juan Niño atendido por ángeles (hacia1640). Otros destacados maestros del momento fueron Pablo Legot (Marche, Luxemburgo, 1598 - Cádiz, 1671), Juan Sánchez Cotán, documentado en Sevilla entre 1614 y 1631 y Miguel de Esquivel (Sevilla, hacia1590/95 - 1621).

LA SEGUNDA GENERACIÓN DE ARTISTAS: EL TRIUNFO DEL NATURALISMO.
   Con la segunda generación de pintores del siglo XVII, en la escuela sevillana se supera la tradición manierista y triunfa definitivamente el naturalismo. Herrera "el Viejo" y Zurbarán son sus máximos representantes en el segundo tercio de la centuria. El estilo de sus obras, decidido y expresivo en Herrera, sencillo e intenso en Zurbarán, dominará el panorama pictórico del momento.

FRANCISCO DE ZURBARAN (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 - Madrid, 1664). (SALAS V, VI, X)
   Fue la personalidad artística dominante en la pintura sevillana del segundo tercio del siglo XVII. Pintor de origen extremeño, se formó en Sevilla y en esta ciudad se estableció en 1626 convirtiéndose en el artista preferido de las instituciones civiles y religiosas. Durante estos años de esplendor pinta sin descanso al frente de un gran taller para cumplir con los abundantes e importantes encargos piadosos. Su éxito se basa en gran parte en el estilo naturalista y sobrio, impregnado de una intensa espiritualidad que traduce el apasiona­miento fervoroso y la cotidianeidad con lo sobrenatural de la vida monástica española.
   El Museo atesora espléndidos testimonios de ciclos monásticos como el que contrató en 1626 con los dominicos del Convento de San Pablo de Sevilla, 21 cuadros de los que se conservan en el museo tres de los cuatro Doctores de la Iglesia, San Ambrosio, San Gregorio y San Jerónimo. Las monumentales figuras ponen de manifiesto una constante de toda su obra, la maestría en el tratamiento de las figuras aisladas, a las que dota de una sorprendente potencia expresiva. Presenta a estas figuras en toda su solemne monumentalidad, ataviadas con ricas ropas litúrgicas de sorprendente carácter descripti­vo, emergiendo de un fondo oscuro que las valora en su rotunda inmediatez.
   Tras el gran éxito de la serie dominica recibió en 1628 un nuevo contrato del sevillano Convento de la Merced Calzada. La importante serie constaba de veintidós lienzos sobre la vida de San Pedro Nolasco, fundador de la orden mercedaria y algunos retratos de sus frailes más ilustres. Dos son las pinturas conservadas en el Museo, los mercedarios San Pedro Pascual y San Carmelo, obras realizadas con la colaboración del taller.
   También para los dominicos pintó en 1631 la que probablemente sea su obra más ambiciosa, Apoteósis de Santo Tomás, destinada al Colegio de Santo Tomás de Aquino de Sevilla. La composición, para la que como es habitual utiliza fuentes grabadas, repite el esquema arcaizante de la división en diferentes registros. En el inferior se sitúa, en torno a un bufete con la bula fundacional, a la izquierda, el fundador del colegio Fray Diego Deza al frente de un grupo de  frailes dominicos y a la derecha el Emperador Carlos V encabeza otro grupo de figuras orantes. En el registro superior preside la escena Santo Tomás flanqueado por los cuatro Padres de la Iglesia. En un plano más elevado aparece el Espíritu Santo con Cristo y la Virgen a la izquierda y San Pablo y Santo Domingo a la derecha. Es ésta una de las obras más complejas de Zurbarán, con figuras de gran monumentalidad e intensa expresión naturalista y múltiples detalles en los que pone de manifiesto su extraordinaria maestría para la plasma­ción de las calidades de la materia.
   En torno a estas fechas pintó el lienzo de Cristo Crucificado (hacia 1630 - 35) para el Convento de Capuchinos de Sevilla que forma parte de los cinco que, de su mano o con colaboración del taller, conserva el Museo. Son pinturas muy tenebristas en las que sobre un fondo oscuro se destacan con enorme fuerza plástica, casi escultórica, las figuras de Cristo crucificado con cuatro clavos, tal como preconiza­ba Pacheco que debía ser representado.
 Continuó los trabajos para la orden dominica con la realización en 1636 de las pinturas que presidían los altares del crucero de la igle­sia del Convento de Porta Coeli, El Beato Enrique Susón y San Luis Beltrán. En estas pinturas, realizadas tras su viaje a la Corte madrileña donde se enriqueció con la visión de las colecciones reales, aparecen las figuras de los santos sobre un luminoso fondo de paisaje en el que inserta escenas alusivas a episodios de sus vidas.
   Para otro convento sevillano, el de San José de Mercedarios Descalzos, realizó en fechas muy cercanas, hacia 1640, la monumental representación de El Padre Eterno que debía rematar el retablo de la Iglesia. La majestuosa figura aparece sobre un trono de nubes doradas en el que se funden sus característicos querubines.
   Con este retablo se ha puesto también en relación la pintura Cristo coronando a San José, composición resuelta con un delicado acorde cromático en la que pone de manifiesto su gran capacidad para el estudio de los rostros y manos de las figuras.
   Un poco posterior es la Virgen del Rosario, (hacia 1645 - 50), una de lasmejores representaciones que realizó del tema de la Virgen con el Niño. La delicada composición, como era frecuente en el pintor, se basa en una fuente grabada a la que enriquece con la técnica más fluida y la armonía de color propias de estos años de madurez.
   En torno a 1655 se ha datado otro importante conjunto que por sus características técnicas y compositivas era considerado de su producción más temprana. Lo constituyen los tres lienzos destinados a la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla, Visita de San Bruno a Urbano II, La Virgen de los cartujos y San Hugo en el refectorio. En ellos interpreta  magistralmente los principios espirituales que rigen la vida de los cartujos: el silencio, la devoción a la Virgen María y la mortificación por el ayuno. La simplicidad y defectos de las composiciones se ven transcendidos por la gran fuerza plástica que confie­re a cada elemento del cuadro al tratarlo como algo único e individualizado y su extraordinario dominio de las calidades de la materia. La técnica fluida y ligera, se distancia del tenebrismo inicial, de los contrastes de luces y sombras para mostrarnos unas composiciones luminosas en las que el color aparece sabiamente acordado.
   Fueron numerosos los seguidores de las fórmulas que tanta fama dieron a Zurbarán, su hijo Juan de Zurbarán, Francisco Reyna, los hermanos Francisco y Miguel Polanco, Bernabé de Ayala e Ignacio de Ríes están entre los más conocidos. De uno de ellos o quizás del taller con alguna colaboración del maestro, son la serie de Santos conservadas en el Museo que por el sentido procesional de su composición debieron ser concebidas para situarse en la nave del tem­plo. También de inspiración zurbaranesca es el Apostolado (hacia 1640) que se viene atribuyendo a Francisco Polanco (Cazorla, Jaén, hacia 1610 - Sevilla,1651).

EL PLENO BARROCO
   La evolución hacia las formas espectaculares y dinámicas del barroco se inicia en Sevilla con la presencia de Herrera "el Joven" en 1654 y las obras de sus dos principales protagonistas, Murillo y Valdés Leal. El estilo de Murillo dominó en la segunda mitad del siglo. Su excelente técnica puesta al servicio de un arte delicado y amable, se hizo muy popular en una ciudad asolada por las penalidades. Como contrapunto, la expresividad de Valdés con un estilo vigoroso y apasionado, también gozó de gran aceptación.

FRANCISCO DE HERRERA"EL JOVEN" (Sevilla, 1627 - Madrid, 1685). 
(SALA VI)
   Hijo de Herrera "el Viejo", se formó en el taller paterno y  en Italia, estableciéndose en Madrid en 1650. Pertenece a la primera generación de artistas que renovaron la pintura madrileña con la introduc­ción de un nuevo lenguaje plenamente barroco.
   Sus aparatosas y dinámicas composiciones, los múltiples efectos de contraluces y las fluidas pinceladas de vibrantes colores, causaron también gran admiración en Sevilla cuando regresó en 1654. El fogo­so estilo de las pinturas de la Catedral, El Triunfo del Sacramento (1656) y San Francisco en gloria (1657), indicaron el nuevo camino de la pintura que pronto seguirían Murillo y Valdés. El Santo Tomás de Aquino del Museo debió realizarlo durante su estancia en Sevilla, donde permaneció hasta 1660, año en el que aparece como uno de los fundadore de la Academia de Pintura y también el de su definitivo regreso a Madrid.

SALAS VI Y XI: PINTURA BARROCA ESPAÑOLA Y EUROPEA

ESCUELA MADRILEÑA
   Después de la sevillana, la otra gran escuela del siglo XVII representada en el Museo es la madrileña. A ella pertenece José Antolínez (Madrid, 1635 - 1675), autor de una elegante Magdalena (1673) y una Inmaculada (hacia 1670), tema  del que realizó numerosas y personales versiones. También vinculado a esta escuela estuvo Francisco Gutiérrez, de quien conservamos dos escenas ambientadas con sus características arquitecturas fantásticas. Aquellas narran  la entrada triunfal de José en Heliópolis (1657), inspirada en el pasaje bíblico del Génesis y El incendio de Troya (1657), que presenta la conocida escena relatada en la Eneida de Virgilio. Un género que triunfó en el siglo XVII, el bodegón, está presente con la serie de Las cuatro estaciones (1638) del también madrileño Francisco Barrera, activo en Sevilla entre 1635 y 1645.
   Junto a Madrid, uno de los más importantes centros  pictóricos de la península fue Toledo. Allí nació y se formó en el taller de ElGreco, Luis Tristán (Toledo, hacia 1585 - 1644) de quien pertenece al Museo una hermosa Inmaculada (hacia 1620).

JOSÉ DE RIBERA (Játiva, Valencia, 1591 - Nápoles, 1652)
   Debió iniciar su aprendizaje en otro gran centro artístico, el valenciano, aunque la mayor parte de su vida transcurrió en Nápoles bajo la protección de los virreyes españoles. En la formación de su estilo y sensibilidad fue fundamental la influencia italiana, no obstante firmó siempre sus obras como español y las que fueron enviadas a España ejercieron un notable influjo.
   Sus primeras obras le atestiguan como seguidor de Caravaggio, cuyo naturalismo tenebrista caracterizará su estilo que también se vió enriquecido por el clasicismo romano-boloñés y el pictoricismo y colorido venecianos.
   Son numerosos los testimonios que se conservan de las pinturas que realizó de figuras aisladas de santos, como esta serena y equilibrada de Santiago Apóstol (hacia 1634) que guarda el Museo. Sorprende esta obra por la sabiduría en el uso de la luz y el potente modelado de seguro dibujo para cuyo dominio debió ser fundamental su excelente maestría como grabador. La sobriedad compositiva concentra la atención sobre los elementos esenciales del cuadro mientras que densas pinceladas recrean las calidades de la materia.
   Otra muestra de su pintura en el Museo es el cuadro de Santa Teresa de Jesús, firmado y fechado en 1630 y el de San Sebastián revela grandes conexiones con sus modelos.

DISCÍPULOS Y SEGUIDORES DE MURILLO (SALAS VI, VII)
   Desde mediados del siglo XVII el estilo de Murillo comenzó a imponerse  en  Sevilla  mientras  se  abandonaban   progresivamente   los esquemas zurbaranescos.  El enorme éxito de sus fórmulas y modelos, basados en un lenguaje grato y sencillo que conmovía  los sentimientos de los fieles tal como  indicaba la Contrarreforma, tuvo  una enorme  repercusión en el ambiente artístico  sevillano, donde  perviven sus influencias hasta bien entrado el siglo XVIII o incluso el XIX. No obstante, sus seguidores se limitan por lo general a la imitación de composiciones y modelos sin alcanzar una compresión global de su obra.
   Cornelio Schut (Amberes, 1629 - Sevilla, 1685) es uno de los más destacados representantes del círculo de Murillo. Por el fiel seguimiento de sus modelos muchas obras de su mano se atribuyeron a aquél. El Museo guarda una pintura suya firmada y fechada en 1665, Retrato de Fray Domingo de Bruselas, así como una Inmaculada (hacia 1680) y un Niño Jesús dormido (hacia 1675) muy próximo a su estilo.
   Matías de Arteaga (Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1633 - Sevilla, 1703) aunque fundamentalmente seguidor de Murillo, también asimiló algunos de los rasgos expresivos de Valdés Leal. En 1869 ingresaron en el Museo seis de las doce pinturas que realizó sobre la Vida de la Virgen (hacia 1680) para la iglesia sevillana de San Marcos. Las composiciones muestran elementos muy característicos de su producción, con amplias perspectivas arquitectónicas, solerías ajedrezadas y pequeñas figuras que siguen los expresivos modelos de Valdés Leal.
   Pedro Núñez de Villavicencio  (Sevilla, 1640 - hacia 1695) es el más conocido de  los discípulos  de  Murillo. Su estilo  mezcla  las influencias dél maestro sevillano con las del  italiano Mattía Preti, a quien conoció en un viaje a Italia. Los modelos de Murillo están especialmente presentes en las escenas de género o callejeras como El vendedor de vino (hacia 1685) del Museo. Muestra del influjo italiano es la obra Judith con la cabeza de Holofermes  (1674), composición de acentuado dramatismo y efectos de claroscuro.
   En los años que marcan el tránsito al siglo XVIII encontramos a otro fiel seguidor  de Murillo, Francisco Meneses Osorio  (Sevilla,  1640 - 1721), autor de varias obras guardadas en el Museo, San José con el Niño (1684), San Juan Bautista Niño (hacia 1685), Aparición de la Virgen de la Merced a San Pedro Nolasco (hacia 1690) y San Cirilo de Alejandría en el Concilio de Éfeso (1701).
   A Juan Simón Gutiérrez (Medina Sidonia, Cádiz, 1643 - Sevilla, 1718) pertenecen en el Museo obras de notable calidad como San Joaquín y Santa Ana (hacia 1700) y la monumental Santo Domingo confortado por la Virgen y Santas Mártires (1710).
   La amplia producción que se conserva de Esteban Márquez (Puebla de Guzmán, Huelva, 1652 - Sevilla. 1696) hace pensar que debió tener un activo taller donde realizaba obras de esquemas murillescos pero con unos rasgos en los tipos físicos y una dulzura expresiva que las caracteriza y diferencia.
   Su representación en el Museo es con obras algo tardías como San Agustín y el Misterio de la Trinidad (hacia 1690) y Aparición de Cristo y la Virgen a San Agustín (hacia 1690) procedentes del Convento de San Agustín de Sevilla y San José con el Niño (hacia 1690), del Convento de San Antonio Abad.
   Sebastián Gómez "el Mulato" (Granada, hacia 1665 - Sevilla, hacia 1720) tiene firmado en el Museo un lienzo de gran formato y apara tosa composición. La Virgen del Rosario y Santo Domingo de Guzmán, (1690) procedente del Convento de San Pablo de Sevilla y del de Capuchinos de ésta misma ciudad es una Inmaculada (hacia 1700) muy próxima a las características de su estilo.
   Francisco Antolínez (Sevilla, hacia 1644 - Madrid, hacia 1700) se especializó en la realización de series de historias evangélicas y del Antiguo Testamento, pinturas de pequeño formato y carácter deco­ rativo en las que el paisaje se subordina al motivo religioso. Jacob con el rebaño de Labán es un claro ejemplo de estas escenas en las que menudas figuras se insertan en un fondo de arquitecturas o movidos paisajes, convirtiéndole en representante  del dinamismo  propio de fin de siglo en la escuela sevillana.
   A una generación anterior y por tanto al margen de la influencia de Murillo, pertenece Pedro Cambrobín Passano (Almagro, Ciudad Real, 1605 - Sevilla, 1674), representante de un género que alcanzó un gran desarrollo en el siglo XVII, el bodegón. Una exquisita sensibilidad y refinamiento intimista caracterizan sus lienzos de flores y las com­plejas composiciones escalonadas abiertas a paisajes y arquitecturas que cultivó en su etapa de madurez, de las que es ejemplo el lien­zo conservado en el museo.
Textos de:
SAN MARTÍN MONTILLA, Concha. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Guía Oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2009.

Enlace a la Entrada anterior de Sevilla**:

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