1. BRAGA, capital. El palacio episcopal con la fuente de Sta. Bárbara. |
2. BRAGA, capital. Fuente de Sta. Bárbara. |
3. BRAGA, capital. Lateral del palacio episcopal. |
4. BRAGA, capital. Fachada principal de la Sé. |
5. BRAGA, capital. Muro lateral de la Sé. |
6. BRAGA, capital. Interior de la Sé. |
7. BRAGA, capital. Bóveda de la nave central de la Sé. |
8. BRAGA, capital. Nave lateral de la Sé. |
9. BRAGA, capital. Órganos de la Sé. |
10. BRAGA, capital. Detalle de los órganos de la Sé. |
11. BRAGA, capital. Bóvedas de la capilla mayor de la Sé. |
12. BRAGA, capital. Claustro de la Sé. |
13. BRAGA, capital. Capilla de la piedad de la Sé. |
14. BRAGA, capital. Mesa de altar de la Sé. |
15. BRAGA, capital. Muro de la capela de São Geraldo, en la Sé. |
16. BRAGA, capital. Otra de las capillas de la Sé. |
17. BRAGA, capital. Túmulo del infante Dom Afonso en la Sé. |
BRAGA* (I), capital del distrito: 18 de agosto de 2016.
Es curioso que Braga, una de las ciudades de mayor importancia histórica, económica y artística del norte de Portugal, sea la que alberga una población más joven. Según datos extraídos del censo que se hizo en el año 1991, los menores de 20 años constituían el 43 por ciento de los habitantes, mientras que los ancianos apenas llegaban a representar el 12 por ciento de la población total. Esta característica puede apreciarse en las plazas públicas, en los jardines e incluso en los cafés, donde predominan las parejas jóvenes -muchas de ellas con niños pequeños- y los adolescentes.
Como suele ser habitual en todas las ciudades fundadas por los romanos, en Braga, la antigua Bracara Augusta, todavía se advierte una disposición particular en el trazado de sus calles, una formación en retícula que denota los avanzados conceptos urbanísticos impuestos por los invasores. Por otro lado, poco más ha perdurado en Braga de la dominación romana, apenas una inscripción en una fuente conocida como o ídolo, varias piedras miliares y algunas lápidas epigráficas.
La fundación de Bracara Augusta tuvo lugar en el año 27 a.C. y estuvo justificada por la necesidad de contar con una capital administrativa que permitiera mantener bajo el control imperial de Roma una amplia provincia recién ganada a los lusitanos y celtíberos que se extendía por todo el sector noroeste peninsular, un territorio que comprendía toda la actual Galicia, la provincia portuguesa de Minho y buena parte de la de Trás-os-Montes. Suevos y visigodos la mantuvieron como capital entre los siglos V y VII, para cederla a los árabes en el 711. Braga volvió a cobrar pujanza tras la reconquista y gracias a la personalidad arrolladora de uno de sus obispos, Dom Pedro, responsable también de construir la primera edificación de la catedral, el monumento más importante de la ciudad, allá por el último cuarto del siglo XI. Desde este momento, la importancia del clero y la influencia de los arzobispos de Braga se mantuvo unido a la pujanza creciente de la ciudad, que se vio envuelta en prácticamente todos los episodios de la historia portuguesa. Fue en Braga donde en 1926 se produjo el levantamiento militar que impuso la dictadura en Portugal durante más de cuatro décadas.
El casco antiguo de Braga, donde se encuentran los monumentos de mayor interés, está cruzado por varias calles peatonales en las que bulle la actividad comercial. De todas ellas, la rua do Souto hace las veces de columna vertebral y cruza en línea recta el centro de la ciudad.
En un ensanchamiento de la rua do Souto se encuentra el antiguo Palacio Episcopal, sede del poderío político del arzobispado de Braga durante varios siglos. En realidad, el edificio está compuesto por tres construcciones distintas que fueron levantadas en los siglos XIV, XVI y XVIII. Juntas dan lugar a un enorme caserón de planta en forma de C en cuyo espacio central se ha levantado una fuente dedicada a Santa Bárbara. Los jardines que se extienden a espaldas del Palacio Episcopal están también consagrados a la patrona de mineros y artilleros. Es célebre su Biblioteca Pública, que atesora volúmenes y documentos muy antiguos, además de ser el archivo de la ciudad, y la sala de lectura, adornada con un bonito artesonado.
A pocos pasos de los jardines de Santa Bárbara, frente a la fachada del Ayuntamiento, un sólido edificio del siglo XVIII diseñado por el arquitecto local André Soares, se encuentra la deliciosa fuente barroca del Pelícano.
La Sé**. También muy cerca del Palacio Episcopal, pero al otro lado de la rua do Souto y oculta por una manzana de casas, se alza solemne la catedral (Sé) de Braga. La primera construcción era románica, aunque no queda de ella más que un pequeño pórtico abierto en el flanco sur y las arquivoltas de la fachada principal, además de un friso que rodea los muros de todo el edificio. Los ingredientes góticos fueron introducidos por artistas vascos llegados a Braga por intersecion de Diogo de Sousa, uno de los arzobispos más famosos e influyentes de cuantos estuvieron al frente de esta diócesis. Fue él quien se encargó de reconstruir la catedral en el primer tercio del siglo XVI y el que pidió a Nicolás Chanterène, uno de los célebres maestros escultores de la escuela de Coimbra, que tallara la imagen de Nossa Senhora do Leite, símbolo de la ciudad, que adorna los muros exteriores del ábside. Pero Diogo de Sousa no se limitó a engrandecer los edificios religiosos sino que, actuando como un verdadero mecenas, llegó la ciudad de palacios, fuentes, capillas y jardines, abrió nuevas calles, fundó centros docentes e hizo que Braga se convirtiera en una de las ciudades más importantes de la península Ibérica durante el siglo XVI.
El interior de la catedral es de un estilo barroco muy recargado y poco acorde con la soltura de líneas propia del románico que conserva la nave. Puede verse, a la izquierda, una pila bautismal manuelina y, enfrente, la capilla mortuoria del infante Dom Afonso. En la parte superior, situados uno frente al otro a ambos lados de la tribuna, hay dos órganos barrocos profusamente adornados con tallas de madera. De las cuatro capillas rectangulares que acogen el altar mayor, dos del lado de la epístola y otras dos del lado del evangelio, la primera de la derecha está consagrada al Santísimo Sacramento y tiene un curioso retablo* de madera policromada que representa el triunfo de la Iglesia -tema muy apropiado para ciudad como Braga-, cuya composición está inspirada en un cuadro de Rubens. La capilla de la izquierda está cubierta de azulejos con ilustraciones que se refieren a la vida de San Pedro de Rates, primer prelado de Braga, obra de António de Oliveira Bernardes. El retablo del altar mayor, del que sólo se conserva la escena de la Ascensión de Cristo, estaba esculpido en piedra de Ança y se atribuye también a los artistas vascos traídos por Diogo de Sousa. Bajo el altar se encuentra instalada una imagen gótica de Nossa Senhora de Braga*. Todo el conjunto se encuentra bajo una armoniosa bóveda* gótica surcada de nervaduras de estilo manuelino.
Una puerta abierta junto a la pila bautismal permite el acceso al claustro, de trazas románicas, como la catedral, pero reconstruido por Diogo de Sousa y vuelto a transformar más tarde, ya en el siglo XVIII. A través del claustro se puede subir a las dependencias del Tesoro*, un museo de arte sacro instalado en dos plantas de las antiguas salas capitulares y en el que se exhiben casullas, orfebrería religiosa -la pieza más valiosa es un cáliz manuelino utilizado por Diogo de Sousa-, imaginería y tallas procedentes del coro de la catedral, azulejos, grabados y manuscritos.
El resto de las dependencias que forman parte del conjunto de la catedral son capillas dispuestas en torno al claustro o a un patio que se abre junto al flanco derecho de la nave y que pueden visitarse en las mismas condiciones que el Museo de Arte Sacro. La capela de Santa Catalina cierra uno de los lados del claustro, tiene un retablo barroco plagado de angelotes y está repleto de exvotos de cera. La capela dos Reis alberga los sepulcros de Henrique de Borgoña y de su esposa Doña Teresa, padres del monarca Afonso Henriques, y acoge también bajo su bóveda gótica la momia de Lourenço Vicente, arzobispo de Braga y excombatiente de Aljubarrota. La capela de São Geraldo está cubierta de azulejos que representas escenas de la vida del santo y cuenta con un altar barroco que alberga su sepulcro. Por último, la capela da Nossa Senhora da Glória, con murales de estilo mudéjar, acoge el túmulo gótico de Gonçalo Pereira, obispo de Praga, y constituye una magnífica obra de imaginería.
Como suele ser habitual en todas las ciudades fundadas por los romanos, en Braga, la antigua Bracara Augusta, todavía se advierte una disposición particular en el trazado de sus calles, una formación en retícula que denota los avanzados conceptos urbanísticos impuestos por los invasores. Por otro lado, poco más ha perdurado en Braga de la dominación romana, apenas una inscripción en una fuente conocida como o ídolo, varias piedras miliares y algunas lápidas epigráficas.
La fundación de Bracara Augusta tuvo lugar en el año 27 a.C. y estuvo justificada por la necesidad de contar con una capital administrativa que permitiera mantener bajo el control imperial de Roma una amplia provincia recién ganada a los lusitanos y celtíberos que se extendía por todo el sector noroeste peninsular, un territorio que comprendía toda la actual Galicia, la provincia portuguesa de Minho y buena parte de la de Trás-os-Montes. Suevos y visigodos la mantuvieron como capital entre los siglos V y VII, para cederla a los árabes en el 711. Braga volvió a cobrar pujanza tras la reconquista y gracias a la personalidad arrolladora de uno de sus obispos, Dom Pedro, responsable también de construir la primera edificación de la catedral, el monumento más importante de la ciudad, allá por el último cuarto del siglo XI. Desde este momento, la importancia del clero y la influencia de los arzobispos de Braga se mantuvo unido a la pujanza creciente de la ciudad, que se vio envuelta en prácticamente todos los episodios de la historia portuguesa. Fue en Braga donde en 1926 se produjo el levantamiento militar que impuso la dictadura en Portugal durante más de cuatro décadas.
El casco antiguo de Braga, donde se encuentran los monumentos de mayor interés, está cruzado por varias calles peatonales en las que bulle la actividad comercial. De todas ellas, la rua do Souto hace las veces de columna vertebral y cruza en línea recta el centro de la ciudad.
En un ensanchamiento de la rua do Souto se encuentra el antiguo Palacio Episcopal, sede del poderío político del arzobispado de Braga durante varios siglos. En realidad, el edificio está compuesto por tres construcciones distintas que fueron levantadas en los siglos XIV, XVI y XVIII. Juntas dan lugar a un enorme caserón de planta en forma de C en cuyo espacio central se ha levantado una fuente dedicada a Santa Bárbara. Los jardines que se extienden a espaldas del Palacio Episcopal están también consagrados a la patrona de mineros y artilleros. Es célebre su Biblioteca Pública, que atesora volúmenes y documentos muy antiguos, además de ser el archivo de la ciudad, y la sala de lectura, adornada con un bonito artesonado.
A pocos pasos de los jardines de Santa Bárbara, frente a la fachada del Ayuntamiento, un sólido edificio del siglo XVIII diseñado por el arquitecto local André Soares, se encuentra la deliciosa fuente barroca del Pelícano.
La Sé**. También muy cerca del Palacio Episcopal, pero al otro lado de la rua do Souto y oculta por una manzana de casas, se alza solemne la catedral (Sé) de Braga. La primera construcción era románica, aunque no queda de ella más que un pequeño pórtico abierto en el flanco sur y las arquivoltas de la fachada principal, además de un friso que rodea los muros de todo el edificio. Los ingredientes góticos fueron introducidos por artistas vascos llegados a Braga por intersecion de Diogo de Sousa, uno de los arzobispos más famosos e influyentes de cuantos estuvieron al frente de esta diócesis. Fue él quien se encargó de reconstruir la catedral en el primer tercio del siglo XVI y el que pidió a Nicolás Chanterène, uno de los célebres maestros escultores de la escuela de Coimbra, que tallara la imagen de Nossa Senhora do Leite, símbolo de la ciudad, que adorna los muros exteriores del ábside. Pero Diogo de Sousa no se limitó a engrandecer los edificios religiosos sino que, actuando como un verdadero mecenas, llegó la ciudad de palacios, fuentes, capillas y jardines, abrió nuevas calles, fundó centros docentes e hizo que Braga se convirtiera en una de las ciudades más importantes de la península Ibérica durante el siglo XVI.
El interior de la catedral es de un estilo barroco muy recargado y poco acorde con la soltura de líneas propia del románico que conserva la nave. Puede verse, a la izquierda, una pila bautismal manuelina y, enfrente, la capilla mortuoria del infante Dom Afonso. En la parte superior, situados uno frente al otro a ambos lados de la tribuna, hay dos órganos barrocos profusamente adornados con tallas de madera. De las cuatro capillas rectangulares que acogen el altar mayor, dos del lado de la epístola y otras dos del lado del evangelio, la primera de la derecha está consagrada al Santísimo Sacramento y tiene un curioso retablo* de madera policromada que representa el triunfo de la Iglesia -tema muy apropiado para ciudad como Braga-, cuya composición está inspirada en un cuadro de Rubens. La capilla de la izquierda está cubierta de azulejos con ilustraciones que se refieren a la vida de San Pedro de Rates, primer prelado de Braga, obra de António de Oliveira Bernardes. El retablo del altar mayor, del que sólo se conserva la escena de la Ascensión de Cristo, estaba esculpido en piedra de Ança y se atribuye también a los artistas vascos traídos por Diogo de Sousa. Bajo el altar se encuentra instalada una imagen gótica de Nossa Senhora de Braga*. Todo el conjunto se encuentra bajo una armoniosa bóveda* gótica surcada de nervaduras de estilo manuelino.
Una puerta abierta junto a la pila bautismal permite el acceso al claustro, de trazas románicas, como la catedral, pero reconstruido por Diogo de Sousa y vuelto a transformar más tarde, ya en el siglo XVIII. A través del claustro se puede subir a las dependencias del Tesoro*, un museo de arte sacro instalado en dos plantas de las antiguas salas capitulares y en el que se exhiben casullas, orfebrería religiosa -la pieza más valiosa es un cáliz manuelino utilizado por Diogo de Sousa-, imaginería y tallas procedentes del coro de la catedral, azulejos, grabados y manuscritos.
El resto de las dependencias que forman parte del conjunto de la catedral son capillas dispuestas en torno al claustro o a un patio que se abre junto al flanco derecho de la nave y que pueden visitarse en las mismas condiciones que el Museo de Arte Sacro. La capela de Santa Catalina cierra uno de los lados del claustro, tiene un retablo barroco plagado de angelotes y está repleto de exvotos de cera. La capela dos Reis alberga los sepulcros de Henrique de Borgoña y de su esposa Doña Teresa, padres del monarca Afonso Henriques, y acoge también bajo su bóveda gótica la momia de Lourenço Vicente, arzobispo de Braga y excombatiente de Aljubarrota. La capela de São Geraldo está cubierta de azulejos que representas escenas de la vida del santo y cuenta con un altar barroco que alberga su sepulcro. Por último, la capela da Nossa Senhora da Glória, con murales de estilo mudéjar, acoge el túmulo gótico de Gonçalo Pereira, obispo de Praga, y constituye una magnífica obra de imaginería.
Textos de:
SERRA, Rafael y HITA, Carlos de. Guía Total: Portugal de punta a punta. Anaya. Madrid, 2004.
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