34. ÚBEDA, Jaén. Palacio del Marqués de Mancera.
35. ÚBEDA, Jaén. Palacio del Deán Ortega.
36. ÚBEDA, Jaén. Portada del palacio del Deán Ortega.
37. ÚBEDA, Jaén. Patio del palacio del Deán Ortega.
38. ÚBEDA, Jaén. Sacra Capilla del Salvador.
39. ÚBEDA, Jaén. Maqueta de la fachada de la Sacra Capilla del Salvador, en el interior del Hospital de Santiago.
40. ÚBEDA, Jaén. Portada principal de la Sacra Capilla del Salvador.
41. ÚBEDA, Jaén. Portada lateral sur de la Sacra Capilla del Salvador.
42. ÚBEDA, Jaén. Portada lateral norte de la Sacra Capilla del Salvador.
43. ÚBEDA, Jaén. La Sacra Capilla del Salvador vista desde la parte posterior.
40. ÚBEDA, Jaén. Portada principal de la Sacra Capilla del Salvador.
41. ÚBEDA, Jaén. Portada lateral sur de la Sacra Capilla del Salvador.
42. ÚBEDA, Jaén. Portada lateral norte de la Sacra Capilla del Salvador.
43. ÚBEDA, Jaén. La Sacra Capilla del Salvador vista desde la parte posterior.
ÚBEDA** (IV), provincia de Jaén: 15 de octubre de 2011.
El Palacio del Marqués de Mancera
Se asoma a la plaza desde la calle Soledad Torres Acosta, frente a la fachada lateral de los Juzgados. Se trata de nuevo de un alcázar-palacio, este ya de carácter manierista. Lo construyeron a finales del siglo XVI para su residencia los hermanos Lope y Hernando Molina Valenzuela, canónigos de la colegiata de Santa María, siendo llamado en su tiempo la torre del Tesorero. Su nombre actual procede de su posterior propietario, Pedro de Toledo, primer Marqués de Mancera y virrey del Perú. Durante la mayor parte del siglo XX lo ocuparon las Siervas de María.
El elemento predominante del palacio es la torre, de cuatro cuerpos, adosada al resto de la edificación en el ángulo noroccidental y que va ganando en ornamentación a medida que gana en altura, hasta alcanzar la cumbre de los detalles en el último cuerpo, coronado por un tejado a cuatro aguas. La portada es, prácticamente, una copia de la diseñada por Vandelvira para el palacio Vela de los Cobos, ya visto. Encima lleva un balcón rodeado de emblemas heráldicos. El interior gira alrededor de un gran patio castellano de dos plantas, a base de dinteles sobre columnas toscanas con zapatas y balaustres de madera en la planta alta.
El Palacio del Deán Ortega*
Otra vez en la plaza de Vázquez de Molina, a continuación del Palacio de Vázquez de Molina, se sitúa el Palacio del Deán Ortega*, convertido en la actualidad en el Parador de Turismo del Condestable Dávalos. Este solemne edificio, de marcada horizontalidad y líneas de gran pureza clásica, lo mandó edificar don Fernando Ortega Salido, deán de la catedral de Málaga y primer capellán mayor de la capilla del Salvador. Se construyó en los años cuarenta del siglo XVI.
La magna fachada del palacio tiene dos pisos sobre un poderoso plinto que sirve de cierre al semisótano, separados por cornisas que acentúan su horizontalidad. La portada, sobre una escalinata, consiste en un dintel entre columnas dóricas que sostienen un potente entablamento, encima del cual figuran dos ángeles que sostienen el escudo del deán. A un lado y a otro, se abren seis ventanas con entablamento y frontón triangular, cerradas con bellas rejas. En el piso superior aparecen seis balcones, sobre los que figura una cornisa en la que apean paneles con roleos. En las esquinas hay sendos balcones con parteluz, semejantes a los del palacio Vela de los Cobos. El conjunto se remata con un gran alero decorado con obas.
El interior lleva un sereno patio de dos plantas con arcos de medio punto sobre delicadísimas columnas de mármol de estirpe nazarí, adornadas las albanegas con segmentos de esfera.
La Sacra Capilla del Salvador**
Este maravilloso oratorio, concebido como enterramiento de su fundador, don Francisco de los Cobos, se alza en el extremo meridional de la plaza, formando escuadra con el palacio anterior y presentando una extraordinaria perspectiva contemplado desde la lejanía, desde el palacio de las Cadenas, por ejemplo.
La Sacra Capilla es uno de los mejores edificios del Renacimiento en España y aún en toda Europa, una obra extraordinariamente singular de proporciones artísticas inolvidables. El proyecto original se debe a Diego de Siloé, a quien Francisco de los Cobos le encargó los trabajos en 1553, tras obtener la correspondiente bula aprobatoria por parte del papa Paulo III. Embarcado en la construcción de la catedral de Granada, Siloé abandonó la empresa tan pronto como finalizó la redacción del proyecto, y entonces Cobos contrató a los arquitectos Vandelvira -entonces poco más que un muchacho- y Alonso Ruiz. Posteriormente, la sacristía sería proyectada y ejecutada exclusivamente por Vandelvira. El secretario de Estado de Carlos I y de Felipe II no llegó a ver la finalización de las obras, que terminarían costando nada menos que 20.000 ducados, cifra exorbitante para la época.
El templo contiene todo un tratado cosmológico y cristológico, que se hace presente ya en la portentosa fachada principal, además de inscribirse en la órbita de la arquitectura humanista, al referir la planta a las proporciones del cuerpo humano. Orientada a la plaza, es decir, a poniente, la fachada se concibe como un gran arco triunfal entre contrafuertes, con tres cuerpos rematados por un gran frontón triangular. Lleva además en los laterales sendas tribunas abrazadas por dos torres circulares de escasa altura. Bajo estas tribunas figuran los escudos de Francisco de los Cobos y de su mujer María de Mendoza. Toda la iconografía de la portada es obra del francés Esteban Jamete, dirigido por el deán Ortega. Se encuentra presidida por un gran relieve con la Transfiguración de Cristo y en ella aparecen escenas del Antiguo Testamento, imágenes de los profetas bíblicos y, en el intradós del arco de acceso, de los dioses griegos que, según Platón, representaban las divisiones de la bóveda celeste, poniendo de manifiesto la inmortalidad del alma humana. La iglesia tiene otras dos fachadas laterales, ambas obra exclusiva de Vandelvira y las dos gran belleza.
La Sacra Capilla es uno de los mejores edificios del Renacimiento en España y aún en toda Europa, una obra extraordinariamente singular de proporciones artísticas inolvidables. El proyecto original se debe a Diego de Siloé, a quien Francisco de los Cobos le encargó los trabajos en 1553, tras obtener la correspondiente bula aprobatoria por parte del papa Paulo III. Embarcado en la construcción de la catedral de Granada, Siloé abandonó la empresa tan pronto como finalizó la redacción del proyecto, y entonces Cobos contrató a los arquitectos Vandelvira -entonces poco más que un muchacho- y Alonso Ruiz. Posteriormente, la sacristía sería proyectada y ejecutada exclusivamente por Vandelvira. El secretario de Estado de Carlos I y de Felipe II no llegó a ver la finalización de las obras, que terminarían costando nada menos que 20.000 ducados, cifra exorbitante para la época.
El templo contiene todo un tratado cosmológico y cristológico, que se hace presente ya en la portentosa fachada principal, además de inscribirse en la órbita de la arquitectura humanista, al referir la planta a las proporciones del cuerpo humano. Orientada a la plaza, es decir, a poniente, la fachada se concibe como un gran arco triunfal entre contrafuertes, con tres cuerpos rematados por un gran frontón triangular. Lleva además en los laterales sendas tribunas abrazadas por dos torres circulares de escasa altura. Bajo estas tribunas figuran los escudos de Francisco de los Cobos y de su mujer María de Mendoza. Toda la iconografía de la portada es obra del francés Esteban Jamete, dirigido por el deán Ortega. Se encuentra presidida por un gran relieve con la Transfiguración de Cristo y en ella aparecen escenas del Antiguo Testamento, imágenes de los profetas bíblicos y, en el intradós del arco de acceso, de los dioses griegos que, según Platón, representaban las divisiones de la bóveda celeste, poniendo de manifiesto la inmortalidad del alma humana. La iglesia tiene otras dos fachadas laterales, ambas obra exclusiva de Vandelvira y las dos gran belleza.
El interior (del que fue imposible hacer fotografías al estar prohibido) es un auténtico relicario. Consiste en una nave rectangular con capillas laterales unida a una rotonda en la que se sitúa la cabecera y el altar mayor. A los pies se alza un coro alto, del que parte una tribuna que recorre perimetralmente todo el templo por encima de la cornisa que le sirve de sustentación, al tiempo que separa los muros de la cubierta. Esta consiste en una serie de bóvedas baídas con nervios que sólo son de adorno, en la nave, y en la cabecera una cúpula de media naranja con casetones decorados con pinturas de angelitos. Un gran arco toral sirve de enlace entre los dos espacios, el rectangular y el circular, al tiempo que un conjunto de doce grandes columnas corintias adosadas a los muros unifican el conjunto, acentuando la prestancia clásica. En las capillas laterales, cubiertas con bóvedas de cañón casetonadas, hubo muy buenos retablos, como muy buena era también la sillería del coro. Unos y otra sufrieron graves quebrantos durante la última guerra, desapareciendo o quedando inutilizados para su uso. La sala y la rotonda se encuentra separadas por una extraordinaria reja, labrada en Valladolid en 1555 por el herrero Francisco de Villalpando. El altar mayor, adaptado a la curva de la cabecera, es una joya incomensurable. Se encuentra presidido por la escena de la Transfiguración de Cristo en el monte Tabor, que tallara magníficamente Alonso Berruguete en 1559 y al que, ya en el siglo XVIII, le añadió el dosel que hoy se contempla el artista local Francisco Espantaleón.
Espacio singular del templo es la sacristía. Se encuentra ésta adosada oblicuamente a la cabecera, lo que obligó a Vandelvira a idear un acceso en esviaje que constituye todo un prodigio de dominio arquitectónico. La sacristía en sí misma es un espacio rectangular dividido en tres tramos, los cuales se cubren con bóvedas baídas magníficamente decoradas con figuras geométricas; a un lado y a otro, se abren arcosolios casetonados para las cajoneras, arcosolios entre los que aparecen atlantes y cariátides que sostienen los arcos de las bóvedas. Estas figuras, junto con las que aparecen en las enjutas, así como las de la puerta de la sacristía, son obra de Esteban Jamete.
Espacio singular del templo es la sacristía. Se encuentra ésta adosada oblicuamente a la cabecera, lo que obligó a Vandelvira a idear un acceso en esviaje que constituye todo un prodigio de dominio arquitectónico. La sacristía en sí misma es un espacio rectangular dividido en tres tramos, los cuales se cubren con bóvedas baídas magníficamente decoradas con figuras geométricas; a un lado y a otro, se abren arcosolios casetonados para las cajoneras, arcosolios entre los que aparecen atlantes y cariátides que sostienen los arcos de las bóvedas. Estas figuras, junto con las que aparecen en las enjutas, así como las de la puerta de la sacristía, son obra de Esteban Jamete.
Enlace a la Entrada anterior de Úbeda**:
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