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265. PARÍS, capital. Porte Saint Martin. |
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266. PARÍS, capital. Place Blanche. |
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267. PARÍS, capital. Señalética de la estación de metro de la Place Blanche. |
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268. PARÍS, capital. Ante el Moulin Rouge. |
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269. PARÍS, capital. En la entrada al Moulin de la Galette. |
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270. PARIS, capital. Vignes de Montmartre. |
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271. PARÍS, capital. Place du Tertre con una de las cúpulas del Sacré-Coeur. |
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272. PARÍS, capital. Otra visión de la place du Tertre. |
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273. PARÍS, capital. Acercándonos al Sacré-Coeur. |
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274. PARÍS, capital. Vista de la Tour Eiffel, en las inmediaciones del Sacré-Coeur. |
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275. PARÍS, capital. Ante el Sacré-Coeur. |
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276. PARÍS, capital. El Sacré-Coeur. |
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277. PARÍS, capital. Vista de la ciudad, desde el Sacré-Coeur. |
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278. PARÍS, capital. Interior del Sacré-Coeur. |
PARÍS** (XIV), capital del departamento, de la región y de Francia: 22 de agosto de 2014.
Porte St-Martin*. Este arco, proyectado en 1674 por el discípulo de Blondel, Pierre Bullet, mide 18 m de lado y tiene tres arcos, siendo el central el más alto. Una inscripción latina en la parte superior recuerda que fue construida en honor de Luis XIV por las victorias del Franco-Condado, descritas en los bajorrelieves que la decoran, esculpidos por Desjardins, Legros y Marsy.
LA "BUTTE" MONTMARTRE
Entre las villas anexionadas a París en 1860, Montmartre (18º arrondissement) es la que conserva una autonomía mayor y una fisonomía más característica. Considerado uno de los barrios más fascinantes y característicos de la capital, conserva su identidad pese a la afluencia masiva de turistas. Respetada por las grandes obras de la época imperial, la historia de la colina está "estratificada". El mito de Mercurio se encadena con la leyenda de la decapitación de Saint-Denis; el protectorado instaurado por los benedictinos con la ocupación española de 1590, la cosaca de 1814 y la inglesa de 1815. Pero Montmartre es, sobre todo, la imagen de la bohemia, de las historias de los grandes artistas que en el siglo XIX eligieron este lugar no sólo para trabajar, sino también para vivir. En los locales nocturnos, en las guinguettes, en los caféchantant con el sonido de la polca y del irresistible cancán. Para poder disfrutar de la atmósfera del barrio, de su dimensión de pequeña villa, sería mejor perderse entre las calles que ascienden por la colina hasta el Sacré-Coeur. Por todas partes se descubren rincones sugerentes; siempre se puede abandonar la calle principal para subir una escalinata, atravesar una reja, llegar a una terraza panorámica y divisar París.
Place Blanche. Atravesada por el boulevard de Clichy, con una interminable fila de autobuses turísticos aparcados delante de los miles de locales nocturnos, conserva aún una dimensión metropolitana. De hecho, el tráfico intenso estropea el mito de Pigalle, del cancán y del Moulin Rouge.
Rue Lepic. Esta calle sale de la Place Blanche y sube una empinada cuesta, animada en el primer tramo por un mercado popular; en el nº 54 vivió Van Gogh. Después de describir una gran curva, la calle pasa bajo un molino de viento, último superviviente de los viejos molinos de Montmartre, cuyo origen se remonta al siglo XVII y que en la actualidad es utilizado como reclamo de la famosa sala de baile del Moulin de la Galette, que debe su nombre a la costumbre del siglo XIX de servir galletas calientes a los hambrientos bailarines.
Vignes de Montmartre. Están en el cruce entre la rue des Saules y la rue St-Vincent. Parecía que este lugar estuviese destinado a desaparecer para dejar sitio a la especulación inmobiliaria, pero en torno a los años 30 del siglo XX una activa campaña disuasoria emprendida por algunos ilustres habitantes de Montmartre, como Poulbot, el diseñador del "niño de Montmartre" tantas veces representado en los muros del barrio y vendido como recuerdo en las tiendas de la place du Tertre, logró su supervivencia. En el lugar se plantó un viñedo y cada año, tras las fiestas de la vendimia, se vende en subasta el vino de Montmartre y los beneficios se entregan a obras de beneficiencia.
Place du Tertre. Equilibrada y algo aislada, con una espléndida vista de las blancas cúpulas del Sacré-Coeur, ésta sería una de las plazas más simpáticas de París si no tuviera una concentración tan alta de turistas y de retratistas callejeros. Fundada en el siglo XIV, la plaza fue arbolada en 1635; las Dames de Montmartre (las monjas benedictinas de la vecina abadía) fijaron una multa elevada para quien se atreviese a dañar los árboles. En el nº 3, en 1790 se instaló el primer ayuntamiento del Municipio de Montmartre. Tres años más tarde abrió sus puertas el célebre restaurante La mère-Catherine, que desde entonces ocupa con su terraza la rue Norvins. El paisaje más sugestivo se disfruta desde place du Calvaire. En rue Poulbot se encuentra el Espace Salvador Dalí que expone una bella colección del artista catalán.
Sacré-Coeur*. La lista de frases célebres que hablan de la fealdad del monumento es interminable. Las injurias dedicadas a sus constructores, también. Pero el Sacré-Coeur parece ignorar estos contratiempos; junto a la Tour Eiffel y la Tour Maine-Montparnasse, domina el perfil de la ciudad. No sólo se trata de piedra y arquitectura; la basílica se confunde formando un todo con los miles de peregrinos que día y noche (se practica la adoración perpetua con la ayuda de todas las parroquias de París) llenan las escaleras y sus naves.
Increíblemente blanca, realizada con la piedra calcárea de Château-Landon, que parece tener la propiedad de repeler el polvo, ofrece una imagen irreal; la esbeltez de las cúpulas, constreñidas en la base por un conjunto de volúmenes encastrados los unos en los otros, crea una imagen de verticalidad que apenas logran las catedrales góticas. Se necesitó más de 40 años para construirla. Para expiar los pecados de un siglo sin religión (la derrota prusiana, la Comuna, la pérdida de la Alsacia y de Lorena), dos nobles parisinos, Legentil y Rohault de Fleury, hicieron la promesa de construir una iglesia dedicada al culto del Sagrado Corazón. Se creó una asociación para recoger fondos para su edificación.
Las obras comenzaron en 1877 según un proyecto de Paul Abadie, con un objetivo que no dejaba lugar a dudas: ni catedral, ni iglesia, ni parroquia, sino un lugar de peregrinaje. Se explican así la presencia del Sagrario y de la escalinata, lo suficientemente amplios como para permitir la organización de procesiones y la construcción de numerosas capillas y de una iglesia subterránea para celebrar varias misas al mismo tiempo. Durante los 46 años de obras, el proyecto de estilo románico-bizantino de Abadie se modificó hasta perder el aspecto de pastiche, las referencias al clasicismo son escasas o descontextualizadas. Queda, sin embargo, el Sacré-Coeur, con sus cúpulas de "pan de azúcar" y el campanario con la campana Savoyarde (una de las más grandes del mundo).
Enlace a la Entrada anterior de París**:
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