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domingo, 19 de marzo de 2017

1827. SAINT-DENIS (I), Seine - Saint-Denis: 17 de agosto de 2014.

1. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Basílica-catedral.

2. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Muros exteriores de la basílica-catedral.

3. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Puerta lateral de la fachada principal de la basílica-catedral.

4. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Nave central desde el nártex de la basílica-catedral.

5. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Bóvedas y vidrieras de la nave central de la basílica-catedral.

6. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Rosetón del crucero de la basílica-catedral.

7. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis, Tumba de Luis de Orleáns, de su esposa Valentina Visconti y de sus hijos Carlos y Felipe en el crucero de la basílica-catedral.

8. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Urna con el corazón de Francisco I, en el crucero de la basílica-catedral.

9. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Tumba de Francisco I, en el crucero de la basílica-catedral.

10. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Columna con el corazón de Francisco II, en el crucero de la basílica-catedral.

11. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Tumbas de Isabel de Aragón, Felipe III, Felipe IV, Clodoveo II y Carlos Martel en el crucero de la basílica-catedral.

12. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Tumba de Luis XII y Ana de Bretaña, en el crucero de la basílica-catedral.

13. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Tumba de Enrique II y Catalina de Medicis, en el crucero de la basílica-catedral.

14. SAINT-DENIS, Seine - Saint-Denis. Sepulcro de Luis XVI y María Antonieta, en el crucero de la basílica-catedral.

SAINT-DENIS (I), departamento de Seine - Saint-Denis: 17 de agosto de 2014.
   Como muchas de las ciudades de los alrededores de París, Saint-Denis tiene dos caras, una antigua y otra extremadamente moderna. La construcción del nuevo Stade de France, que albergó la Copa del Mundo de Fútbol en 1998, ha transformado Saint-Denis en una Ciudad de los Deportes, dando un nuevo empuje a uno de los centros más "calientes" de la provincia.
   La primera iglesia de Saint-Denis se remonta al año 475; el rey merovingio Dagoberto I la reconstruyó en 630, donó muchos objetos preciosos y fue enterrado aquí en el año 639, fundando así el tesoro y la necrópolis real. Al lado, en la antigua abadía, Napoleón instaló la Maison Nationale de la Legión d'Honneur; muy cerca, la iglesia neogótica de Saint-Denis-de-l'Estrée fue ideada por Viollet-le-Duc. La sede del periódico L'Humanité (obra del arquitecto Niemeyer, 1989), la ampliación del municipio y la place de la Halle son los símbolos de la nueva ciudad, que concentra un conjunto bastante sorprendente, para bien y para mal, de edificios contemporáneos.
   Saint-Denis**. La leyenda dice que, después de haber sido decapitado en Montmartre, Denis, el obispo de Lutèce (París), cogió su propia cabeza y caminó hacia el norte, donde cayó en un campo y fue enterrado por una pía mujer. En el lugar de la sepultura se edificó una basílica, que se convirtió en un centro de peregrinación y sucesivamente en una necrópolis real.
   La basílica es la primera gran obra monumental de arte gótico, con el nártex* de Suger, y la nave central* y el transepto* ideados por Pierre de Montreuil a finales del siglo XIII. En el interior se reúne un conjunto muy interesante y variado de estatuas* y tumbas*, realizadas en un periodo de 12 siglos. Durante mucho tiempo, a la luz de una lámpara siempre encendida, se veló aquí a los reyes, envueltos en un manto púrpura bordado con lirios dorados. Se decía que el espíritu del difunto sólo podría reunirse con sus antepasados una vez que el sucesor fuera elegido. En este mismo sitio, durante siglos se escuchó el famoso grito: "¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey! Hoy las tumbas están vacías, profanadas por la cólera revolucionaria. Los cuerpos de los reyes fueron sepultados en una fosa común y la basílica se transformó en el Templo de la Razón. Gran parte del Tesoro quedó disperso o se perdió: lo que se conserva se encuentra en el museo del Louvre y la Bibliothèque Nationale. Chateaubriand, en sus Memorias de ultratumba (1848), se lamentaba del ruinoso estado de la abadía: la lluvia entraba por las ventanas rotas y en la naves crecía la hierba. A mediados del siglo XIX Viollet-le-Duc la restauró y hoy es de nuevo posible recogerse en la penumbra de la catedral, entre las tumbas de todas formas y dimensiones, y entre un bosque de estatuas de distintas épocas.

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