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domingo, 19 de julio de 2015

1218. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES (I), Ávila: 30 de mayo de 2011.

1. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Puerta de Cantalapiedra.

2. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Murallas.

3. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Igl. de San Nicolás de Bari.

4. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Cabecera de la igl. de San Nicolás de Bari.

5. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Igl. de Sta. Mª del Castillo.

6. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Mon. de Ntra. Sra. de Gracia.

7. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Compás del mon. de Ntra. Sra. de Gracia.

8. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Antiguo palacio de Juan II.

9. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Ruinas del antiguo cvto. de agustinos.

10. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Hosp. Real de la Purísima Concepción.

11. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Fachada principal del Hosp. Real de la Purísima Concepción.

12. MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, Ávila. Patio del Hosp. Real de la Purísima Concepción.

MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES (I), provincia de Ávila: 30 de mayo de 2011.
   El aspecto de la villa, decadente, ruralizada, casi fantasmagórica sobre la amplia llanura, hace tiempo que casa mal con su sonoro nombre. Pero en la que fuera cuna de Isabel la Católica, refugio forzado o voluntario de monjas aristócratas y última morada de fray Luis de León, hay más de un motivo para detenerse. En especial, el antiguo palacio de Juan II, convertido en convento de agustinas, uno de los lugares más evocadores de la vieja Castilla en su otoño medieval.
   El caserío de Madrigal está protegido por restos discontínuos y semirruinosos de la muralla medieval (siglo XIII), que en tiempos fue una vastísima cerca levantada a la manera morisca, a base de cal y canto y encintado de ladrillo. Quedan en ella, entre una veintena de torres albarranas, diversas puertas que toman el nombre de las poblaciones hacia las que abren paso: la de Medina, al norte, mal conservada; la de Cantalapiedra, al oeste; la de Peñaranda, al sur, y al este, la de Arévalo; estas tres últimas muy rehechas y con restauraciones recientes.
   Es mucho lo que la imaginación del visitante debe poner en juego para intentar hacerse una idea de lo que pudiera ser en otros tiempos la villa que hoy recorre. Y es que acaso porque, quien más quien menos, todo el mundo llega aquí alertado por la historia y el altisonante reclamo del nombre, la decadencia del lugar se hace aún más patente y melancólica.
   Pese a las reformas recientes que han reparado muros y sembrado de zonas verdes espacios abandonados a la ruina, no cuesta trabajo darle la razón a Galdós en su opinión de que ésta es una de las más vetustas y sepulcrales ciudades de España. Pero tampoco conviene fiarlo todo a la primera impresión.
   Ahí están, para los ojos que sepan observarlos, templos como la iglesia de San Nicolás de Bari (siglo XIV), en el centro del pueblo, de excelente factura mudéjar, con dos ábsides, alta torre a los pies y buenas armaduras cubriendo su interior. En ella fue bautizada la reina Isabel y, entre otras obras, alberga interesantes sepulcros renacentistas Próxima, sobre el emplazamiento de una vieja fortaleza, se alza la iglesia de Santa María del Castillo, de origen más antiguo (siglo XII), aunque peor conservada y torpemente rehecha y aún peor torreada en el siglo XVIII. Tiene pinturas murales góticas en el ábside.
   Es, sin embargo, en la parte baja del pueblo, en un flanco de la ancha plaza del Cristo, que se halla próxima a la salida hacia Peñaranda, donde se encuentra el monumento más interesante de Madrigal: el monasterio de Nuestra Señora de Gracia**, construido a partir del antiguo palacio de Juan II después de que Carlos V, en 1527, lo cediera a la comunidad de monjas agustinas existentes en la villa y que aún lo siguen habitando.
   Es un edificio de sencilla apariencia gótico-mudéjar cuya fachada principal, muy restaurada, se dispone entre dos torres. Un umbrío zaguán da acceso al amplio claustro, cuya doble arquería en torno al espacio central ajardinado aún transmite la impresión de patio palaciego. Lo mismo ocurre en las sucesivas estancias que rodean el piso inferior (salón de Corte, antiguo refectorio conventual, etc.), provistas de excelentes artesonados y otros elementos mudéjares. En ellas puede verse mobiliario de la época palaciega, retratos, cerámicas, cantorales, documentos (entre ellos, uno con la firma de Isabel la Católica) y otros recuerdos, todo envuelto en una atmósfera evocadora del destino cortesano o conventual que las salas tuvieron, mantenido con fidelidad y extraordinaria pulcritud.
   Se visita también el llamado coro bajo, correspondiente a la antigua capilla real, organizada a modo de pequeño museo en el que, entre otras piezas notables, se muestran sarcófagos de personajes de la realeza, una Piedad gótica (siglo XV), un Calvario de Juan de Juni (artista al que también se atribuye la gran talla de San Agustín), esculturas de la escuela de Pedro Berruguete, diversas pinturas y un órgano barroco. Esta especie de cripta se halla contigua a la iglesia conventual, obra barroquizante de no mucho interés, reedificada en el siglo XVIII tras el incendio que asoló el templo precedente.
   Por la llamada escalera regia, bajo otra bellísima armadura mudéjar, se asciende a la zona del antiguo palacio, donde se encuentran las estancias reales. De sobrio aspecto, sólo realzado por la decoración de las techumbres y las puertas, se encuentran en ellas mobiliario de la época, un retrato de los Reyes Católicos y otros cuadros y esculturas, entre las que es digna de atención una pequeña talla en madera policromada de la Virgen de Gracia que muestra todo el encanto y la delicadeza del arte morisco. La diminuta alcoba real que se abre en un rincón se señala como el lugar donde el 22 de abril de 1451 nació Isabel la Católica.
   El edificio aún posee otras dependencias interesantes, aunque situadas en la zona estrictamente conventual. Finalmente, una lápida situada en el claustro recuerda la memoria de fray Luis de León, que pasó sus últimos días en el antiguo convento de agustinos, del que se conservan algunas ruinas fuera de la muralla. Desde su prisión vallisoletana, el gran poeta pedía que se avisase a Ana de Espinosa, monja de este monasterio, a fin de que le remitiese "una caja de unos polvos que ella solía hacer y enviarme para mis melancolías y pasiones de corazón ..."
   En la misma plaza del Cristo se encuentra, en proceso de restauración para dedicarlo a Casa de Cultura, el antiguo Hospital Real de la Purísima Concepción, fundado en 1443 por María de Aragón, primera esposa de Juan II, y reconstruido en el siglo XVI. En su exterior destaca el pórtico, de indudable elegancia, que da acceso a un patio interior de dos pisos.
   Tiene anexa una iglesia que debe su recargado barroquismo a las reformas del siglo XVIII. Se guarda en ella un Crucifjo gótico (siglo XV) más que notable, conocido como el Cristo de las Injurias.

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