1. GUIMARÃES, Braga. El castillo y pal. ducal, en la línea del horizonte, al fondo, desde el largo de São Tiago. |
2. GUIMARÃES, Braga. El antiguo Ayuntamiento. |
3. GUIMARÃES, Braga. Bajo los soportales del antiguo Ayuntamiento. |
4. GUIMARÃES, Braga. El antiguo Ayuntamiento desde el largo da Oliveira. |
5. GUIMARÃES, Braga. La igl. de Nossa Senhora da Oliveira. |
6. GUIMARÃES, Braga. El templete gótico ante la igl. de Nossa Senhora da Oliveira. |
7. GUIMARÃES, Braga. Remate del crucero del templete ante la igl. de Nossa Senhora da Oliveira. |
8. GUIMARÃES, Braga. Fachada principal de la igl. de Nossa Senhora da Oliveira. |
9. GUIMARÃES, Braga. Interior de la igl. de Nossa Senhora da Oliveira. |
10. GUIMARÃES, Braga. Decoración pictórica renacentista de los pilares de la igl. de Nossa Senhora da Oliveira. |
11. GUIMARÃES, Braga. Cap. Sctal. de la igl. de Nossa Senhora da Oliveira. |
12. GUIMARÃES, Braga. Sagrario de plata indoportugués de la cap. sctal. de la igl. de Nossa Senhora da Oliveira. |
13. GUIMARÃES, Braga. Cap. mayor de la igl. de Nossa Senhora da Oliveira. |
14. GUIMARÃES, Braga. Retablo mayor de la igl. de Nossa Senhora da Oliveira. |
15. GUIMARÃES, Braga. Imagen de Nossa Senhora da Oliveira, en el retablo mayor de la igl. homónima. |
16. GUIMARÃES, Braga. Vista del claustro de la igl. de Nossa Senhora da Oliveira. |
17. GUIMARÃES, Braga. Fachada de casa-palacio. |
18. GUIMARÃES, Braga. Fachada de la igl. de la Misericordia. |
19. GUIMARÃES, Braga. Largo do Toural. |
20. GUIMARÃES, Braga. Fachada y torre de la bas. de São Pedro. |
21. GUIMARÃES, Braga. Interior de la bas. de São Pedro. |
GUIMARÃES** (I), distrito de Braga: 18 de agosto de 2016.
La historia de Portugal como reino independiente y su separación de la corona de Castilla y León están intimamente ligadas a las campañas de reconquista y a ciertos acontecimientos trascendentales que tuvieron como escenario la ciudad de Guimarães.
En el año 1087, el rey castellano-leonés Alfonso VI decidió emprender una campaña contra los sarracenos que ocupaban las tierras situadas al sur del Tajo y, para ello, solicitó la ayuda de otros caballeros cristianos. Entre los que atendieron su llamada se encontraban dos primos franceses, Enrique y Raimundo de Borgoña, que recibieron, como recompensa tras la victoria, la mano de las hijas de Alfonso VI.
Urraca se casó con Raimundo y Teresa con Enrique. Urraca era la heredera del trono, mientras que Teresa aportó como dote el el Condado Portucalense, de forma que el nuevo matrimonio se trasladó a vivir al castillo de Guimarães. Construido en la cumbre del monte Latito, ocupaba el emplazamiento de una antigua fortaleza que había mandado construir a mediados del siglo X la condesa Mumadona, de origen leonés, para defenderse de las frecuentes incursiones normandas y sarracenas. De hecho, en aquel vetusto castillo de Vimaranes se encuentra el origen del actual topónimo de Guimarães. Enrique de Borgoña y Teresa tuvieron un heredero, al que llamaron Afonso Henriques, nacido en la alcoba principal del castillo de Guimarães hacia el año 1109. Tras la muerte de Enrique de Borgoña en 1114, Teresa asumió la regencia del Condado Portucalense y estableció un gobierno proclive a las influencias castellanas y gallegas. Esta situación se mantuvo hasta el 24 de junio de 1128 cuando Afonso Henriques derrocó a su propia madre tras la batalle de São Mamede, entablada en un campo próximo a la ciudad.
Una vez asentado en el poder, Afonso Henriques inició la expansión de su condado mediante la lucha contra los moros. En 1139, tras la batalla de Ourique, fue proclamado rey por sus propias huestes. Afonso Henriques rechazó entonces el vasallaje impuesto por Alfonso VII y consiguió que las cortes de Lamego le confirmasen como ocupante legítimo del trono portugués. En 1143, Castilla aceptó la independencia del reino de Portugal mediante la firma del tratado de Zamora, que algunos historiadores creen apócrifo.
Así pues, no hay exageración ninguna en afirmar que Guimarães es la cuna de Portugal como entidad independiente y, también, de la dinastía que ha reinado en el país durante siglos. Para hacerse una idea de la importancia histórica de Guimarães basta con sacar a relucir un dato tan curioso como esclarecedor: mientras que a finales del siglo XV otras ciudades portuguesas como Tomar, Porto y Leiria contaban con unos 40 ballesteros entre sus habitantes, embrión del primer cuerpo de ejército organizado que ha existido en Portugal, en Guimarães había un centenar de estos soldados especializados. Además, la iglesia de Nossa Senhora da Oliveira sostenía entre 30 y 40 racioneros o beneficiados durante la Edad Media, una categoría de prebendados a los que se les asignaba una parte o "ración" de los beneficios de la Iglesia. De todo ello se puede deducir que dicha iglesia era, con mucho, la más importante de Portugal, ya que la inmensa mayoría de las parroquias principales del resto del país sólo podían sostener a entre cuatro y ocho de estos racioneros.
En la actualidad, Guimarães es una pequeña, próspera y preciosa ciudad que cuenta con un dinámico sector industrial. A la producción tradicional de curtidos y cuchillería, se ha sumado recientemente una pujante actividad textil basada en la hilandería y las confecciones de algodón. Además, se siente orgullosa de un equipo de fútbol, el Vitória de Guimarães, que disputa el campeonato nacional en primera división, y de su joven y pujante Universidad.
Como no podía ser de otro modo, el punto culminante de la ciudad está ocupado por el castillo* en el que vino al mundo Afonso Henriques. El primitivo torreón, que era el centro del castillo erigido por la condesa Mumadona, se convirtió en la torre del homenaje de la fortaleza remodelada por Enrique de Borgoña. Tras siete torres menores rodean el recinto principal y la línea de murallas se prolonga hacia el palacio de los duques de Bragança. Antaño, las murallas de Guimarães, ampliadas por el rey Dinis, tenían 2.000 m de longitud y abarcaban toda la cúspide del monte Latito.
Desde los pasos de ronda del castillo se obtiene una buena panorámica sobre la ciudad y, en dirección al sur, se divisa el monte Penha, en cuya cima está asentada la pousada de Santa Marinha, una de las más lujosas y confortables de Portugal. La pousada está instalada en el antiguo convento de Santa Marinha da Costa, reconstruido a tal efecto en fechas recientes.
Frente al castillo se encuentra la preciosa iglesia románica de São Miguel do Castelo* (siglo XII), en cuyo interior se conserva la pila bautismal donde, según la tradición, fue bautizado Afonso Henriques.
Pero, con toda la grandeza histórica que emana del castillo y a pesar de la sobria belleza de la ermita románica, el parque que hoy domina Guimarães y que está salpicado de árboles centenarios se rinde ante la impresionante mole del palacio de los duques de Bragança* (Paço Ducal). Se trata, en realidad, de una fortaleza palaciega o de un palacio con aires de castillo. De hecho, fue construido por arquitectos de origen francés y está inspirado en el estilo arquitectónico de los castillos del valle del Loira.
Cuatro torres de planta cuadrada cierran los ángulos de otros tantos cuerpos laterales que dejan abierto un claustro gótico en el centro. Son muros altísimos, de piedra descubierta, rematados por almenas y matacanes. Sobre los tejados destacan sus treinta y nueve chimeneas de ladrillo, de curiosas formas cilíndricas y espigadas, que dan un aire residencial a este palacio con vocación de fortaleza. La fecha de construcción del Palacio se remonta al año 1401 y las obras fueron impulsadas por Afonso I, conde de Barcelos y primer duque de Bragança. Más tarde, en el siglo XVI, los duques de Bragança abandonaron su residencia en Guimarães y se trasladaron al palacio ducal de Vila Viçosa, cerca de Elvas y de la frontera con España. El edificio quedó cerrado y sufrió graves desperfectos hasta que fue restaurado en 1933 y destinado a residencia oficial y apenas protocolaria del Presidente de la República Portuguesa, así como a museo.
En el interior del palacio de los duques puede admirarse un riquísimo mobiliario, compuesto por alfombras persas, porcelanas chinas, pinturas italianas y holandesas, armas y armaduras, tapices, esculturas, relojes y un sinfín de objetos valiosos. A destacar también los techos labrados de la sala de los Banquetes y de la sala de las Fiestas.
Frente a la puerta del Palacio, sobre un recio pedestal de granito, se levanta la célebre estatua de Afonso Henriques*, fundida en bronce por Soares dos Reis en 1874.
La mejor manera de saborear el ambiente del casco antiguo de Guimarães es descender caminando hacia la parte baja de la ciudad, para después introducirse por la rua de Santa Maria, jalonada de mansiones solariegas de los siglos XIV y XV.
En la primera plaza que se encuentra, llamada largo Conego José M. Gomes, están el convento de Santa Clara y la Câmara Municipal de Guimarães. Un poco más abajo, a través de un callejón a mano derecha tras pasar bajo la Casa do Arco, que cubre la calzada, se llega al largo de São Tiago, unido al largo da Oliveira bajo los soportales góticos del antiguo Ayuntamiento. Ambas plazas forman un conjunto armonioso de construcciones medievales y, en la segunda de ellas, se alza la bellísima iglesia de Nossa Senhora da Oliveira**. Frente a ella, bajo un templete gótico, una cruz conmemora la victoria de españoles y portugueses contra los moros en la batalla del Salado (1340). La leyenda dice que un tronco de olivo que había junto al templete se cubrió de hojas cuando se levantó la cruz en acción de gracias por la victoria de los cristianos. Otros autores apuntan que fue el rey godo Wamba el protagonista de tan fantástica historia. En cualquier caso, aunque el olivo actual es muy joven y sustituye con toda certeza al ejemplar contemporáneo de la batalla, el nombre de la iglesia se debe a la presencia del olivo y a estos hechos milagrosos.
A la derecha del Ayuntamiento, una preciosa mansión de bajos soportalados acoge la pousada de Santa María da Oliveira. Guimarães es la única localidad portuguesa que dispone de dos de estos establecimientos hoteleros.
Si castillo, ermita y palacio constituyen el cogollo artístico de la parte alta de la ciudad, la iglesia de Nossa Senhora da Oliveira y sus antiguas dependencias conventuales, hoy aprovechadas por el Museu Alberto Sampaio, son su réplica en la parte baja.
El origen de la iglesia de Nossa Senhora da Oliveira fue un monasterio levantado en el siglo X por deseo expreso de la condesa Mumadona y que ha desaparecido por completo. El convento fue, junto con el castillo, la base de posteriores asentamientos urbanos en este paraje. La torre cuadrangular que se alza junto a la puerta de entrada fue románica, pero luego se ha visto modificada con criterios renacentistas. El claustro y la sala capitular, actuales dependencias del Museu Alberto Sampaio, son también de estilo románico, mientras que la fachada es gótica y el interior está decorado con adornos manuelinos, aunque sufrió transformaciones en el siglo XIX bajo la dirección del pintor Roquemont. Destaca el altar indoportugués de plata de la capilla del Santo Sacramento.
En el Museu Alberto Sampaio* es tan valioso el continente como el contenido. Lo más interesante, de hecho, es el claustro* románico del antiguo convento, con sus capiteles historiados de influencia mudéjar, en una de cuyas capillas góticas puede contemplarse una bella imagen yacente de Dona Constança da Noronha, esposa de Afonso I, primer duque de Bragança. También es interesante la estatua de Santa Margarita* que se encuentra alojada en otra de sus capillas, obra anónima de una gran delicadeza, esculpida en el siglo XV. En el resto de las dependencias se exhiben obras pictóricas, algunas de ellas debidas al artista local António Vaz, y retablos barrocos, además de cerámicas y azulejos. Es digna de mención la puerta mozárabe* que da acceso a la Sala Capitular. El segundo piso del claustro está dedicado a exhibir el tesoro* de la iglesia, compuesto por múltiples piezas de arte sacro, entre las que destacan un cáliz y un relicario de estilo gótico, una custodia manuelina y una cruz de plata, también manuelina, cuyos relieves representan escenas de la pasión de Cristo. Dos de los objetos más curiosos son la saya que vestía el rey João I durante la batalla de Aljubarrota y el tríptico de plata dorada arrancado a los castellanos en el curso de esta misma batalla, y que está adornado con escenas de la vida de Jesús.
Junto a este museo abre sus puertas otro de Arte Primitiva Moderna, dedicada al arte naif.
Desde el largo da Oliveira se puede seguir por la rua da Rainha hasta el largo do Toural, centro urbano y comercial de Guimarães. Museu Arqueológico da Sociedade Martins Sarmento*. Situado en la confluencia del largo do Toural con la rua Paio Galvão, este museo, al igual que en el caso del Alberto Sampaio, está instalado en las dependencias monacales de un antiguo convento, en este caso de frailes dominicos, y ocupa buena parte de su claustro gótico.
Todo el museo está dedicado a la figura del arqueólogo Francisco Martins Sarmento y al fruto de sus excavaciones en los castros celtas de Briteiros y Sabroso, próximos a Guimarães. El material expuesto consiste en industria lítica, fragmentos de cerámica, puntas de flecha, mangos de espadas, útiles de bronce, monedas romanas, lucernas, hebillas, brazaletes, estelas grabadas y multitud de objetos de la cultura material propia del pueblo prerromano que habitaba en la región hace 2.000 años.
Próxima al museo está la iglesia de São Domingo (siglo XIV), que conserva trazas de su origen gótico, como el rosetón que corona la entrada, pero fue muy retocada durante la época barroca.
Inmediata al largo do Toural se encuentra la alameda da Resistencia ao Fascismo, en cuyo extremo más tranquilo se yergue la iglesia de São Francisco, edificada a comienzos del siglo XV, y, haciendo esquina con la Avenida de Afonso Henriques, la Oficina de Turismo. La iglesia fue muy modificada durante el siglo XVII, de tal modo que sólo la portada conserva su estilo gótico original.
En el interior, la capilla mayor cuenta con un gran altar barroco y todas las paredes están decoradas con paneles de azulejos del siglo XVIII que representan escenas de la vida de San Antonio. También son destacables el magnífico artesonado* que techa la sacristía, cuyo tesoro es suficiente para conformar un pequeño museo de arte sacro, y la Sala Capitular*, que se abre a un pequeño claustro de estilo renacentista. En una de las capillas hay una imagen de la Virgen de los Dolores esculpida por Soares dos Reis.
Por último, en la cabecera del largo da República do Brasil, antigua plaza del mercado, se alzan los dos campanarios gemelos de la iglesia barroca dos Santos Passos, con su palaciega escalinata de acceso.
Urraca se casó con Raimundo y Teresa con Enrique. Urraca era la heredera del trono, mientras que Teresa aportó como dote el el Condado Portucalense, de forma que el nuevo matrimonio se trasladó a vivir al castillo de Guimarães. Construido en la cumbre del monte Latito, ocupaba el emplazamiento de una antigua fortaleza que había mandado construir a mediados del siglo X la condesa Mumadona, de origen leonés, para defenderse de las frecuentes incursiones normandas y sarracenas. De hecho, en aquel vetusto castillo de Vimaranes se encuentra el origen del actual topónimo de Guimarães. Enrique de Borgoña y Teresa tuvieron un heredero, al que llamaron Afonso Henriques, nacido en la alcoba principal del castillo de Guimarães hacia el año 1109. Tras la muerte de Enrique de Borgoña en 1114, Teresa asumió la regencia del Condado Portucalense y estableció un gobierno proclive a las influencias castellanas y gallegas. Esta situación se mantuvo hasta el 24 de junio de 1128 cuando Afonso Henriques derrocó a su propia madre tras la batalle de São Mamede, entablada en un campo próximo a la ciudad.
Una vez asentado en el poder, Afonso Henriques inició la expansión de su condado mediante la lucha contra los moros. En 1139, tras la batalla de Ourique, fue proclamado rey por sus propias huestes. Afonso Henriques rechazó entonces el vasallaje impuesto por Alfonso VII y consiguió que las cortes de Lamego le confirmasen como ocupante legítimo del trono portugués. En 1143, Castilla aceptó la independencia del reino de Portugal mediante la firma del tratado de Zamora, que algunos historiadores creen apócrifo.
Así pues, no hay exageración ninguna en afirmar que Guimarães es la cuna de Portugal como entidad independiente y, también, de la dinastía que ha reinado en el país durante siglos. Para hacerse una idea de la importancia histórica de Guimarães basta con sacar a relucir un dato tan curioso como esclarecedor: mientras que a finales del siglo XV otras ciudades portuguesas como Tomar, Porto y Leiria contaban con unos 40 ballesteros entre sus habitantes, embrión del primer cuerpo de ejército organizado que ha existido en Portugal, en Guimarães había un centenar de estos soldados especializados. Además, la iglesia de Nossa Senhora da Oliveira sostenía entre 30 y 40 racioneros o beneficiados durante la Edad Media, una categoría de prebendados a los que se les asignaba una parte o "ración" de los beneficios de la Iglesia. De todo ello se puede deducir que dicha iglesia era, con mucho, la más importante de Portugal, ya que la inmensa mayoría de las parroquias principales del resto del país sólo podían sostener a entre cuatro y ocho de estos racioneros.
En la actualidad, Guimarães es una pequeña, próspera y preciosa ciudad que cuenta con un dinámico sector industrial. A la producción tradicional de curtidos y cuchillería, se ha sumado recientemente una pujante actividad textil basada en la hilandería y las confecciones de algodón. Además, se siente orgullosa de un equipo de fútbol, el Vitória de Guimarães, que disputa el campeonato nacional en primera división, y de su joven y pujante Universidad.
Como no podía ser de otro modo, el punto culminante de la ciudad está ocupado por el castillo* en el que vino al mundo Afonso Henriques. El primitivo torreón, que era el centro del castillo erigido por la condesa Mumadona, se convirtió en la torre del homenaje de la fortaleza remodelada por Enrique de Borgoña. Tras siete torres menores rodean el recinto principal y la línea de murallas se prolonga hacia el palacio de los duques de Bragança. Antaño, las murallas de Guimarães, ampliadas por el rey Dinis, tenían 2.000 m de longitud y abarcaban toda la cúspide del monte Latito.
Desde los pasos de ronda del castillo se obtiene una buena panorámica sobre la ciudad y, en dirección al sur, se divisa el monte Penha, en cuya cima está asentada la pousada de Santa Marinha, una de las más lujosas y confortables de Portugal. La pousada está instalada en el antiguo convento de Santa Marinha da Costa, reconstruido a tal efecto en fechas recientes.
Frente al castillo se encuentra la preciosa iglesia románica de São Miguel do Castelo* (siglo XII), en cuyo interior se conserva la pila bautismal donde, según la tradición, fue bautizado Afonso Henriques.
Pero, con toda la grandeza histórica que emana del castillo y a pesar de la sobria belleza de la ermita románica, el parque que hoy domina Guimarães y que está salpicado de árboles centenarios se rinde ante la impresionante mole del palacio de los duques de Bragança* (Paço Ducal). Se trata, en realidad, de una fortaleza palaciega o de un palacio con aires de castillo. De hecho, fue construido por arquitectos de origen francés y está inspirado en el estilo arquitectónico de los castillos del valle del Loira.
Cuatro torres de planta cuadrada cierran los ángulos de otros tantos cuerpos laterales que dejan abierto un claustro gótico en el centro. Son muros altísimos, de piedra descubierta, rematados por almenas y matacanes. Sobre los tejados destacan sus treinta y nueve chimeneas de ladrillo, de curiosas formas cilíndricas y espigadas, que dan un aire residencial a este palacio con vocación de fortaleza. La fecha de construcción del Palacio se remonta al año 1401 y las obras fueron impulsadas por Afonso I, conde de Barcelos y primer duque de Bragança. Más tarde, en el siglo XVI, los duques de Bragança abandonaron su residencia en Guimarães y se trasladaron al palacio ducal de Vila Viçosa, cerca de Elvas y de la frontera con España. El edificio quedó cerrado y sufrió graves desperfectos hasta que fue restaurado en 1933 y destinado a residencia oficial y apenas protocolaria del Presidente de la República Portuguesa, así como a museo.
En el interior del palacio de los duques puede admirarse un riquísimo mobiliario, compuesto por alfombras persas, porcelanas chinas, pinturas italianas y holandesas, armas y armaduras, tapices, esculturas, relojes y un sinfín de objetos valiosos. A destacar también los techos labrados de la sala de los Banquetes y de la sala de las Fiestas.
Frente a la puerta del Palacio, sobre un recio pedestal de granito, se levanta la célebre estatua de Afonso Henriques*, fundida en bronce por Soares dos Reis en 1874.
La mejor manera de saborear el ambiente del casco antiguo de Guimarães es descender caminando hacia la parte baja de la ciudad, para después introducirse por la rua de Santa Maria, jalonada de mansiones solariegas de los siglos XIV y XV.
En la primera plaza que se encuentra, llamada largo Conego José M. Gomes, están el convento de Santa Clara y la Câmara Municipal de Guimarães. Un poco más abajo, a través de un callejón a mano derecha tras pasar bajo la Casa do Arco, que cubre la calzada, se llega al largo de São Tiago, unido al largo da Oliveira bajo los soportales góticos del antiguo Ayuntamiento. Ambas plazas forman un conjunto armonioso de construcciones medievales y, en la segunda de ellas, se alza la bellísima iglesia de Nossa Senhora da Oliveira**. Frente a ella, bajo un templete gótico, una cruz conmemora la victoria de españoles y portugueses contra los moros en la batalla del Salado (1340). La leyenda dice que un tronco de olivo que había junto al templete se cubrió de hojas cuando se levantó la cruz en acción de gracias por la victoria de los cristianos. Otros autores apuntan que fue el rey godo Wamba el protagonista de tan fantástica historia. En cualquier caso, aunque el olivo actual es muy joven y sustituye con toda certeza al ejemplar contemporáneo de la batalla, el nombre de la iglesia se debe a la presencia del olivo y a estos hechos milagrosos.
A la derecha del Ayuntamiento, una preciosa mansión de bajos soportalados acoge la pousada de Santa María da Oliveira. Guimarães es la única localidad portuguesa que dispone de dos de estos establecimientos hoteleros.
Si castillo, ermita y palacio constituyen el cogollo artístico de la parte alta de la ciudad, la iglesia de Nossa Senhora da Oliveira y sus antiguas dependencias conventuales, hoy aprovechadas por el Museu Alberto Sampaio, son su réplica en la parte baja.
El origen de la iglesia de Nossa Senhora da Oliveira fue un monasterio levantado en el siglo X por deseo expreso de la condesa Mumadona y que ha desaparecido por completo. El convento fue, junto con el castillo, la base de posteriores asentamientos urbanos en este paraje. La torre cuadrangular que se alza junto a la puerta de entrada fue románica, pero luego se ha visto modificada con criterios renacentistas. El claustro y la sala capitular, actuales dependencias del Museu Alberto Sampaio, son también de estilo románico, mientras que la fachada es gótica y el interior está decorado con adornos manuelinos, aunque sufrió transformaciones en el siglo XIX bajo la dirección del pintor Roquemont. Destaca el altar indoportugués de plata de la capilla del Santo Sacramento.
En el Museu Alberto Sampaio* es tan valioso el continente como el contenido. Lo más interesante, de hecho, es el claustro* románico del antiguo convento, con sus capiteles historiados de influencia mudéjar, en una de cuyas capillas góticas puede contemplarse una bella imagen yacente de Dona Constança da Noronha, esposa de Afonso I, primer duque de Bragança. También es interesante la estatua de Santa Margarita* que se encuentra alojada en otra de sus capillas, obra anónima de una gran delicadeza, esculpida en el siglo XV. En el resto de las dependencias se exhiben obras pictóricas, algunas de ellas debidas al artista local António Vaz, y retablos barrocos, además de cerámicas y azulejos. Es digna de mención la puerta mozárabe* que da acceso a la Sala Capitular. El segundo piso del claustro está dedicado a exhibir el tesoro* de la iglesia, compuesto por múltiples piezas de arte sacro, entre las que destacan un cáliz y un relicario de estilo gótico, una custodia manuelina y una cruz de plata, también manuelina, cuyos relieves representan escenas de la pasión de Cristo. Dos de los objetos más curiosos son la saya que vestía el rey João I durante la batalla de Aljubarrota y el tríptico de plata dorada arrancado a los castellanos en el curso de esta misma batalla, y que está adornado con escenas de la vida de Jesús.
Junto a este museo abre sus puertas otro de Arte Primitiva Moderna, dedicada al arte naif.
Desde el largo da Oliveira se puede seguir por la rua da Rainha hasta el largo do Toural, centro urbano y comercial de Guimarães. Museu Arqueológico da Sociedade Martins Sarmento*. Situado en la confluencia del largo do Toural con la rua Paio Galvão, este museo, al igual que en el caso del Alberto Sampaio, está instalado en las dependencias monacales de un antiguo convento, en este caso de frailes dominicos, y ocupa buena parte de su claustro gótico.
Todo el museo está dedicado a la figura del arqueólogo Francisco Martins Sarmento y al fruto de sus excavaciones en los castros celtas de Briteiros y Sabroso, próximos a Guimarães. El material expuesto consiste en industria lítica, fragmentos de cerámica, puntas de flecha, mangos de espadas, útiles de bronce, monedas romanas, lucernas, hebillas, brazaletes, estelas grabadas y multitud de objetos de la cultura material propia del pueblo prerromano que habitaba en la región hace 2.000 años.
Próxima al museo está la iglesia de São Domingo (siglo XIV), que conserva trazas de su origen gótico, como el rosetón que corona la entrada, pero fue muy retocada durante la época barroca.
Inmediata al largo do Toural se encuentra la alameda da Resistencia ao Fascismo, en cuyo extremo más tranquilo se yergue la iglesia de São Francisco, edificada a comienzos del siglo XV, y, haciendo esquina con la Avenida de Afonso Henriques, la Oficina de Turismo. La iglesia fue muy modificada durante el siglo XVII, de tal modo que sólo la portada conserva su estilo gótico original.
En el interior, la capilla mayor cuenta con un gran altar barroco y todas las paredes están decoradas con paneles de azulejos del siglo XVIII que representan escenas de la vida de San Antonio. También son destacables el magnífico artesonado* que techa la sacristía, cuyo tesoro es suficiente para conformar un pequeño museo de arte sacro, y la Sala Capitular*, que se abre a un pequeño claustro de estilo renacentista. En una de las capillas hay una imagen de la Virgen de los Dolores esculpida por Soares dos Reis.
Por último, en la cabecera del largo da República do Brasil, antigua plaza del mercado, se alzan los dos campanarios gemelos de la iglesia barroca dos Santos Passos, con su palaciega escalinata de acceso.
Textos de:
SERRA, Rafael y HITA, Carlos de. Guía Total: Portugal de punta a punta. Anaya. Madrid, 2004.
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