1. BATALHA, Leiria. Fachada principal del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
2. BATALHA, Leiria. Exterior del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
3. BATALHA, Leiria. Portada lateral del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
4. BATALHA, Leiria. Ventana del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
5. BATALHA, Leiria. Otra vista del exterior del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
6. BATALHA, Leiria. Fachada principal del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
7. BATALHA, Leiria. Ante la fachada principal del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
8. BATALHA, Leiria. Detalle de la portada de la iglesia del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
9. BATALHA, Leiria. Nave central de la igl. del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
10. BATALHA, Leiria. Capela do Fundador o panteón de João I en el Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
11. BATALHA, Leiria. Bóveda estrellada de la capela do Fundador o panteón de João I, en el Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
12. BATALHA, Leiria. Panteón de João I en el Mon. de Sta Mª da Vitória. |
13. BATALHA, Leiria. Ventanal del claustro real o de João I, en el Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
14. BATALHA, Leiria. Cúpula de la Sala Capitular del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
15. BATALHA, Leiria. Museu militar en el dormitorio del claustro del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
16. BATALHA, Leiria. Lavatorio del claustro del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
17. BATALHA, Leiria. Claustro de Dom Afonso V en el Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
18. BATALHA, Leiria. Acceso a las Capelas Imperfeitas del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
19. BATALHA, Leiria. Arquivoltas del acceso a las Capelas Imperfeitas del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
20. BATALHA, Leiria. Detalle de la decoración escultórica en el acceso a las Capelas Imperfeitas del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
21. BATALHA, Leiria. Las Capelas Imperfeitas del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
22. BATALHA, Leiria. Una de las capillas de las Capelas Imperfeitas del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
23. BATALHA, Leiria. En el centro de las Capelas Imperfeitas del Mon. de Sta. Mª da Vitória. |
24. BATALHA, Leiria. Torre y fachada de la igl. de Sta. Cruz. |
25. BATALHA, Leiria. Portada de la igl. de Sta. Cruz. |
26. BATALHA, Leiria. Pelourinho. |
BATALHA* (I), distrito de Leiria: 20 de agosto de 2016.
El caserío de Batalha, si bien guarda celosamente algunos rasgos histórico-artísticos de entidad, está completamente eclipsado por la majestuosa presencia del monasterio de Santa Maria da Vitória, uno de los máximos exponentes del estilo gótico-manuelino, lo que equivale a decir que se trata de uno de los monumentos más importantes de la arquitectura portuguesa. El manuelino traduce al gusto europeo la profusión de ornamentos propia del arte oriental que llegó a tierras portuguesas a través de las rutas comerciales marítimas.
Monasterio de Santa Maria da Vitória**. La aldea que rodea el monasterio de Batalha se formó en un despoblado como consecuencia de la avalancha de artesanos y menestrales que llegaron a este rincón de la Estremadura portuguesa para participar en los trabajos de construcción. Además, el rey João I, triunfador de Aljubarrota y cuya promesa de erigir un monasterio en acción de gracias originó Batalha, insistió en que una comunidad de padres dominicos se estableciera aquí para asistir espiritualmente a los operarios y a sus familias.
La construcción del monasterio se prolongó durante siete reinados: el del propio João I, además de los de Duarte, Afonso V, João II, Manuel I -a quien se debe el estilo manuelino-, João III y, por último, Sebastião, que dejó el monasterio tal y como hoy lo conocemos, con las llamadas Capelas Imperfeitas (Capillas Imperfectas) sin rematar.
No obstante, las obras pueden dividirse en sólo tres períodos artísticos. Entre 1388 y 1402 los trabajos estuvieron dirigidos por Afonso Domingues, arquitecto de la corona, que empezó el monasterio según los cánones de un gótico arcaizante. Hasta el año 1438 le sucedió Huguet, un arquitecto de origen oscuro, probablemente inglés o irlandés, y cuyo verdadero nombre podría haber sido David Hacket, quien añadió los toques de gótico-flamígero. Por último, en el tercer periodo participaron varios arquitectos, desde los dos Mateus Fernandes, el Viejo y el Joven, tal vez padre e hijo, hasta João de Castilho, quienes imprimieron a Batalha su estilo manuelino.
El núcleo primitivo estaba formado por la iglesia, la capela do Fundador y el claustro de João I con todas su estancias anejas: sala capitular, refectorio, la actual galería de actividades temporales y otras dependencias monásticas. Más tarde se añadieron las Capelas Imperfeitas, tal vez planificadas desde un principio, pero todavía sin concluir después de cuatro siglos. La hipótesis de que estuvieran previstas desde el primer proyecto está basada en que, debido a su peculiar estructura, podrían haber cumplido la función de mausoleo real, máxime cuando éste fue uno de los deseos expresos legados por el rey Duarte a su muerte. Algunos autores ven en ellas una innegable influencia inglesa y argumentan que fueron diseñadas en Inglaterra por encargo de Filipa de Lancaster, esposa de João I, y luego ejecutadas en Portugal por maestros de obras o arquitectos locales.
En 1450, bajo el reinado de Alfonso V, se añadió el claustro que lleva su nombre, más austero que el João I. Es probable que el rey no interviniera en esta decisión, ya que estaba más ocupado en ampliar las fronteras del imperio que en añadir dependencias al monasterio de Batalha.
En 1810 las tropas napoleónicas saquearon e incendiaron el monasterio, que se vio gravemente afectado por otro incendio, éste espontáneo, que tuvo lugar apenas un año después. En 1834, tras la abolición por los liberales de las órdenes religiosas en Portugal, el templo fue abandonado y el edificio comenzó a sumirse en la ruina, hasta que en 1840, bajo el reinado de Fernando II, Mouzinho de Albuquerque se ocupó de planear y ejecutar unas controvertidas obras de restauración. En nuestros días, la Dirección General de Monumentos Nacionales se ha hecho cargo del monasterio.
La visita al monasterio se inicia en la puerta de entrada a la iglesia, bajo un pórtico gótico-flamígero de seis arquivoltas decoradas con esculturas que representan personajes del Antiguo Testamento. En el tímpano se encuentra una imagen sedente de Cristo rodeado por los cuatro evangelistas. La mitad inferior de la fachada es obra de Afonso Domingues, mientras que la mitad superior, con su ventanal gótico, se debe al maestro Huguet. El interior de la iglesia está dividido en tres altísimas naves sostenidas por columnas de fustes compuestos y, a pocos metros de la entrada, en el lateral derecho, se abre una puerta que conduce a la capela do Fundador o panteón de João I, mausoleo de la dinastía de Avis hasta que los restos de sus reyes pasaron a inhumarse en el monasterio de los Jerónimos, cerca de Lisboa. Construida por el maestro Huguet, la capilla está rematada por una airosa bóveda estrellada que ilumina la luz de una linterna, y alberga un túmulo de planta octogonal en el que se encuentran los sepulcros de João I y de su esposa Filipa de Lancaster. Mientras que el rey aferra con una de sus manos la espada que usó en la batalla de Aljubarrota, la reina sostiene un breviario. Ambas figuras yacentes están unidas por la mano que les queda libre. Las demás tumbas de este panteón real acogen los restos de los infantes Dom Pedro, Dom João, Dom Henrique el Navegante y Dom Fernando. Otra puerta, ésta en el lateral izquierdo de la nave, conduce al claustro real o claustro de João I, construcción gótica de Afonso Domingues a la que Mateus Fernandes añadió ornamentos manuelinos durante el primer tercio del siglo XVI, además de un bellísimo lavatorio* para que los monjes pudieran lavarse las manos antes de pasar al refectorio. En el lado oriental del claustro se encuentra la sala capitular, que hoy acoge la tumba del soldado desconocido y un museu de ofrendas, con trofeos y medallas de la I Guerra Mundial. Esta estancia, iluminada por una preciosa vidriera, fue iniciada también por Domingues, pero tuvo que ser culminada por Huguet. La bóveda es muy airosa, tanto que, debido al riesgo que entrañaba su construcción, tuvo que cerrarse con la ayuda de condenados a muerte. El espacio que hoy se encuentra habilitado para acoger actividades culturales de tipo temporal fue el antiguo dormitorio de los primeros frailes dominicos que se instalaron en Batalha y en el refectorio se ha instalado un museo militar. Por un pasillo próximo a estas dependencias e inmediato a lo que fuera la cocina del monasterio, se llega al claustro de Dom Afonso V, de un gótico más sobrio, diseñado por el maestro Fernão de Évora.
Pero la parte más desconcertante de Batalha es, sin lugar a dudas, el añadido que representan para la primitiva cabecera de la iglesia las Capelas Imperfeitas*, también conocidas como panteón de Dom Duarte, por ser este rey quien proyectara instalar aquí un mausoleo para sus descendientes. Para visitar estas capillas a cielo abierto es preciso abandonar todo el recinto anteriormente descrito, salir de nuevo a la calle por la parte trasera del conjunto monumental y dirigirse a una estrecha puertecilla que se abre junto al lado externo del ábside de la iglesia. A través de tal pasadizo se llega primero a un porche, antesala de las capillas y estancia de unión con el resto del edificio, y luego al magnífico portal** manuelino que levantó Mateus Fernandes en el año 1509. Este vistoso y abigarrado arco trilobulado da paso a una estancia octogonal que nunca llegó a techarse y entre cuyos intersticios, auténtico encaje de piedra, han colocado sus nidos gorriones y vencejos que, durante la primavera, entran y salen constantemente por el amplio vano del techo en busca de pitanza para cebar a sus pollos. La materia prima, una piedra caliza muy abundante en la comarca, permite el laboreo fino y el tallado de formas casi imposibles, indispensables en la decoración sobrecargada del manuelino.
El paso del tiempo se ha encargado de teñir de ocre las venerables piedras de Batalha. El balcón que se encuentra sobre el arco de entrada es un añadido posterior de estilo renacentista, obra de João de Castilho, que estaba destinado a servir como tribuna para los músicos. Según el proyecto original, el túmulo del rey Duarte debería haber ocupado el espacio central del octógono, de tal manera que estaría rodeado por siete capillas idénticas de sus descendientes.
Lo más impresionante del recinto, además de los fustes interrumpidos y la extraña belleza que emana de esta obra inacabada, es la laboriosa ornamentación denominada "al vacío", que representa un auténtico alarde de pericia e ingenio. Es muy probable que quienes idearon esta sala desearan ver cumplidos sus proyectos, pero, luego de contemplar el resultado de su obra truncada, el monasterio de Batalha no sería el mismo si se hubieran desembolsado los fondos necesarios para cubrir aguas y cerrar la bóveda de las Capelas Imperfeitas.
Fuera ya del recinto del monasterio son también destacables algunas casas de la villa de Batalha, coetáneas de Santa Maria da Vitória, y en una de las cuales pudo residir el arquitecto Mateus Fernandes el Joven. Asímismo, la iglesia parroquial de Batalha, consagrada a la Santa Cruz y con una bellísima portada gótica, es un edificio notable, aunque muy deteriorado, que fue erigido para servir a la población que se formaba en torno a las obras del monasterio. Es obra de João de Castilho y se terminó en 1540.
El núcleo primitivo estaba formado por la iglesia, la capela do Fundador y el claustro de João I con todas su estancias anejas: sala capitular, refectorio, la actual galería de actividades temporales y otras dependencias monásticas. Más tarde se añadieron las Capelas Imperfeitas, tal vez planificadas desde un principio, pero todavía sin concluir después de cuatro siglos. La hipótesis de que estuvieran previstas desde el primer proyecto está basada en que, debido a su peculiar estructura, podrían haber cumplido la función de mausoleo real, máxime cuando éste fue uno de los deseos expresos legados por el rey Duarte a su muerte. Algunos autores ven en ellas una innegable influencia inglesa y argumentan que fueron diseñadas en Inglaterra por encargo de Filipa de Lancaster, esposa de João I, y luego ejecutadas en Portugal por maestros de obras o arquitectos locales.
En 1450, bajo el reinado de Alfonso V, se añadió el claustro que lleva su nombre, más austero que el João I. Es probable que el rey no interviniera en esta decisión, ya que estaba más ocupado en ampliar las fronteras del imperio que en añadir dependencias al monasterio de Batalha.
En 1810 las tropas napoleónicas saquearon e incendiaron el monasterio, que se vio gravemente afectado por otro incendio, éste espontáneo, que tuvo lugar apenas un año después. En 1834, tras la abolición por los liberales de las órdenes religiosas en Portugal, el templo fue abandonado y el edificio comenzó a sumirse en la ruina, hasta que en 1840, bajo el reinado de Fernando II, Mouzinho de Albuquerque se ocupó de planear y ejecutar unas controvertidas obras de restauración. En nuestros días, la Dirección General de Monumentos Nacionales se ha hecho cargo del monasterio.
La visita al monasterio se inicia en la puerta de entrada a la iglesia, bajo un pórtico gótico-flamígero de seis arquivoltas decoradas con esculturas que representan personajes del Antiguo Testamento. En el tímpano se encuentra una imagen sedente de Cristo rodeado por los cuatro evangelistas. La mitad inferior de la fachada es obra de Afonso Domingues, mientras que la mitad superior, con su ventanal gótico, se debe al maestro Huguet. El interior de la iglesia está dividido en tres altísimas naves sostenidas por columnas de fustes compuestos y, a pocos metros de la entrada, en el lateral derecho, se abre una puerta que conduce a la capela do Fundador o panteón de João I, mausoleo de la dinastía de Avis hasta que los restos de sus reyes pasaron a inhumarse en el monasterio de los Jerónimos, cerca de Lisboa. Construida por el maestro Huguet, la capilla está rematada por una airosa bóveda estrellada que ilumina la luz de una linterna, y alberga un túmulo de planta octogonal en el que se encuentran los sepulcros de João I y de su esposa Filipa de Lancaster. Mientras que el rey aferra con una de sus manos la espada que usó en la batalla de Aljubarrota, la reina sostiene un breviario. Ambas figuras yacentes están unidas por la mano que les queda libre. Las demás tumbas de este panteón real acogen los restos de los infantes Dom Pedro, Dom João, Dom Henrique el Navegante y Dom Fernando. Otra puerta, ésta en el lateral izquierdo de la nave, conduce al claustro real o claustro de João I, construcción gótica de Afonso Domingues a la que Mateus Fernandes añadió ornamentos manuelinos durante el primer tercio del siglo XVI, además de un bellísimo lavatorio* para que los monjes pudieran lavarse las manos antes de pasar al refectorio. En el lado oriental del claustro se encuentra la sala capitular, que hoy acoge la tumba del soldado desconocido y un museu de ofrendas, con trofeos y medallas de la I Guerra Mundial. Esta estancia, iluminada por una preciosa vidriera, fue iniciada también por Domingues, pero tuvo que ser culminada por Huguet. La bóveda es muy airosa, tanto que, debido al riesgo que entrañaba su construcción, tuvo que cerrarse con la ayuda de condenados a muerte. El espacio que hoy se encuentra habilitado para acoger actividades culturales de tipo temporal fue el antiguo dormitorio de los primeros frailes dominicos que se instalaron en Batalha y en el refectorio se ha instalado un museo militar. Por un pasillo próximo a estas dependencias e inmediato a lo que fuera la cocina del monasterio, se llega al claustro de Dom Afonso V, de un gótico más sobrio, diseñado por el maestro Fernão de Évora.
Pero la parte más desconcertante de Batalha es, sin lugar a dudas, el añadido que representan para la primitiva cabecera de la iglesia las Capelas Imperfeitas*, también conocidas como panteón de Dom Duarte, por ser este rey quien proyectara instalar aquí un mausoleo para sus descendientes. Para visitar estas capillas a cielo abierto es preciso abandonar todo el recinto anteriormente descrito, salir de nuevo a la calle por la parte trasera del conjunto monumental y dirigirse a una estrecha puertecilla que se abre junto al lado externo del ábside de la iglesia. A través de tal pasadizo se llega primero a un porche, antesala de las capillas y estancia de unión con el resto del edificio, y luego al magnífico portal** manuelino que levantó Mateus Fernandes en el año 1509. Este vistoso y abigarrado arco trilobulado da paso a una estancia octogonal que nunca llegó a techarse y entre cuyos intersticios, auténtico encaje de piedra, han colocado sus nidos gorriones y vencejos que, durante la primavera, entran y salen constantemente por el amplio vano del techo en busca de pitanza para cebar a sus pollos. La materia prima, una piedra caliza muy abundante en la comarca, permite el laboreo fino y el tallado de formas casi imposibles, indispensables en la decoración sobrecargada del manuelino.
El paso del tiempo se ha encargado de teñir de ocre las venerables piedras de Batalha. El balcón que se encuentra sobre el arco de entrada es un añadido posterior de estilo renacentista, obra de João de Castilho, que estaba destinado a servir como tribuna para los músicos. Según el proyecto original, el túmulo del rey Duarte debería haber ocupado el espacio central del octógono, de tal manera que estaría rodeado por siete capillas idénticas de sus descendientes.
Lo más impresionante del recinto, además de los fustes interrumpidos y la extraña belleza que emana de esta obra inacabada, es la laboriosa ornamentación denominada "al vacío", que representa un auténtico alarde de pericia e ingenio. Es muy probable que quienes idearon esta sala desearan ver cumplidos sus proyectos, pero, luego de contemplar el resultado de su obra truncada, el monasterio de Batalha no sería el mismo si se hubieran desembolsado los fondos necesarios para cubrir aguas y cerrar la bóveda de las Capelas Imperfeitas.
Fuera ya del recinto del monasterio son también destacables algunas casas de la villa de Batalha, coetáneas de Santa Maria da Vitória, y en una de las cuales pudo residir el arquitecto Mateus Fernandes el Joven. Asímismo, la iglesia parroquial de Batalha, consagrada a la Santa Cruz y con una bellísima portada gótica, es un edificio notable, aunque muy deteriorado, que fue erigido para servir a la población que se formaba en torno a las obras del monasterio. Es obra de João de Castilho y se terminó en 1540.
Textos de:
SERRA, Rafael y HITA, Carlos de. Guía Total: Portugal de punta a punta. Anaya. Madrid, 2004.
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