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1. ÓBIDOS, Leiria. La Porta da Vila. |
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2. ÓBIDOS, Leiria. Ante el oratorio de la Porta da Vila. |
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3. ÓBIDOS, Leiria. Calle típica de la población. |
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4. ÓBIDOS, Leiria. Otro rincón típico de la villa. |
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5. ÓBIDOS, Leiria. Igl. de Sta. Mª. |
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6. ÓBIDOS, Leiria. Portada de la igl. de Sta. Mª. |
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7. ÓBIDOS, Leiria. Interior de la igl. de Sta. Mª. |
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8. ÓBIDOS, Leiria. Decoración del interior de la igl. de Sta. Mª. |
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9. ÓBIDOS, Leiria. Retablo mayor de la igl. de Sta. Mª. |
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10. ÓBIDOS, Leiria. Retablo lateral de la igl. de Sta. Mª. |
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11. ÓBIDOS, Leiria. Sepulcro de João de Noronha o Moço y de su esposa Isabel de Sousa, en la igl. de Sta. Mª. |
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12. ÓBIDOS, Leiria. Fuente renacentista. |
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13. ÓBIDOS, Leiria. Fachada del museu municipal. |
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14. ÓBIDOS, Leiria. Fachada de la igl. da Misericórdia. |
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15. ÓBIDOS, Leiria. Igl. de São Pedro. |
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16. ÓBIDOS, Leiria. Interior de la igl. de São Pedro. |
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17. ÓBIDOS, Leiria. Retablo mayor de la igl. de São Pedro. |
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18. ÓBIDOS, Leiria. Crucificado de marfil de la igl. de São Pedro. |
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19. ÓBIDOS, Leiria. Otra portada de una capilla de la villa. |
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20. ÓBIDOS, Leiria. Igl. de Santiago y castillo. |
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21. ÓBIDOS, Leiria. Interior de la antigua igl. de Santiago. |
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22. ÓBIDOS, Leiria. Uno de los accesos al castillo. |
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23. ÓBIDOS, Leiria. Vista de la rua Direita desde la portada de la igl. de Santiago. |
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24. ÓBIDOS, Leiria. Otra vista del castillo. |
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25. ÓBIDOS, Leiria. Vista del castillo desde otra perspectiva. |
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26. ÓBIDOS, Leiria. Otro rincón típico de la villa medieval. |
ÓBIDOS** (I), distrito de Leiria: 20 de agosto de 2016.
Tienen razón los que dicen que la silueta de Óbidos, divisada desde el santuario do Senhor Jesus da Pedra, según se llega desde Caldas da Rainha, recuerda la forma de un barco. Las murallas vendrían a ser las bordas, el castillo sería también el de popa y el extremo aguzado que arranca desde la Porta da Vila y termina en la Torre de Facho puede parecerse al bauprés o a una esbelta proa. Una parte del caserío no cabe ya en cubierta y ha preferido extenderse sobre las laderas del cerro sobre el que está varado el largo cascarón de Óbidos. La rua Direita, que atraviesa el pueblo de un extremo al otro desde la Porta da Vila hasta el Castillo, hoy convertido en pousada, es el eje en torno al cual se articula todo el entramado urbano de Óbidos, que debe mucho al proceso de restauración iniciado en 1910. Entonces fue potenciada la imagen cubista que ofrece la población, en la que mandan los colores pastel (amarillo, azul) en zócalos y marcos de puertas y ventanas. El arquitecto Ramalho Ortigão recreó, asimismo, la escenografía medieval, empedrando todas las ruas con cantos de río y recuperando el remate almenado de la muralla; ésta había sido definida por D. João V, en la hora en que el sol se pone, como un cinto de ouro.
Lo que sería el puente de mando, una plazuela que precede a la entrada del castillo, permite abarcar de una mirada el apretado trabazón de las casas de Óbidos, sin lugar a dudas, uno de los pueblos más pintorescos de Portugal. Lástima que esté tan volcado hacia el turismo. El aspecto de barco encallado debió de ser todavía más evidente en el pasado, cuando la ciudad estaba prácticamente asentada en las orillas de un profundo golfo cuyo último vestigio es la actual
lagoa (laguna) de Óbidos.
Óbidos fue ganada a los moros por el rey Afonso Henriques y por su capitán Gonçalo Mendes en el año 1148, impulsados por la necesidad de eliminar las bolsas de resistencia sarracenas antes de emprender nuevas campañas al sur del Tajo. Un siglo más tarde, Dinis mandó levantar el castillo y estableció el privilegio de conceder la villa a las reinas de Portugal, costumbre que se mantuvo hasta 1833, luego de ofrecérselo como regalo a su esposa Isabel. Las murallas que protegen al pueblo son aún posteriores y se deben a la iniciativa de otro soberano: Fernando I.
Entrar en Óbidos con vehículo es una temeridad y un insulto para sus inmaculadas callejuelas de casitas blancas. Las indicaciones remiten a la parte trasera del pueblo, a espaldas del Castillo, donde se ha habilitado un amplio aparcamiento. Sin embargo, es más recomendable dejar el coche en la parte baja y emprender el recorrido a pie desde la
Porta da Vila.
La que era y sigue siendo la principal puerta de entrada al pueblo salva las murallas por medio de un pasadizo en retranqueo que contribuiría a defender el acceso de los posibles enemigos al interior. En uno de los muros bajo techo se instaló un
oratorio decorado con azulejos del siglo XVIII que representan dos escenas de la vida de Jesús: la agonía y el lance del Huerto de los Olivos, en el que San Pedró cortó una oreja a un soldado romano. La calle principal arranca de la plazoleta de entrada y está practicamente dedicada al comercio. Casi todos los bajos son tiendecitas de artesanía o establecimientos hosteleros. La Oficina de Turismo se encuentra a la mitad del recorrido, justo antes de llegar al largo da Praça.
En esta misma plaza
*, la más despejada de Óbidos, además del
pelourinho de João II, una fuente renacentista y algunas
mansiones de buena planta, como la
Casa do Telheiro, se encuentra la
iglesia de Santa Maria*, un edificio de enorme solera que pasó de ser templo visigótico a mezquita árabe y, después de la reconquista, fue consagrado de nuevo a la fe cristiana. Tras la reconstrucción emprendida durante el reinado de João III (1521-1557), sufrió severas modificaciones que casi borraron las influencias artísticas anteriores y prácticamente todo su aspecto medieval. En lo alto del pórtico, enmarcado por cuatro columnas, se ha instalado una hornacina con la figura de la Virgen y, en torno a ella hay una corte de ángeles.
El
interior, separado en tres naves por dos filas de columnas dóricas, está decorado con cerámica azul y blanca del siglo XVII, en la que predominan los motivos vegetales dispuestos en formaciones geométricas. Además, sus paredes están adornadas con más de 20 pinturas al óleo de distintos autores, entre las que destacan las de Baltasar Gómez Figueira y las de la pintora sevillana Josefa de Ayala (1634-1684), más conocida como Josefa de Óbidos tras escoger esta localidad como residencia. En cuanto a los ocho lienzos del retablo son obra de João da Costa (siglo XVII) y representan escenas de la vida de María.
A la izquierda del altar mayor, junto a una
capilla dedicada a San Blas, se encuentra situado el
sepulcro renacentista de João de Noronha o Moço, alcalde mayor de Óbidos, muerto en el año 1525, y de su esposa, Isabel de Sousa. El grupo escultórico, una Piedad, se ha atribuido al taller de Jean de Rouen, uno de los artistas pertenecientes a la escuela de Coimbra, pero algunos autores afirman que se debe al cincel de Nicolás de Chanterène, y que fue ejecutado entre los años 1526 y 1528.
A espaldas de la iglesia de Santa María, en lo que fueron las dependencias del antiguo ayuntamiento, se encuentra situado actualmente el
Museu Municipal hoy rehabilitado por la Fundación Gulbenkian. En sus salas se exhiben restos romanos, árabes y medievales hallados en la ciudad y sus alrededores, recuerdos de las batallas sostenidas contra las tropas de ocupación napoleónicas y abundantes obras de arte, entre las que no podía faltar una buena muestra de las pinturas de Josefa de Óbidos. Está previsto el traslado del museo para el Solar da Praça.
Cerca del Museo, un par de casas más allá en dirección a la Porta da Vila, se encuentra situada la
iglesia da Misericórdia, antigua capilla do Espíritu Santo, un edificio entre barroco y renacentista cuyo pórtico está rematado por una curiosa imagen de la Virgen hecha en loza vidriada.
Por esta misma calle se alcanza una plazuela en la que se alza la
iglesia de São Pedro, un edificio muy reconstruido cuyo principal interés desde un punto de vista artístico es el gran retablo barroco de su altar mayor, con una pintura central de João da Costa que representa a San Pedro recibiendo de Cristo las llaves del cielo.
De nuevo en la rua Direita se llega por fin al tramo final del pueblo, siempre en cuesta, donde se encuentran instalados el
castillo y la
iglesia de Santiago**. El templo ha sido sometido a tantas reconstrucciones a lo largo del tiempo, que ha terminado por adquirir un aspecto casi colonial; ha acabado perdiendo en el proceso la mayor parte de sus valores arquitectónicos, si bien hay que reconocer que ocupa un lugar de privilegio como antigua capilla del castillo. En cuanto a la fortaleza, fue transformada en palacio durante el siglo XVI -un crinsteio que mantiene la actual pousada de sólo seis habitaciones y dos suites- y todavía conserva numerosos elementos valiosos, entre los que se pueden citar el arco de entrada o sus ventanas de estilo manuelino, geminadas, y no menos curiosidades, como el aljibe descubierto en el año 1931 al pie de la torre del homenaje.
Las
murallas, que parten de este punto y rodean el pueblo, fueron levantadas por los moros y reforzadas posteriormente en varias ocasiones.
Fuera ya del recinto amurallado, merecen una visita la
iglesia de São João Baptista, levantada en el lugar de un antiguo oratorio visigótico y cuyo retablo alberga una pintura atribuida a Josefa de Óbidos, y el
santuario do Senhor Jesus da Pedra*, un curioso templo de estilo barroco de planta circular e interior en forma de hexágono regular, con tres proyecciones exteriores correspondientes a la sacristía y a dos torreones adosados a ambos lados de la puerta de entrada. Estos proyectos nunca llegaron a terminarse, pero bajo sus soportales encontraban refugio los tullidos que llegaban al oratorio en busca de remedio o consuelo.
Centro de peregrinación desde hace doscientos años, a este santuario se le atribuyen curaciones milagrosas y todo tipo de hechos insólitos ocurridos durante su construcción. Todavía conserva en su interior una antiquísima cruz de piedra, con una figura antropomórfica tallada, que es el principal motivo de veneración y la causa de que se levantaran distintos santuarios en la zona hasta culminar en el actual.
SERRA, Rafael y HITA, Carlos de. Guía Total: Portugal de punta a punta. Anaya. Madrid, 2004.
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