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jueves, 17 de octubre de 2019

2769. SEVILLA** (MXCII), capital: 26 de septiembre de 2018.

8074. SEVILLA, capital. Plano de la Sala VII del Museo de BB. AA.
8075. SEVILLA, capital. Vista general de la Sala VII del Museo de BB. AA.
8076. SEVILLA, capital. "San Jerónimo penitente", Bartolomé Esteban Murillo, hacia 1665. Adquisición del Estado (1973), en la Sala VII del Museo de BB. AA.
8077. SEVILLA, capital. "Estigmatización de San Francisco", Bartolomé Esteban Murillo, hacia 1645-50. Procedente de la Colección Maestre. Adquisición del Estado (1994), en la Sala VII del Museo de BB. AA.
8078. SEVILLA, capital. "Dolorosa", Bartolomé Esteban Murillo, hacia 1665. Donación de Dª Mª Alegría Gutiérrez Suárez, Marquesa viuda de Larios (1949), en la Sala VII del Museo de BB. AA.
8079. SEVILLA, capital. "Virgen con el Niño", Bartolomé Esteban Murillo, hacia 1638-40. Procedente del Convento de San José, Mercedarios Descalzos, Sevilla, tras la Desamortización (1840), en la Sala VII del Museo de BB. AA.
8080. SEVILLA, capital. "Aparición de la Virgen a San Pedro Nolasco", Alonso Miguel de Tovar, hacia 1723. Procedente del Convento de la Merced, Sevilla, tras la Desamortización (1840), en la Sala VII del Museo de BB. AA.
8081. SEVILLA, capital. "Virgen con el Niño", obra anónima, hacia 1680. Procedente del Convento de Capuchinos, Sevilla, tras la Desamortización (1840), en la Sala VII del Museo de BB. AA.
8082. SEVILLA, capital. "Inmaculada", Taller de Murillo, siglo XVII. Procedente del Colegio de Maese Rodrigo, Sevilla, tras la Desamortizacion (1840), en la Sala VII del Museo de BB. AA.
8083. SEVILLA, capital. "Inmaculada", Bartolomé Esteban Murillo, hacia 1675. Adquisición del Estado (2013), en la Sala VII del Museo de BB. AA.
8084. SEVILLA, capital. "Inmaculada", Cornelio Schut, hacia 1680. Depósito del Museo del Prado (1970), en la Sala VII del Museo de BB. AA.
8085. SEVILLA, capital. "La Lactación de la virgen a Santo Domingo", Juan Simón Gutiérrez, 1710. Procedente del Convento de San Pablo, Sevilla, tras la Desamortización (1840), en la Sala VII del Museo de BB. AA.
SEVILLA** (MXCII), capital de la provincia y de la comunidad: 26 de septiembre de 2018.
Museo de Bellas Artes** - Sala VII - Murillo y sus discípulos.
   Núcleo esencial de la colección que atesora el Museo está constituido por los grandes maestros del siglo XVII, especial­mente de la escuela sevillana. Otros centros artísticos nacionales como Madrid y Toledo están también representados junto a las obras de destacados  artistas como José de Ribera. Una interesante colección de pintura barroca europea, fundamentalmente flamenca e italiana cierra el panorama de las artes del siglo XVII.

ESCUELA SEVILLANA
   Durante la segunda mitad del siglo XVI Sevilla, capital de ultramar, había alcanzado su mayor auge económico convirtiéndose en la gran metrópoli occidental. La producción artística recibe también los beneficios del comercio con Europa y América, multiplicándose las importaciones y los encargos que atraían a numerosos artistas extranjeros. Este florecimiento comercial y artístico alcanzó su máxi mo desarrollo con el reinado de Felipe III (1598 - 1621), sentando las bases para la gran prosperidad artística que llegaría durante el rei­nado de Felipe IV (1621 - 1665).
   En las primeras décadas del siglo XVII Sevilla continúa siendo la primera ciudad de España, una metrópoli inmensamente rica. Pero a los primeros síntomas de regresión económica de finales del siglo XVI se sucedieron, sobre todo a partir de 1640, una acumulación de dificultades y penalidades que vinieron a acentuar el estancamiento económico, mientras Sevilla veía diezmada su población a la mitad tras sucesivas epidemias y catástrofes naturales.  Las circunstancias adversas junto a las desgracias colectivas provocaron un cambio de mentalidad intensificándose los sentimientos de piedad. Esta sincera religiosidad que respira toda la sociedad fue determinante en la gran demanda de obras piadosas. Existía en la ciudad un alto nivel de mecenazgo privado y corporativo, y los talleres sevillanos estuvier­on produciendo obras para atender el activo comercio interno y el de exportación a América.
   Pero fue la Iglesia el principal patrono y mecenas del arte del siglo XVII. Al amparo del esplendor económico del siglo anterior había construido grandes espacios arquitectónicos  que necesitaban ser decorados con pinturas y esculturas. Estas obras fueron sufragadas directamente por la Iglesia o bien por la nobleza que después las donaba a parroquias y conventos.

BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO (Sevilla, 1617-1682). 
(SALAS V, VII)
   Murillo es sin duda una de las principales figuras de la pintura española. El importante conjunto que de su obra atesora el Museo, constituye uno de sus mayores atractivos.
   Nacido en Sevilla a finales de 1617, realizó su aprendizaje artístico en el taller de Juan del Castillo. El estilo de sus primeras obras continúa los modelos de Zurbarán, de riguroso naturalismo tenebrista y los celajes de luces doradas que pintaba  Roelas. El Museo conserva obras tempranas como la Inmaculada llamada La Colosal (hacia1650) procedente del sevillano Convento de San Francisco. Aunque este tema depende del modelo creado por Ribera, Murillo establece un nuevo prototipo iconográfico con representaciones de gran dinamismo, caracterizadas por el vuelo de los ropajes, túnica blanca y manto azul, y el acompañamiento de ángeles que revolotean en torno a la imagen de María.
   Otra muestra de su escasamente conocida  producción temprana es el Éxtasis de San Francisco (hacia 1645 - 1650) adquirido por el Estado en 1994. Perteneciente originalmente a un coleccionista sevillano contemporáneo del pintor, don Diego Maestre, constituye otro ejem­plo de la influencia de Ribera que, como señalara Angulo, se manifiesta no sólo en el tratamiento técnico de la obra sino también en la fisonomía del Santo.
   Los numerosos e importantes encargos que recibió Murillo a lo largo de su carrera artística ponen de manifiesto el prestigio de que gozaba en la ciudad. De la serie que contrató en 1664 por la iglesia del Convento de San Agustín de Sevilla hay testimonio en el Museo de las pinturas del retablo mayor. Son San Agustín y la Trinidad, en la que representa la visión que inspiró al Santo el tratado De Trinitate y San Agustín con la Virgen y el Niño que simboliza la entrega amorosa de San Agustín que ofrece su corazón atravesado por el dardo del amor. Para una capilla de esta misma iglesia realizó el retablo de Santo Tomás de Villanueva. De él se conserva en el Museo una de las dos pinturas del banco, Santo Tomás de Villanueva y el Crucifijo (hacia 1665/70)
   El conjunto más importante de pinturas de Murillo en el Museo procede de la Iglesia del Convento de Capuchinos de Sevilla, donde constituían el retablo mayor y los altares de las capillas laterales. Realizadas entre 1665-1669, años de su plenitud artística, se encuentran entre las mejores de su producción.
   Las pinturas fueron salvadas de la invasión francesa y restauradas por el pintor sevillano Joaquín Bejarano a quien los frailes regalaron la escena que presidía el retablo mayor, El Jubileo de la Porciúncula, actualmente en el Museo Wallraff-Fichard de Colonia. Esta pintura ha sido sustituida en el Museo de Sevilla por la Inmaculada llamada La Colosal, que realizó Murillo hacia 1650 para el convento sevillano de San Francisco. En la zona inferior del retablo mayor se situaba la Santa Faz, quizás en el tabernáculo y sobre él La Virgen de la Servilleta. En los laterales del cuerpo bajo a la izquierda  se disponían Santas Justa y Rufina, prototipos de belleza  popular  sevillana y a la derecha San Leandro y San Buenaventura, patronos de la ciudad. En el segundo cuerpo figuraban a la derecha San José con el Niño y a la izquierda San Juan Bautista. En el ático se situaban San Antonio con el Niño y San Félix de Cantalicio con el Niño, ambas en formato de medio luneto que fue transformado a rectangular posteriormente.
   Para los retablos del presbiterio pintó Murillo La Anunciación,  La Piedad, San Miguel Arcángel y El Ángel de la Guarda. En las capillas laterales se disponían altares presididos por un cuadro. En las de la izquierda se situaban San Antonio con el Niño, La Inmaculada del Padre Eterno y San Francisco abrazado al Crucificado. En el lateral derecho se disponían las de La adoración de los pastores, San Félix de Cantalicio abrazando al Niño y en último lugar, junto a la entrada del templo la excelente pintura Santo Tomás de Villanueva, el lienzo preferido de Murillo y síntesis genial de toda su obra. Una Inmaculada situada en el coro de la iglesia cierra este excelente conjunto de pinturas de Capuchinos.
   Las espléndidas representaciones de santos de esta serie, los complejos juegos de luces de algunas escenas como el Nacimiento o Santo Tomás de Villanueva, son claros frutos de su madurez artístoca. Madurez técnica que se trasluce en las pinceladas de prodigiosa soltura, vaporosas, con las que deshace las formas, anunciando la sensibilidad del siglo venidero.
   El Museo atesora algunas otras muestras de su producción como La Dolorosa (hacia 1665) que ingresó gracias a una donación, en la que la imagen iluminada, especialmente el rostro y las manos, se destaca suavemente sobre un fondo oscuro rebelando una vez más su maestría para resolver ambientes claroscuristas, y San Jerónimo (hacia 1665), adquirido por el Estado en 1972. Asimismo se conservan algunas obras de taller y de anónimos seguidores de su estilo.

DISCÍPULOS Y SEGUIDORES DE MURILLO (SALAS VI, VII)
   Desde mediados del siglo XVII el estilo de Murillo comenzó a imponerse  en  Sevilla  mientras  se  abandonaban   progresivamente   los esquemas zurbaranescos.  El enorme éxito de sus fórmulas y modelos, basados en un lenguaje grato y sencillo que conmovía  los sentimientos de los fieles tal como  indicaba la Contrarreforma, tuvo  una enorme  repercusión en el ambiente artístico  sevillano, donde  perviven sus influencias hasta bien entrado el siglo XVIII o incluso el XIX. No obstante, sus seguidores se limitan por lo general a la imitación de composiciones y modelos sin alcanzar una compresión global de su obra.
   Cornelio Schut (Amberes, 1629 - Sevilla, 1685) es uno de los más destacados representantes del círculo de Murillo. Por el fiel seguimiento de sus modelos muchas obras de su mano se atribuyeron a aquél. El Museo guarda una pintura suya firmada y fechada en 1665, Retrato de Fray Domingo de Bruselas, así como una Inmaculada (hacia 1680) y un Niño Jesús dormido (hacia 1675) muy próximo a su estilo.
   Matías de Arteaga (Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1633 - Sevilla, 1703) aunque fundamentalmente seguidor de Murillo, también asimiló algunos de los rasgos expresivos de Valdés Leal. En 1869 ingresaron en el Museo seis de las doce pinturas que realizó sobre la Vida de la Virgen (hacia 1680) para la iglesia sevillana de San Marcos. Las composiciones muestran elementos muy característicos de su producción, con amplias perspectivas arquitectónicas, solerías ajedrezadas y pequeñas figuras que siguen los expresivos modelos de Valdés Leal.
   Pedro Núñez de Villavicencio  (Sevilla, 1640 - hacia 1695) es el más conocido de  los discípulos  de  Murillo. Su estilo  mezcla  las influencias dél maestro sevillano con las del  italiano Mattía Preti, a quien conoció en un viaje a Italia. Los modelos de Murillo están especialmente presentes en las escenas de género o callejeras como El vendedor de vino (hacia 1685) del Museo. Muestra del influjo italiano es la obra Judith con la cabeza de Holofermes  (1674), composición de acentuado dramatismo y efectos de claroscuro.
   En los años que marcan el tránsito al siglo XVIII encontramos a otro fiel seguidor  de Murillo, Francisco Meneses Osorio  (Sevilla,  1640 - 1721), autor de varias obras guardadas en el Museo, San José con el Niño (1684), San Juan Bautista Niño (hacia 1685), Aparición de la Virgen de la Merced a San Pedro Nolasco (hacia 1690) y San Cirilo de Alejandría en el Concilio de Éfeso (1701).
   A Juan Simón Gutiérrez (Medina Sidonia, Cádiz, 1643 - Sevilla, 1718) pertenecen en el Museo obras de notable calidad como San Joaquín y Santa Ana (hacia 1700) y la monumental Santo Domingo confortado por la Virgen y Santas Mártires (1710).
   La amplia producción que se conserva de Esteban Márquez (Puebla de Guzmán, Huelva, 1652 - Sevilla. 1696) hace pensar que debió tener un activo taller donde realizaba obras de esquemas murillescos pero con unos rasgos en los tipos físicos y una dulzura expresiva que las caracteriza y diferencia.
   Su representación en el Museo es con obras algo tardías como San Agustín y el Misterio de la Trinidad (hacia 1690) y Aparición de Cristo y la Virgen a San Agustín (hacia 1690) procedentes del Convento de San Agustín de Sevilla y San José con el Niño (hacia 1690), del Convento de San Antonio Abad.
   Sebastián Gómez "el Mulato" (Granada, hacia 1665 - Sevilla, hacia 1720) tiene firmado en el Museo un lienzo de gran formato y apara tosa composición. La Virgen del Rosario y Santo Domingo de Guzmán, (1690) procedente del Convento de San Pablo de Sevilla y del de Capuchinos de ésta misma ciudad es una Inmaculada (hacia 1700) muy próxima a las características de su estilo.
   Francisco Antolínez (Sevilla, hacia 1644 - Madrid, hacia 1700) se especializó en la realización de series de historias evangélicas y del Antiguo Testamento, pinturas de pequeño formato y carácter deco­ rativo en las que el paisaje se subordina al motivo religioso. Jacob con el rebaño de Labán es un claro ejemplo de estas escenas en las que menudas figuras se insertan en un fondo de arquitecturas o movidos paisajes, convirtiéndole en representante  del dinamismo  propio de fin de siglo en la escuela sevillana.
   A una generación anterior y por tanto al margen de la influencia de Murillo, pertenece Pedro Cambrobín Passano (Almagro, Ciudad Real, 1605 - Sevilla, 1674), representante de un género que alcanzó un gran desarrollo en el siglo XVII, el bodegón. Una exquisita sensibilidad y refinamiento intimista caracterizan sus lienzos de flores y las com­plejas composiciones escalonadas abiertas a paisajes y arquitecturas que cultivó en su etapa de madurez, de las que es ejemplo el lien­zo conservado en el museo.
Textos de:
SAN MARTÍN MONTILLA, Concha. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Guía Oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2009.

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