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jueves, 29 de marzo de 2018

2202. SINTRA** (I), Lisboa: 21 de agosto de 2016.

1. SINTRA, Lisboa. Exterior del Paço Real.
2. SINTRA, Lisboa. Vista de la ciudad y el Castelo dos Mouros, al fondo, desde la entrada del Paço Real.
3. SINTRA, Lisboa. Capilla del Paço Real.
4. SINTRA, Lisboa. Sala dos Escudos del Paço Real.
5. SINTRA, Lisboa. Cúpula de la Sala dos Escudos del Paço Real.
6. SINTRA, Lisboa. Bóveda de la Sala dos Cisnes del Paço Real.
7. SINTRA, Lisboa. Sala das Pegas del Paço Real.
8. SINTRA, Lisboa, Bóveda de la Sala das Pegas del Paço Real.
9. SINTRA, Lisboa. Uno de los patios del Paço Real con las célebres chimeneas.
10. SINTRA, Lisboa. Uno de los dormitorios privados del Paço Real.
11. SINTRA, Lisboa. En una de los salones del patio del Paço Real.
12. SINTRA, Lisboa. El Castelo dos Mouros, desde el Paço Real.
13. SINTRA, Lisboa. Otra vista del Castelo dos Mouros, desde el Paço Real.
14. SINTRA, Lisboa. Exterior de la Quinta da Regaleira.
15. SINTRA, Lisboa. Una de las torres de la Quinta da Regaleira.
16. SINTRA, Lisboa. Otra vista del exterior de la Quinta da Regaleira.
SINTRA** (I), distrito de Lisboa: 21 de agosto de 2016.
   Edificada en la vertiente septentrional de la sierra homónima, el casco antiguo de esta bellísima ciudad, la llamada Vila Velha, resume en sus numerosos monumentos las diferentes visiones de sus moradores sobre el momento histórico que les ha tocado vivir.
   La que fuera santuario de adoración a la luna en épocas protohistóricas y, durante la ocupación romana de Portugal, disputada villa fortificada en las guerras de conquista entre castellanos, lusos y árabes, se convierte en cazadero real en los más tranquilos siglos XIII al XV, y en escenario posterior de los sueños románticos de algunos reyes alucinados, mediado el siglo pasado, con la consiguiente restauración, no siempre acertada, de ruinas.
   Tras la, por el momento, última transformación realizada hace tan sólo unas décadas, la vieja villa portuguesa se ha convertido en centro de interés turístico internacional; a ello ha contribuido su consideración por la UNESCO, en 1995, como Patrimonio de la Humanidad. En este ambiente turístico, la venta de artesanía resulta una de las principales actividades económicas de sus habitantes, lo que sin duda ha permitido la salvaguarda de numerosos edificios históricos al encontrarse para ellos una funcionalidad.
   Otra faceta de la localidad y su entorno, perfectamente conjuntada con el patrimonio construido, es la paisajística. El Parque Natural de Sintra-Cascais, creado en 1994, abarca 23.280 ha. Además de la Sierra de Sintra y Colares, alcanza el litoral de los cabos Raso y da Roca, quedando también protegida la zona más urbanizada próxima a Cascais. El dulce microclima de estas montañas litorales, unido a la fertilidad del suelo, propició la aclimatación de especies exóticas, plantadas en románticos parques y jardines. De este modo, junto a castaños, robles, encinas, alcornoques y madroños, sin olvidar las amplias manchas de pino manso, conviven secuoyas, tuyas y abetos.
   Paço Real*. En el corazón de la Vila Velha, sobre una plataforma practicada en la escarpada ladera, se alza la que fuera residencia veraniega de los reyes de Portugal desde el inicio de su construcción (a partir del siglo XIV) por João I y posteriormente por Afonso V, João II y Manuel I.
   El palacio está integrado por una gran cantidad de construcciones superpuestas en diferentes planos. Obra de artífices moriscos, su apariencia ofrece un estilo que podría ser equiparado, con salvedades, al mudéjar español. Destacan sobre el conjunto y le confieren una fisonomía característica dos enormes chimeneas de forma cónica, levantadas sobre unas cocinas capaces de atender a más de 1.000 comensales.
   Entra las muchas fachadas exteriores, casi todas ellas provistas de ventanales geminados, destacan las de la llamada ala manuelina, situada a la derecha de la entrada. Sus vanos, de hermosa factura, aparecen enmarcados por molduras de gran belleza.
   Cuatro dependencias interiores merecen especial atención. La Capilla, de forma oblonga y cubierta de artísticos artesonados geométricos compuestos por polígonos y estrellas vivamente coloreadas y de aire islámico. La Sala dos Escudos, decorada con los 72 principales blasones nobiliarios del reino en tiempos de Dom Manuel I, pintados en una fastuosa cúpula octogonal con casi tres veces la altura de las paredes que la sustentan. La Sala dos Cisnes, antigua audiencia, con sendas hileras de ventanas geminadas a cada lado y techo en forma de artesa invertida cubierta con pinturas de cisnes que lucen una corona al cuello, en gentil atención a la reina Filipa por parte de su esposo João I; en la estancia tienen lugar los banquetes con los que el Primer Ministro agasaja a los visitantes. Y por último; sin que por ello se acaben aquí los atractivos del palacio, la Sala das Pegas (urracas), en la que se representan varias de estas aves  sosteniendo con el pico una rosa con la inscripción "Per Bem" (Para Bien). Según la tradición, probablemente apócrifa, las vocingleras urracas representan a las no menos charlatanas damas de la corte que no pudieron guardar el secreto cuando sorprendieron al rey depositando un nada inocente beso en la cara de una mujer que era su reina. Delatado, éste justificó el desliz diciendo que había obrado "para bien", y tomó una suave venganza contra las delatoras fijándolas en el techo.
   En la explanada del palacio pueden ser alquilados los coches de caballos que realizan un recorrido turístico por Sintra.
   El Castelo dos Mouros*, de los siglos VII-IX y siguientes, es un largo recinto amurallado plantado sobre una cresta rocosa a media ladera, y muy arropado en la actualidad por la vegetación del parque. La traza absolutamente irregular de los lienzos de mampostería,la vertiginosa posición de algunos de los torreones y cubos defensivos, apostados sobre riscos que miran al vacío, no son sólo exigencias impuestas por la finalidad militar para la que fueron concebidos; también tienen mucho que ver con los fantásticos criterios adoptados cuando fueron restaurados para su inserción en el complejo romántico de Pena. De este modo, como acertó a compararlo Richard Strauss, Sintra contaba con su fortaleza del Santo Grial.
   Quinta da Regaleira**. De propiedad privada, y hasta hace poco cerrada al público, la quinta fue construida a principios del siglo XX, pero imbuída del mismo espíritu romántico que había guiado las obras del palacio da Pena, por António Augusto Carvalho Monteiro (1850-1920). Deseoso de plasmar en aquel bosque sus mágicas ensoñaciones, contrató al arquitecto italiano Luigi Manini. La vivienda optó por la mezcolanza estilística de los neos, pero con un evidente predominio de lo gótico, con elementos manuelinos y, en menor medida, renacentistas. Pero los delirios esotéricos y míticos no se quedaron aquí, prolongándose por el parque y otras construcciones dispersas, entre ellas el palacio dos Milhões, una mansión de la alquimia, la capela da Santíssima Trindade con su misteriosa cripta, las torres de aspecto medieval, el terraço dos Mundos Celestes, las fuentes, los templetes y, sobre todo, el pozo iniciático*, con su escalera en espiral bajo arcadas concebida en función de los supuestos ritos de los caballeros templarios. Al llegar al fondo, el itinerario continúa por un sinfín de rutas laberínticas con sus lagos. La visita a la quinta incluye la colección de la escultora Dorita Castelo Branco.
 

Textos de:
SERRA, Rafael y HITA, Carlos de. Guía Total: Portugal de punta a punta. Anaya. Madrid, 2004.

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