1. ZAMORA, capital. Puente de piedra.
2. ZAMORA, capital. Otra visión del puente de piedra.
3. ZAMORA, capital. Muralla de la ciudad con el puente de piedra sobre el Duero, al fondo.
4. ZAMORA, capital. Portillo de la Traición, desde el interior del recinto amurallado.
5. ZAMORA, capital. Puerta de Olivares, entre el palacio Episcopal y la casa del Cid, desde el exterior.
6. ZAMORA, capital. La casa del Cid, y la puerta de Olivares, desde el interior del recinto amurallado.
7. ZAMORA, capital. La igl. de Santiago de los Caballeros, desde el Castillo.
8. ZAMORA, capital. La igl. de Santiago de los Caballeros.
9. ZAMORA, capital. Portada de la igl. de Santiago de los Caballeros.
10. ZAMORA, capital. Igl. de San Claudio de Olivares.
11. ZAMORA, capital. Portada de la igl. de San Claudio de Olivares.
12. ZAMORA, capital. Ábside de la igl. de San Claudio de Olivares.
13. ZAMORA, capital. Canecillo del ábside de la igl. de San Claudio de Olivares.
2. ZAMORA, capital. Otra visión del puente de piedra.
3. ZAMORA, capital. Muralla de la ciudad con el puente de piedra sobre el Duero, al fondo.
4. ZAMORA, capital. Portillo de la Traición, desde el interior del recinto amurallado.
5. ZAMORA, capital. Puerta de Olivares, entre el palacio Episcopal y la casa del Cid, desde el exterior.
6. ZAMORA, capital. La casa del Cid, y la puerta de Olivares, desde el interior del recinto amurallado.
7. ZAMORA, capital. La igl. de Santiago de los Caballeros, desde el Castillo.
8. ZAMORA, capital. La igl. de Santiago de los Caballeros.
9. ZAMORA, capital. Portada de la igl. de Santiago de los Caballeros.
10. ZAMORA, capital. Igl. de San Claudio de Olivares.
11. ZAMORA, capital. Portada de la igl. de San Claudio de Olivares.
12. ZAMORA, capital. Ábside de la igl. de San Claudio de Olivares.
13. ZAMORA, capital. Canecillo del ábside de la igl. de San Claudio de Olivares.
ZAMORA* (I), capital de la provincia: 3 de agosto de 2010.
Entre la Tierra del Pan y la Tierra del Vino, emerge Zamora, encaramada a una colina sobre la margen derecha del Duero. Por su situación estratégica fue codiciada por todos los pueblos que a ella se acercaron. Sin duda, fue el XII el siglo de su máximo esplendor. La ciudad conserva de esa época tantos y tan notables templos que puede considerarse un verdadero museo del románico. En la actualidad, es un importante centro agrícola y comercial, con un desarrollo lento pero constante.
Según queda dicho, a partir del núcleo primitivo alzado sobre el Duero, Zamora ha ido creciendo hacia el este en una alargada disposición que incluye tres zonas bien definidas: el casco histórico, comprendido entre la Catedral, con los antiguos barrios de extramuros, y la Plaza Mayor; la también histórica pero más modernizada área que se articula en torno a la calle de Santa Clara, y la ciudad residencial y de servicios desarrollada en los últimos años.
El itinerario aquí propuesto, centrado en las dos primeras zonas, sigue esa misma dirección, de tal modo que, en gran medida, puede tomarse como un recorrido casi ordenado cronológicamente. Como el visitante no tardará en advertir, lo más destacable es, sin duda, el rico patrimonio monumental que Zamora conserva de su auge durante los siglos XI-XIII; el puente, las murallas, la Catedral y una veintena de iglesias que, si bien muy modificadas en su interior, justifican sobradamente el título de "ciudad del románico" con que se la conoce.
Al pie de la muralla
Antes de internarse en el casco antiguo es recomendable contemplar la silueta de la ciudad desde la margen izquierda del río, con el puente de piedra en primer término. Éste sustituyó en el siglo XII al anterior romano, del que aún hay restoas bajo el agua. Lo forman 16 arcos apuntados y en los extremos tenía sendos torreones que fueron suprimidos a principios de siglo. Salvan el ancho cauce del Duero otros tres puentes, más modernos y menos destacables.
La muralla* ha condicionado la historia de la ciudad ("Zamora, la bien cercada", la llamó Fernando I) y, pese a que no se conserva completa, aún configura una de sus perspectivas más características, como ondulante telón pétreo tras el que emergen los muros del Castillo y la Catedral. Hecha y rehecha en sucesivas ocasiones, entre los siglos XI y XIII, los restos más antiguos, en el lado norte, son del siglo XI, aunque la mayor parte corresponde al siglo XII. Constaba de tres recintos que partían del punto más alto, junto al alcázar.
De las diversas entradas que aún se conservan, es legendario el portillo de la Traición, en el lienzo septentrional, un mero arco de piedra por el que, según la tradición, entró Bellido Dolfos en la ciudad, con el Cid pisándole los talones, tras haber dado muerte al rey don Sancho. Aún más al norte, frente a la costanilla de San Bartolomé, queda la puerta de doña Urraca, entre desmochados torreones.
En el lienzo meridional, cara al río, la puerta de Olivares, llamada también Puerta Óptima o del Obispo, abre su doble arco entre el Palacio Episcopal y la casa del Cid (siglos XI y XII), así llamada porque, según parece comprobado, el Campeador residió en ella. Este edificio orienta hacia el Duero una fachada provista de dos ventanales con arcos de herradura, en tanto que la orientada a la Catedral tiene una puerta con arquivoltas decoradas.
A los pies del Castillo, fuera del recinto fortificado, se hallan dos iglesias que merecen ser visitadas: la sencilla iglesia de Santiago de los Caballeros o el Viejo, del siglo XII, donde dicen que veló armas el Cid, y la iglesia de San Claudio de Olivares*, considerada por algunos como la más antigua de las que conserva la ciudad (principios del siglo XII). Posee una hermosa portada* con figurillas esculpidas en las arquivoltas y notables capiteles* con imaginería fantástica en el interior.
La muralla* ha condicionado la historia de la ciudad ("Zamora, la bien cercada", la llamó Fernando I) y, pese a que no se conserva completa, aún configura una de sus perspectivas más características, como ondulante telón pétreo tras el que emergen los muros del Castillo y la Catedral. Hecha y rehecha en sucesivas ocasiones, entre los siglos XI y XIII, los restos más antiguos, en el lado norte, son del siglo XI, aunque la mayor parte corresponde al siglo XII. Constaba de tres recintos que partían del punto más alto, junto al alcázar.
De las diversas entradas que aún se conservan, es legendario el portillo de la Traición, en el lienzo septentrional, un mero arco de piedra por el que, según la tradición, entró Bellido Dolfos en la ciudad, con el Cid pisándole los talones, tras haber dado muerte al rey don Sancho. Aún más al norte, frente a la costanilla de San Bartolomé, queda la puerta de doña Urraca, entre desmochados torreones.
En el lienzo meridional, cara al río, la puerta de Olivares, llamada también Puerta Óptima o del Obispo, abre su doble arco entre el Palacio Episcopal y la casa del Cid (siglos XI y XII), así llamada porque, según parece comprobado, el Campeador residió en ella. Este edificio orienta hacia el Duero una fachada provista de dos ventanales con arcos de herradura, en tanto que la orientada a la Catedral tiene una puerta con arquivoltas decoradas.
A los pies del Castillo, fuera del recinto fortificado, se hallan dos iglesias que merecen ser visitadas: la sencilla iglesia de Santiago de los Caballeros o el Viejo, del siglo XII, donde dicen que veló armas el Cid, y la iglesia de San Claudio de Olivares*, considerada por algunos como la más antigua de las que conserva la ciudad (principios del siglo XII). Posee una hermosa portada* con figurillas esculpidas en las arquivoltas y notables capiteles* con imaginería fantástica en el interior.
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