CARMONA** (XXI), provincia de Sevilla: 20 de diciembre de 2021.
Mostramos imágenes de la Exposición "Medio Milenio" de Semana Santa en Carmona" celebrada en el antiguo Convento de Santa Ana, rehabilitado recientemente para convertirse en un espacio cultural de referencia para la ciudad de Carmona.
El 11 de marzo de 1521 llegó a Sevilla una romería formada por 1500 carmonenses -algunos disciplinándose y otros con vela- pidiendo para para su Vega. Esa misma noche se postraron ante la Virgen de la Antigua y, repentinamente, empezó a llover sobre los trigales.
Esta exposición conmemora el medio milenio transcurrido desde aquella primera procesión de sangre, origen de la celebración popular de la Semana Santa, hasta nuestros días. Una aproximación a las hermandades penitenciales carmonenses, y a los hitos de su paulatina transformación a través de las imágenes y enseres dedicados a su devoción particular, muchas de ellas desconocidas en la actualidad por encontrarse en desuso, fuera de nuestra localidad, y, en algunos casos, ocultas.
El visitante que realice el recorrido expositivo dispuesto a lo largo de la renovada iglesia de Santa Ana se adentrará en el relato público e íntimo de la religiosidad popular carmonense en cuatro capítulos organizados de manera cronológica. El primero de ellos profundiza en los orígenes de la devoción popular promovida en los conventos masculinos y su posterior emancipación como cofradías que procesan un culto particular a los distintos pasajes de la Pasión de Cristo. A continuación, nos adentraremos en el apogeo de la procesión barroca a la que, paulatinamente, se van incorporando devociones marianas, hasta generar un teatro contrarreformista con pleno sentido didáctico-catequético, en el que se suceden penitentes de luz y de sangre, figuras alegóricas, urnas, sermones, cánticos y fuegos artificiales.
Sin embargo, a fines del siglo XVIII esta narración se verá limitada por las prohibiciones de Carlos III sobre el culto popular, lo cual, unido a las desamortizaciones, supondrán una transformación radical de la fiesta y conllevará la desaparición de hermandades históricas y, después de más de un siglo, la recuperación del desfile penitencial bajo los aires del Romanticismo. Habrá que esperar al convulso siglo XX para asistir a una nueva eclosión de las hermandades carmonenses y sus cultos, ahora sevillanizados, así como a la aportación de los creadores y hermandades locales al mundo de las cofradías. Hasta llegar al ámbito actual donde la semana mayor evoluciona dentro de sus propios cánones, siempre atendiendo al carácter patrimonial e idiosincrático que emanan de su historia.
En este caso mostramos el Capítulo 2. Arqueología cofradiera 1649 - 1776.
En 1649 el cólera diezmó la mitad de la población de Sevilla suponiendo el fin de la metrópolis que había acogido el puerto de las Indias, y el inicio de una nueva urbe marcada por la piedad y el fervor. Esta realidad tuvo eco en los centros periféricos, como Carmona, donde tomaron impulso los preceptos contrarreformistas a través de la piedad popular. Este contexto, unido a la bonanza económica de las cofradías y al auge del Pleno Barroco, fueron el punto de partida para la renovación y ampliación de las procesiones públicas realizadas durante el Triduo Pascual. Un cambio que, más allá de lo puramente estético, supondrá una transformación del fondo y las formas, dando pie a renovados cortejos didácticos y catequéticos.
El primer síntoma de esta transformación fue la ejecución de nuevos titulares y conjuntos devocionales encargados a escultores de primera línea, como Duque Cornejo, la Roldana, Hita del Castillo, Montes de Oca o García de Santiago. A cuyo servicio se dispondrán suntuosos ajuares y muebles que darán pie a la creación de elementos plásticos idiosincráticos, como los "bordados de panal de abeja".
La nueva ritualidad popular contempla las procesiones de Semana Santa como un cortejo fúnebre que representa, de manera dramatizada, los pasajes de la Pasión por las calles de Carmona. Según la documentación conservada las comitivas discurrían en un aire festivo, con penitentes disciplinantes y de luz, figuras alegóricas, carreritas, sermones, representación de las tres caídas e, incluso en el caso de la cofradía de la Esperanza, con fuegos artificiales. Alcanzando un punto tan álgido que Carlos II, en 1678, ordena impedir cualquier escándalo durante estas jornadas, obligando a que los nazarenos llevasen los rostros al descubierto y anduviesen recogidos en oración.
Paralelamente, la popularización de los rosarios marianos, a fines del siglo XVII, supondrá el incremento al culto a la Madre dolorosa, cuyo primer eco se encuentra en los cortejos, donde las titulares procesionan bajo palio, vestidas de sacerdotisa y entregando los signos del sacrificio del Hijo. Estas devociones, en torno a 1730, traslucen en grupos femeninos dentro de las cofradías, recogiendo como signo particular el uso de simpecados. Si bien, existieron intentos de crear hermandades rosarianas -como la del Buen Suceso del retablo callejero de la calle del Angostillo de San Pedro (1743-80),
Enlace a la Entrada anterior de Carmona**:
3705. CARMONA** (XX), Sevilla: 20 de diciembre de 2021.
No hay comentarios:
Publicar un comentario