SEVILLA** (MDLXIII), capital de la provincia y de la comunidad: 14 de marzo de 2021.
La Cartuja de Santa María de las Cuevas se halla situada en la margen derecha del Guadalquivir. El monasterio fue fundado por el arzobispo de Sevilla D. Gonzalo de Mena en 1400. A comienzos de la siguiente centuria obtuvo el patronato Per Afán de Ribera, quien colaboró en la construcción de la iglesia primitiva que fue ampliada durante el primer cuarto del siglo XVI. A lo largo de los siglos siguientes continuaron las construcciones y ampliaciones, hasta llegar a la gran reforma del siglo XVIII.
La invasión francesa resultó desastrosa para la Cartuja pues fue saqueada y convertida en cuartel. En 1816 volvieron los monjes para ser expulsados de nuevo por la exclaustración de 1835. Cuatro años más tarde fue adquirido el edificio Carlos Pickman, instalando en el recinto una fábrica de cerámica. En ella se produjo por primera vez en España la loza decorada por estampación, copiada de los modelos ingleses. Tras la restauración del edificio con motivo de la Exposición Universal de 1992, tienen allí su sede el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico.
La antigua iglesia consta de una sola nave de gran altura cubierta con bóvedas de crucería, siendo aserrada la espina central. La cabecera también se cubre con bóveda de nervios. A los pies del lado derecho se abre la Capilla de Santa Ana, que sirvió de enterramiento a Cristóbal Colón, localizándose a mitad de la nave un arco apuntado, que comunica con el Claustrillo. Al exterior, el templo muestra una gran portada con arco ojival abocinado y alfiz, que va decorado en el borde con entrelazo mudéjar, conservándose algo de su primitiva policromía. En el hastial se abre un gran rosetón rodeado de un círculo de azulejos romboidales, con piezas de colores azul, negro, blanco y melado. Por el borde del círculo corre una cenefa renacentista. El anillo de azulejos termina en la parte superior en un afilado triángulo con una columnilla de mármol rematado en una cruz. La franja superior de la fachada también se adorna con una banda de azulejos. El interior de la iglesia conserva restos de los estucos decorativos realizados en 1614. Consisten éstos en unos plafones en el techo, que no coinciden con las claves, y que están formados por rosas muy prominentes. También se conservan en las paredes restos de la decoración pictórica mural realizada en el siglo XVIII.
La antigua Capilla de Santa Ana tiene planta rectangular y se cubre con bóvedas nervadas más una media naranja en la cabecera. Todo ello con prominentes estucos de comienzos del siglo XVII que se han relacionado con Juan de Oviedo. En los apeos de los nervios aparece una ornamentación de jarras. En dos pequeñas hornacinas hay representaciones de apóstoles en azulejos, que se deben a Juan Bautista Niculoso, hijo de Francisco Niculoso Pisano, quien las realizó en el primer cuarto del siglo XVI.
El antiguo refectorio es una gran nave cubierta por una armadura de madera con temas de lacería y piñas, más los escudos de don Gonzalo de Mena, que fue realizado por Diego Cerezo y Lucas de Cárdenas en 1587. En las paredes se conservan los zócalos de azulejos de superficie lisa, compuestos por paños de variados motivos, entre los que abundan los de tema floral y los de punta de clavo. El púlpito conserva su decoración de yeserías góticas y parte de las pinturas murales que lo enmarcaban. También existen restos de la decoración pictórica mural de época barroca del muro norte del recinto, que correspondía a la cabecera. La portada que comunica este refectorio con el Claustrillo es un gran arco de piedra con arquivoltas apuntadas, que debió de fabricarse a comienzos del siglo XVI.
Al mencionado claustro se abre también la capilla llamada de la Magdalena, que formó parte del primitivo núcleo monástico. Consta de una sola nave fragmentada mediante arcos transversales, presentando cabecera cuadrada cubierta por bóveda de paños sobre trompas que se decora con yeserías geométricas muy planas, de comienzos del siglo XVII. En las paredes se conservan algunos restos de pinturas murales medievales, destacando las que representan a San Cristóbal y a Santa Ana, con la Virgen y el Niño, más unos orantes. En la cabecera pueden verse restos de motivos florales y cortinajes. La parte inferior de los muros está ocupada por un zócalo de azulejos lisos con temas de clavo que se debieron de colocar a fines del siglo XVI, cuando se situó en este recinto el sepulcro del fundador, don Gonzalo de Mena, que ahora se conserva en la catedral sevillana.
En otro flanco del patio se halla el Capítulo. Se trata de un espacio con dos tramos, siendo rectangular y con bóveda de nervios el primero, mientras el segundo es cuadrado y ofrece una bóveda poligonal, cuyos nervios entrecruzados terminan en bustos de apóstoles. El zócalo del recinto es de azulejos lisos, ofreciendo paneles de dibujo geométrico separados por marcos con temas de "candelieri", elementos antropomórficos, florales, etc., siendo el dibujo muy correcto y la distribución de los temas muy ordenada. En el centro de los paneles aparecen los escudos nobiliarios de los Ribera. Van fechados en 1607. Recientemente se han situado en este recinto el retablo de la Virgen de las Cuevas y los dos grandes sepulcros parietales que antaño alojó, así como otros enterramientos que, en origen, estuvieron en la iglesia del monasterio. Tales sepulcros pertenecen a la familia Enríquez de Ribera, que fueron patronos de la cartuja sevillana. El correspondiente a doña Catalina de Ribera fue realizado en Génova por el escultor Pace Gazzini, labrando Antonio María Aprile de Carona el de don Pedro Enríquez. Ambos ofrecen un monumental enmarque arquitectónico cobijando el sarcófago del yacente y se decoran con relieves y figuras de carácter sagrado y profano. También se deben a Aprile de Carona el retablo y los restantes sepulcros de mármol que se localizan en este recinto.
Todas estas dependencias están distribuidas alrededor del Claustrillo, un pequeño patio organizado mediante arquerías de fino ladrillo enmarcadas por alfiz y apeadas sobre columnas de mármol, de clara inspiración granadina. En los ángulos se disponen pilares poligonales de ladrillo. Los muros de las galerías ofrecen un extraordinario zócalo de azulejos con temas vegetales y de lacería, realizados mediante las técnicas de cuenca y de cuerda seca. En su mayoría se realizaron en 1465, fecha de construcción de este claustro, si bien existen paneles del siglo XIX, realizados por la fábrica de Pickman. Recientemente se han instalado en estas galerías las esculturas orantes de doña Juana de Zúñiga y doña Catalina Cortés, que se atribuyen a Diego de Pesquera y se fechan en 1576, así como la lauda sepulcral en bronce de Perafán de Ribera, debida al escultor Juan Bautista Vázquez y al fundidor Bartolomé Morel.
Junto a la puerta principal del templo, en las inmediaciones de la antigua Hospedería, se localizan los restos de una galería mudéjar realizada en ladrillo fino y bícromo en torno a 1500. En el otro flanco de este atrio se sitúa el pórtico que comunicaba con la Celda Prioral, en el que se localizan los restos de la Capilla de la Virgen de la Antigua, cuya fábrica se debe a Hernán Ruiz el Joven. Precede a este atrio la primitiva portada del Ave María, constituida por un arco apuntado en el exterior y otro de medio punto en el interior. El espacio intermedio se cubre por una bóveda de nervios que apean en ménsulas con figuras de ángeles pasionarios. La portada se decora al exterior por tres paneles de azulejos lisos en los que se representan los símbolos del Calvario Cartujo, en el central, y los escudos del arzobispo Mena, en los laterales Los tres son de comienzos del XVII.
De la mencionada Celda Prioral se conserva su patio central de proporciones cuadradas, que ofrece en su piso bajo galerías porticadas con arcos peraltados sobre columnas de mármol, siendo rebajados los arcos de las galerías superiores, en las que también se emplean columnas marmóreas. Su construcción puede datarse en el primer tercio del siglo XVI, fecha a la que asimismo corresponden los azulejos por tabla que cubren las galerías.
A mediados del siglo XVIII los cartujos hicieron grandes ampliaciones y remodelaciones en el monasterio que afectaron especialmente al conjunto de de la Capilla de Afuera. Estas obras estuvieron a cargo de Ambrosio de Figueroa, quien era maestro mayor de obras de la Cartuja. En este sector destaca la monumental portada de acceso al monasterio, resuelta como un arco de triunfo articulado por pilastras jónicas y coronado por una hornacina con la imagen en piedra de la Virgen de las Cuevas y por el escudo de don Gonzalo de Mena. Fue trazada en 1759. A su derecha se sitúa la capilla, que es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón con lunetos, presentando una cúpula con linterna a la altura del crucero. Su puerta de acceso está precedida de un pórtico, presenta pilastras y una hornacina en la parte superior. En el interior se conserva un retablo datable hacia 1780 y atribuible a Francisco de Acosta el Mayor y a Alonso de Vega, con imágenes de santos y relieves de temática cartuja. En el muro izquierdo se abre la antigua sacristía. De ella parte una escalerilla que da acceso al primitivo camarín de la Virgen de las Cuevas, que es un verdadero muestrario de la azulejería del siglo XVIII. Hay azulejos polícromos que figuran aisladas y otros blancos y azules de tipo Delft. Entre los temas aparecen los taurinos, de paisaje, de cacería y de arquitecturas. En el rellano hay un panel compuesto por flores y pájaros con inscripción central muy estropeada e ilegible, pero en uno de los escalones puede leerse la fecha de 1769.
En la fachada oriental del monasterio se localiza la monumental Puerta del Río, rematada por pináculos vidriados y decorada con azulejos reaprovechados del siglo XVII y otros contemporáneos de la edificación. Fue obra de Diego Antonio Díaz y está fechada en 1759.
Son escasos los restos conservados de la etapa fabril del recinto. Entre ellos cabe destacar la alta chimenea dispuesta tras la cabecera de la antigua iglesia, en lo que fue claustro principal del monasterio, así como los hornos de botella situados en sus inmediaciones, que siguen modelos ingleses.
En las antiguas huertas, que han sido recuperadas, destacan las primitivas capillas de Santa Ana y de Santas Justa y Rufina, así como un estanque, la noria y la galapaguera, elementos todos ellos restaurados.
Textos de:
Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo I. Diputación de Sevilla y Fundación José Manuel Lara, 2004.
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