1. BUÇACO, Aveiro - Viseu y Coimbra. Exterior del convento. |
2. BUÇACO, Aveiro - Viseu y Coimbra. Parte de la igl. del convento. |
3. BUÇACO, Aveiro - Viseu y Coimbra. Una de las celdas del convento. |
4. BUÇACO, Aveiro - Viseu y Coimbra. Vista general del Palace Hotel. |
5. BUÇACO, Aveiro - Viseu y Coimbra. El pabellón principal del Palace Hotel. |
6. BUÇACO, Aveiro - Viseu y Coimbra. Otra perspectiva del Palace Hotel. |
7. BUÇACO, Aveiro - Viseu y Coimbra. Otro de los pabellones del Palace Hotel. |
8. BUÇACO, Aveiro - Viseu y Coimbra. Galería del Palace Hotel. |
9. BUÇACO, Aveiro - Viseu y Coimbra. En el interior de la galería del Palace Hotel. |
10. BUÇACO, Aveiro - Viseu y Coimbra. En los jardines del Palace Hotel. |
11. BUÇACO, Aveiro - Viseu y Coimbra. En los jardines, ante el Palace Hotel. |
BUÇACO (I), distritos de Aveiro, Viseu y Coimbra: 19 de agosto de 2016.
El Parque Forestal de Buçaco* está situado en el extremo septentrional de una pequeña sierra homónima que discurre unos 20 km, en sentido sudeste-noroeste, entre las poblaciones de Penacova y Ninho de Águia, cerca de Coimbra. Su cota más elevada, la Cruz Alta (545 m), se encuentra también en el interior de los muros que encierran el resto del parque, uno de los más interesantes y variados jardines botánicos de toda Europa. Buçaco tiene una extensión total de 105 h y las tapias que rodean el parque miden 5.300 m de perímetro.
En su interior se encuentran ejemplares centenarios de algunas especies de árboles procedentes de los tres continentes en los que los portugueses fundaron colonias y, en general, de todos los rincones del mundo: araucarias del Brasil, cedros de Himalaya y del Atlas, abetos del Cáucaso, pinos de México, secuoias de Norteamérica, acacias australianas, eucaliptos de Tasmania, fresnos de Pensilvania, tilos americanos, ginkgos asiáticos y numerosos helechos arborescentes que jalonan el llamado valle dos Fetos, una de las zonas más visitadas del parque.
Pero en Buçaco se encuentran también una amplia representación de la flora europea y portuguesa, con especies tan características de la vegetación ibérica como el tejo, el madroño, el olmo, el haya, el rododendro, el alcornoque, los robles, varios pinos y una especie de cedro, Cypresus lusitanica, que, a pesar de su nombre latino, procede de Guatemala, México y Costa Rica. Lo de lusitanica se debe a que fue introducido en Portugal hace tres siglos y se cultiva con éxito en multitud de parques y jardines urbanos.
La historia de Buçaco se remonta al siglo VI, cuando una reducida comunidad de frailes benedictinos escogió las soledades de esta sierra para instalar un humilde oratorio. Años más tarde, cuando se disolvió la congregación, los terrenos pasaron a depender del obispado de Coimbra, que mantuvo el mismo celo que habían puesto antes los monjes de San Benito en la defensa y en los cuidados del bosque. En el año 1622, una bula del papa Gregorio XV prohibió que las mujeres penetraran en los retiros de los frailes, incluido este lugar semisalvaje dedicado a la oración y el recogimiento. Según cuenta la leyenda, la prohibición papal estuvo a punto de provocar un conflicto diplomático varios años más tarde, cuando la reina Catalina, viuda de Carlos II de Inglaterra, se empeñó en visitar Buçaco. Como la orden del Papa era tajante y decía textualmente que ninguna mujer podía traspasar la puerta que daba acceso al interior de parque, los encargados del protocolo encontraron un resquicio legal y propusieron abrir una nueva puerta, asunto sobre el que nada había dicho el pontífice, y que en consecuencia se conoce desde entonces como Portas da Rainha. Otros autores opinan que el título se debe a que fue reabierta para permitir el paso a la reina María II y a todo su séquito en 1704.
Algún tiempo después, en el año 1626, el obispo de Coimbra João Manuel decidió otorgar esta parcela boscosa de sus dominios a la orden de los carmelitas descalzos. Por aquella época, los carmelitas estaban barajando posibles emplazamientos de lo que definían como un "desierto" -al estilo bíblico-, en el cual pudieran recogerse y meditar. Los frailes aceptaron y construyeron allí un pequeño convento que se mantuvo siempre ocupado por una comunidad de religiosos hasta que el Estado adoptó la medida de disolver las órdenes monásticas allá por el año 1834. Además de levantar varias ermitas y un muro que los aislara de las tentaciones terrenales, los monjes iniciaron la labor de plantar algunos de los ejemplares de plantas exóticas que traían a Portugal los marinos y naturalistas que volvían de las colonias de África, América y Asia, hasta formar con ellas lo que con el tiempo serían un gran jardín botánico. Los carmelitas trataban de proteger y de mejorar así su precioso bosque, teoría que hoy sería bastante discutida por los ecólogos. En cuanto a la salvaguarda del parque, los frailes de Buçaco fueron unos pioneros en la defensa de la naturaleza: gracias a una bula dictada por el papa Urbano en el año 1643, cabía pena de excomunión para los que cortaran o dañaran un árbol en este lugar.
En el año 1834, a raíz de que se suprimieran las órdenes religiosas en Portugal, el parque de Buçaco pasó a depender del Estado, que mantuvo no obstante su función como jardín botánico. Por lo tanto, son ya casi cuatro siglos de atentos cuidados y constantes experimentos de aclimatación con especies vegetales exóticas.
De la primera construcción levantada por los carmelitas apenas se conserva la fachada, el vestíbulo, la iglesia -sin demasiado interés- y un claustro que daba acceso a las celdas de los monjes, recubiertas de corcho para que este aislante natural les ayudara a luchar contra el frío. La mayor parte del convento desapareció en 1888 a consecuencia de las obras de construcción de un palacio real que debía cumplir, en realidad, las funciones de un pabellón de caza y que hoy se ha convertido en el Palace Hotel de Buçaco*, uno de los establecimientos hoteleros más suntuosos y mejor situados de Portugal, incluida toda su célebre red de pousadas. El edificio fue diseñado por el arquitecto italiano Luigi Manino y se terminó de construir a finales del siglo pasado, con un amplio surtido de influencias estilísticas entre las que predomina el manuelino. ¡Manuelino del siglo XX! En el año 1907, apenas terminadas las obras y tras la abolición de la monarquía, el palacio fue convertido en hotel.
Los paneles de azulejos que adornan las galerías porticadas exteriores representan escenas de la obra cumbre de la literatura portuguesa, Os Ludíadas, del ínclito Luis de Camões (1524-1580), mientras que los azulejos de la entrada reproducen la batalla de Buçaco entre los franceses y un ejército mixto compuesto por tropas lusas y británicas. Otros paneles interesantes del edificio se ocupan de ilustrar episodios de las guerras coloniales o de las gestas protagonizadas por los navegantes y descubridores portugueses.
Los carmelitas, en su afán edificador, construyeron también el vía crucis barroco que une la explanada donde se levantaba su monasterio con el punto culminante de esta parte de la sierra, la Cruz Alta*, un magnífico mirador desde el que se divisan las laderas densamente arboladas del parque, una amplia panorámica sobre las tierras llanas que se despliegan a los pies de Buçaco y, surgiendo entre la vegetación, la torre y los tejados del hotel y del monasterio de los carmelitas.
Uno de los preceptos de la orden era la meditación en solitario, lejos de la vida cotidiana del monasterio y, con el propósito de que los frailes pudieran aislarse del resto de la congregación y someterse a este duro sacrificio, se levantaron hasta once ermitas dentro de los muros de Buçaco, repartidas sobre todo por la mitad superior del parque.
También hay tres capillas, dedicadas a São João da Cruz, São Pedro y Santa Maria Madalena, en el recorrido que una las portas de Coimbra con el monasterio. Y numerosas fuentes utilizadas por los anacoretas en sus retiros: la fonte de Samaritana, la de Santo Elías, Santa Teresa, São Silvestre y la fonte Fria, entre otras. Según una vieja leyenda, el hecho de que no haya urracas dentro del parque se debe a que una de estas aves estaba siendo adiestrada por un fraile que cumplía el precepto de la oración en solitario para que le hiciera compañía y, cuando se descubrió la falta, el prior del convento clamó al cielo para que ningún córvido de esta especie volviera a entrar en Buçaco. Se dice que las urracas revolotean tapias afuera, pero que nunca penetran en el interior.
Además de las Portas da Rainha, el muro que rodea el parque dispone de otras puertas de entrada. Las Portas de Coimbra eran la principal vía de acceso al interior del parque en los años posteriores a la construcción del monasterio. Rematadas por una espadaña central, exhiben sendas lápidas en las que se reproducen las dos bulas papales que se refieren a Buçaco: la que prohíbe la entrada de mujeres a los "desiertos" de los carmelitas y la que amenaza con la excomunión a los enemigos de los árboles. Desde la terraza que precede a las puertas se obtiene una buena panorámica de los alrededores.
La Porta de Sula se encuentra próxima a la aldea del mismo nombre, las de Ameias y das Lapas se abren a los caminos que vienen de Penacova, la de Luso conecta directamente con la parte alta de esta estación termal, la de Degraus, una larga escalinata que parte también de Luso, apenas se utiliza dada su dureza y, por último, la Porta da Cruz Alta se encuentra en el punto cimero de la sierra y conduce al mirador antes reseñado, etapa final del vía crucis que parte del monasterio.
En la vertiente septentrional de la sierra de Buçaco tuvo lugar una famosa batalla el 27 de septiembre de 1810 en la que se enfrentaron las tropas luso-británicas mandadas por Wellington y las francesas dirigidas por el general Masséna. Era la tercera campaña de los ejércitos de Napoleón en Portugal y tampoco en aquella oportunidad lograron alzarse con la victoria. Wellington, un héroe nacional de adopción, derrotó de nuevo a los franceses en la batalla de Buçaco. La noche anterior pernoctó en una de las viejas celdas del monasterio carmelita que todavía se conservan junto al magnífico hotel actual. En el Museu Histórico e Militar da Guerra Peninsular, situado extramuros, junto a las Portas da Rainha, pueden seguirse con detalle los pormenores de esta histórica batalla y de otros episodios de la lucha contra los franceses en Portugal. Junto a este pequeño museo está la capilla de Nossa Senhora da Vitória y, un poco más allá, siguiendo la carretera que va a la Cruz Alta y junto a las tapias del parque, se levanta un monumento conmemorativo de la batalla de Buçaco y de los héroes que protagonizaron la resistencia contra los franceses.
En su interior se encuentran ejemplares centenarios de algunas especies de árboles procedentes de los tres continentes en los que los portugueses fundaron colonias y, en general, de todos los rincones del mundo: araucarias del Brasil, cedros de Himalaya y del Atlas, abetos del Cáucaso, pinos de México, secuoias de Norteamérica, acacias australianas, eucaliptos de Tasmania, fresnos de Pensilvania, tilos americanos, ginkgos asiáticos y numerosos helechos arborescentes que jalonan el llamado valle dos Fetos, una de las zonas más visitadas del parque.
Pero en Buçaco se encuentran también una amplia representación de la flora europea y portuguesa, con especies tan características de la vegetación ibérica como el tejo, el madroño, el olmo, el haya, el rododendro, el alcornoque, los robles, varios pinos y una especie de cedro, Cypresus lusitanica, que, a pesar de su nombre latino, procede de Guatemala, México y Costa Rica. Lo de lusitanica se debe a que fue introducido en Portugal hace tres siglos y se cultiva con éxito en multitud de parques y jardines urbanos.
La historia de Buçaco se remonta al siglo VI, cuando una reducida comunidad de frailes benedictinos escogió las soledades de esta sierra para instalar un humilde oratorio. Años más tarde, cuando se disolvió la congregación, los terrenos pasaron a depender del obispado de Coimbra, que mantuvo el mismo celo que habían puesto antes los monjes de San Benito en la defensa y en los cuidados del bosque. En el año 1622, una bula del papa Gregorio XV prohibió que las mujeres penetraran en los retiros de los frailes, incluido este lugar semisalvaje dedicado a la oración y el recogimiento. Según cuenta la leyenda, la prohibición papal estuvo a punto de provocar un conflicto diplomático varios años más tarde, cuando la reina Catalina, viuda de Carlos II de Inglaterra, se empeñó en visitar Buçaco. Como la orden del Papa era tajante y decía textualmente que ninguna mujer podía traspasar la puerta que daba acceso al interior de parque, los encargados del protocolo encontraron un resquicio legal y propusieron abrir una nueva puerta, asunto sobre el que nada había dicho el pontífice, y que en consecuencia se conoce desde entonces como Portas da Rainha. Otros autores opinan que el título se debe a que fue reabierta para permitir el paso a la reina María II y a todo su séquito en 1704.
Algún tiempo después, en el año 1626, el obispo de Coimbra João Manuel decidió otorgar esta parcela boscosa de sus dominios a la orden de los carmelitas descalzos. Por aquella época, los carmelitas estaban barajando posibles emplazamientos de lo que definían como un "desierto" -al estilo bíblico-, en el cual pudieran recogerse y meditar. Los frailes aceptaron y construyeron allí un pequeño convento que se mantuvo siempre ocupado por una comunidad de religiosos hasta que el Estado adoptó la medida de disolver las órdenes monásticas allá por el año 1834. Además de levantar varias ermitas y un muro que los aislara de las tentaciones terrenales, los monjes iniciaron la labor de plantar algunos de los ejemplares de plantas exóticas que traían a Portugal los marinos y naturalistas que volvían de las colonias de África, América y Asia, hasta formar con ellas lo que con el tiempo serían un gran jardín botánico. Los carmelitas trataban de proteger y de mejorar así su precioso bosque, teoría que hoy sería bastante discutida por los ecólogos. En cuanto a la salvaguarda del parque, los frailes de Buçaco fueron unos pioneros en la defensa de la naturaleza: gracias a una bula dictada por el papa Urbano en el año 1643, cabía pena de excomunión para los que cortaran o dañaran un árbol en este lugar.
En el año 1834, a raíz de que se suprimieran las órdenes religiosas en Portugal, el parque de Buçaco pasó a depender del Estado, que mantuvo no obstante su función como jardín botánico. Por lo tanto, son ya casi cuatro siglos de atentos cuidados y constantes experimentos de aclimatación con especies vegetales exóticas.
De la primera construcción levantada por los carmelitas apenas se conserva la fachada, el vestíbulo, la iglesia -sin demasiado interés- y un claustro que daba acceso a las celdas de los monjes, recubiertas de corcho para que este aislante natural les ayudara a luchar contra el frío. La mayor parte del convento desapareció en 1888 a consecuencia de las obras de construcción de un palacio real que debía cumplir, en realidad, las funciones de un pabellón de caza y que hoy se ha convertido en el Palace Hotel de Buçaco*, uno de los establecimientos hoteleros más suntuosos y mejor situados de Portugal, incluida toda su célebre red de pousadas. El edificio fue diseñado por el arquitecto italiano Luigi Manino y se terminó de construir a finales del siglo pasado, con un amplio surtido de influencias estilísticas entre las que predomina el manuelino. ¡Manuelino del siglo XX! En el año 1907, apenas terminadas las obras y tras la abolición de la monarquía, el palacio fue convertido en hotel.
Los paneles de azulejos que adornan las galerías porticadas exteriores representan escenas de la obra cumbre de la literatura portuguesa, Os Ludíadas, del ínclito Luis de Camões (1524-1580), mientras que los azulejos de la entrada reproducen la batalla de Buçaco entre los franceses y un ejército mixto compuesto por tropas lusas y británicas. Otros paneles interesantes del edificio se ocupan de ilustrar episodios de las guerras coloniales o de las gestas protagonizadas por los navegantes y descubridores portugueses.
Los carmelitas, en su afán edificador, construyeron también el vía crucis barroco que une la explanada donde se levantaba su monasterio con el punto culminante de esta parte de la sierra, la Cruz Alta*, un magnífico mirador desde el que se divisan las laderas densamente arboladas del parque, una amplia panorámica sobre las tierras llanas que se despliegan a los pies de Buçaco y, surgiendo entre la vegetación, la torre y los tejados del hotel y del monasterio de los carmelitas.
Uno de los preceptos de la orden era la meditación en solitario, lejos de la vida cotidiana del monasterio y, con el propósito de que los frailes pudieran aislarse del resto de la congregación y someterse a este duro sacrificio, se levantaron hasta once ermitas dentro de los muros de Buçaco, repartidas sobre todo por la mitad superior del parque.
También hay tres capillas, dedicadas a São João da Cruz, São Pedro y Santa Maria Madalena, en el recorrido que una las portas de Coimbra con el monasterio. Y numerosas fuentes utilizadas por los anacoretas en sus retiros: la fonte de Samaritana, la de Santo Elías, Santa Teresa, São Silvestre y la fonte Fria, entre otras. Según una vieja leyenda, el hecho de que no haya urracas dentro del parque se debe a que una de estas aves estaba siendo adiestrada por un fraile que cumplía el precepto de la oración en solitario para que le hiciera compañía y, cuando se descubrió la falta, el prior del convento clamó al cielo para que ningún córvido de esta especie volviera a entrar en Buçaco. Se dice que las urracas revolotean tapias afuera, pero que nunca penetran en el interior.
Además de las Portas da Rainha, el muro que rodea el parque dispone de otras puertas de entrada. Las Portas de Coimbra eran la principal vía de acceso al interior del parque en los años posteriores a la construcción del monasterio. Rematadas por una espadaña central, exhiben sendas lápidas en las que se reproducen las dos bulas papales que se refieren a Buçaco: la que prohíbe la entrada de mujeres a los "desiertos" de los carmelitas y la que amenaza con la excomunión a los enemigos de los árboles. Desde la terraza que precede a las puertas se obtiene una buena panorámica de los alrededores.
La Porta de Sula se encuentra próxima a la aldea del mismo nombre, las de Ameias y das Lapas se abren a los caminos que vienen de Penacova, la de Luso conecta directamente con la parte alta de esta estación termal, la de Degraus, una larga escalinata que parte también de Luso, apenas se utiliza dada su dureza y, por último, la Porta da Cruz Alta se encuentra en el punto cimero de la sierra y conduce al mirador antes reseñado, etapa final del vía crucis que parte del monasterio.
En la vertiente septentrional de la sierra de Buçaco tuvo lugar una famosa batalla el 27 de septiembre de 1810 en la que se enfrentaron las tropas luso-británicas mandadas por Wellington y las francesas dirigidas por el general Masséna. Era la tercera campaña de los ejércitos de Napoleón en Portugal y tampoco en aquella oportunidad lograron alzarse con la victoria. Wellington, un héroe nacional de adopción, derrotó de nuevo a los franceses en la batalla de Buçaco. La noche anterior pernoctó en una de las viejas celdas del monasterio carmelita que todavía se conservan junto al magnífico hotel actual. En el Museu Histórico e Militar da Guerra Peninsular, situado extramuros, junto a las Portas da Rainha, pueden seguirse con detalle los pormenores de esta histórica batalla y de otros episodios de la lucha contra los franceses en Portugal. Junto a este pequeño museo está la capilla de Nossa Senhora da Vitória y, un poco más allá, siguiendo la carretera que va a la Cruz Alta y junto a las tapias del parque, se levanta un monumento conmemorativo de la batalla de Buçaco y de los héroes que protagonizaron la resistencia contra los franceses.
Textos de:
SERRA, Rafael y HITA, Carlos de. Guía Total: Portugal de punta a punta. Anaya. Madrid, 2004.
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