1. SALAMANCA, capital. El cvto. de San Esteban.
2. SALAMANCA, capital. Fachada de la igl. del cvto. de San Esteban.
3. SALAMANCA, capital. Una de las pandas del claustro de los Reyes del cvto. de San Esteban.
4. SALAMANCA, capital. El claustro de los Reyes del cvto. de San Esteban.
5. SALAMANCA, capital. Interior de la igl. del cvto. de San Esteban.
6. SALAMANCA, capital. Retablo mayor de la igl. del cvto. de San Esteban.
7. SALAMANCA, capital. Vista de la nave central de la igl. del cvto. de San Esteban, desde el presbiterio.
8. SALAMANCA, capital. El coro de la igl. del cvto. de San Esteban.
9. SALAMANCA, capital. Patio del pal. La Salina.
10. SALAMANCA, capital. Otra visión del patio del pal. La Salina.
11. SALAMANCA, capital. Uno de los accesos a la plaza Mayor.
12. SALAMANCA, capital. La plaza Mayor.
13. SALAMANCA, capital. La casa de las Conchas.
14. SALAMANCA, capital. El conjunto de la Clerecía desde la calle Palominos.
15. SALAMANCA, capital. Fachada de la igl. de la Clerecía.
16. SALAMANCA, capital. Fachada de las Escuelas Mayores de la Universidad.
17. SALAMANCA, capital. Detalle con la rana calavérica, de la fachada de las Escuelas Mayores de la Universidad.
18. SALAMANCA, capital. Patio de Escuelas con el hospital del Estudio, las Escuelas Menores y la estatua de fray Luis de León.
19. SALAMANCA, capital. La casa de Lis.
20. SALAMANCA, capital. Vista del conjunto catedralicio desde el Tormes.
21. SALAMANCA, capital. Cúpulas de la catedral nueva y vieja (torre del gallo).
22. SALAMANCA, capital. La catedral nueva desde la plaza de Amaya.
23. SALAMANCA, capital. Fachada del Nacimiento de la catedral nueva.
24. SALAMANCA, capital. Interior de la catedral nueva.
25. SALAMANCA, capital. Cimborrio de la catedral vieja.
26. SALAMANCA, capital. Retablo mayor de la catedral vieja.
16. SALAMANCA, capital. Fachada de las Escuelas Mayores de la Universidad.
17. SALAMANCA, capital. Detalle con la rana calavérica, de la fachada de las Escuelas Mayores de la Universidad.
18. SALAMANCA, capital. Patio de Escuelas con el hospital del Estudio, las Escuelas Menores y la estatua de fray Luis de León.
19. SALAMANCA, capital. La casa de Lis.
20. SALAMANCA, capital. Vista del conjunto catedralicio desde el Tormes.
21. SALAMANCA, capital. Cúpulas de la catedral nueva y vieja (torre del gallo).
22. SALAMANCA, capital. La catedral nueva desde la plaza de Amaya.
23. SALAMANCA, capital. Fachada del Nacimiento de la catedral nueva.
24. SALAMANCA, capital. Interior de la catedral nueva.
25. SALAMANCA, capital. Cimborrio de la catedral vieja.
26. SALAMANCA, capital. Retablo mayor de la catedral vieja.
SALAMANCA** (I), capital de la provincia: 21 de abril de 2010.
La capital del Tormes, con las torres de sus templos alzados sobre el río como cúspides de un bosque de dorada piedra, posee la condición de esos lugares capaces de fascinar inagotablemente la mirada y la voluntad de quien los recorre. Pocas ciudades admiten el calificativo de monumental con tanta exactitud. Menos aún se muestran tan identificadas, todavía, con el papel que les ha dado esplendor y fama en la historia: su actividad de centro universitario, secreto por antonomasia de su eterna juventud. Y es que Salamanca, pese a haber extendido notablemente su perímetro urbano en las últimas décadas y pese a mostrar algunos de los síntomas más agobiantes de la aceleración de nuestro tiempo, sigue siendo un escenario en el que resulta muy fácil hacer verdad el dicho: aquí se viene a aprender ... A aprehender, también, el vuelo de la belleza en sus más variadas formas.
Esta fue una visita rápida a la ciudad salmantina, antes de iniciar nuestro Camino de Santiago. Dejamos el coche en el paseo del Rector Esperabé, y subiendo por la calle Arroyo de Santo Domingo nos encontramos el convento de San Esteban**, habitado desde el siglo XIII por monjes dominicos, que en este lugar contaron con teólogos y filósofos de renombre internacional como Francisco Vitoria (su estatua precede el edificio), Domingo de Soto o Melchor Cano. El conjunto constituye una de las cumbres del plateresco salmantino. La iglesia, de estructura gótica, fue erigida entre 1524 y 1630 según proyecto de Juan de Álava. Su singular fachada**, protegida por un arco triunfal, está labrada a modo de gigantesco retablo en el que destaca el motivo central de la Lapidación de San Esteban, obra del milanés Ceroni (1610), entre una gran profusión plateresca de estatuas de santos bajo doseletes, medallones y grutescos. Por el pórtico situado a la derecha se entra al interior, donde se visitan el claustro de los Reyes, espacio gótico y renacentista decorado con finos relieves. A través de la sacristía, estancia del primer barroco (siglo XVII), se pasa a la iglesia, obra gótica trazada según el modelo habitual en los templos dominicos; una sola nave, cimborrio sobre el crucero, capillas situadas a modo de hornacinas entre los contrafuertes y alto coro. El grandioso y recargado retablo mayor, al igual que los laterales y el púlpito, se deben a José Churriguera. En su tramo superior puede verse El martirio de San Esteban (1692), de Claudio Coello. Por último, el coro, con sillería de dos pisos labrada pro Alonso Balbás, muestra un gran fresco (1705) de Antonio Palomino con una alegoría sobre el Triunfo de la Iglesia.
Por la calle de San Pablo, enseguida se llega al palacio de Fonseca, más conocido como La Salina*, edificio renacentista (siglo XVI) que fue en tiempos utilizado como depósito de sal y desde 1884 es sede de la Diputación. Singular es su patio por la galería de madera apoyada sobre grandes ménsulas antropomorfas retorcidas en violentos escorzos.
Siguiendo la calle llegamos a la Plaza Mayor**, eje geométrico y vital de la ciudad, está justamente considerada como uno de los más elegantes espacios públicos existentes en España. Configurada en sus cuatro lados por arcos de medio punto alzados sobre pilares y recorrida por simétricas balconadas, fue construida, según proyecto de Alberto Churriguera, entre 1729 y 1755, como lugar de encuentro y de comercio, e incluso coso taurino. Responde a un depurado estilo barroco que, pese a la profusión decorativa, posee una armonía admirable. Además de distintos miembros de la familia Churriguera, en su construcción, iniciada por el lado oriental con el Pabellón Real o arco del Toro, intervino el arquitecto Andrés García de Quiñones, autor del edificio del Ayuntamiento, situado en el flanco septentrional y rematado por una espadaña, de 1852. Los medallones emplazados entre las arquerías, en las enjutas, muestran efigies de reyes, héroes, descubridores, santos y otros personajes históricos, entre ellos los anteriores monarcas de España.
Rúa Mayor adelante, en la confluencia con la calle de la Compañía se alza la renovada casa de las Conchas**, del siglo XV, uno de los edificios civiles más representativos de la ciudad, con su elegante mezcla de formas tardogóticas y renacentistas. Su fachada principal, provista de una hermosa puerta y ventanas finamente decoradas, aparece cuajada de las veneras que le dan nombre, tal vez por la pertenencia de su impulsor, don Rodrigo Arias de Maldonado, a la Orden de Santiago. No obstante, otras versiones, acentuando la interpretación del edificio como un homenaje al amor conyugal, las relacionan con emblemas del linaje de los condes de Benavente, del que procedía la esposa del fundador, doña María de Pimentel.
Al otro lado de la calle, se eleva el gigantesco conjunto de la Clerecía*, de los siglos XVII y XVIII, que incluye una iglesia y las dependencias de lo que inicialmente fue colegio de los Jesuitas, posteriormente Seminario y en la actualidad sede de la Universidad Pontificia. Su construcción se inició en 1617 bajo el mecenazgo de doña Margarita de Austria, esposa de Felipe III, y las obras se dilataron por espacio de más de 100 años bajo la sucesiva dirección, entre otros, de Juan Gómez de Mora, Pedro Mato y Andrés García de Quiñones, al que se deben las ascensionales torres barrocas y la espadaña de la fachada principal.
Bordeando la Clerecía por su flanco meridional, la calle de Libreros conduce a la Unversidad**, fundada pro Alfonso X el Sabio en 1254 a partir del Estudio General creado por Alfonso IX en 1218. Es bien conocida su importancia cultural a lo largo del tiempo, con épocas de extraordinario esplendor en los siglos XV y XVI, en los que llegó a figurar a la cabeza de las universidades europeas. A ese periodo corresponde la ejecución de los principales edificios, entre los que destaca el de las Escuelas Mayores, obra de predominante estructura gótica: muros almenados, contrafuertes, pináculos, ojivas. Se accede a ella por el recoleto patio de Escuelas, presidido por una estatua de fray Luis de León que muestra al gran poeta y teólogo agustino en un gesto de apaciguamiento frente a la maravilla plateresca de la fachada**, concluida antes de 1529. Este "tapiz" o "estandarte" labrado en piedra arenisca de las canteras de Villamayor, de uso generalizado en la ciudad, alza sobre la doble puerta de arcos rebajados sus tres cuerpos horizontales, coronados por una crestería y recorridos, en sentido vertical, por cinco calles enmarcadas entre pilastras. La profusa decoración a base de finos grutescos con medallones, escudos, héroes, escenas eclesiásticas, personajes mitológicos y otras muchas figuras y símbolos (entre ellos, la tan buscada rana calavérica), es un inacabable reclamo para la mirada. Algunas interpretaciones la consideran una alegoría de los vicios y virtudes.
De nuevo en el patio de Escuelas, a un lado se encuentra el hospital del Estudio, antiguamente destinado a estudiantes pobres y hoy convertido en Rectorado, y al fondo, las Escuelas Menores, con fachada también plateresca y un hermoso patio interior de arcos mixtilíneos con balaustrada superior barroca.
Desde la calle Libreros queda a la vista el impresionante conjunto catedralicio, aunque antes es recomendable acercarse al Tormes donde podemos admirar entre otros monumentos la casa de Lis, de 1905, edificio modernista que alberga el Museo Art Nouveau y Art Déco, en el que pueden verse diversas colecciones de porcelanas, pinturas, muebles, joyas, juguetes, muñecas, abanicos y otros muchos objetos que responden a la estética de ambos estilos.
El Patio Chico es un excelente observatorio de algunos de los más característicos perfiles de las dos catedrales de Salamanca, ya que permite contemplar los ábsides semicirculares y el cimborrio octogonal de influencia bizantina (torre del Gallo*) de la más antigua y la fachada meridional de la nueva.
La Catedral Nueva**, cuyos perfiles externos predominan en el conjunto, fue iniciada por Juan Gil de Hontañón a partir de 1513 para remediar las insuficiencias de la anterior y no se concluyó hasta 1733, de ahí que estilísticamente responda al gótico tardío con numerosos elementos renacentistas -sobre todo en la decoración de los muros y en los relieves de las portadas*- y barrocos. La torre fue levantada en 1705 y posteriormente los hermanos Churriguera construyeron el poderoso cimborrio, de influencia escurialense, que tuvo que ser reedificado en 1763 porque el terremoto de Lisboa de 1755 le afectó gravemente. El interior, de tres naves sobre anchos pilares, recorridas por galerías y con capillas laterales, produce una impresión de grandiosidad (105 x 50 m), acentudada por la cúpula que se alza sobre el crucero a 80 m de altura.
La Catedral Vieja**, de los siglos XII y XIII, iniciada en estilo románico, por su largo periodo de ejecución se concluyó con formas protogóticas. Es un templo de tres naves, con bóvedas de crucería y un bellísimo cimborrio que, con su inequívoco aire oriental, constituye lo más destacable de la obra exterior, en gran medida enmascarada por la Catedral Nueva.
Aparte de los relieves escultóricos de los capiteles, los numerosos enterramientos y pinturas murales, en su interior, de una luminosidad inusual en los templos románicos, destaca el grandioso retablo* gótico (siglo XV) que cubre el ábside de la Capilla Mayor. Está formado por tablas que representan escenas de la vida de Cristo y la Virgen, obra de Dello Delli, y rematado por una representación del Juicio Final pintada directamente sobre el muro por Nicolás Florentino, hermano del anterior. Lo preside una imagen de la Virgen de la Vega, patrona de la ciudad, de influencia bizantina (siglo XII).
Por la calle de San Pablo, enseguida se llega al palacio de Fonseca, más conocido como La Salina*, edificio renacentista (siglo XVI) que fue en tiempos utilizado como depósito de sal y desde 1884 es sede de la Diputación. Singular es su patio por la galería de madera apoyada sobre grandes ménsulas antropomorfas retorcidas en violentos escorzos.
Siguiendo la calle llegamos a la Plaza Mayor**, eje geométrico y vital de la ciudad, está justamente considerada como uno de los más elegantes espacios públicos existentes en España. Configurada en sus cuatro lados por arcos de medio punto alzados sobre pilares y recorrida por simétricas balconadas, fue construida, según proyecto de Alberto Churriguera, entre 1729 y 1755, como lugar de encuentro y de comercio, e incluso coso taurino. Responde a un depurado estilo barroco que, pese a la profusión decorativa, posee una armonía admirable. Además de distintos miembros de la familia Churriguera, en su construcción, iniciada por el lado oriental con el Pabellón Real o arco del Toro, intervino el arquitecto Andrés García de Quiñones, autor del edificio del Ayuntamiento, situado en el flanco septentrional y rematado por una espadaña, de 1852. Los medallones emplazados entre las arquerías, en las enjutas, muestran efigies de reyes, héroes, descubridores, santos y otros personajes históricos, entre ellos los anteriores monarcas de España.
Rúa Mayor adelante, en la confluencia con la calle de la Compañía se alza la renovada casa de las Conchas**, del siglo XV, uno de los edificios civiles más representativos de la ciudad, con su elegante mezcla de formas tardogóticas y renacentistas. Su fachada principal, provista de una hermosa puerta y ventanas finamente decoradas, aparece cuajada de las veneras que le dan nombre, tal vez por la pertenencia de su impulsor, don Rodrigo Arias de Maldonado, a la Orden de Santiago. No obstante, otras versiones, acentuando la interpretación del edificio como un homenaje al amor conyugal, las relacionan con emblemas del linaje de los condes de Benavente, del que procedía la esposa del fundador, doña María de Pimentel.
Al otro lado de la calle, se eleva el gigantesco conjunto de la Clerecía*, de los siglos XVII y XVIII, que incluye una iglesia y las dependencias de lo que inicialmente fue colegio de los Jesuitas, posteriormente Seminario y en la actualidad sede de la Universidad Pontificia. Su construcción se inició en 1617 bajo el mecenazgo de doña Margarita de Austria, esposa de Felipe III, y las obras se dilataron por espacio de más de 100 años bajo la sucesiva dirección, entre otros, de Juan Gómez de Mora, Pedro Mato y Andrés García de Quiñones, al que se deben las ascensionales torres barrocas y la espadaña de la fachada principal.
Bordeando la Clerecía por su flanco meridional, la calle de Libreros conduce a la Unversidad**, fundada pro Alfonso X el Sabio en 1254 a partir del Estudio General creado por Alfonso IX en 1218. Es bien conocida su importancia cultural a lo largo del tiempo, con épocas de extraordinario esplendor en los siglos XV y XVI, en los que llegó a figurar a la cabeza de las universidades europeas. A ese periodo corresponde la ejecución de los principales edificios, entre los que destaca el de las Escuelas Mayores, obra de predominante estructura gótica: muros almenados, contrafuertes, pináculos, ojivas. Se accede a ella por el recoleto patio de Escuelas, presidido por una estatua de fray Luis de León que muestra al gran poeta y teólogo agustino en un gesto de apaciguamiento frente a la maravilla plateresca de la fachada**, concluida antes de 1529. Este "tapiz" o "estandarte" labrado en piedra arenisca de las canteras de Villamayor, de uso generalizado en la ciudad, alza sobre la doble puerta de arcos rebajados sus tres cuerpos horizontales, coronados por una crestería y recorridos, en sentido vertical, por cinco calles enmarcadas entre pilastras. La profusa decoración a base de finos grutescos con medallones, escudos, héroes, escenas eclesiásticas, personajes mitológicos y otras muchas figuras y símbolos (entre ellos, la tan buscada rana calavérica), es un inacabable reclamo para la mirada. Algunas interpretaciones la consideran una alegoría de los vicios y virtudes.
De nuevo en el patio de Escuelas, a un lado se encuentra el hospital del Estudio, antiguamente destinado a estudiantes pobres y hoy convertido en Rectorado, y al fondo, las Escuelas Menores, con fachada también plateresca y un hermoso patio interior de arcos mixtilíneos con balaustrada superior barroca.
Desde la calle Libreros queda a la vista el impresionante conjunto catedralicio, aunque antes es recomendable acercarse al Tormes donde podemos admirar entre otros monumentos la casa de Lis, de 1905, edificio modernista que alberga el Museo Art Nouveau y Art Déco, en el que pueden verse diversas colecciones de porcelanas, pinturas, muebles, joyas, juguetes, muñecas, abanicos y otros muchos objetos que responden a la estética de ambos estilos.
El Patio Chico es un excelente observatorio de algunos de los más característicos perfiles de las dos catedrales de Salamanca, ya que permite contemplar los ábsides semicirculares y el cimborrio octogonal de influencia bizantina (torre del Gallo*) de la más antigua y la fachada meridional de la nueva.
La Catedral Nueva**, cuyos perfiles externos predominan en el conjunto, fue iniciada por Juan Gil de Hontañón a partir de 1513 para remediar las insuficiencias de la anterior y no se concluyó hasta 1733, de ahí que estilísticamente responda al gótico tardío con numerosos elementos renacentistas -sobre todo en la decoración de los muros y en los relieves de las portadas*- y barrocos. La torre fue levantada en 1705 y posteriormente los hermanos Churriguera construyeron el poderoso cimborrio, de influencia escurialense, que tuvo que ser reedificado en 1763 porque el terremoto de Lisboa de 1755 le afectó gravemente. El interior, de tres naves sobre anchos pilares, recorridas por galerías y con capillas laterales, produce una impresión de grandiosidad (105 x 50 m), acentudada por la cúpula que se alza sobre el crucero a 80 m de altura.
La Catedral Vieja**, de los siglos XII y XIII, iniciada en estilo románico, por su largo periodo de ejecución se concluyó con formas protogóticas. Es un templo de tres naves, con bóvedas de crucería y un bellísimo cimborrio que, con su inequívoco aire oriental, constituye lo más destacable de la obra exterior, en gran medida enmascarada por la Catedral Nueva.
Aparte de los relieves escultóricos de los capiteles, los numerosos enterramientos y pinturas murales, en su interior, de una luminosidad inusual en los templos románicos, destaca el grandioso retablo* gótico (siglo XV) que cubre el ábside de la Capilla Mayor. Está formado por tablas que representan escenas de la vida de Cristo y la Virgen, obra de Dello Delli, y rematado por una representación del Juicio Final pintada directamente sobre el muro por Nicolás Florentino, hermano del anterior. Lo preside una imagen de la Virgen de la Vega, patrona de la ciudad, de influencia bizantina (siglo XII).
No hay comentarios:
Publicar un comentario