ROMA** (II), capital de la provincia, de la región, y de Italia: 6 de septiembre de 2023.
El Trastévere y el Janículo
Cuando la extensión de Roma se redujo al casco histórico, la margen derecha del Tíber -que en época imperial contenía algunas grandes villas y edificios públicos- se abandonó, a excepción de la basílica de San Pedro, con su sucesión de hospitales, iglesias e instalaciones de acogida de los peregrinos.
Durante el Renacimiento florecieron de nuevo las villas y los jardines de extraordinaria belleza que ocupaban las faldas del Janículo (en italiano, Gianicolo), hasta la orilla del río. Más tarde nació el Trastévere, barrio popular al que está ligada buena parte de la tradición romanesca, con sus estrechos callejones y encantadoras placitas. Tras la proclamación de Roma como nueva capital de Italia, el barrió quedó seccionado por el viale di Trastevere y separado del río. Barrio romanesco, pero cosmopolita, el Trastévere es un espejo de las grandes contradicciones de Roma: acogedor y animado, pero cada vez más degradado y avasallado por el tráfico, dos males que no parecen adecuadamente remediados por las autoridades municipales. Más arriba, donde termina el Trastévere, comienza la ladera del Janículo, un gran oasis verde que sube hasta la estatua de Garibaldi: uno de los puntos panorámicos más bellos de Roma y donde, en invierno, se ven de cerca las nevadas cimas de los Apeninos.
El Trastévere
Paseo por el barrio de Trastevere, desde ponte Garibaldi.
A lo largo de las calles que se extienden en torno al eje urbano de viale di Trastevere y a los pies del Janículo, este itinerario toca una serie de monumento que datan de épocas muy diversas. El recorrido tiene, además, un particular valor para quien visita la ciudad, puesto que se desarrolla en el barrio de Trastevere, donde reside la esencia popular de Roma.
Tras un paseo por la parte menos frecuentada y atestada del barrio -con piazza in Piscinula, Santa Cecilia y el conjunto de San Michele a Ripa Grande- se atraviesa el viale para adentrarse en una de las zonas más animadas de Roma: el triángulo comprendido entre el Tíber (a la altura del ponte Sisto), piazza San Cosimato y piazza Santa María in Trastevere. Aquí la belleza del entorno y la superposición histórica se ven asediadas -se podría decir que a duras penas coexisten- por la masiva afluencia de turistas y la proliferación de restaurantes, que propone locales y platos para todos los gustos y presupuestos.
Concluye este viaje al Trastevere la caminata por via della Lungara hasta la villa Farnesina y el palacio Corsini, testimonios de una época lejana en la que en la orilla derecha del río no había sino huertos, parques y villas aristocráticas.
Piazza Santa Maria in Trastevere*. Corazón del barrio, fue rediseñada a principios del siglo XVII (la fuente de Carlo Fontana es de 1692). Presidida por el bello frente de la iglesia de la que toma el nombre, conserva una elegante arquitectura en su contorno con la casa de los Canónigos, del siglo XVIII, el palacio de San Calixto (reconstruido en 1618) y el palacio de los Cavalieri del siglo XVI.
Santa María in Trastevere*. Piazza di Santa María in Trastevere (visita de 7.30 h a 21 h). Tal vez la primera iglesia romana abierta al culto según la tradición fue fundada por el papa San Calixto sobre una taberna meritoria, donde según la leyenda en 38 a.C. brotó aceite, lo que se interpretó como un anuncio del advenimiento del Mesías.
Reconstruida a mediados del siglo IV y remodelada entre los siglos VIII y IX, la actual data de la reconstrucción ordenada por Inocencio II en 1138-1148, para la que se emplearon materiales procedentes de las termas de Caracalla; las sucesivas intervenciones (modificaciones en la fachada y reconstrucción del pórtico, llevadas a cabo en 1702 por Carlo Fontana) no han alterado de manera significativa la estructura del tempo, que conserva sobre el frente el mosaico (siglo XIII) de la Virgen en el trono con dos donantes y dos procesiones de figuras femeninas. En el siglo XVIII se añadieron en el pórtico para su decoración, mármoles, esculturas y dedicatorias conservadas anteriormente en la basílica o en las catacumbas; los marcos de las tres puertas son de época imperial. También datan de época clásica las 22 columnas que estructuran en tres naves el interior, una de las más logradas obras de arquitectura del siglo XII, que ha sobrevivido a las reformas de los siglos XVI y XVII; el rico techo artesonado de madera, de 1617, es de Domenichino, mientras que el sagrario de mármol de la nave central es obra de Mino del Reame.
En el presbiterio, la fons olei indica el punto del que, según la tradición, brotó el aceite del suelo. Destacan los mosaicos del ábside, tanto los realizados en 1140-1143, que representan a Inocencio II con la maqueta de la basílica (bóveda), los profetas Jeremías e Isaías, símbolos de los evangelistas y los candelabros del Apocalipsis (arco), Cristo coronando a la Virgen (centro), santos, el Pabellón del paraíso con la mano del Eterno coronando al hijo y el Cordero místico (arriba) como los que se hallan a la altura de las ventanas, encargados a Pietro Cavallini (Vida de la Virgen). La cátedra de mármol con respaldo circular es del siglo XII. El altar de la capilla Altemps, de Martino Longhi el Viejo (1584-1485), a la izquierda del ábside, está adornado con la Virgen de la Clemencia* , tabla del siglo VI o VII (VV.AA. Guía total: Roma y el Vaticano. Anaya. Madrid, 2020).
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3968. ROMA** (I), capital: 6 de septiembre de 2023.
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