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domingo, 18 de marzo de 2018

2191. AVEIRO* (I), capital: 19 de agosto de 2016.

1. AVEIRO, capital. Las típicas moliceiras en el Canal Central.
2. AVEIRO, capital. Calle adornada con redes y peces.
3. AVEIRO, capital. Paseando bajo las redes y peces de una calle típica.
4. AVEIRO, capital. Fachada del Ayuntamiento.
5. AVEIRO, capital. Fachada de la igl. da Misericórdia.
6. AVEIRO, capital. Interior de la igl. da Misericórdia.
7. AVEIRO, capital. Capilla mayor de la igl. da Misericórdia.
8. AVEIRO, capital. Fachada de la igl. de Vera Cruz.
9. AVEIRO, capital. Interior de la igl. de Vera Cruz.
AVEIRO* (I), capital del distrito: 19 de agosto de 2016.
   Aveiro es, sin lugar a dudas, una de las ciudades más bellas de Portugal. Desde sus orígenes se ha mantenido siempre al borde del agua, primero en la orilla del mar y luego, tras el cierre de la bahía, en la ribera de una amplia ría, con la que se funde a través de sus canales. Decir que Aveiro es la Venecia portuguesa tal vez sea exagerado, desde luego tópico, pero sí que puede estar considerada como una ciudad marismeña, con todo el encanto que rezuma de los lugares fronterizos entre la tierra y el agua.
   El complejo lagunar de la ría de Aveiro se extiende en la actualidad sobre una superficie de 50.000 ha y está conectado con el mar por medio de un canal artificial abierto por el francés Oudinot en 1806. La dinámica litoral que ha mantenido apartada a Aveiro de la orilla del mar se explica por una lenta serie de transformaciones que comenzaron durante la última fase glaciar. En primer lugar, algunos lechos marinos que estaban al descubierto se vieron nuevamente anegados y, en consecuencia, se trastocó todo el sistema de circulación de las corrientes marinas. Éstas pasaron a ser dominantes en sentido norte-sur, paralelo a la costa actual, y su efecto se vio reforzado por los vientos procedentes del cuadrante noroeste. El resultado de todos estos factores fue un mayor transporte de sedimentos a lo largo de la fachada atlántica y su acumulación posterior en los puntos de la costa donde islotes y otras barreras naturales interrumpían su trayectoria. Este proceso, a grandes rasgos, es el que provocó las modificaciones de la línea costera cuyas consecuencias hoy contemplamos, entre ellas el cierre de la ría de Aveiro y la aparición de sensacionales playas arenosas.
   Las primeras referencias históricas en torno a Aveiro aluden a la explotación de sus salinas. Más tarde se menciona también su riqueza pesquera y el transporte marítimo. Las ciudades portuarias adquirieron un enorme valor tras la reconquista debido a que las rutas marítimas eran más seguras y rápidas para el comercio que las terrestres. El infante Dom Pedro, hijo del rey João I, dotó a Aveiro de un cinturón de murallas e instituyó una feria anual que todavía se celebra en el mes de marzo. Pero fue en el siglo XVI cuando las ciudades costeras del norte de Portugal, entre ellas Aveiro, conocieron el período de mayor esplendor gracias a las campañas de pesca en aguas de Terranova.
   El cierre de la barra de la ría en 1685 acabó con la pujanza marinera de Aveiro y la ciudad se vio sumida en un período de decadencia que se mantuvo hasta el siglo XIX. Los 12.000 habitantes censados en 1512 se convirtieron en apenas 3.500 a finales del siglo XVII. La conexión directa con el mar no pudo restablecerse hasta el año 1808 y para ello fue preciso usar como material de obra las últimas piedras de sus murallas medievales.
   Hoy en día, Aveiro es el segundo puerto pesquero de Portugal, sólo superado en capturas y registro bruto por el de Matosinhos, una localidad del área metropolitana de Porto. Asimismo, es preciso incluir en este apartado la productiva labor de marisqueo que se realiza en las aguas someras de la ría. Aveiro es también el tercer polígono industrial del país, tras Lisboa y Porto.
   La explotación agrícola se encuentra repartida en numerosísimos minifundios, consecuencia lógica de la desigualdad territorial provocada por las marismas, y los cultivos se abonan con las algas y el limo (moliço) que se extraen del fondo de la ría por medio de las típicas barcas moliceiras. Además, la zona es célebre por la pureza de sus arcillas y sustenta una famosa industria de cerámica y porcelanas. Por otro lado, las salinas siguen siendo tan productivas como antaño.
   La zona más atractiva de la ciudad es, desde luego, la enmarcada por los canales. Entre el canal de São Roque, el canal das Pirâmides y el canal Central se encuentra el apretado barrio de los pescadores, todo él de calles estrechas y casitas blancas, así como el pintoresco y bullicioso Mercado del Pescado (Peixe). Desde la orilla opuesta del canal de San Roque y hacia la ría se extiende la retícula blanquecina de las salinas. Hay días en que el trasiego de sal camino de los almacenes es casi constante.
   Como contrapunto al barrio de los pescadores, las mansiones señoriales que jalonan el canal Central revelan el desahogo económico de sus moradores, las familias ricas de Aveiro. Desde el puente de la Praça Humberto Delgado, auténtico corazón de la ciudad, se obtiene una vista inmejorable sobre el entramado de canales y barrios céntricos. Tampoco son desdeñables las vistas desde algunos puentecillos más modestos que salvan los canales por varios puntos. Las barcas de la ría de Aveiro, moliceiros, con sus proas decoradas, bateiras (barcas tradicionales para todo uso) y saleiros (embarcaciones especializadas en el transporte de sal) son elementos indispensables de sus canales.
   En cuanto a la ciudad monumental, los edificios principales se encuentran situados al otro lado de la frontera que trazan los canales do Cojo, Central y do Paraíso, es decir, en tierra firme. Las únicas excepciones a esta regla son el convento do Carmo (1613) y, en Esgueira, la capilla del Senhor das Barrocas (siglo XVIII), también algo apartadas del nudo central de canales, con su peculiar planta octogonal y su recargada fachada. No está lejos la estación del ferrocarril, donde pueden contemplarse unos preciosos paneles de azulejos que resumen los principales atractivos de la región.
   En la Praça da República, a un paso del canal Central y justo delante de la Oficina de Turismo, coinciden el Ayuntamiento (Paços do Concelho), construido en el siglo XVIII, y, a un lado, la iglesia da Misericórdia, de finales del XVI, con su fachada barroca y su decoración interior a base de azulejos.
   Desde la Praça da República se pueden alcanzar tres monumentos señeros de Aveiro. Por el lado de Levante, sin dejar la rua Batalhao de Caçadores, aparece el caserón del antiguo Convento de Jesús y, nada más girar por la Avenida 5 de Outubro, la Catedral de São Domingos. Por el lado de poniente, rua Sousa Pizarro arriba, se llega a la iglesia das Carmelitas.
   El Convento de Jesus permanece habilitado como Museu de Aveiro** desde el año 1911. Acoge una importante colección artística compuesta por esculturas pertenecientes a los maestros de la Escuela de Coimbra, cerámica, orfebrería religiosa, bordados, manuscritos, mobiliario de época y pinturas sobre tabla de autores primitivos portugueses, entre ellas un sobrecogedor retrato de la princesa Juana atribuido a Nuno Gonçalves (siglo XV) y un San Juan Evangelista que podría deberse a Frei Carlos. También son dignos de mención varias tallas barrocas en madera policromada conocidas como Os anjos de Aveiro.
   La construcción del convento se prolongó durante más de dos siglos, entre el XV y el XVII, y en él vivió retirada desde 1472 hasta su muerte en 1490 la hija del rey Afonso V, la princesa Juana, luego santificada como Santa Juana y, por ello, patrona de Aveiro (las fiestas en su honor se celebran el 12 de mayo). La fachada barroca del Convento de Jesús, que tanto contrasta con el edificio primitivo, de trazas góticas, es uno de los añadidos impuestos durante las modificaciones que tuvieron lugar en el siglo XVIII.
   La iglesia, también transformada según el gusto barroco, acoge en el coro bajo el sepulcro de Santa Juana*, esculpido en mármol por João Antunes. Algunas de las escenas representadas en los paneles de azulejos que decoran los muros corresponden a la vida de la santa. El resto de la ornamentación interior del templo, a base de talla de madera dorada, se cuenta entre las más deslumbrantes y recargadas del país. En cuanto a las dependencias del claustro anejo, de estilo renacentista, se conservan el refectorio, completamente alicatado, y la sala capitular, a la que se entra por un bonito portal gótico flamígero, además de algunas capillas.
   La catedral (Sé) de São Domingos fue en sus orígenes la iglesia de un convento de dominicos, levantada en granito durante el siglo XVI y luego transformada mediante la adición de elementos decorativos barrocos. El interior, de una sola nave y muy modificado para adaptarlo a las necesidades del culto, es bastante pobre, hasta el extremo de que lo único destacable es la ornamentación con azulejos antiguos de las capillas laterales consagradas a Nossa Senhora da Misericórdia, Nossa Senhora dos Prazeres y Nossa Senhora do Rosário. Frente a la fachada de la catedral se alza un airoso calvario gótico.
   En cuanto a la iglesia das Carmelitas, declarada monumento nacional, el rasgo más relevante es la profusa ornamentación que envuelve el espacio interior, una filigrana de madera tallada y luego dorada.
   Una de las muchas tentaciones a las que es inevitable sucumbir en esta ciudad es dar un paseo en barca por la ría de Aveiro. Entre el 15 de junio y el 15 de septiembre se mantiene en funcionamiento una línea regular que sale a diario del canal Central a las 10 h. de la mañana y cubre un recorrido de cinco horas que pasa por las localidades ribereñas de Gafanha, Forte da Barra, São Jacinto, Casa Abrigo, Pousada y Torreira. También es posible alquilar una lancha para cubrir cualquier otro itinerario. En la Oficina de Turismo disponen de toda la información relativa a estas pequeñas travesías.
Textos de:
SERRA, Rafael y HITA, Carlos de. Guía Total: Portugal de punta a punta. Anaya. Madrid, 2004.

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