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sábado, 21 de diciembre de 2019

2834. SEVILLA** (MCXXXVI), capital: 27 de noviembre de 2018.

8549. SEVILLA, capital. "David ante Achimelec", Andrés Pérez, hacia 1720. Procedente de la Desamorización, en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8550. SEVILLA, capital. "Santa Isabel de Hungría curando a un enfermo", Lucas Valdés, hacia 1720. Procedente del Convento de San Francisco, Sevilla, tras la Desamorización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8551. SEVILLA, capital. "Gloria de Ángeles Niños", Juan Simón Gutiérrez. Donación de Dª Isabel del Ojo Espeso (2003). "Piano", atribuido a Francisco Pérez Mirabal (1750), de procedencia desconocida, en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8552. SEVILLA, capital. "Terremoto detenido por la intercesión de la imagen de San Francisco de Paula", Lucas Valdés, hacia 1710. Procedente de la Iglesia de los Mínimos, Sevilla, tras la Desamorización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8553. SEVILLA, capital. "Retrato milagroso de San Francisco de Paula", Lucas Valdés, hacia 1710. Procedente de la Iglesia de los Mínimos, Sevilla, tras la Desamorización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8554. SEVILLA, capital. "Retrato del Infante Dº Felipe", Bernardo Lorente Germán, hacia 1730. Adquisición de la Junta de Andalucía (2002), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8555. SEVILLA, capital. "La Virgen del Rosario", Domingo Martínez, hacia 1720. Adquisición del Estado (1972), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8556. SEVILLA, capital. "Abrahám ante Melquisedec", Andrés Pérez, hacia 1720. Procedente de la Desamorización, en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8557. SEVILLA, capital. "San Nicolás de Bari", Gregorio de Ferrari. Procedente de la Iglesia de la Orden de Clérigos Menores del Convento del Espíritu Santo, Sevilla, tras la Desamorización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8558. SEVILLA, capital. "San Dionisio Aeropagita", Clemente Torres, hacia 1720. Procedente de la Desamorización, en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8559. SEVILLA, capital. "David con la cabeza de Goliath", anónimo de la escuela madrileña, hacia 1660. Procedente de la Desamorización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8560. SEVILLA, capital. "Inmaculada", círculo de Pedro Duque Cornejo. Donación de Dª Concepción Cano Sánchez (1963), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8561. SEVILLA, capital. "Guirnalda con San Nicolás de Bari", Juan José del Carpio. Procedente de la Desamorización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8562. SEVILLA, capital. "Guirnalda con la Virgen y el Niño", Juan José del Carpio. Procedente de la Desamorización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8563. SEVILLA, capital. "Trampantojo", Diego Bejarano. Adquisición del Estado (1972), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8564. SEVILLA, capital. "Trampantojo", Pedro de Acosta, hacia 1741. Adquisición del Estado (1972), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8565. SEVILLA, capital. "Retrato de Isabel II", Vicente López Portaña. Procedencia desconocida, en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8566. SEVILLA, capital. "Autorretrato", Antonio Cabral Bejarano, 1851. Donación de Dº Alfonso Lasso de la Vega y Pedroso (2013), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8567. SEVILLA, capital. "Autorretrato", José Jiménez Aranda, hacia 1870. Donación de Dª Irene Jiménez Velázquez (1952), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8568. SEVILLA, capital. "Autorretrato", Gustavo Bacarisas, 1902. Adquisición de la Junta de Andalucía (1985), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8569. SEVILLA, capital. "Retrato del pintor José Villegas", Mariano Benlliure, 1887. Donación de Dª Lucía Monti (1921), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8570. SEVILLA, capital. "Retrato de los patronos del Museo", Alfonso Grosso Sánchez, 1951. Donación de Dº Alfonso Grosso Sánchez (1951), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8571. SEVILLA, capital. "Carro del Pregón de la Máscara", Domingo Martínez, hacia 1748. Procedente de la Real Fábrica de Tabacos, Sevilla. Donación del Estado (1896), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8572. SEVILLA, capital. "Carro de la Común Alegría", Domingo Martínez, hacia 1748. Procedente de la Real Fábrica de Tabacos, Sevilla. Donación del Estado (1896), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8573. SEVILLA, capital. "Carro del Fuego", Domingo Martínez, hacia 1748. Procedente de la Real Fábrica de Tabacos, Sevilla. Donación del Estado (1896), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8574. SEVILLA, capital. "Carro del Agua", Domingo Martínez, hacia 1748. Procedente de la Real Fábrica de Tabacos, Sevilla. Donación del Estado (1896), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8575. SEVILLA, capital. "Carro del Aire", Domingo Martínez, hacia 1748. Procedente de la Real Fábrica de Tabacos, Sevilla. Donación del Estado (1896), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8576. SEVILLA, capital. "Carro de la Tierra", Domingo Martínez, hacia 1748. Procedente de la Real Fábrica de Tabacos, Sevilla. Donación del Estado (1896), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8577. SEVILLA, capital. "Carro del Parnaso", Domingo Martínez, hacia 1748. Procedente de la Real Fábrica de Tabacos, Sevilla. Donación del Estado (1896), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8578. SEVILLA, capital. "Carros del Víctor y del Parnaso", Domingo Martínez, hacia 1748. Procedente de la Real Fábrica de Tabacos, Sevilla. Donación del Estado (1896), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8579. SEVILLA, capital. "San Francisco confortado por un ángel", Domingo Martínez, hacia 1730. Procedente del claustro del Convento de San Francisco, Sevilla. Donación Villacieros (1981), en la Sala XI del Museo de BB. AA.

8580. SEVILLA, capital. "Apoteosis de la Inmaculada", Domingo Martínez, hacia 1740. Procedente del Convento de San Francisco, Sevilla, tras la Desamortización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8581. SEVILLA, capital. Otra perspectiva de la "Apoteosis de la Inmaculada", Domingo Martínez, hacia 1740. Procedente del Convento de San Francisco, Sevilla, tras la Desamortización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8582. SEVILLA, capital. "Coronación de la Virgen", Juan Ruiz Soriano. Procedente de la Capilla de Pasión, Sevilla, tras la Desamortización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8583. SEVILLA, capital. "San Jerónimo abandonando a su familia", Juan de Espinal, hacia 1770. Procedente del Convento de San Jerónimo de Buenavista, Sevilla, tras la Desamortización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8584. SEVILLA, capital. "Venus y Vulcano", Juan de Espinal, hacia 1760. Procedente de la Desamortización (1840), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8585. SEVILLA, capital. "San Miguel Arcángel", Juan de Espinal, hacia 1780. Adquisición de la Junta de Andalucía (1990), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8586. SEVILLA, capital. "Retrato del canónigo D. José Duaso", Francisco de Goya, 1824. Adquisición del Estado (1970), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8587. SEVILLA, capital. "Retrato del Señor Ansoategui", Federico de Madrazo, 1842. Donación de Dº Joaquín Irueta Goyena (1952), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8588. SEVILLA, capital. "Retrato del pintor Gumersindo Díaz", Valeriano Domínguez Bécquer, 1859. Donación de Dº José Gestoso (1912), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8589. SEVILLA, capital. "Retrato del pintor Francisco Tristán", Valeriano Domínguez Bécquer, 1859. Depósito de la Real Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría (1914), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8590. SEVILLA, capital. "Retrato de Dº José Domínguez Bécquer", Antonio María Esquivel. Donación de Dª Julia Bécquer Coghan (1925), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8591. SEVILLA, capital. "Yo Villegas", José Villegas Cordero, hacia 1875. Donación de Dª María Luisa Álvarez Quintero (1957), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
8592. SEVILLA, capital. "Autorretrato", José Villegas Cordero, 1917. Donación de Dª Lucía Monti (1921), en la Sala XI del Museo de BB. AA.
SEVILLA** (MCXXXVI), capital de la provincia y de la comunidad: 27 de noviembre de 2018.
Museo de Bellas Artes** - Sala XI - La pintura del siglo XVIII y del XIX.
   El advenimiento de una nueva centuria supone para España el cambio en la dinastía reinante pasando la corona de los Austrias a los Borbones. Esta trae consigo una oleada  de artistas extranjeros -franceses e italianos- que fueron los beneficiarios de todos los encargos y los únicos que prosperaban enmedio de este clima oficial, en detrimento de los propios artistas españoles. Fue Goya el único pintor con personalidad propia que supo rebelarse ante esta situación.
   Esta invasión de artistas fue un hecho concluyente para las Artes en España siendo en el terreno de la pintura donde ésta se acusa de manera más intensa. En este ambiente cortesano lo que más se solicitaba era el pintor retratista, y en tal sentido, por desgracia, Velázquez no dejó sucesión. Este género destinado, en estos momen­tos, más a exaltar la monarquía dieciochesca que a plasmar el verdadero ser del retratado, chocaba con el carácter que siempre había imperado en los pintores de la escuela española.
   De esta forma, con la dictadura de franceses primero y de italianos después, las más puras esencias españolas iban desapareciendo.

ESCUELA SEVILLANA
   Se ha venido manteniendo la tesis sobre la Escuela sevillana de que después de la muerte de Murillo ésta desapareció, llegando incluso a darse como inexistente hasta principios del siglo XIX. Sin embargo, es Sevilla la ciudad que más se rebeló ante el nuevo influjo extranjero, permaneciendo fiel a sus tradiciones, y llegando incluso a ser el mejor mercado nacional de pintura.
   El estudio de la pintura sevillana del siglo XVIII nos permite dividir el siglo en dos mitades. Una primera mitad en la que imperó la tradición de Murillo y Valdés Leal y una segunda en la que se suceden cronológicamente el espíritu rococó y el neoclasico, sin dejar el culto a la copia de Murillo, lo que perduró hasta bien entrado el siglo XIX.
   Durante la primera mitad del siglo la impronta murillesca está muy presente en los círculos pictóricos, cosa lógica debido a que la mayoría de sus discípulos y seguidores viven sus mejores años en este siglo.
   Estos pintores nunca superaron al maestro, limitándose sólo a copiarlo de forma rutinaria y sin ninguna creatividad, por lo que el panorama artístico de estos años fue escasamente renovador y pobre, todo ello motivado al parecer, por la situación económica que vivía la ciudad.
   En este ambiente hemos de destacar a Lucas Valdés (Sevilla, 1661 - Cádiz, 1725), hijo de Juan de Valdés Leal. Es una de las personalida­des más representativas de esta primera mitad, siendo uno de los pocos artistas no influenciados por la corriente murillesca y sí segui­dor de la técnica de su padre.
   Su labor principal y aquella en que consiguió justo renombre, es la pintura mural, llegando incluso a decorar importantes monumentos sevillanos de su época.
   A Lucas Valdés corresponde en el Museo una serie de doce cuadros que representan Episodios de la vida de San Francisco de Paula y que proceden del convento de los Mínimos de Sevilla. Son obras, algunas de ellas, de descuidada factura y sin embargo presentan un gran interés iconográfico, ya que las descripciones de los milagros se desenvuelven en escenas con gran pormenor de detalles.
   Las dos obras más características del estilo de Lucas Valdés que posee e1 Museo son Alegoría de la Institución de la Orden Tercera y Santa Isabel de Hungría curando a un enfermo. Ambas son obras de interesante iconografía y ambiciosa composición. En la primera la escena debió tener lugar en la Porciúncula en 1221. En ella aparece San Francisco sentado, haciendo entrega de la Regla de la Orden Tercera al Beato Luquesio de Poggi-Bonci, o a Mateo de Rubeis, los primeros terciarios, que aparece arrodillado delante de él. A este hecho asisten una serie de santos y santas, pertenecientes a la Orden Tercera franciscana, entre los que destacamos la presencia de Santa Isabel de Hungría y San Luis, rey de Francia, venerados como especiales patronos de la Orden.
   En la segunda la escena tiene lugar en la galería de un patio con doble arcada, posiblemente quiera representar el Hospital que fundó la Santa en Marburgo (Alemania). El episodio principal nos muestra a Santa Isabel, con sus criadas, lavando y atendiendo a un enfermo, rodeadas de otra serie de enfermos y menesterosos. Delante, una cesta con panes, símbolo de la caridad. Una escena secundaria, más al fondo a la izquierda, muestra uno de los milagros de la Santa: la transformación, ante la presencia de su marido el rey Luis IV de Turingia, de un leproso que la Santa había acostado en su lecho conyugal en la figura del Crucificado, según el texto de Dietrich d'Apolda. Ambas obras por su iconografía podrían proceder de una capilla de la orden Tercera de algún convento franciscano de Sevilla, de donde pasaron al Museo en 1840 por medio de la Desamortización de los bienes eclesiásticos de 1836.
   Clemente Torres (Cádiz, 1662? - 1730). Se formó en Sevilla, en el taller de Juan de Valdés Leal, donde fue amigo y condiscípulo de Lucas Valdés. Es, junto con este último, uno de los mejores pintores de fres­cos de esta generación.
   En el Museo se encuentran atribuidas a este pintor dos obras: San Nicolás de Bari y San Dionisio Aeropagita. La primera demuestra un estilo vigoroso y dinámico, impregnado de una suelta pincelada muy colorista, influencia clara del estilo de su maestro. La segunda, sin embargo no coincide con la anterior, mostrando una actitud hieráti­ca, fría y poco vigorosa.
   Andrés Pérez (Sevilla, 1660 - 1727). Pintor de segunda fila, se formó en Sevilla influenciado por el espíritu murillesco. Sin embargo y aunque bastante alejado de las enseñanzas del maestro, supo crear su estilo propio, en el que empleó un correcto dibujo, dando a sus per­sonajes una amable expresividad.
   Las dos obras más interesantes que de Andrés Pérez conserva el Museo, tienen un gran interés iconográfico y representan Abraham ante Melquisedech y David ante Achimelech (hacia 1720). Ambas tienen un marcado sentido eucarístico y muestran ampliosescenarios arquitectónicos con gran sentido de la perspectiva. La primera de ellas representa el pasaje del Génesis (18, 17 - 20), en que Abraham, después de vencer a los elamitas, acude a recibir la bendición de Melquisedech. La segunda describe el pasaje del libro de Samuel (21, 4 - 5) en que David pidió al Sacerdote Achimelech cinco panes para repartir entre sus soldados hambrientos.
   Juan Ruiz Soriano (Higuera de la Sierra, Huelva, 1701 - Sevilla, 1763). Es uno de los pintores más prolíficos de esta primera mitad. Fue discípulo de Alonso Miguel de Tovar. Se dedicó fundamentalmente a la realización de grandes conjuntos pictóricos para decorar claustros conventuales. De este pintor se conservan en el Museo algunas obras pertenecientes a las series realizadas para el convento de San Agustín, entre las que destacan La Virgen de la Correa y para el convento de San Francisco Imposición de la llaga a San Francisco y San Francisco renunciando a las riquezas terrenales. Su estilo se mantiene fiel a los ideales estéticos del siglo XVII, derivando su arte directa­mente del de Murillo.
   Domingo Martínez (Sevilla, 1688 - 1749). Es el pintor más destacado dentro del panorama artístico de esta primera mitad. Se formó con Lucas Valdés, asimilando al mismo tiempo el espíritu artístico de Murillo. Posteriormente y poco a poco fue adaptando a su estilo la estética francesa debido a su amistad con el pintor francés Jean Ranc, en los años 1729 - 1733 en que la Corte de Felipe V se encon­traba en Sevilla.
   El Museo conserva una importante colección de obras de Domingo Martínez. De su etapa murillesca destacamos la Virgen del Rosario de muy cuidada técnica y que está considerada como una copia del ori­ginal de Murillo que se conserva en la Dulwich Gallery de Londres.
   Pintura de gran interés dentro de su producción es la Apoteósis de la Inmaculada obra de gran tamaño y clara filiación murillesca, en la que la figura de la Virgen aparece en el centro de la composición y a ambos lados dos grandes defensores de este misterio, el Venerable Duns Scotto y Sor María de Ágreda. También se encuentran representados los Papas que han defendido el dogma de la Inmaculada y los reyes españoles Felipe IV, Carlos II y Felipe V, que solicitaron su proclamación a Roma.
   Es de destacar la serie de ocho pinturas que, realizadas para la Fábrica de Tabacos de Sevilla, representan los carros alegóricos que desfilaron por las calles de la ciudad en 1747 con motivo de la exaltación al trono de España de Fernando VI y Bárbara de Braganza. Estos cuadros llamados de la Máscara de la Real Fábrica de Tabacos, siguiendo el orden en que desfilaron iban precedidos por el Carro del Pregón de la Máscara que anunciaba el cortejo. Al parecer por el fondo de arquitectura que aparece tras el carro éste desfilaba por la antigua calle Génova ante las fachadas de la Catedral y el Sagrario. Le seguía el Carro de la Común Alegría que desfilaba delante de la fachada del Palacio Arzobispal que da a la calle Placentines. En tercer lugar el Carro del Fuego que cruza delante de la Puerta del Perdón de la Catedral. A continuación el Carro del Aire que tiene como fondo el Ayuntamiento, el arco del Convento de San Francisco y el inicio de la calle Génova. En quinto lugar transitaba el Carro del Agua cuya arquitectura de fondo es la esquina de la calle Alemanes con Génova. Continuaba el Cortejo con el Carro de la Tierra que pasa por la Plaza de San Francisco. El séptimo Carro representa El homenaje de Apolo y de las Tres Nobles Artes a los nuevos monarcas, cuyo fondo es la fachada del Ayuntamiento.
   La última pintura nos narra la escena de La entrega de los retratos de los Reyes al Ayuntamiento que tiene lugar en la fachada princi­pal de éste.
   Esta serie de clara influencia francesa, realizada con una cuidada técnica, y por su gran exactitud topográfica, representa uno de los ejemplos más importantes dentro del panorama de la pintura profana en España.
   En los años que marcan la mitad de la centuria, comienzan a sentirse en Sevilla los efectos culturales de la Ilustración penetrando el espíritu Neoclásico que se irá imponiendo al del Rococó.
   En este ambiente es de destacar la figura de Juan de Espinal (Sevilla, 1714 - 1783). Es sin duda éste el pintor más representativo del momento. Fue discípulo de su padre Gregorio Espinal y posterior­mente de Domingo Martínez.
   Su estilo es un claro testimonio de como la segunda generación de pintores del siglo XVIII superó el espíritu murillesco. Orientó su pin­tura al estilo dominante en su época, el Rococó, introducido en España a partir de 1750. Espinal configurará un estilo elegante y refinado con una pincelada suelta y colorista que le harán recrear la mejor pintura que se realizó en Sevilla en esta segunda mitad.
   A este artista se debe la más importante empresa pictórica realizada en Sevilla en estos momentos. Se trata de la serie de veintiseis pin­turas sobre la vida de San Jerónimo, destinados al claustro del con­vento de San Jerónimo de Buenavista de Sevilla. Esta serie fue realizada en un principio en formato de medio punto, sin embargo, en el siglo XIX cuando a causa de la Desamortización ingresó en el Museo, fue adaptada a su actual formato rectangular. De las veintiseis pinturas tan sólo diez se conservan en el Museo, el resto se halla depo­sitado en diferentes Iglesias y Museos de Sevilla y Huelva.
   La serie puede fecharse en torno a 1770 - 75, y está ejecutada con una técnica bastante desigual en la que se aprecia la intervención del taller. Son mucho más interesantes las escenas realizadas en exteriores donde el artista se recrea en la composición de paisajes en perspectivas.
   De reciente adquisición es la pintura que representa El Arcángel San Miguel que al parecer es un boceto del realizado hacia 1780 para formar parte de la decoración de la escalera principal del Palacio Arzobispal de Sevilla.
   Pedro de Acosta (Sevilla, h. 1690 - 1756). Dentro del estilo de Murillo se mueve la obra de Pedro de Acosta, pintor sevillano del que se desconoce su fecha de nacimiento, constando su presencia en Sevilla desde 1730. Murió en esta ciudad en 1756. Destacó Pedro de Acosta en el "efectismo y perspectiva" que los franceses llaman "trompe l'oeil" y en España trampantojo o "engañifa". Este género, que tam­bién cultivó Murillo, tiene larga ascendencia que se remonta a Alonso Vázquez y Marcos Cabrera. El Museo conserva dos obras de Acosta llamadas Trampantojo que corresponden a lo que se ha llamado "rincón del taller". Lo que aparece clavado sobre un fondo de tablas, son grabados de los que habitualmente se utilizaban en los talleres de pintura. En ambas obras aparece impreso el año 1741, dato que nos permite fechar los lienzos.
   Al pintor sevillano Diego Bejarano pertenece una obra de similares características en la que se presenta en uno de los dibujos una vánitas.

FRANCISCO DE GOYA Y LUCIENTES (Fuendetodos, Zaragoza, 1746 - Burdeos, 1828).
   Es sin lugar a dudas la figura más importante de la pintura española de los siglos XVIII - XIX y la de mayor repercusión en el arte europeo, ya que anticipa recursos y técnicas utilizados por la pintura moderna.
   Nacido en Fuendetodos (Zaragoza) en 1746, la vida de Goya va a transcurrir en uno de los periodos más críticos de la historia euro­pea, ya que abarca toda la segunda mitad del siglo XVIII y más del primer tercio del XIX, época de profundos cambios decisivos en la sociedad y en el pensamiento europeo, años de profundas crisis de renovación de las ideas y creencias tradicionales.
   Hasta 1780 se le conocía principalmente por sus obras decorativas: pinturas religiosas ejecutadas en Zaragoza y cartones de tapices para la Fábrica Real de Santa Bárbara. Pero cuando descubre a Velázquez en el Palacio Real entre 1775 y 1778, su campo de actuación se amplía mucho más profundamente. Será el año 1783 el marque un cambio decisivo en su obra con la aparición de unos ambiciosos retratos de gran tamaño y de claro lenguaje velazqueño.
   La pintura de Goya no rebasó las fronteras de España en su teimpo, por lo que su obra copiosa y su personal genialidad, no pudieron tener expansión hasta bien entrado el siglo XIX. Abrieron el camino a su fama los grabados, que debieron ser ya conocidos por los románticos.
   El Museo expone entre sus fondos este magnífico retrato del canóni­go D. José Duaso y Latre (1824) obra que, procedente de la colección Rodríguez Bavé (Madrid) parientes del retratado, ingresó en el Museo adquirido por el Estado en 1969.
   Este retrato realizado en sus últimos años, es una sencilla composi­ción en la que la ausencia de color es casi total, destacando el volumen y la densidad de la pincelada. Hemos de tener en cuenta que está aún muy cercana su serie de las pinturas negras. El artista cen­tra toda su atención en la fuerza expresiva que le imprime al retratado, fiel reflejo de su personalidad. Esta obra la pintó Goya en agradecimiento al canónigo que recoge en su casa a amigos y paisanos comprometidos por liberales. Él fue uno de ellos, y en testimonio de su gratitud le realizó este espléndido lienzo.
   Goya es hoy considerado por todos, como uno de los pintores retratistas que más hondamente han sabido captar la personalidad de quienes posaron para él.
La Historia del Arte del siglo XIX es inseparable de una serie de hechos políticos, sociales  y económicos que lo marcarán profundamente: Revolución Francesa, Imperialismo, Guerra de Independencia, amor a la libertad (liberalismo)... La importancia del trabajo y del bienestar dan valor a una clase social que cada día adquiere más fuerza: la burguesía, que pasará a ser a partir de este momento la nueva clientela de los artistas. En la primera mitad del siglo acapararán la expresión artística Clasicismo y Romanticismo.
   Por otra parte, la segunda mitad del siglo en Europa, hasta la fecha clave de 1874, año en el que se realizó la primera Exposición Impresionista, contempla el nacimiento de una nueva fuerza social: el proletariado. Esto se traducirá en una denuncia social que se verá  reflejada en las obras de arte. El artista, por tanto, se va a "comprometer" con la realidad. De aquí el Realismo como manifestación artística y los géneros populares.
   En este siglo la pintura sevillana vive uno de sus momentos más fecundos e interesantes, que la enmarcan con rasgos propios dentro del panorama artístico español.
 
TRADICIÓN MURILLESCA. NEOCLASICISMO
   Viene a coincidir este período con el reinado de Fernando VII, que se prolongó hasta 1833.
   El interés por copiar a Murillo es debido a dos hechos fundamenta­les, en primer lugar el interés de Carlos IV por las obras de arte de este autor, llegando incluso a encautarlas para engrosar los fondos del Museo Real y sustituirlas por copias realizadas por pintores sevillanos; por otro lado el hecho de que en 1810 el mariscal Soult, gran admirador de Murillo, saqueara la ciudad llevándose la mayoría de las obras artísticas que en ella se conservaban. Esta situación llevó a que la obra de Murillo fuese copiada e imitada hasta la saciedad por una serie de pintores locales de escasa creatividad artística.
   Aunque de manera muy leve podemos destacar en este tercio, en la escuela sevillana, otras corrientes artísticas como es el caso de José María Arango (Sevilla, 1790 - 1883), convencido neoclásico, con amplia formación humanística, fue el primer pintor que se negó a seguir la corriente murillesca, creando un tipo de pintura totalmente nueva y original. Sin embargo, sus condiciones artísticas le hacen ser un pintor poco relevante. El Museo conserva una obra de este artista, de tema mitológico titulado Muerte de Píramo y Tisbe (h.1830).

ROMANTICISMO. COSTUMBRISMO
   Estos movimientos coinciden en el tiempo con el reinado de Isabel II, desde 1833 a 1868, momento de revitalización económica que aumenta la demanda de la nueva clientela: la burguesía. Esta nueva clase social la van a formar, en Sevilla, tras la Desamortización de Mendizábal en 1835, las familias oriundas de otras provincias que van a aportar una nueva mentalidad a esta ciudad. Es a partir de este momento cuando la Iglesia deja de ser el principal cliente de los artistas, para dejar paso a esta nueva burguesía que en muchas ocasiones va a ser elevada al rango de aristocracia. Este cambio de clientela va a traer consigo el que la obra de arte cambie de formato. Ya no se realizaran los grandes cuadros de altar, sino que el tamaño de las obras será bastante más reducido para adecuarse a las mansiones de esta nueva clase. En cuanto a la temática los asuntos pasarán de los religioso a lo profano. Una de las manifestaciones artísticas que cobrará mayor auge es el retrato, que será utilizado por la burguesía como medio de autoafirmación. El paisaje también será importante en sus dos aspectos. el urbano y el rural. Pero sobre todo lo que tomó un auge excepcional fue la pintura costumbrista donde el ingrediente de los folklórico fue fundamental.
   La escuela sevillana será la cuna de las dos personalidades más significativas de la pintura romántica española: Antonio María Esquivel y José Gutiérrez de la Vega. Condiscípulos y amigos de la misma generación a pesar de sus diferentes estilos, ambos serán fundamentalmente pintores de cuadros religiosos y retratos.
   Antonio María Esquivel (Sevilla, 1806 - 1857). Desarrolló un estilo sobrio, de formas severas, algo rígidas por la dureza de su modelado y de profundas raíces académicas. Estuvo en la Corte y fue nombra­do pintor de cámara de Isabel II en 1843.
   A pesar de su corta vida fue uno de los más prolíficos pintores del siglo XIX. Se dedicó fundamentalmente al retrato donde en sus modelos capta no sólo el parecido físico sino su aspecto psicológico, y además los realiza con una cuidadosa descripción de vestuarios.
   Gracias a la donación realizada en 1944 por D. Andrés Siravegne, el Museo conserva una importante colección de obras de este pintor, en su mayoría retratos, aunque también trató el tema religioso, his­tórico y mitológico.
   En cuanto a los retratos, en los que vemos reflejada a gran parte de la sociedad sevillana y madrileña, destacamos aquí su Autorretrato (hacia1830) de una gran calidad, y que parece envuelto  en una vaporosidad melancólica propia de la pintura romántica, el del Marqués de Peñaflorida (1848), y el del Marqués de Bejons. De los femeninos el más interesante y de mejor factura es el de la Señora Carriquirre, en el que aparece clara la influencia de la pintura inglesa decimonónica.
   De los infantiles destacamos el retrato del niño Carlos Pomar Margrand (1851) y el de la niña Isabel de Tejada y de la Pezuela (h. 1851) en los que supo captar la ternura y el candor de la infancia.
   De especial interés en su producción son los cuadros de temas religiosos en los que utiliza el desnudo femenino, pero honesto y digno, propio de un profesor de dibujo anatómico en la Academia de San Femando de Madrid. Entre éstos destacamos José y la mujer de Putifar (1854) y La Casta Susana (1854), ambos representan escenas del Antiguo Testamento.
   José Gutiérrez de la Vega (Sevilla, 1791 - 1865). Es el gran continuador de la herencia de Murillo, fundamentalmente en sus obras reli­giosas, de figuras amables, interpretadas con una pincelada suelta y vaporosa y una utilización algo teatral del gesto. En cuanto a su faceta de retratista va a plasmar un estilo influenciado por la pintura de Goya, lo que se va a traducir en una factura vigorosa y una mayor expresividad en sus modelos.
   Entre sus obras destacamos un San Jerónimo penitente y los retratos de Fernán Caballero y un retrato infantil de Niña con perro.
   Otra figura importante dentro del romanticismo sevillano es el tam­bién retratista José María Romero (Sevilla, h. 1815 - Madrid,  h. 1883) que se convirtió en el retratista más importante de la ciudad tras la marcha a Madrid de Esquivel y Gutiérrez de la Vega. Gracias a sucesivas donaciones el Museo conserva cinco retratos que nos muestran su condición de pintor oficial de la alta burguesía y aristocracia sevillanas, entre los que destacamos los realizados al matrimonio D. José Mª Asensio Sánchez y Dña. Mª Dolores Álvarez de Toledo realizados hacia 1875. En 1996 la Junta de Andalucía adquiere el lienzo Desnudo femenino que viene a incrementar el número de obras de este pintor. Este cuadro resulta singular por lo excepcional del tema del desnudo en la pintura romántica española y más aún en el círculo sevillano.
   Una de las manifestaciones mas novedosas e interesantes de este momento es el paisaje, considerado hasta ahora como género menor, y que reflejará el entorno sevillano en sus aspectos urbanos y rurales.
   El máximo representante de esta corriente paisajista es Manuel Barrón (Sevilla, 1814 - 1884). Toda su producción la constituyen casi exclusivamente paisajes, pero enmarcados en su mayoría dentro de un tratamiento romántico. Es en suma un paisajismo donde se insertan toques pintorescos y donde la presencia humana siempre está presente.
   Su pintura está muy influenciada por el gran maestro del paisaje romántico español Jenáro Pérez Villaamil (1807 - 1854) y por David Roberts, de quienes supo asimilar perfectamente sus concepciones paisajísticas, realizando unos lienzos de pequeño formato que viaja­ron por toda Europa.
   Barrón supo reunir en su obra todos los ingredientes para crear el paisaje romántico sevillano representándolo en sus tres aspectos diferentes: el de la sierra, el bucólico y el urbano, especialmente las vistas de Sevilla, quedando éstas como los mejores testimonios que conservamos de la ciudad en la época romántica.
   El Museo cuenta entre sus colecciones con seis magníficos lienzos de tema pastoril y campestre, entre los que destacamos: La Cueva del gato (1860), Contrabandistas en la serranía de Ronda (1859), Vacas abrevando a orillas del Guadalquivir (1860) y Lavanderas al pie de la ciudad de Ronda (1858).
   Como resultado del interés por los elementos más tópicos del pintoresquismo español, tan del gusto de la clientela como de los escrito­res y artistas románticos de toda Europa, va a surgir en Andalucía una importante escuela de pintores costumbristas, que no harán sino explotar desde su origen la moda por las escenas andaluzas.
   Familias enteras de pintores como los Cabral Bejarano o los Domínguez Bécquer, se dedicarán de lleno a este género del que Manuel Rodríguez de Guzmán (Sevilla, 1818 - Madrid, 1867) será el máximo exponente.
   A Manuel Cabral Bejarano (Sevilla, 1827 - 1891) pertenecen dos pinturas de pequeño formato tituladas Baile en el Salón y Baile en una caseta de feria, obras de factura un tanto descuidada, pero que sin embargo reflejan las costumbres andaluzas. Este tipo de obras eran adquiridas a menudo como meros recuerdos turísticos.
   En cuanto a la familia Domínguez Bécquer en el Museo se encuentran representados: José Domínguez Bécquer (Sevilla, 1805 - 1841). Fundador y padre de la dinastía, desempeñó un papel fundamental en el panorama de la pintura local, creando una serie de prototipos que se repetirán posteriormente hasta la saciedad. El Museo conserva de su mano el retrato de la que fue su esposa Dª Joaquina Bastida (h, 1840).
   Joaquín Domínguez Bécquer (Sevilla, 1817 - 1879). Primo de José Domínguez Bécquer, se dedicó especialmente a la realización de escenas costumbristas, aunque en el Museo solo se conserva un retrato suyo, el de D. Manuel Moreno López (1850).
   Valeriano Domínguez Bécquer (Sevilla, 1833 -Madrid, 1870). Hijo de José Domínguez Bécquer y hermano del poeta Gustavo Adolfo. Su dedicación pictórica la repartió entre el retrato y las escenas costumbristas.
   El Museo conserva de él dos retratos de pintores realizados en su época sevillana como testimonio de su amistad hacia ellos, los retratos del pintor Gumersindo Díaz (1859) y el de Francisco Tristán, ambos de una gran vivacidad expresiva.
   De su etapa madrileña destacamos el magnífico retrato que Valeriano realizó, hacia el año 1862, a su hermano Gustavo Adolfo. El retrato representa una imagen del poeta que ha sido plasmada en numerosas ocasiones. Incluso ilustró durante muchos años el ya desaparecido billete de cien pesetas. El retratado posa con elegancia aristocrática y una mirada llena de emoción que conecta directamente con la del espectador. Este lienzo es uno de los máximos exponentes de la pintura romántica española y comparable con los mejores retratos realizados en su época en Europa. Entre sus pinturas costumbristas destacamos Interior de una Casa de Aragón (1866) donde se describen tipos y escenas populares de esta región española.

ACADEMICISMO. HISTORICISMO. REALISMO
   El Romanticismo y el Costumbrismo se agotarán en los últimos años del reinado de Isabel II, surgiendo nuevas tendencias artísticas: historicismo, casacón, preciosismo y realismo. En este eclecticismo de corrientes estéticas que confluyeron en el panorama artístico del romanticismo tardío, va a hacer aparición en España un sistema de promoción para los artistas, instaurado desde los ambientes oficiales, que servirá de fomento y a la vez de control del desarrollo de las Artes en todo el país: las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. El tema preferido en estos certámenes será el de la Pintura de Historia, puesto de moda en toda Europa, pero que llegará a alcanzar una relevancia especial en la pintura española al ser utilizada por la oficiali­dad como instrumento de propaganda.
   Entre los artistas que compartieron sus ideales entre el Romanticismo tardío y el Historicismo hemos de destacar a Eduardo Cano de la Peña (Sevilla, 1823 - 1897). Es el primer triunfador en la pintura de Historia, ya que en la Exposición de 1856 es premiado su cuadro Colón en la Rábida. Sin embargo, Cano seguirá a lo largo de su carrera la llamada del romanticismo, tratando el historicismo más por moda que por verdadera vocación.
   Entre las obras que en el Museo se conservan de Eduardo Cano destacamos dos de tema histórico: Fraile con la cabeza de D. Álvaro de Luna y Los Reyes Católicos recibiendo a los cautivos cristianos en la conquista de Málaga (1867), obra ésta con la que obtuvo Consideración de Primera Medalla en la Exposición Nacional de 1867.
   Cano también cultivó el cuadro de género y el retrato, destacando entre estos últimos el realizado a la poetisa Fernán Caballero.
   En el año 1875 ya han desaparecido muchas de las grandes figuras del movimiento romántico; el mercado de la pintura ya está saturado de bailes de mesón y ferias; la sociedad andaluza está cambiando y en Europa se ha impuesto la moda del "Tableutin" neorromántico iniciado por Meissonnier.
   La influencia del "Tableutin" unida a la goyesca va a definir la primera etapa del gran renovador de la pintura española de la época de la Restauración: Mariano Fortuny.
   La influencia de Fortuny va a ser decisiva en el Neorromanticismo andaluz, si bien hemos de tener también en cuenta el influjo de la pintura italiana y francesa de la época, ya que los pintores de esta generación viajarán a Roma o París, gracias a organismos oficiales como la Diputación de Sevilla, para tomar contacto con las tenden­cias imperantes en el momento.
   A esta generación pertenece José Jiménez Aranda (Sevilla, 1837 - 1903). En 1871 se traslada a Roma, donde conoce a Fortuny y se deja arrastrar por la pintura de "casacón" en la que se describen escenas costumbristas ambientadas en el siglo XVIII y llamadas así por estar protagonizadas por personajes ataviados con casacas, pelucas ... Regresa a Sevilla en 1875, pero esta tendencia se refuerza en 1881 en París asimila el estilo de Meissonnier hasta el punto de ser uno de los grandes pintores españoles de este género. No obstante, su regreso a Madrid en 1890 le lleva a desarrollar la temática del realismo, que se impone en la pintura española de esta última década del siglo. Como ejemplo mencionamos su cuadro Una desgracia. En 1892 vuelve a Sevilla donde, sin abandonar de todo el"casacón" cultiva el retrato, el paisaje -formando parte del grupo de pintores plenairistas de Alcalá de Guadaira- y sobre todo el cuadro de anécdota.
   De su extensa producción, en el Museo sólo se conservan retratos, entre los que destacamos el realizado a su hija Irene en 1889, concebido sobre un fondo neutro y libre de convenciones decorativas que centran la atención en la personalidad de la niña y su Autorretrato realizado hacia 1870.
   José García Ramos (Sevilla, 1852 - 1912). Discípulo y amigo de José Jiménez Aranda, viajó con éste a Roma donde conoció a Fortuny. Fruto de este encuentro fue su amplia dedicación al "casacón". También abundan en su pintura los bandoleros y majos de épocas pasadas. Dibujó, con una enorme expresividad y técnica minuciosa, escenas de la vida cotidiana en Sevilla, desde fiestas flamencas a asuntos taurinos. Su gracia e ingenio le hacen ser uno de los mejores representantes del costumbrismo sevillano finisecular. Destacamos entre sus obras Pareja de baile (h. 1885), Bulerías (1884), obra con la que obtuvo medalla de oro en la Exposición de Sevilla de 1884, el Niño del violín (h. 1905) y Malvaloca (1912), personaje prota­gonista de una de las obras de teatro más populares de los hermanos Álvarez Quintero.
   Emilio Sánchez Perrier (Sevilla, 1855 - Alhama de Granada, 1907). Es el mejor paisajista de este momento. Se formó en la Academia de Bellas Artes de Sevilla donde fue alumno de Joaquin Dominguez Bécquer y Eduardo Cano. Realizó varios viajes a París donde entró en contacto con el paisaje realista francés del momento, recibiendo las influencias de Corot y la llamada "Escuela de Barbizón", cuyos principales representantes muestran una tendencia constante a pintar arboledas, orillas de ríos, estanques ..., motivos que siempre están presentes en la obra de Sánchez Perrier. Su personalidad es de singular importancia en la historia del paisajismo y no sólo en Sevilla. En el ambiente local su figura resulta decisiva en los orígenes del paisaje realista, convirtiéndose en el punto de referencia de pintores contemporáneos y de generaciones posteriores hasta el punto de que se le puede considerar como el fundador de la llamada "Escuela de Alcalá de Guadaira". En el museo se conserva su obra Pinares de Alcalá de Guadaira. Sin embargo en su producción no faltan vistas de la propia ciudad de Sevilla y de su río como es el caso de su obra Triana que a parte de su valor artístico tiene el valor documental de ser una vista de la margen del río Guadalquivir a su paso por el barrio de Triana, hoy muy transformado.
   José Lafita (Jerez de la Frontera, 1855 - Sevilla, 1925). Es otro repre­sentante destacado de la "Escuela de Alcalá de Guadaira". Pintó incansablemente las orillas del Guadalquivir, tanto en la ciudad como en las campiñas que riega el río, como se aprecia en su obra conservada en el Museo Paisaje de Alcalá de Guadaira realizada hacia 1900.
   Rafael Senet (Sevilla, 1856 - 1926), Fue discípulo de Joaquín Domínguez Bécquer y Eduardo Cano. En 1881 viaja a Italia, donde reside alternativamente en Roma, Venecia y Nápoles. En esta última ciudad toma contacto con el grupo de Portici.
   Fue pintor de gran éxito en su momento por sus famosas "veduta" venecianas. En 1890 regresa a Sevilla, dedicándose fundamentalmente a la pintura de paisaje a través de su vinculación con Sánchez Perrier y García Rodríguez con los que pinta en los alrededores de Alcalá de Guadaira.
   De su producción italiana destacamos: Palacio del Dux (Roma, 1887), Canal de Venecia (Venecia 1885) y La pescadora (Roma, 1885).
   Andrés Parladé (Málaga, 1859 - Sevilla, 1933). En su ciudad natal estudia pintura con Moreno Carbonero. Viaja a París y Roma, residiendo en ésta última desde 1883 a 1891. En este año regresa a Sevilla, siendo nombrado académico de Bellas Artes en 1902.
   Sus primeras pinturas están inmersas en el academicismo historicista imperante en Roma en el último tercio del siglo XIX. El agotamiento de la pintura de historia le lleva a dedicarse a la pintura costumbrista, llegando a conseguir una técnica fluida y enérgica. Supo tratar de manera especial la temática de animales, sobre todo perros y caballos.
   En el Museo se conserva una amplia selección de su obra, procedente de la donación realizada por su viuda en 1945. Entre ellas des­tacamos: Dos buenos amigos (1899) y su Autorretrato vestido de cazador (1907). También trató de manera excepcional el mundo de las majas y toreros, entre los que destacamos: El torero herido, Torero sentado en un banco. Una gran colección de estas últimas se encuentran depositadas en el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, desde su inauguración en 1973.
   José Arpa (Carmona, Sevilla, 1860 - Sevilla, 1952). Alumno de Eduardo Cano, en 1883 obtuvo una beca de la Diputación de Sevilla para viajar a Roma, donde entra en contacto con José Villegas Cordero. Comenzó su carrera realizando cuadros de historia, temática que abandonará para dedicarse de lleno al paisaje en el que fue indiscutible maestro, por su audaz colorido, brillante luminosidad y su visión directa de lo natural. En 1896 viajó a América, residiendo en México y Texas. Fruto de esta estancia son sus obras El Gran Cañón de Arizona (h. 1925) y Chumberas en flor (h. 1928), maravilloso paisaje en el que la luminosidad se convierte en el motivo funda­mental de la composición.
   José Rico Cejudo (Sevilla, 1864 - 1939). Alumno de José García Ramos, viaja a Roma en 1888 pensionado por el Ayuntamiento de Sevilla. Dedica gran parte de su obra a la reconstrucción preciosista del dieciocho sevillano con procesiones, bodas y escenas de interior. Fue conocido por sus paisajes venecianos pero su mayor producción son tipos y escenas de la Sevilla de su tiempo, a base de floristas, fla­mencos y curas. Claro ejemplo de esta faceta, es su cuadro Floristas en el parque de María Luisa.
   Ricardo López Cabrera (Cantillana, Sevilla, 1864 - 1950). Fue discípulo de Eduardo Cano y José Jiménez Aranda, maestro este último de quien fue yerno. En 1887 viajó a Roma pensionado por la Diputación de Sevilla. Durante su estancia en esta ciudad se movió siempre dentro de un riguroso espíritu académico lo que apreciamos en su obra El gladiador (1888) pintura que se conserva en este Museo.
   Su producción presenta un amplio repertorio temático, abarcando desde escenas costumbristas "casacones" a paisajes y retratos. Entre estos últimos destacamos los del matrimonio D.ª Casilda López de Haro (1889) y D. Fernando Antón de Olmet (1891), ambos donación del Marqués de Dos Fuentes, en 1955.
   Otros artistas dignos de destacar son: Nicolás Jiménez Alperiz (Sevilla, 1865 - 1928). Fue un gran especialista en la realización de pinturas de pequeño formato en las que narra multitud de aspectos costumbristas de la vida popular sevillana. También cultivó el tema de historia y el paisaje, formando parte del grupo de la escuela de Alcalá de Guadaira. Obra muy interesante dentro de su producción es la Vista de la Catedral de Sevilla desde el Guadalquivir (1893). Esta pintura, realizada sobre tabla, está tomada desde la orilla derecha del Guadalquivir, desde el barrio de Triana, y se integra en la larga serie de vistas de Sevilla que desde finales de la Edad Media han llegado hasta nosotros, constituyendo, en cierta medida, una crónica real de la evolución urbanística de la ciudad y de su actividad portuaria.
   Fernando Tirado (Sevilla, 1862 - 1907). Discípulo de Eduardo Cano, viajó a París pensionado por la Diputación de Sevilla en 1878. Se dedi­có especialmente al retrato aunque también realizó pinturas de ambiente árabe y escenas costumbristas. En el Museo está represen­tado con dos obras:-un retrato, el de La reina María Cristina y su hijo Alfonso XIII (1891) y una obra de tema árabe, Emboscada Mora (1880).
   Francisco Narbona (Sevilla, 1861 - hacia 1920). En 1887 se trasladó a Roma, donde estudió con José Villegas, vinculándose a la corriente historicista. De su estancia en esta ciudad el Museo conserva su obra La Samaritana (1889), donde se evidencia su formación académica.
   También dentro de esta corriente academicista mencionamos a Domingo Fernández (Sevilla, 1862 -hacia 1920). En 1886 obtuvo una pensión para estudiar en Roma, de este período es su obra Leda y el Cisne (Roma, 1888). Sin embargo, su trayectoria artística se desarrolló fundamentalmente en Argentina donde se dedicó a la pintura costumbrista.
   Los dos artistas más relevantes dentro del panorama artístico sevillano de este momento son José Villegas Cordero y Gonzalo Bilbao.

JOSÉ VILLEGAS CORDERO (Sevilla, 1844 - Madrid, 1921)
   Es el pintor más importante de los españoles en Italia después de Fortuny. Inicia su formación artística en el taller del pintor José Mª Romero y en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla. En 1866 se traslada a Madrid y estudia en el Museo del Prado a los grandes maestros del naturalismo del siglo XVII, especialmente a Velázquez, del que toma la base de su técnica pictórica. Frecuenta el estudio de Federico de Madrazo, donde entra en contacto con Fortuny. Parte para Roma en los últimos meses de 1868 acompañado de Luis Jiménez Aranda y Francisco Peralta.
   En la capital italiana ocupa el estudio de Rosales y acude a las noches de la célebre Academia Chigi. Se inician sus años prósperos -como el más consagrado seguidor de Fortuny- con clientela interna­cional y gran cotización, además de sucesivos premios en exposiciones internacionales. Practica la pintura de historia tratando de darle una máxima naturalidad, aunque no renuncia a la minuciosidad des­criptiva en los accesorios ambientales.
   Incansable viajero, durante su estancia en Roma, reside con fre­cuencia en Venecia, la que considera su ciudad favorita. Convertido en figura principal de la colonia artística española, tras la muerte de Fortuny, su estudio se convierte en el centro de intelectuales y artistas. A partir de la segunda mitad de los años ochenta, Villegas pone de moda, en el ambiente artístico italiano, los cuadros de inspiración del Renacimiento veneciano, llegando a ser uno de sus grandes éxitos. El triunfo de la Dogaresa obra en cuya realización empleó doce años y que es el fruto de su profundo interés por el Renacimiento italiano y su meticuloso estudio de los maestros del Ouatrrocento y del Cinqueccento venecianos. A esta etapa pertenece su obra Los pajes de la Dogaresa, realizada en 1888. Fue adquirida por la Junta de Andalucía en el año 2000, para formar parte de los fondos de este Museo. En ella se aprecia claramente la minuciosidad descriptiva con la que trata los objetos, tejidos y arquitecturas equiparables a la de la mejor pintura victoriana o de historia en España. En estas obras inspiradas en ambiente italiano aflora, como uno de sus recursos, un lenguaje expresivo derivado del arte de Boticceli y un dibujo ondulado y elegante. Fue un pintor prolífico, que cultivó también la pintura del "casacón", paisajes y retratos.
   Su carrera en Roma culmina con el nombramiento de director de la Academia Española en 1898. A su vuelta a España en 1901 es nom­brado director del Museo del Prado.
   En esta última etapa, su pintura evoluciona tras el impacto nove­centista. A partir de 1914 acomete una ambiciosa empresa de doce lienzos -Los diez mandamientos, más un Prólogo y un Epílogo- que tituló El Decálogo, donde es evidente la huella modernista y simbolista.
   La presencia de la de Villegas en el Museo es importante gracias a la donación que hiciera en 1921 su esposa Dña. Lucía Monty. Estas obras en su mayoría son retratos entre los que destacamos: Retrato del escultor Ercole Monty (h. 1875), D. Luz Ojeda (h. 1910), el de su esposa Dª Lucía Monty (h. 1915) y su autorretrato Yo Villegas (hacia 1875 - 76).
   En la realización de temas costumbristas tuvo Villegas resonantes éxitos y uno de los más importantes es su obra realizada hacia 1910 La muerte del maestro, que hoy se ncuentra  entre los fondos de este Museo de Bellas Artes. Se trata de una pintura de asunto costumbrista hispano, concretamente de tema taurino, con los que logró una fama y prestigio internacional. La obra describe el impresionan­te momento que agrupa a los componentes de la cuadrilla del matador de toros "Bocanegra" que, tras resultar cogido gravemente, es trasladado a la enfermería de la plaza.
   Con su dilatada obra, Villegas nos ofrece un recorrido por las tendencias imperantes a lo largo del último tercio del siglo XIX y los primeros años del XX. Pasó del realismo de Rosales al preciosismo de Fortuny, para derivar hacia posiciones cercanas al Impresionismo y al Simbolismo modernista.

GONZALO BILBAO MARTÍNEZ (Sevilla, 1860 - Madrid, 1938)
   Ya en la frontera entre el siglo XIX y el XX, la pintura andaluza entra de lleno en las ideas renovadoras marcadas por el Impresionismo francés representado en España por el luminismo de Sorolla.
   Será Gonzalo Bilbao el iniciador de un nuevo costumbrismo luminista y figura clave de la escuela sevillana en el tránsito del siglo XIX al XX.
   Su aprendizaje artístico lo inicia en el taller de los hermanos Francisco y Pedro de Vega. En 1880 marcha a Roma para ampliar conocimientos en el taller de José Villegas. Viaja a París en 1883. En 1887 se presenta a la Exposición Nacional de Bellas Artes con su cuadro Daphnis y Cloe, obteniendo Segunda Medalla. En 1888 viaja a Marruecos donde pinta Esclavas en una terraza, obra con la que gana la Tercera Medalla en la Exposición Nacional de París en 1889. Establecido definitivamente en Sevilla se convierte en uno de los más brillantes representantes del costumbrismo regionalista. En 1925 es nombrado presidente de la Academia Santa Isabel de Hungría.
   Encuadrado decididamente en el luminismo, una de sus máximas preocupaciones y uno de sus máximos aciertos, fue la utilización de la luz, muy próxima a la de los impresionistas franceses. Su técnica se distingue por un experto dibujo, grandes dotes para la composición y una rica gama cromática.
   Los temas, muy variados,van desde el retrato y el paisaje, a las escenas de costumbres andaluzas, interpretadas con un hondo sentido realista captado de la misma realidad de la vida. La vida cotidiana de Sevilla y de sus campos, el esforzado trabajo de las cigarreras o segadores, fueron llevados al lienzo con una sinceridad que en ocasiones trasluce preocupación social.
   El Museo conserva una amplia colección de sus pinturas entre las que destaca Las cigarreras (1915). El motivo anecdótico del trabajo de estas mujeres sirve a Bilbao para realizar un estudio de perspectiva y de efectos de luz con los que logra una de sus mejores composiciones.
   El tema costumbrista está representado en el Museo por su obra Noche de verano en Sevilla (1905).
   Gonzalo Bilbao apenas trata el tema del desnudo, sin embargo su cuadro La toilette (hacia 1910) le sirve de pretexto para mostrar un leve tratamiento del tema, cuyo protagonista en definitiva es el estudio de la luz, destacamos aquí también su innovadora obra La casta Susana.
   Entre los retratos conviene destacar los realizados a D. Francisco Rodríguez Marín (1934) y D. José Gestoso (1914), así como los realizados a miembros femeninos de su propia familia como los de su hermana Flora (1914) y el de su esposa Dª María Roy (1926), en los que el artista interpreta el prototipo femenino de la burguesía sevillana, estamento destacado en la sociedad local del momento, ata­viada a la española y dotadas de una gran belleza y elegancia.
   El tema del paisaje, en sus diferentes modalidades, está representado en el Museo por las obras Marina (1928),  Plaza de Zocodover (1910) y Claustro Mayor del Convento de la Merced de Sevilla (1905).
   Toda su producción lo acredita como el creador de la escuela sevillana que arranca en los comienzos del siglo XX y en la que se forman maestros como  Miguel Ángel del Pino, Gustavo Bacarisas, Javier de Winthuysen, Santiago Martínez y Alfonso Grosso.
Textos de:
SAN MARTÍN MONTILLA, Concha. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Guía Oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2009.

Enlace a la Entrada anterior de Sevilla**:
2833. SEVILLA** (MCXXXV), capital: 27 de noviembre de 2018.

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