1. QUINTANILLA DE LAS VIÑAS, Burgos. Cimientos y cabecera de la ermita de Sta. Mª de Lara.
2. QUINTANILLA DE LAS VIÑAS, Burgos. Muro lateral de la ermita de Sta. Mª de Lara.
3. QUINTANILLA DE LAS VIÑAS, Burgos. Ábside de la ermita de Sta. Mª de Lara.
4. QUINTANILLA DE LAS VIÑAS, Burgos. Detalle del friso del muro de la ermita de Sta. Mª de Lara.
5. QUINTANILLA DE LAS VIÑAS, Burgos. Otro detalle del muro perimetral de la ermita de Sta. Mª de Lara.
6. QUINTANILLA DE LAS VIÑAS, Burgos. Un detalle más del friso de la ermita de Sta. Mª de Lara.
7. QUINTANILLA DE LAS VIÑAS, Burgos. Arco triunfal de la ermita de Sta. Mª de Lara.
8. QUINTANILLA DE LAS VIÑAS, Burgos. Bloque-capitel del Sol, de la ermita de Sta. Mª de Lara.
9. QUINTANILLA DE LAS VIÑAS, Burgos. Bloque-capitel de la Luna, de la ermita de Sta. Mª de Lara.
10. QUINTANILLA DE LAS VIÑAS, Burgos. Bloque de la mujer rodeada de ángeles.
11. QUINTANILLA DE LAS VIÑAS, Burgos. Bloque de Jesucristo rodeado de ángeles.
QUINTANILLA DE LAS VIÑAS (I), provincia de Burgos: 3 de septiembre de 2009.
En la carretera N-234 de Burgos a Soria, a 8 km de Cuevas de San Clemente en dirección a Soria, se toma el desvío a la izquierda en dirección Quintanilla de las Viñas que dista 4 km. Atravesar el pueblo, distinguiéndose Santa María al fondo en lo alto. En Tierras de Lara, tierras cargadas de testimonios fundacionales del condado de Castilla, más tarde reino y después entrañas del imperio español, se levantó en una planicie rocosa y con la sierra al fondo, un monasterio que pasó a iglesia, más tarde a ermita para terminar desafectado. Pero su cabecera aún en pie sigue hablando de tiempos inaugurales, aún anteriores a los fundacionales, cuando Hispania se manifestaba bajo formas visigodas.
Historia
La ermita de Santa María de Lara* fue levantada sobre el asentamiento anterior de una posible villa romana que pudo suministrar algún material constructivo. Edificada a finales del siglo VII o, incluso, a comienzos del VIII, Santa María de las Viñas bien pudo se la última construcción visigoda que ha llegado hasta nosotros. Existen noticias de un monasterio a comienzos del siglo X, así como de reformas que se llevaron a cabo en el mismo. A partir del siglo XI pasó a pertenecer al cercano monasterio de San Pedro de Arlanza. Era femenino bajo la Regla de San Benito, pensándose que el siglo XIV tuvo lugar el desplome de las naves, ya que fue entonces cuando fueron trasladados a Arlanza los restos de algunos parientes de Fernán González depositados en Santa María. En fecha indeterminada fue clausurado lo que quedaba en pie con material de derribo. A comienzos del siglo XX se reconocen sus ruinas; a partir de ahí se comienza una serie de estudios arqueológicos y restauraciones, quedando acondicionado lo que quedaba de la cabecera, así como despejando los cimientos del resto de la iglesia.
Descripción
La planta muestra un ábside cuadrado unido a un transepto con brazos que fueron más alargados que los actuales. Gracias a los cimientos puestos al descubierto, se sabe que tras el transepto se desarrollaban tres naves con algunos habitáculos repartidos entre ellas. Todo ello hace pensar en un desarrollo en altura fundamentalmente cúbico siguiendo la tendencia del último arte visigodo.
El exterior del ábside y del transepto se muestra bastante homogéneo. Están levantados con grandes sillares de diversas tonalidades dispuestos en hiladas regulares montadas a seco, siendo las esquinas aparejadas a soga y tizón. No se tiene certeza del tipo de cubrición que pudieron tener estos espacios. Destacan a primera vista los distintos frisos que recorren parte del conjunto. La labra es en todos ellos de relieve bajo que cubre la altura del sillar y con temas que corren en toda o buena parte de la hilada. Cuando es el caso, los temas saltan el vano asaetado y largo de las cuatro ventanas que se abren en la cabecera.
Por el frontón absidal discurren tres frisos a altura media y separados entre sí por una hilada. Algunos de ellos continúan por los muros laterales y los brazos del transepto. Los temas se disponen en el interior de círculos que forman un tallo serpenteante que los enlaza con elegancia. En el friso inferior del ábside se muestran racimos de uvas, palmas de cinco hojas, pámpanos y conchas. Por el friso central discurre un tallo que exhibe en sus círculos todo un muestrario de aves (palomas, gallináceas, pavos reales), rosáceas de seis pétalos y monogramas cuyas cuatro letras están aludiendo a algo que no ha sido posible descifrar (¿donantes, constructores?). Algunos círculos permanecen sin tallar. En el friso superior del frontal absidal, más breve que los anteriores, se muestra con el mismo estilo una serie de cuadrúpedos (león, leopardo, antílopes, grifos y, quizás, toros).
En el interior, estrecho y algo oscuro, sobresale el gran arco triunfal en herradura ligeramente sobrepasado que apea sobre dos bloques pétreos sostenidas por delgadas columnas sobre basas también con forma de bloque. Un ancho friso con temas semejantes a los del exterior recorre el arco. Son interesantísimas las tallas de cuatro bloques con funciones de capiteles. En el de la derecha se muestra al sol (lo dice claramente la leyenda) bajo forma de busto con cabeza irradiante encerrada en un círculo transportado por dos ángeles alados. El de la izquierda muestra a la luna (busto con el arco lunar sobre su cabeza) y con semejante composición angélica al de su pareja. La traducción de la inscripción grabada sobre el capitel del sol dice: YO, MODESTA FLAMMULA, OFRECE A DIOS ESTA MODESTA DÁDIVA.
Semiarrumbadas en el ábside se muestran diversos bloques de piedra. Cuatro de ellos son tallas salidas de las mismas manos que los capiteles. Dos pequeñas parecen representar Evangelistas (libro cerrado en la mano) y las otras dos, rectangulares similares a los capiteles, representan a Jesucristo mostrando la Cruz redentora rodeado de dos ángeles voladores (uno de ellos portando una pequeña cruz) y el otro a una mujer rodeada también de dos ángeles. Todas las tallas van enmarcadas en un notable recuadro. Se trata de tallas en bajorrelieve quizás toscamente talladas pero de gran efecto plástico, en las que las cabelleras, las alas y los ropajes están cuidados, mostrando en los rostros una leve variedad. Es difícil relacionar este conjunto de tallas con algunas otras conocidas. Podrían datar del siglo X, discutiéndose su ubicación original.
Comentario
A media altura de la planicie, las piedras de Santa María de las Viñas llevan trece siglos soportando tormentas, hielos y soles de justicia. Su exótico zoológico y su jardín oriental han permanecido incólumes a pesar de la dura intemperie castellana. Tanto lo que queda de su arquitectura como las tallas de sus frisos parecen relacionarla con San Pedro de la Nave (Zamora). Las ruinas muestran una construcción en laberinto como la de aquella, acode con una determinada tipología visigoda de templo; tanto las tallas como su temática están relacionadas con el Segundo Maestro de San Pedro; finalmente, un clima común (a pesar de la exigua muestra que de Santa María queda en pie) hablan tanto en Burgos como en Zamora de las décadas finales del estilo visigodo, quizás de poco tiempo antes de que la cimitarra agarena cortara de raiz tan espléndido árbol.
De las distintas figuraciones escultóricas se desprende un rico simbolismo. Los motivos de las talla de los frisos parecen aludir a la dicotomía entre los cuadrúpedos y aves como representación de las dos tendencias básicas del hombre: hacia abajo, afianzados en la tierra por la carne, hacia lo alto como los pájaros voladores, como el espíritu. Dicotomía eterna que el muestrario fitomórfico que ofrecen los mismos frisos inclinan hacia la esperanza con los racimos de uvas, con las palmas, con las conchas que hablan de la resurrección a la vida eterna. Un aroma fuertemente sasánida, sugerente y envolvente, elegante, recorre los muros de Santa María de las Viñas. Por lo que respecta a los bloques tallados del interior, los cuatro paralepipédicos podrían representar a Cristo y a su Iglesia, tanto en un nivel humano como cósmico. Ello supondría una concepción teológica del cosmos. de todo lo manifestado, verdaderamente profunda, ya que está exponiendo los distintos grados de manifestación de la Realidad. ¿Van también por este camino el distinto número de alas de unos y otros ángeles, como sostiene la patrística, especialmente San Dionisio Arepagita?
El exterior del ábside y del transepto se muestra bastante homogéneo. Están levantados con grandes sillares de diversas tonalidades dispuestos en hiladas regulares montadas a seco, siendo las esquinas aparejadas a soga y tizón. No se tiene certeza del tipo de cubrición que pudieron tener estos espacios. Destacan a primera vista los distintos frisos que recorren parte del conjunto. La labra es en todos ellos de relieve bajo que cubre la altura del sillar y con temas que corren en toda o buena parte de la hilada. Cuando es el caso, los temas saltan el vano asaetado y largo de las cuatro ventanas que se abren en la cabecera.
Por el frontón absidal discurren tres frisos a altura media y separados entre sí por una hilada. Algunos de ellos continúan por los muros laterales y los brazos del transepto. Los temas se disponen en el interior de círculos que forman un tallo serpenteante que los enlaza con elegancia. En el friso inferior del ábside se muestran racimos de uvas, palmas de cinco hojas, pámpanos y conchas. Por el friso central discurre un tallo que exhibe en sus círculos todo un muestrario de aves (palomas, gallináceas, pavos reales), rosáceas de seis pétalos y monogramas cuyas cuatro letras están aludiendo a algo que no ha sido posible descifrar (¿donantes, constructores?). Algunos círculos permanecen sin tallar. En el friso superior del frontal absidal, más breve que los anteriores, se muestra con el mismo estilo una serie de cuadrúpedos (león, leopardo, antílopes, grifos y, quizás, toros).
En el interior, estrecho y algo oscuro, sobresale el gran arco triunfal en herradura ligeramente sobrepasado que apea sobre dos bloques pétreos sostenidas por delgadas columnas sobre basas también con forma de bloque. Un ancho friso con temas semejantes a los del exterior recorre el arco. Son interesantísimas las tallas de cuatro bloques con funciones de capiteles. En el de la derecha se muestra al sol (lo dice claramente la leyenda) bajo forma de busto con cabeza irradiante encerrada en un círculo transportado por dos ángeles alados. El de la izquierda muestra a la luna (busto con el arco lunar sobre su cabeza) y con semejante composición angélica al de su pareja. La traducción de la inscripción grabada sobre el capitel del sol dice: YO, MODESTA FLAMMULA, OFRECE A DIOS ESTA MODESTA DÁDIVA.
Semiarrumbadas en el ábside se muestran diversos bloques de piedra. Cuatro de ellos son tallas salidas de las mismas manos que los capiteles. Dos pequeñas parecen representar Evangelistas (libro cerrado en la mano) y las otras dos, rectangulares similares a los capiteles, representan a Jesucristo mostrando la Cruz redentora rodeado de dos ángeles voladores (uno de ellos portando una pequeña cruz) y el otro a una mujer rodeada también de dos ángeles. Todas las tallas van enmarcadas en un notable recuadro. Se trata de tallas en bajorrelieve quizás toscamente talladas pero de gran efecto plástico, en las que las cabelleras, las alas y los ropajes están cuidados, mostrando en los rostros una leve variedad. Es difícil relacionar este conjunto de tallas con algunas otras conocidas. Podrían datar del siglo X, discutiéndose su ubicación original.
Comentario
A media altura de la planicie, las piedras de Santa María de las Viñas llevan trece siglos soportando tormentas, hielos y soles de justicia. Su exótico zoológico y su jardín oriental han permanecido incólumes a pesar de la dura intemperie castellana. Tanto lo que queda de su arquitectura como las tallas de sus frisos parecen relacionarla con San Pedro de la Nave (Zamora). Las ruinas muestran una construcción en laberinto como la de aquella, acode con una determinada tipología visigoda de templo; tanto las tallas como su temática están relacionadas con el Segundo Maestro de San Pedro; finalmente, un clima común (a pesar de la exigua muestra que de Santa María queda en pie) hablan tanto en Burgos como en Zamora de las décadas finales del estilo visigodo, quizás de poco tiempo antes de que la cimitarra agarena cortara de raiz tan espléndido árbol.
De las distintas figuraciones escultóricas se desprende un rico simbolismo. Los motivos de las talla de los frisos parecen aludir a la dicotomía entre los cuadrúpedos y aves como representación de las dos tendencias básicas del hombre: hacia abajo, afianzados en la tierra por la carne, hacia lo alto como los pájaros voladores, como el espíritu. Dicotomía eterna que el muestrario fitomórfico que ofrecen los mismos frisos inclinan hacia la esperanza con los racimos de uvas, con las palmas, con las conchas que hablan de la resurrección a la vida eterna. Un aroma fuertemente sasánida, sugerente y envolvente, elegante, recorre los muros de Santa María de las Viñas. Por lo que respecta a los bloques tallados del interior, los cuatro paralepipédicos podrían representar a Cristo y a su Iglesia, tanto en un nivel humano como cósmico. Ello supondría una concepción teológica del cosmos. de todo lo manifestado, verdaderamente profunda, ya que está exponiendo los distintos grados de manifestación de la Realidad. ¿Van también por este camino el distinto número de alas de unos y otros ángeles, como sostiene la patrística, especialmente San Dionisio Arepagita?
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